Economía para el 99%

Sobre el blog

Este es un espacio para la reflexión económica que pretende interesar y ser accesible para el 99% de los ciudadanos; esa gran mayoría de personas que sigue la evolución de la crisis y que no deja de plantear preguntas para salir pronto de ella. Puede que haya un 1% que por opulencia o ignorancia no se sienta concernido en la búsqueda de una recuperación sostenible y beneficiosa para la mayoría. Ellos buscarán otras lecturas, pero un amplio 99% hallará aquí sus respuestas.

Sobre el autor

Carlos Mulas

. Soy economista de formación y académico de profesión con fuerte vocación política. Actualmente soy Profesor Titular de Economía en la Universidad Complutense de Madrid y Director de la Fundación IDEAS. Puedes conocer más sobre mi trayectoria en mi web personal: www.carlosmulasgranados.com


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Europa, más allá de Krugman

Por: | 28 de junio de 2012

Este fin de semana se celebra el Consejo Europeo que según muchos analistas puede marcar el cambio de tendencia. Europa dejará de hablar sólo de austeridad y empezará a hablar de crecimiento. Algunos economistas llevan mucho tiempo reclamándolo. Hoy, sin ir más lejos, Paul Krugman ha firmado un manifiesto con Richard Layard bajo el título "Stop this austerity now" (http://delong.typepad.com/sdj/2012/06/the-krugman-layard-manifesto-for-economic-non-nonsense.html). Pero estando de acuerdo con la necesidad de relajar la austeridad, creo que Europa necesita algo más para salir de esta.

El motivo de este post es apoyar el manifiesto de Krugman, al tiempo que ofrezco mi visión personal sobre por qué hay que relativizar algunas de sus recetas, cuando hablamos de Europa. Creo que es importante entrar en esos matices dada su creciente influencia en todos los ámbitos, especialmente el político. Durante los últimos tres años, gran parte de los lectores de este diario y de otros periódicos de primer nivel mundial han descubierto la magnífica capacidad del economista Paul Krugman para explicar la crisis de forma didáctica y ofrecer alternativas a las políticas económicas del momento. Krugman es un gran economista, al que admiro y que merece todo nuestro reconocimiento, y por eso me apena que algunos de sus artículos sobre la crisis del euro en los últimos meses no hayan estado a la altura de su talento.

En particular, creo que se equivocó al pronosticar la la ruptura del euro con la salida Grecia (o incluso de España), y también a la hora de insistir sólo en el estímulo de la demanda agregada como solución a la crisis. Sus posiciones sobre la quiebra de la moneda única me parecen a veces apocalípticas, un tanto irresponsables (por contribuir a la profecía autocumplida), y también algo desconectadas de la realidad europea, porque los incentivos políticos y económicos de las partes juegan en la dirección contraria. Además, y en relación con las recetas para salir de la crisis, creo que Krugman se olvida con demasiada facilidad de que una buena parte de Europa tiene un problema de oferta agregada pendiente de resolver desde hace tiempo que debemos abordar para que la recuperación sea duradera.

Vayamos por partes. Cuando se habla de Grecia y la moneda única, se suelen cometer dos errores: por un lado, se la considera víctima de la crisis, y por otro, se asimila su posible salida del euro al caso de Argentina y el fin de la paridad peso-dólar en 2001. Caben dos puntualizaciones importantes: primero, es verdad que Grecia está pagando hoy tipos de interés muy altos por su rescate, pero también hay que recordar que nadie se preguntó por la viabilidad del euro hasta que Grecia no reveló en 2009 que su déficit real no era del 3,7% sino del triple, el 12,5% del PIB. Todo el mundo sabía de los fallos de diseño de la Unión Monetaria que ahora tanto se critican y de los que nadie se acordó durante una década, pero fue el falseamiento de las cuentas lo que desató la crisis de confianza generalizada, las dudas sobre el grado de solidaridad que tendrían unos Estados Miembros con otros, y el lio monumental en el que aún seguimos.

Segundo, en cuanto al paralelismo con Argentina, me parece que no se puede comparar un tipo de cambio fijo con una unión monetaria, ni Grecia tiene las materias primas ni la capacidad exportadora de Argentina. En realidad, no hay ninguna experiencia histórica que permita imaginar seriamente cómo podría articularse la salida ordenada de Grecia de la moneda única, y por tanto, sólo caben los escenarios caóticos, que tanto miedo dan a los mercados, a los ciudadanos y también a los políticos. Según las pocas estimaciones disponibles, la salida del euro de Grecia podría suponer una contracción del PIB en el continente de entre el 4% y el 12%, y al mismo tiempo implicaría la pérdida de los más de 150.000 millones de euros que los países avanzados han prestado al país heleno.

