Economía para el 99%

Sobre el blog

Este es un espacio para la reflexión económica que pretende interesar y ser accesible para el 99% de los ciudadanos; esa gran mayoría de personas que sigue la evolución de la crisis y que no deja de plantear preguntas para salir pronto de ella. Puede que haya un 1% que por opulencia o ignorancia no se sienta concernido en la búsqueda de una recuperación sostenible y beneficiosa para la mayoría. Ellos buscarán otras lecturas, pero un amplio 99% hallará aquí sus respuestas.

Sobre el autor

Carlos Mulas

. Soy economista de formación y académico de profesión con fuerte vocación política. Actualmente soy Profesor Titular de Economía en la Universidad Complutense de Madrid y Director de la Fundación IDEAS. Puedes conocer más sobre mi trayectoria en mi web personal: www.carlosmulasgranados.com


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El programa económico de Hollande

Por: | 23 de abril de 2012

Tras la victoria en la primera vuelta, es muy probable que Francois Hollande sea el próximo presidente de Francia. Como todos los nuevos presidentes electos en Europa desde 2008, lo primero que tendrá que atender son los asuntos económicos.

La situación económica de Francia es de estancamiento, pues las expectativas de crecimiento para este año son de apenas el 0,6%, mientras que la inflación y el desempleo siguen creciendo, y el país afronta importantes dificultades para reducir el déficit (que se espera termine el año en -5,3%) y la deuda (que llegará hasta el 91% del PIB en 2013, según la Comisión Europea) (véase: http://ec.europa.eu/economy_finance/eu/forecasts/2011_autumn/fr_en.pdf)

Cuando Hollande visitó Madrid en Octubre de 2011 invitado por la Fundación Ideas, acababa de ganar las primarias del Partido socialista francés, pero ya tenía muy claro que centraría su programa electoral en la alternativa a las recetas económicas de Merkozy.

Global-hollande2

De hecho, en ese viaje, firmó la Declaración de líderes progresistas de Madrid, dirigida al G20 que se iba a reunir en Cannes, y donde ya reclamaba una nueva estrategia de crecimiento para Europa, un nuevo papel para el BCE y un impuesto a las transacciones financieras que diera nuevos recursos para impulsar la recuperación en el continente. Cuando presentó su programa económico completo en el mes de febrero de 2012, añadió también la propuesta de los “Project bonds” (eurobonos para financiar proyectos de infraestructuras y energía a escala europea).

Si  quiere cumplir con sus promesas, es probable que el primer viaje de Hollande sea para visitar a Merkel y presentarle un memorando de modificación del tratado fiscal aprobado en el Consejo Europeo de marzo, pero aún no ratificado por la Asamblea francesa. Si quiere jugar a fondo, deberá amenazar con bloquearlo en esa votación interna, con el propósito de que los alemanes acepten una modificación del texto (probablemente con un anexo nuevo) en el próximo Consejo Europeo del 27 y 28 de junio. Además de utilizar el mandato de las urnas, Hollande debería esgrimir ante Merkel que tanto el FMI como EEUU están de su lado al advertir de las devastadoras consecuencias que tendrá la austeridad excesiva en la eurozona, si los calendarios de ajuste no se revisan pronto.

Será muy interesante ver cómo contraponen su visión a la crisis europea Sarkozy y Hollande en su debate televisado antes de la segunda y definitiva votación. Junto a las nuevas políticas económicas en materia europea, Hollande deberá hacer valer también algunas de sus propuestas económicas de dimensión nacional.

