GUIDO STEIN, profesor asociado de Dirección de Personas en las Organizaciones.
Según un reciente estudio del Servicio de Urología del Hospital de Fuenlabrada, la calidad percibida por los pacientes se multiplica por cinco si ellos piensan que han tenido la oportunidad de expresarse adecuadamente. Vaya que ni edificio moderno, limpieza, rapidez, simpatía o sensación de profesionalidad, siendo todos factores muy relevantes, tienen el grado de impacto en los pacientes que tiene el hecho de sentirse escuchados. ¿Cómo es posible que nos pase inadvertido algo tan patente?
Las enfermedades son una fuente de incertidumbre, inquietud y agobio, pues no sabemos bien cómo será el futuro. ¿Será peor que el presente?, incluso dudamos si lo habrá. Suponen dolor e incomodidad. Sin duda deseamos que nos curen, y nos alivien. Pero también, y a veces en especial, que nos escuchen y nos comprendan. Con las "patologías económicas", como con los conflictos personales, no creo que ocurra algo muy distinto. Las personas somos las mismas en todos los lados, sólo cambian los lados.
Cuando muchas personas lo están pasando mal de veras es precisamente el tiempo propicio para estar cerca de ellas, para mostrar que es posible afrontar el futuro con ilusión a base de esfuerzo y que toda situación tiene su salida. La esperanza es una actitud vital que se ejercita en el día a día, a base de intentar una y otra vez introducir mejoras concretas en lo que hacemos, de afanarse por superar primero los pequeños obstáculos y después abordar los de mayor entidad. Se trata de una disposición del ánimo que va más allá del optimismo simplón y hueco; alimenta las oportunidades a fuerza de trabajarlas, extrayendo todo su jugo, a la vez que arrincona los problemas irresolubles.
Las crisis se producen cuando los problemas se amontonan y no llegan las soluciones. Suponen un aldabonazo en nuestra conciencia, que los tiempos de bonanza suelen aletargar; nos ofrecen la excusa para revisar qué valores influyen en nuestras decisiones. Si las personas (empleados o clientes, accionistas o acreedores) ocupasen el lugar que les corresponde en las decisiones empresariales, estoy persuadido de que los peores efectos de las crisis se verían intensamente contrarrestados. Ahora que conmemoramos el centenario del hundimiento del Titanic, sabemos que la tragedia empezó a fraguarse cuando en la mente del capitán empezó a pesar más su gloria y su bolsillo, beneficiados ambos si llegaba antes a destino, que el pasaje y la tripulación.
La realidad nos enseña que basta con que nos acerquemos con atención a la suerte ajena para que colaboremos en su consuelo, lo que ya entraña una solución.
© Guido Stein. Doctor en Filosofía (Management) por la Universidad de Navarra y Master en Administración de Empresas por el IESE-Universidad de Navarra. También es presidente ejecutivo de EUNSA y EIUNSA así como consultor de empresas en diversos sectores como servicios de finanzas, industria y energía, entre otros, y asesor senior de Corporate Inicia y miembro de la International Academy of Management y del Consejo Consultivo Internacional de MCC (Budapest).
Hay 3 Comentarios
El maltrato emocional de quienes nos administran el merkolato de rajosio sin ofrecer una esperanza ni para remedio, son ya una causa adicional del hundimiento. Si reconociéramos que el efecto placebo está detrás del 20% de las curas, estaríamos en el 20% del camino a recuperarnos. Aunque los médicos que tenemos parecen de la época de las sanguijüelas y los eméticos.
Publicado por: frydman | 14/05/2012 11:47:50
Muy buen artículo. Me gusta. Felicitaciones profesor del IESE
Publicado por: Miguel FF | 13/05/2012 12:35:44
Gran verdad: "Las crisis se producen cuando los problemas se amontonan y no llegan las soluciones"
Publicado por: Lupe | 13/05/2012 10:59:25