Si los riesgos económicos son grandes, también son importantes los riesgos políticos. En estos momentos, la decisión de la salida de Grecia del euro está en manos básicamente de Alemania y de la propia Grecia. Si Grecia se saliera del euro de manera desordenada, la fuga de capitales, la inflación, la escasez de productos básicos y el desorden se harían con las calles; la inestabilidad política se multiplicaría y podría terminar acabando con su sistema democrático. Para Alemania, la salida del euro de Grecia implicaría a corto plazo tener que decir adiós a los 80 mil millones de euros que los alemanes han prestado a los griegos, aspecto que podría costarle las elecciones a Merkel a un año de su celebración (un pequeño detalle político que Krugman y otros parecen obviar) y a medio plazo le costaría su liderazgo europeo. En conclusión, yo creo que ninguno de los jugadores de esta partida desea realmente la ruptura, y por ello creo que la probabilidad de que Grecia salga del euro es mucho menor de lo que se habla desde hace semanas en los medios internacionales.

En cuanto a la solución de la crisis económica que nos afecta, se ha hablado mucho de la necesidad de ralentizar los ajustes fiscales que se están llevando a cabo, o incluso de realizar un nuevo estímulo simultáneo en EEUU y en Europa. Así, la unión fiscal, la unión bancaria, el tesoro único, los eurobonos, el impuesto de transacciones financieras y el nuevo papel del BCE son las medidas que antes nadie entendía y que ahora se mencionan constantemente hasta en las tertulias televisivas.

Sin embargo, y aunque estoy de acuerdo en todos los puntos mencionados, me sigue sorprendiendo que tan pocos analistas hayan reparado en que la solución de largo plazo a  los problemas americanos y europeos está en la transición hacia un nuevo modelo económico que aún difícilmente imaginamos. Entre las excepciones merece la pena mencionar a Jeffrey Sachs, economista progresista pero no keynesiano, que hace unos días apuntaba en el Financial Times lo siguiente: “EEUU y Europa necesitan una estrategia de crecimiento a largo plazo y no un nuevo estímulo de corto plazo al crecimiento”. Para lograrlo habría que “dirigir la nuevas tecnologías –de la información, la comunicación, el transporte, los nuevos materiales y la genómica- hacia la resolución de los problemas de falta de sostenibilidad y calidad de vida a los que se enfrentan nuestras sociedades. El crecimiento a largo plazo (y la calidad de vida) podrían alcanzarse a través de nuevas inversiones que avancen hacia una economía baja en carbono, baja en contaminación y alta en prestaciones sociales y mediambientales.” Es ahí donde encontraremos la nueva revolución industrial que transformará nuestras vidas.

La guía para esa transición en Europa está parcialmente apuntada en la Estrategia 2020 y sus 17 sectores de crecimiento futuro. En el caso de España esa hoja de ruta tiene un primer embrión en la Ley de Economía Sostenible aprobada en 2010, o en Informes como el publicado por la Fundación Ideas sobre las nuevas fuentes del crecimiento que podrían cambiar la estructura económica española de aquí a 2025.

En definitiva, tan importante como mantener a Grecia en el euro, ralentizar los ajustes y poner en marcha instrumentos comunes de gobierno económico es concentrar todos nuestros esfuerzos en políticas de inversión productiva y cambio regulatorio que transformen de arriba abajo nuestra manera de producir y consumir bienes y servicios. No podemos olvidar que el origen de esta crisis está en un modelo excesivamente financiarizado y en el peso excesivo de la construcción dentro de un modelo social y medioambientalmente agresivo. La solución a nuestros problemas no consiste en reparar las heridas para perpetuar el viejo modelo productivo que nos trajo hasta aquí, sino en transitar hacia uno completamente nuevo que cree un marco en el que las nuevas empresas y los nuevos empleos sean sostenibles por décadas y la calidad de vida experimente un salto positivo sustancial. El reto es mayúsculo pero por eso debería ser la mayor de nuestras preocupaciones…aunque Krugman no lo mencione en sus tribunas.

Menos mal que este gran economista visitará nuestro país la semana que viene, y podremos escucharle. El Consejo Europeo no habrá resuelto todos los problemas de la crisis de la deuda, y tampoco habrá alumbrado las medidas definitivas para ese cambio de paradigma económico en Europa, así que será una gran ocasión para debatir sobre las medidas de corto plazo y las de medio plazo que debemos seguir impulsando en Europa. Nuestro futuro depende de ello.  

