El copago alcanzará a algunos pensionistas, ahora exentos. / Carlos Rosillo
El decreto aprobado por el Gobierno, por el que se introduce el copago sanitario y farmacéutico para colectivos que, hasta ahora, quedaban excluidos de esa contribución y el recorte de servicios sanitarios como parte de los planes de ajuste ha levantado ampollas entre los ciudadanos y duras críticas por parte de la oposición. Es la primera vez desde que existe el sistema nacional de salud que los pensionistas pagarán una parte del coste de sus medicamentos. Sin embargo, los expertos de Economismo están, en general, a favor de la introducción de medidas disuasorias de gastos innecesarios y de la limitación de una demanda sanitaria, por lo demás, ilimitada. Pero con límites y garantías de que los derechos fundamentales siguen protegidos.
José Luis Martínez, estratega para España de Citigroup, considera en cierta medida que el recorte del gasto farmacéutico resultaba inevitable para ajustar el presupuesto. “¿Justo? No, no lo es. Pero, por otro lado, debemos considerar que buena parte de los ingresos que nos llevaron a tener un gasto como el actual han desaparecido. Y tardarán años en volver”, advierte. Eso nos obliga, recuerda, a reducir las diferentes partidas aunque el reto es de tal magnitud que obliga a tocar todas las partidas y “no solo la inversión y gasto corriente que hasta ahora han sido el objetivo de los recortes”. Sin embargo, Martínez considera que el aspecto preventivo que pretende tener la medida se podría haber conseguido mejor con figuras como el controvertido copago aunque “el recorte en fármacos también puede cumplir esta labor”. El experto de Citigroup considera que los recortes seguirán para adecuar el sector público al tamaño que podemos pagar con nuestros impuestos y, todo ello, condicionado a la recuperación económica que “puede tardar más tiempo del que a todos nos gustaría”.
El profesor de la Universidad de Granada, Santiago Carbó, también considera “necesarias” las medidas de copago farmacéutico para hacer más “asumible” el coste de los servicios públicos. “Mantener el llamado Estado del bienestar tiene un coste muy elevado y, en tiempos de crisis e inestabilidad, estos costes se hacen aún más difíciles de asumir”. Carbó admite, no obstante, que la medida es dura e impopular, pero cree que puede traer efectos positivos: “de racionalización y eficiencia en el uso de medicamentos y de concienciación sobre su coste”.
El catedrático de la Universidad Complutense, Rafael Myro, defiende la introducción de copagos de forma generalizada porque, en su opinión, “se consigue aumentar los ingresos públicos, disuadir el consumo innecesario de servicios públicos y aumentar la conciencia de los ciudadanos respecto al coste de su provisión. Además, se introduce progresividad por el lado del gasto, algo muy necesario”. Eso sí, no cree que las medidas adoptadas por el Gobierno lo consigan dado que “incorporan deficiencias notables” y denotan, en su opinión, una “notable improvisación”. Entre esas deficiencias, que no queden suficientemente protegidos los pensionistas con menores ingresos, que los costes de su implantación no superen a los beneficios o el tratamiento discriminatorio a los inmigrantes sin papeles. Además de las medidas sobre gasto sanitario, Myro critica duramente las adoptadas en el ámbito de la educación, muchas de ellas, en su opinión, “un auténtico dislate”, como la ausencia de una base de cálculo de referencia para la subida de las tasas universitarias, sin distinción por universidades ni tipos de estudios y sin ir acompañada de un proyecto paralelo de expansión de becas. En definitiva, el catedrático de Economía Aplicada considera que las deficiencias en las medidas adoptadas “obligarán a posteriores reajustes” y dado que sus efectos desde el punto de vista de ingresos y gastos “serán pequeños, constituirán solo el inicio de un rosario sin fin de actuaciones a lo largo de 2012 y 2013 que no solo no generará confianza en nuestro entorno internacional sino que tampoco lo hará en el interior de España”.
Para José García Solanes, profesor de Económicas de la Universidad de Murcia, “ante todo se debe mejorar la gestión del conjunto del sistema, desde el funcionamiento de los hospitales hasta la centralización de las compras” y hacer conscientes a los ciudadanos del coste de los medicamentos. “El copago, aparte de ayudar en la recaudación, hace posible que el valor de los servicios médicos y productos farmacéuticos sea conocido por todos. Lo cual ayuda a los agentes económicos a tomar decisiones más eficientes y responsables, que contribuyen a reducir el despilfarro y el exceso de medicación”. Eso sí, García Solanes pide que vaya acompañado de otras medidas que garanticen la progresividad y la atención médica y de los medicamentos necesarios. No obstante, cree que hay problemas para aplicar el decreto del Gobierno “que tal vez podrían subsanarse si el sistema de discriminación del copago se hiciera mediante deducciones en el IRPF de carácter progresivo”. Una idea.
Guillermo de la Dehesa, presidente del Center for Economic Policy Research (CEPR) expone los retos que afronta el sistema sanitario español, “uno de los mejores y más baratos de la UE”, la demanda sanitaria aumenta con la población (y la población ha aumentado mucho en España entre el año 2000 y 2010); el gasto sanitario aumenta con el envejecimiento (lo que llevará el gasto público sanitario del 5,9% al 7,2% del PIB); la frecuencia de visitas al médico en España es un 40% superior a la media de la UE y la deuda acumulada en 2010 con proveedores ascendía a 12.000 millones de euros. Con estos mimbres, apuesta por la prevención, mejorar los incentivos de las comunidades autónomas, “que gastan pero no recaudan, como los de los profesionales del sistema público, que no son remunerados de acuerdo con su productividad”; y, en último término, la disuasión. De la Dehesa defiende el pago de tasa por el uso de los servicios sanitarios siempre que “sean lo suficientemente bajas para que no impidan a los ciudadanos recibir los servicios sanitarios que necesitan y que sean lo suficientemente elevadas para disuadir a a quellos que tratan de recibir servicios sanitarios que no necesitan”. Pero su diagnóstico es tajante: “De no introducir todos estos cambios el sistema será insostenible a medio plazo”.