JUAN JOSÉ TORIBIO, profesor emérito de Economía
Crear en Europa una unión monetaria fue, en su día, una sabia decisión que venía sobradamente justificada por la imposibilidad de mantener un mercado único entre países con monedas distintas. Del pluralismo monetario anterior al euro se derivaban continuas e intensas fluctuaciones de tipos de cambio, que alteraban la posición competitiva entre los países de aquel mercado pretendidamente común.
Pero la unión monetaria constituía una experiencia novedosa, para la que se carecía de precedente alguno que pudiera servir como referencia. Aunque fueran muchos los aciertos, no puede extrañar que, con tal ambiente de novedad, se cometieran errores de bulto en el diseño de la Unión Monetaria Europea (UME). Hoy, con mejor perspectiva, la mayoría de los economistas europeos señalan no solo las carencias que alejan a la UME de ser un «área monetaria óptima» (en el sentido de Robert Mundell), sino otras, entre las que hoy me permito destacar el error cambiario de origen.
Algunas economías –entre ellas, la española– se incorporaron a la UME a un tipo de cambio excesivamente bajo entre sus monedas originarias y la de nueva creación. Nuestro país, en concreto, había devaluado fuertemente la peseta en la crisis del 93-94, y sus autoridades hicieron después todo lo posible para evitar que volviera a apreciarse, con la esperanza de que la incorporación a la nueva moneda se hiciera a aquella paridad cambiaria tan baja. La economía española (igual que otras del área mediterránea) adquirió así una clara ventaja competitiva, pues, de entrada, sus precios en euros resultaban sensiblemente más bajos que los vigentes en los países de la Europa Central.
Tal ventaja competitiva explica, en gran medida, el vivo crecimiento inicial de España y otros países periféricos de la UME. Inevitablemente esa expansión económica vino pronto acompañada de una notable tasa de inflación, que no era sino un simple fenómeno de «catching up», porque, en el territorio de una misma moneda, las diferencias de precios (para núcleos similares de población) solo pueden ser ocasionales, nunca permanentes. Como era de esperar, la inflación así provocada fue agotando la ventaja competitiva inicial, como prueba de que las posiciones de fortaleza comercial no pueden basarse durante mucho tiempo en manipulaciones cambiarias.
Por su parte, Alemania, Holanda y otras economías de Centroeuropa se incorporaron a la moneda única en la situación opuesta. El tipo de cambio de sus monedas tradicionales, frente al euro, resultó demasiado alto, lo que las penalizó con una desventaja competitiva que pronto se tradujo en crecimiento nulo, o negativo, acompañado de caídas en precios y temor a una deflación generalizada en sus respectivas economías.
¿Qué podía hacer el Banco Central Europeo (BCE) ante economías con tan escasa sincronía en sus ciclos económicos? Se adoptó una política monetaria de corte expansivo, en especial a partir del tercer año de la moneda común, cuando se hicieron evidentes los fenómenos de asincronía hasta aquí descritos.
Esa actuación evitó un colapso deflacionario en el centro de la eurozona, pero tuvo efectos devastadores en los países de la periferia, donde la expansión monetaria y el consiguiente hundimiento de los tipos de interés vinieron a sumarse a la expansión inflacionaria que ya estaba en marcha. El resultado de todo ello se materializó en grotescos excesos de endeudamiento y en una inflación de activos (inmobiliarios y financieros) sin precedentes históricos.
El ajuste experimentado desde entonces ha difuminado, sin embargo, aquellas disparidades de partida, y los ciclos económicos ya no aparecen tan asincrónicos. Podría, pues, afirmarse, que la crisis experimentada en la eurozona ha sido, en gran medida, una enfermedad de adolescencia. A medida que la Unión avance hacia su madurez, es de esperar que haya mayor convergencia coyuntural y serán menos probables aquellas disparidades del ciclo económico, claramente asociadas a la inexperiencia con que se acometió el ajuste cambiario de las viejas divisas a la moneda común.
© Juan José Toribio. Profesor Emérito de Economía, Presidente del CIIF (Centro Internacional de Investigación Financiera) y Presidente de la Fundación Internacional IESE. Licenciado en Economía por la Universidad de Barcelona, obtuvo un ITP por la Harvard Business School y se doctoró (Master of Arts y Ph.D.) en Economía por la Universidad de Chicago.
Hay 5 Comentarios
Con la expresion "Mayor convergencia conyuntural" se refiere a que en el presente hay mas sincronia entre los ciclos economicos de los distintos paises de la UE, todos estan relativamente mal comparado con otras epocas, en mi opinion es un articulo muy acertado, y esperemos que sea como dice, una enfermedad de adolescencia, que no quita que sea de larga duracion, al igual que la vidad de la UE.
Publicado por: pablo | 22/10/2013 18:49:19
Creo que el supuesto beneficio inicial para los países periféricos fue a nivel de exportaciones, en el mercado interior no sucedió así, me parece. Sólo hay que pensar en que lo que valía 100 pts. paso a 1 €, una subida del 60% . Al lego en la materia le sorprende la falta de visión a largo plazo de los diseñadores de la unión monetaria y su escasa capacidad de reacción, fruto de la cual nos vemos en esta situación y con un creciente euroescepticismo.
Publicado por: Gloria | 01/11/2012 12:52:55
Riguroso y clarificador escrito del profesor Juan José Toribio. Quizá, además del "error cambiario de origen", habría que mencionar igualmente la existencia del dólar USD como moneda de reserva mundial que condiciona el valor cambiario del resto de las monedas del mundo. La ingente emisión de dólares, controlada solamente por la Reserva Federal norteamericana, combinada con la todavía no controlada actividad del "shadow banking system", da lugar a los gigantescos movimientos monetarios especulativos (bien expuestos por Eduardo Martínez Abascal en otros blogs del IESE) que tanto daño están haciendo.
Publicado por: superjubilado | 20/10/2012 12:42:41
"Mayor convergencia conyuntural" No acabo de comprender bien qué quiere decir esto en el contexto que nos ocupa. Por lo demás, no aporta evidencia alguna que apoye la tesis cambiaria. ¿Qué pruebas tiene de que esos tipos cambiarios fueron realmente como usted dice? Porque de lo contrario, todo el argumento no es más que otra opinión entre la miriada de las que existen y un poco simplista por cierto. Sería algo extraordinariamente esperanzador que tuviera usted razón en el diagnóstico de sarpullido adolescente pero mas parece un cáncer con metástasis propio de una senectud prematura.
Publicado por: cuchillero | 19/10/2012 10:29:46
Este artículo de El País puede aclarar bastante de que va la crisis en España, y en Europa en realidad:
http://ccaa.elpais.com/ccaa/2012/09/22/galicia/1348341335_821181.html
dar a compartir si estas de acuerdo, por fa
Publicado por: alfredo | 18/10/2012 22:55:41