No se ganó Zamora en una hora, como dice el refrán, ni se construye una unión bancaria de la noche a la mañana. Eso explicaría el retraso que surgió tras el último Consejo Europeo y que, según los análisis de la mayoría de los expertos de Economismo, era más o menos previsible. Pero los avances hacia una mayor integración bancaria, fiscal y política son imparables, sostienen. Cuestión diferente son las consecuencias inmediatas de dicho retraso para la economía española y ahí la unanimidad es total: para España es una mala noticia porque no se plantea la recapitalización directa de la banca hasta, al menos, 2014. Mala noticia, pero no una catástrofe, puntualizan.
Mauro Guillén, director del Lauder Institute en la Wharton School de la Universidad de Pensilvania, atribuye el retraso en la unión bancaria a los continuos desacuerdos entre países acreedores y deudores que está poniendo en evidencia esta crisis. “Fusionar la supervisión y, sobre todo, el sistema de garantía de depósitos supone que cualquier problema bancario en un país determinado pasa a ser responsabilidad de toda Europa. Estamos, nuevamente, ante un retraso de índole política”, apunta. Es decir, que Alemania no quiere cargar con las deudas de otros “a no ser que se verifique un trasvase masivo de soberanía”. Guillén defiende que se diseñe un nuevo marco fiscal y bancario europeo, “pero en el corto plazo lo que necesitamos es un cambio de política económica que ayude a estimular el crecimiento”.
También Joaquín Maudos, catedrático de Fundamentos Económicos de la Universidad de Valencia, pone el acento en que “la supervisión única no es suficiente para lograr un mercado único bancario. Exige además una autoridad y fondo de resolución de crisis bancarias y un fondo de garantía europeo de depósitos”, con el objetivo de romper el vínculo pernicioso entre deuda bancaria y soberana y para que todos los depositantes disfruten de las mismas garantías. Solo con una supervisión bancaria, destaca el profesor, “habrá un conflicto de intereses entre el supervisor europeo y las autoridades nacionales, que son las que aportan los recursos en caso de necesidad”. En todo caso, Maudos admite que es una mala noticia para España “ya que solo a partir de 2014 será posible la recapitalización directa a los bancos”, aunque pide no magnificar los cuatro puntos añadidos de deuda que, a día de hoy, puede suponer para las cuentas públicas.
Rafael Myro, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Complutense, cree que “el retraso en la unión bancaria era esperable”, no solo por las conveniencias políticas o económicas de distintos países “sino por las dificultades propias de un proyecto de tanta envergadura, que si se hace realidad supondrá un enorme avance en la estabilidad financiera de la eurozona”. Aunque Myro es más pesimista sobre las consecuencias que tendrá para España: “Este cambio acentúa la necesidad de un rescate que garantice una financiación exterior estable a un coste reducido”.
Para Miguel Ángel García, responsable del Gabinete Económico de CC OO, el retraso “genera nuevas dudas sobre las ganas de algunos países en consolidar la unión económica y monetaria y, por tanto, añade incertidumbre y problemas a la zona euro”. En su opinión, todo apunta que Alemania es cada vez más consciente de la necesidad de aplicar un calendario realista al proceso de consolidación fiscal y, en contrapartida, no quiere hacer concesiones rápidas en el terreno de la unión bancaria, “donde por otra parte esconde problemas de solvencia en algunas de sus entidades”.
José Luis Martínez, estratega de Citigroup para España, resta importancia al retraso. “No se puede crear casi de la noche a la mañana todo un sistema de supervisión única bancaria. Y no puede ser seguido de forma inmediata de una garantía única de depósitos. Al final, se confunden deseos con realidades”, subraya. “Teniendo en cuenta”, recuerda, “que la crisis del euro es política”, Martínez destaca que es la primera vez que “se alude a mutualizar deuda”. En su opinión, la decisión del BCE de comprar deuda pública en el mercado secundario da un margen extra de tiempo, pero no es suficiente y pide fijar un calendario concreto con todas las medidas de integración. “Al menos no viviremos a salto de cumbres”, remata.
Santiago Carbó, catedrático de Economía y Finanzas de la Bangor Business School, recuerda todo lo que se ha avanzado hasta llegar al debate actual. “Si tomamos como referencia el principio de 2012, entonces era difícil pensar que el proyecto de unión bancaria pudiera articularse en 2013 y echar a andar en 2014”. Admite, no obstante, que tras la última cumbre “ha habido algunos jarros de agua fría para España” porque la cobertura de los cortafuegos europeos no alcanzará los activos deteriorados bancarios ya reconocidos, “pero la propia configuración de un cortafuegos para la deuda pública y para futuras eventualidades bancarias es un arma poderosa cuyo efecto no se puede menospreciar”.
Santiago Fernández de Lis, economista jefe de Sistemas Financieros y Regulación de BBVA Research, insiste en que asistimos a un “proceso lento”, por lo que el retraso “entraba dentro de lo esperable”. A su juicio, el establecimiento de “un supervisor único, que actúe sin estrecheces de miras nacionales, es clave” para acabar con la fragmentación que amenaza al euro y al mercado único y defiende empezar con las entidades sanas porque “minimiza los riesgos y acorta el periodo de transición”. “Después tendrán que venir la autoridad de resolución común (que no es un tema trivial) y la integración de los seguros de depósitos. Todos estos pasos constituyen, de hecho, un germen de unión fiscal”.
José García Solanes, catedrático de la Universidad de Murcia, critica “la gran parsimonia con la que evolucionan los cambios institucionales en la UE” que, en este caso, afectan especialmente a España. Pero cree que puede tener aspectos “menos malos”, como que Alemania aceptará más fácilmente los inevitables retrasos en el ajuste. En su opinión, “el retraso no amenaza la existencia del euro siempre que los países hagan uso del rescate cuando lo necesiten y el BCE cumpla su compromiso de mantener a raya las primas de riesgo”.
Juan Ramón Cuadrado, catedrático de la Universidad de Alcalá, cree que “el problema más grave de la eurozona es que no ha logrado construir una unidad de decisión económica, lo que impide adoptar actuaciones firmes en lo monetario y en lo fiscal. Las posiciones son más ‘nacionales’ que europeas”. Cuadrado critica que los alemanes entiendan muchas de las cuestiones sobre la mesa con la unión bancaria como “avanzar hacia una mutualización de la deuda y de los riesgos con otros nombres” y concluye que, así, “la UE parece cada vez menos unión”.