 

El rescate a los bancos: hasta 12.000 euros por familia

Por: | 10 de junio de 2012

Bailout

El gobierno se decidió ayer a pedir un rescate bancario con fondos europeos que podría ascender a 100.000 millones de euros. La cifra que finalmente se inyecte a los bancos dependerá del resultado de las auditorías que se harán públicas a finales de este mes. De momento, lo que sabemos seguro es que el Estado había puesto hasta ayer 38.000 mil millones de euros (15.000 millones en la recapitalización de las cajas que han recurrido al FROB y otros 23.000 en el reciente salvamento de Bankia). El FMI nos dijo el sábado que el sistema financiero español necesitaría otros 40.000 millones adicionales, pero por si acaso las auditorías destapaban algún agujero negro inesperado, el Eurogrupo aprobó un rescate potencialmente mayor.

Estamos hablando de cifras directas de inyección en el capital de los bancos, básicamente a través de compra de acciones, lo que excluye otros apoyos mediante avales o préstamos que el Estado ha venido poniendo en marcha desde el estallido de la crisis financiera en 2008. En este contexto, la oposición reclama que la recapitalización de los bancos no cueste ni un euro a los españoles, y el gobierno afirma que cuando se re-estructuren los bancos y se vendan de nuevo a manos privadas se recuperará toda la inversión. Pero la realidad es que esto no será así. Lo más normal es que el Estado termine asumiendo una buena parte de las pérdidas.

Lo más cercano al caso español es el caso británico, que puede servirnos para hacer un paralelismo aproximado de cómo puede acabar esta historia y de cuánto puede costarle a los ciudadanos de nuestro país. El Reino Unido recapitalizó las entidades bancarias en 2009. Fueron 123.000 millones de libras (en préstamos y compra de acciones) que se repartieron de la siguiente forma: Royal Bank of Scotland (46.800 millones); Lloyds (20.540 millones); Northern Rock (22.990 millones); Bradford & Bingley (8.550 millones) y otros 26.050 millones repartidos entre varias entidades menores para reforzar las garantías de sus depósitos.

El Estado británico comenzó a vender algunas de sus participaciones en 2011, y según los últimos datos disponibles de la National Audit Office, las pérdidas reconocidas hasta el momento por esas operaciones ascienden a 12.900 millones de libras. En realidad, las pérdidas finales no se sabrán hasta que el sector público salga de todos esos bancos, pero si hiciéramos una estimación con los datos de cotización actuales de las acciones, las pérdidas finales podrían ascender al 41% del total. Es decir, si el Reino Unido decidiera deshacerse hoy de todas las acciones que tiene en los bancos nacionalizados, sólo recuperaría 72.600 millones de libras de los 123.000 millones que puso, y los ciudadanos británicos deberían asumir pérdidas por valor de 50.400 millones.

En el caso de España no tenemos por qué suponer que la cosa vaya a ser diferente. La cantidad de activos tóxicos inmobiliarios es superior en nuestros bancos con problemas, lo que compensa el hecho de que no invirtieran en los derivados financieros que explican buena parte del agujero bancario en Reino Unido. Si España terminara recapitalizando los bancos en la cuantía que parece segura hasta ahora, 78.000 millones de euros, y perdiera el mismo 41% que parece que perderán los británicos, el coste para los españoles podría ser de 31.800 millones de euros. Es decir, 676 euros por ciudadano, o lo que es lo mismo, 2.706 euros por familia de cuatro miembros. Pero la cosa podría ser aún peor. Si el agujero se revelara mayor y hubiera que usar los 100.000 millones que le endosaron ayer a de Guindos, entonces la recapitalización total entre 2010 y 2012 ascendería a 138.000 millones, que podrían generar pérdidas para los ciudadanos españoles de 2.931 euros por persona (11.744 euros por familia). Vamos, una nadería, que no debería alterar la tranquilidad con la que parece que Rajoy va a disfrutar del primer partido de España en la Eurocopa de Polonia.

El G7 ante la crisis del euro

Por: | 05 de junio de 2012

EuroG7
Hasta hace un mes, la crisis del euro era un asunto exclusivo de la UE que sólo salpicaba a otras potencias internacionales cuando tenían que aprobar la implicación del FMI en los rescates de Irlanda, Grecia y Portugal. Sin embargo, en estas semanas han concurrido tres factores que afectan a sus protagonistas más destacados y que explican la mayor implicación que está tomando el G7 desde hace 15 días, hasta el punto de haber convocado hoy una reunión de urgencia.

