Tras la victoria en la primera vuelta, es muy probable que Francois Hollande sea el próximo presidente de Francia. Como todos los nuevos presidentes electos en Europa desde 2008, lo primero que tendrá que atender son los asuntos económicos.
La situación económica de Francia es de estancamiento, pues las expectativas de crecimiento para este año son de apenas el 0,6%, mientras que la inflación y el desempleo siguen creciendo, y el país afronta importantes dificultades para reducir el déficit (que se espera termine el año en -5,3%) y la deuda (que llegará hasta el 91% del PIB en 2013, según la Comisión Europea) (véase: http://ec.europa.eu/economy_finance/eu/forecasts/2011_autumn/fr_en.pdf)
Cuando Hollande visitó Madrid en Octubre de 2011 invitado por la Fundación Ideas, acababa de ganar las primarias del Partido socialista francés, pero ya tenía muy claro que centraría su programa electoral en la alternativa a las recetas económicas de Merkozy.
De hecho, en ese viaje, firmó la Declaración de líderes progresistas de Madrid, dirigida al G20 que se iba a reunir en Cannes, y donde ya reclamaba una nueva estrategia de crecimiento para Europa, un nuevo papel para el BCE y un impuesto a las transacciones financieras que diera nuevos recursos para impulsar la recuperación en el continente. Cuando presentó su programa económico completo en el mes de febrero de 2012, añadió también la propuesta de los “Project bonds” (eurobonos para financiar proyectos de infraestructuras y energía a escala europea).
Si quiere cumplir con sus promesas, es probable que el primer viaje de Hollande sea para visitar a Merkel y presentarle un memorando de modificación del tratado fiscal aprobado en el Consejo Europeo de marzo, pero aún no ratificado por la Asamblea francesa. Si quiere jugar a fondo, deberá amenazar con bloquearlo en esa votación interna, con el propósito de que los alemanes acepten una modificación del texto (probablemente con un anexo nuevo) en el próximo Consejo Europeo del 27 y 28 de junio. Además de utilizar el mandato de las urnas, Hollande debería esgrimir ante Merkel que tanto el FMI como EEUU están de su lado al advertir de las devastadoras consecuencias que tendrá la austeridad excesiva en la eurozona, si los calendarios de ajuste no se revisan pronto.
Será muy interesante ver cómo contraponen su visión a la crisis europea Sarkozy y Hollande en su debate televisado antes de la segunda y definitiva votación. Junto a las nuevas políticas económicas en materia europea, Hollande deberá hacer valer también algunas de sus propuestas económicas de dimensión nacional.
Las medidas estrella del programa de Hollande se pueden agrupar en tres bloques (para más detalle véase: http://www.lepoint.fr/economie/document-le-programme-economique-et-social-de-hollande-decrypte-26-01-2012-1424142_28.php). En primer lugar, Hollande ha defendido la creación de una banca pública para la inversión productiva en las Pymes y el aumento de los límites de la exención fiscal (de 6.000 a 12.000 euros) para las libretas de ahorro destinadas a actividades industriales (producto que no existe en España); también ha propuesto separar la banca comercial de la banca de inversión y suprimir los productos derivados y los activos tóxicos; en segundo lugar, Hollande ha defendido retrasar un año el objetivo de equilibrio presupuestario (hasta 2017), la generación de nuevos ingresos mediante un nuevo impuesto de sociedades (con tipos del 35%, el 30% y el 15% en función del tamaño de las empresas), y con la interesante propuesta de rebajas adicionales si los beneficios son enteramente reinvertidos en nuevas actividades económicas; además ha propuesto un aumento de la fiscalidad de la banca en un 15%. Por último, para los jóvenes ha propuesto 2,5 millones de viviendas protegidas y un nuevo “contrato de tutoría”, con el fin de mejorar sus posibilidades de emancipación personal y de desarrollo laboral.
En realidad, el programa económico de Hollande contiene más de 60 propuestas específicas y ha intentado seguir en su mayoría el programa del Partido Socialista, pero ha añadido algunas medidas propias que le han permitido aumentar su visibilidad como candidato solvente en el terreno económico.
Parece que la batalla de la credibilidad interna la está ganando, a tenor de sus buenas perspectivas electorales. En apenas un par de semanas sabremos si sus propuestas a nivel europeo tienen el apoyo de los mercados y de Merkel (ójala no le pase como a Miterrand cuando en 1981 tuvo que darle la vuelta a su programa ante la huída de capitales). Aunque sus iniciativas son distintas de la ortodoxia alemana, tienen un amplio respaldo entre reputados expertos económicos y organismos internacionales, así que es probable que si pone todo su empeño y experiencia política en el intento, logre impulsar un cambio significativo en la política económica de Francia y de toda la UE. Aquellos países en peor situación, como España o Italia, lo estamos esperando como agua de Mayo (y nunca mejor dicho).