Finalmente, el nuevo gobierno ha renunciado a crear un banco malo para sanear los activos tóxicos del sistema financiero. Una medida acertada, sin duda, porque a estas alturas estaría muy mal visto destinar más fondos públicos para sanear las entidades financieras. Además, los grandes bancos habían desaconsejado su creación asegurando que tienen capacidad de generar recursos suficientes para hacer frente a la morosidad del sector inmobiliario.
Mariano Rajoy confirmó también el martes lo que había adelantado el ministro de Economía, Luis de Guindos, de que antes del 15 de febrero presentará un plan de saneamiento financiero. Aunque, como es habitual en él, solo precisó el cuándo; prefirió no hablar ni del qué, ni del cómo. Aun así, es una buena noticia el que el Ejecutivo haya puesto entre sus prioridades solucionar los problemas que arrastran bancos y cajas de ahorros. Nadie duda de que hasta que no se normalice el sistema financiero español no volverá a fluir el crédito a las empresas y a las familias, imprescindible para empezar a pensar en una reactivación económica.
Es urgente, pues, proceder a una reestructuración definitiva del sector bancario español. Ni el gobierno anterior, ni el Banco de España han actuado con diligencia en este terreno y los problemas de bancos y cajas siguen presentes en nuestro país, estrangulando la actividad económica.
Precisamente el miércoles la Fundación de las Cajas de Ahorros, FUNCAS, presentaba un informe realizado por Joaquín Maudos (catedrático de la Universidad de Valencia y experto muy activo en el blog “economismo”), en el que reclamaba “acelerar la reestructuración del sector, sanear el activo y reducir costes para recuperar su normal funcionamiento”.
El informe señala que el origen de los problemas hay que buscarlo en:
1.- Abundancia de liquidez y tipos de interés de reducidos
2.- Acelerado crecimiento del endeudamiento del sector privado
3.- Elevado ritmo de crecimiento del crédito bancario
4.- Excesiva concentración de riesgos en las actividades inmobiliarias
5.- Y acelerada expansión de la capacidad instalada
Yo añadiría que la politización de las cajas de ahorros ha sido también un germen importantísimo para la enfermedad que padece el sector.
Con esa situación de partida, la crisis financiera y económica que explotó en 2008, llevó a bancos y cajas a acumular un grandísimo volumen de vencimientos de deuda pendiente, que se agravó con la caída de actividad y de los márgenes y, por supuesto, con la necesidad de aumentar el capital para sanear el activo y hacer frente a la crisis de la deuda soberana.
Aun así, los tres grandes bancos españoles (Santander, BBVA y Caixa) han salido muy airosos en los test de esfuerzo realizados por la Unión Europea e incluso han respondido con rapidez y eficacia al disparate elaborado por la Agencia Bancaria Europea (EBA) sobre nuevas necesidades de capital para las entidades consideradas “sistémicas”.
Lo que no se puede negar es que el sector financiero español en su conjunto tiene que afrontar una importantísima y urgente reestructuración que acabe con las entidades “zombies” y desemboque en un grupo mucho más reducido de bancos y cajas de ahorros (éstas con un estatus despolitizado) solventes, competitivos y capaces de volver a cumplir con su función de dar crédito.
No puede continuar el espectáculo de que sigan existiendo entidades que se mantienen como auténticos muertos vivientes, sin futuro alguno en el nuevo marco financiero. Hay que decidir, urgentemente, cuáles son viables (solas o absorbidas por otras) y cuáles no. Y liquidar éstas últimas con el menor coste económico y social posible. Y, por supuesto, hay que exigir responsabilidades a los gestores que las han llevado a la ruina.
La pregunta que surge es si ¿debe agotar el gobernador del Banco de España su mandato hasta junio, o dimitir para dar paso a un nuevo ejecutivo que lidere la reestructuración desde hoy mismo?