El primer factor es táctico: Hollande no se ve capaz de ganar su batalla contra Merkel sólo en Bruselas y pretende involucrar a otras grandes potencias para doblegar la tozudez germana y aprobar un potente Plan de Crecimiento para la UE antes del verano. El segundo factor es electoral: Obama se arriesga a perder las elecciones si la economía se complica. Los pobres datos de empleo en EEUU de la semana pasada son sólo un aviso. Él sabe que la quiebra de Lehman Brothers hundió el final del mandato de Bush y quemó las posibilidades electorales de McCain; y le inquieta profundamente que la crisis del euro termine suponiendo su tumba política el próximo mes de noviembre. El tercer factor es financiero: los líderes del G7 son conscientes de que el sistema monetario internacional puede verse sometido este año a un shock sin precedentes que ellos tendrían que sufrir, costear y redirigir. Si la crisis bancaria en España obliga a un rescate masivo o si las elecciones en Grecia obligan a su  salida descontrolada del euro, el pánico volverá a apoderarse de los mercados financieros, la volatilidad se disparará y la desestabilización podría requerir una refundación del sistema monetario internacional, de mayor calado incluso que cuando colapsó el Patrón Oro.

En este contexto, y ahora que el G7 ha empezado a preocuparse seriamente por la crisis del euro, la cuestión fundamental es ¿qué puede hacer al respecto? En mi opinión, el G7 no debería perder mucho tiempo en especular sobre la gestión de posibles escenarios catastróficos, y debería emplear todas sus energías en intentar evitarlos. Creo que la mejor opción sigue siendo la de intentar que Europa solucione sus problemas sin la ayuda del resto. Involucrar masivamente al FMI, a EEUU y a China en este asunto debería reservarse como un último cartucho, aunque es cierto que su influencia concertada puede ser muy positiva en estos momentos.

Lo más importante es que el G7 y el G20 utilicen bien las reuniones que tienen previstas para presionar a Alemania y lograr que modifique su actitud permanentemente negativa. Merkel (también apodada Doña No) debería sufrir desde fuera la misma presión que ella impone a las economías más débiles de Europa. Alemania viene comportándose de forma egoísta desde hace meses, pero esa actitud está alargando una crisis que amenaza con contagiarse al resto del planeta. Desde esa postura miope, Alemania se ha negado a los eurobonos, se ha negado a incrementar la dotación del Mecanismo Europeo de Estabilidad (ahora dotado con 500 mil millones de euros); se ha negado a una Unión bancaria que suponga una garantía común de todos los depósitos; no admite ninguna desviación de la austeridad fiscal en Europa (ni siquiera en Alemania); no quiere que el BCE financie las deudas de los gobiernos; no permite una relajación de la política monetaria; y, por supuesto, no quiere ni oír hablar de inducir un boom de crédito y consumo en Alemania que ayudaría a salir de la crisis al resto de Europa.

El G7 debería darle la vuelta a los siete “noes” de Merkel (como los ha resumido Martin Wolf la semana pasada en FT). La zona euro necesita más financiación externa, que sería más fácil a través de los eurobonos; necesita un respaldo colectivo a los bancos, que sería más simple con una Unión bancaria y con un cambio en las reglas de utilización del fondo de rescate para la recapitalización de las entidades financieras en apuros (que las hay en España pero también en Alemania); El euro también requiere una contracción fiscal más suave, una política monetaria más expansiva con menores tipos de interés y una demanda interna alemana más vigorosa.

Si el G7 es capaz de lograr alguno de estos avances, sus reuniones habrán merecido la pena. Si no, tendrán que sacar la calculadora y empezar a elucubrar sobre escenarios imponderables de rescate a grandes economías avanzadas que no se han producido en la historia económica moderna. Confiemos en que la presión de los líderes más importantes del mundo sea suficiente para convencer a Alemania.

En este sentido, lo mejor será no empeñarse en los argumentos frontales, sino en los que pongan el interés propio alemán por delante. Algunos de esos argumentos son bastante potentes: si Grecia se sale del euro, los electores alemanes no perdonarán haber tirado 80 mil millones de euros de sus bolsillos a la basura; si España termina siendo rescatada, los bancos alemanes verán peligrar casi 200 mil millones de euros en activos invertidos en títulos españoles; y si Europa sigue ajustándose el cinturón hasta la inanición, la economía alemana entrará en recesión, ya que el crecimiento de sus exportaciones a las economías emergentes parece estar tocando techo.

Ante estos peligros para Alemania, el Plan de Barroso para avanzar en la Unión fiscal, la Unión bancaria y la Unión política puede suponer la excusa perfecta para que Merkel justifique un cambio de opinión y se ponga a la cabeza de esos cambios estructurales en la construcción europea. Por eso, el G7 debería apoyar también el Plan Barroso en su declaración final, como hizo hace unos días con los Planes de crecimiento que llevaba Hollande en la agenda.

Este mes de junio puede ser el final de una historia, pero los actores que tendrán que escribir las primeras líneas de la siguiente serán los mismos. Así que confiemos en que no hagan borrón y cuenta nueva. El mejor camino es enderezar los renglones más torcidos del actual relato.

 

El País

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