Las medidas estrella del programa de Hollande se pueden agrupar en tres bloques (para más detalle véase: http://www.lepoint.fr/economie/document-le-programme-economique-et-social-de-hollande-decrypte-26-01-2012-1424142_28.php). En primer lugar, Hollande ha defendido la creación de una banca pública para la inversión productiva en las Pymes y el aumento de los límites de la exención fiscal (de 6.000 a 12.000 euros) para las libretas de ahorro destinadas a actividades industriales (producto que no existe en España); también ha propuesto separar la banca comercial de la banca de inversión y suprimir los productos derivados y los activos tóxicos; en segundo lugar, Hollande ha defendido retrasar un año el objetivo de equilibrio presupuestario (hasta 2017), la generación de nuevos ingresos mediante un nuevo impuesto de sociedades (con tipos del 35%, el 30% y el 15% en función del tamaño de las empresas), y con la interesante propuesta de rebajas adicionales si los beneficios son enteramente reinvertidos en nuevas actividades económicas; además ha propuesto un aumento de la fiscalidad de la banca en un 15%. Por último, para los jóvenes ha propuesto 2,5 millones de viviendas protegidas y un nuevo “contrato de tutoría”, con el fin de mejorar sus posibilidades de emancipación personal y de desarrollo laboral.

En realidad, el programa económico de Hollande contiene más de 60 propuestas específicas y ha intentado seguir en su mayoría el programa del Partido Socialista, pero ha añadido algunas medidas propias que le han permitido aumentar su visibilidad como candidato solvente en el terreno económico.

Parece que la batalla de la credibilidad interna la está ganando, a tenor de sus buenas perspectivas electorales. En apenas un par de semanas sabremos si sus propuestas a nivel europeo tienen el apoyo de los mercados y de Merkel (ójala no le pase como  a Miterrand cuando en 1981 tuvo que darle la vuelta a su programa ante la huída de capitales). Aunque sus iniciativas son distintas de la ortodoxia alemana, tienen un amplio respaldo entre reputados expertos económicos y organismos internacionales, así que es probable que si pone todo su empeño y experiencia política en el intento, logre impulsar un cambio significativo en la política económica de Francia y de toda la UE. Aquellos países en peor situación, como España o Italia, lo estamos esperando como agua de Mayo (y nunca mejor dicho).

 

¿Por qué nos atacan los mercados?

Por: | 09 de abril de 2012

Thefuture
Desde hace unos días, los mercados no paran de demostrar que están perdiendo la fe en la economía española. A pesar de la reforma laboral y los recortes que el PP ha puesto en marcha, la confianza está en mínimos y la prima de riesgo vuelve a tocar niveles máximos. Parece que los analistas no se fían de las medidas aprobadas por 3 razones: primero, creen que la reforma financiera es tímida y no servirá para resolver de manera definitiva el problema de nuestros bancos (algunos de los cuáles podrían necesitar más dinero público); segundo, no les convence un presupuesto que ha exprimido al máximo los ministerios, pero ha dejado intactas las pensiones, los subsidios de desempleo, la sanidad y la educación (por eso Guindos ha salido ya avisando que irá por esas partidas en breve); y en último lugar, pero de manera más importante, los mercados no ven de qué forma va a volver el crecimiento económico y el empleo a nuestro país.

En este sentido, los datos que confirman que ya estamos en recesión otra vez (la segunda desde 2009) no ayudan a mejorar el panorama. Con toda lógica, el sentimiento de los ciudadanos es de zozobra. Y en el caso de las empresas, de desconcierto. Ahora la crisis va a dar de lleno a aquellos que lograron superar con cierta dignidad el primer embate de 2009. Entonces los más afectados fueron los trabajadores y empresas ligados al sector de la construcción y los trabajadores temporales del sector servicios. Ahora, los despidos alcanzarán al sector público y el cierre de empresas también se cebará con las medianas y las grandes de otros sectores. Industrias dependientes del apoyo público, como las energías renovables, el automóvil, las industrias culturales o el sector de servicios sociales pasarán un año terrible, y el sector de la construcción no logrará revivir a pesar de los esfuerzos del gobierno por cebar de nuevo la burbuja a base de recuperar la deducción por compra de vivienda. A diferencia del año 96, cuando el PP abonó el terreno para la peor crisis que haya sufrido la economía española, ahora el crédito no fluye a nuestros bancos y los ciudadanos prefieren pagar sus hipotecas pasadas, antes de meterse en otras nuevas. Da igual lo que intente, pero el PP no obtendrá la deseada recuperación económica por la inmobiliaria.

