JOSÉ MANUEL GONZÁLEZ-PÁRAMO, profesor de Economía
Los impuestos sobre el trabajo, al igual que las cotizaciones a la seguridad social, pueden repercutir en los empresarios, lo cual acaba reduciendo los beneficios de las empresas; los empleados, con lo que se reduce el salario neto; o los consumidores, a través de aumentos en los precios de venta al público.
En el artículo "¿Quién soporta los impuestos sobre el trabajo y las cotizaciones sociales?", analizo junto con Ángel Melguizo, del Banco Interamericano de Desarrollo, el efecto de los impuestos sobre los sueldos y el empleo.
Por lo general, los empleados sostienen el grueso de la carga fiscal. En muchos países la vinculación entre impuestos y reducción de salarios ha afectado negativamente a la oferta laboral y ha desincentivado la creación de empleo. Desde la década de los noventa muchos Gobiernos europeos han seguido el rumbo marcado por Estados Unidos, recortando las cotizaciones a la Seguridad Social que se aplican en las nóminas para estimular la creación de empleo.
Sin embargo, hay una diferencia considerable entre países. Por ejemplo, mientras que en la mayoría de economías europeas y Estados Unidos dos tercios de la carga fiscal se aplica a los trabajadores, en las economías nórdicas esta carga aumenta hasta prácticamente el 90%. ¿Cómo se explica esta diferencia?
Hay tres factores que influyen en el efecto de los impuestos sobre los sueldos y el empleo: el modelo económico que se utiliza, si la fiscalidad es directa o indirecta, y el tiempo transcurrido desde el cambio.
Las economías centralizadas que gozan de instituciones fuertes, como las de los países nórdicos, y las que cuentan con unos sindicatos débiles y una negociación salarial descentralizada, como las de los países anglosajones, ofrecen mejores resultados que las del centro y el sur de Europa.
El modelo nórdico destaca por ser el más respetuoso con el empleo. Tiene un sector público muy eficiente y una firme negociación salarial, que genera un vínculo positivo entre impuestos y prestaciones. Además, cada tipo de impuesto tiene un efecto distinto sobre los sueldos. Por lo general, los relacionados con la renta y otros de tipo indirecto afectan más al salario neto que las cotizaciones a la Seguridad Social.
Pese al éxito del modelo nórdico, no todos los países están en situación de adoptarlo de inmediato, y algunos ni siquiera en el largo plazo.
Una combinación ideal para respetar el empleo sería un sistema impositivo que no afectara a los ingresos. Esto implicaría unos impuestos sobre el trabajo más bajos y el correspondiente aumento de los impuestos al consumo.
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© José Manuel González-Páramo posee un Ph.D., un M.Phil. y un M.A. in Economics por la Columbia University y un doctorado por la Universidad Complutense. Antes de formar parte del IESE, González-Páramo trabajó como miembro del Comité Ejecutivo del Banco Central Europeo (BCE).