Lo peor de la situación es que nadie es capaz de responder a la pregunta que se hacen todos los ciudadanos, y que también empieza a preocupar a los mercados que financian nuestras deudas. Durante 15 años nos hemos dedicado a construir casas, hacer infraestructuras, a explotar nuestro turismo y a exportar servicios financieros y energéticos a Latinoamérica. Pero, ¿a qué nos vamos a dedicar los próximos 15 años? Cualquier gobierno debería estar más preocupado de responder a esa pregunta, que de cualquier otra cosa. La confianza y el esfuerzo colectivo sólo se multiplican cuando uno tiene claro hacia donde tiene que remar. De lo contrario, la incertidumbre y la melancolía acaban echando por tierra cualquier sacrificio colectivo. Por eso, cuando alguien me pregunta por mi opinión sobre la política económica actual, le respondo que equilibrar el presupuesto y reformar el mercado de trabajo o el sector financiero está bien. Es verdad que son medidas muy necesarias pero no dejan de ser instrumentales. Lo importante es fijar bien los objetivos, imaginar en qué tipo de país queremos convertirnos, y entonces se podrá hacer una narrativa creíble e ilusionante con la que comenzar a subir los duros escalones de la recuperación.

Cuando el gobierno socialista anunció una Estrategia de Economía Sostenible en 2009, intentó dar respuesta a esa pregunta existencial, aunque la pobre Ley que trató de vehicular aquel proyecto terminó deslegitimándolo. El país que aquella estrategia imaginaba  era un país en que los vehículos eléctricos sustituirían a los motores contaminantes, los molinos de viento y los techos solares se extenderían hasta nuestros edificios; era un país en el que los contenidos culturales en español se extenderían por la red, y en el que el cuidado de nuestros mayores y nuestros dependientes sería una industria productiva más. En ese modelo, el turismo seguiría siendo una parte importante de nuestra actividad colectiva, pero sería más sostenible, y nuestras multinacionales apostarían también por Asia. Además, los emprendedores tecnológicos tendrían las máximas facilidades y seríamos tan conocidos por nuestros avances en biotecnología y telecomunicaciones como hoy los somos por nuestros deportistas.

Quienes integran hoy el gobierno del PP se rieron de aquello, pero nos están avocando a un esfuerzo sin rumbo. No sabemos si imaginan un futuro alternativo o no saben lo que quieren. Sería bueno que lo aclararan pronto porque los datos dicen que cuando se alumbra un poco de luz al final del túnel, todo el mundo, dentro y fuera, vuelve a creer en la economía española.

Si no, que miren a los datos de inversión extranjera directa que hemos conocido la semana pasada, la misma en que se disparaba otra vez nuestra prima de riesgo. En 2011, las inversiones procedentes del exterior en actividades productivas aumentaron un 18% (cuando la economía no crecía ni un 1%). El dato es realmente impresionante, porque indica que los capitales productivos siguieron confiando en nuestro país a pesar de que los capitales financieros dudaran sobre nuestros títulos de deuda. Los mayores flujos se concentraron en los primeros meses, justo cuando parecía que los brotes verdes se convertirían en tallos consistentes, y se dirigieron al sector aéreo y al de telecomunicaciones. Es cierto, que cuando surgieron de nuevo las turbulencias en la zona euro en verano y la recesión apareció en el horizonte, los flujos de entrada de inversión productiva se ralentizaron.

Pero la señal es lo que importa. En medio de la incertidumbre y el pesimismo se necesitan recortes y reformas, sí, pero como demuestran los datos mencionados, es mucho más importante contar pronto con un dibujo de futuro claro e ilusionante con el que dar sentido al esfuerzo colectivo. Cuando antes recuperemos el debate público en torno “a qué se va a dedicar España”, más cerca estaremos de salir de la crisis, y las dudas de los mercados y de los ciudadanos se acabarán.

El País

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