El reciente acuerdo alcanzado entre la empresa y los sindicatos de Renault para mantener la producción de sus factorías en España, e incluso aumentar el empleo, es uno de los últimos ejemplos de los acuerdos laborales que se están produciendo en todo el sector automovilístico y en otras grandes empresas españolas. Los economistas que colaboran en este blog se felicitan por ello. Pero la mayoría coincide en que la tendencia difícilmente puede ser extrapolable al resto de las empresas. Básicamente, según los expertos de Economismo, porque es más fácil alcanzar este tipo de acuerdos en grandes empresas que, como uno de ellos recuerda, apenas representan un 0,3 % del total, aunque aportan el 22% del empleo, mientras que las pequeñas y medianas empresas equivalen al 99,7% restante y su empleo representa el 78% del total de ocupados. El tamaño, por tanto, importa.
Así lo asegura también Miguel Ángel García, responsable del gabinete económico de CC OO, que atribuye la ausencia de una actitud más cooperativa en las compañías españolas por parte de los trabajadores a la dimensión empresarial y al uso de la temporalidad como elemento de ajuste. Y defiende que la última reforma laboral no ha contribuido a mejorar la flexibilidad interna, sino más bien lo contrario. “Un adecuado grado de flexibilidad interna prima el ajuste por precio (salarios y condiciones de trabajo) frente a la cantidad (empleo). El acuerdo de Renault es uno más de los que se han aplicado en el marco laboral español desde hace tiempo porque en este tipo de empresas, de gran dimensión, se dan las condiciones (y se han trabajado por ambas partes) para disponer de una negociación colectiva amplia y profunda”, subraya.
Para Santiago Carbó, catedrático de Economía y Finanzas de la Bangor Business School, el ejemplo de Renault “ilustra la posibilidad de crear empleo desde la vía de una negociación colectiva suficientemente flexible”. Un extremo que, sin embargo, no cree que la actual reforma laboral promueva porque “se ha avanzado en flexibilidad de condiciones laborales sin acompañarlo también de medidas de seguridad y estabilidad contractual”. En su opinión, la reforma se ha seguido apoyando demasiado en el contrato temporal “que es pan para hoy y hambre para mañana. Hay que acabar con esa dualidad de contratos”. Carbó pide, asimismo, desarrollar medidas específicas para parados jóvenes sin cualificación, con programas de formación combinada con empleo “aunque sea desde mayor flexibilidad y condiciones salariales de inicio más económicas, como, por ejemplo, un salario mínimo interprofesional más reducido”.
El catedrático de la Universidad Complutense Rafael Myro ensalza, sin embargo, la importancia de que la nueva reforma laboral “haya otorgado prioridad a los convenios establecidos en el ámbito de las empresas. Si la negociación colectiva en ellas se guía más por el objetivo de crear empleo que por el de subir o mantener el salario, se habrá dado un paso importante para frenar el ascenso en el desempleo”. Myro recuerda que, con la crisis, el crecimiento de los salarios se ha desacelerado —“por debajo del IPC, aunque aún por encima del deflactor del PIB—, pero que su desaceleración “ha sido mucho más lenta de lo deseable, dejando en evidencia las inercias del mercado de trabajo español y la necesidad de su reforma”. En su opinión, la importancia del acuerdo de Renault es que se trata de una empresa más sensible a la competencia internacional y destaca “que la mayor integración de nuestras empresas en los mercados exteriores favorece su mayor flexibilidad laboral. Y lo contrario, que esta facilita la internacionalización”.
José Luis Martínez, estratega de Citigroup para España, se felicita por el acuerdo de Renault en un sector tan maduro como el del automóvil, pero vuelve a la carga con el tamaño de la empresa. “Lástima que el tamaño promedio de las empresas en España sea pequeño. Lástima que el sector manufacturero apenas suponga un 13% del PIB. Y especialmente, lástima que los ajustes (del mercado de trabajo, pero también mayor competencia, apertura comercial y de la Administración Pública) los tengamos que hacer en un entorno como el actual”. Martínez, sin embargo, cree que “confiar en las exportaciones para que actúen de motor de crecimiento está muy bien, aunque nos quedaremos cortos por el reducido tamaño de nuestro sector exterior” y que, con el consumo lastrado por el desapalancamiento, la solución pasa por generar las condiciones necesarias para estimular la inversión empresarial. “Espero que todos, las autoridades, sindicatos y la propia sociedad, nos demos cuenta lo antes posible”.
Juan Ramón Cuadrado, catedrático de la Universidad de Alcalá, destaca que el acuerdo de Renault “constituye una muestra de que el diálogo sindicatos-empresa ha sido y puede ser siempre muy positivo”, pero considera que tampoco deberían magnificarse porque “los acuerdos en las grandes empresas son positivos y ejemplarizantes, pero tienden a valorarse excesivamente. Quienes realmente pueden impulsar la creación de empleo son las pymes”. Cuadrado ve positiva la reducción en los costes laborales unitarios que se ha producido en España los tres últimos años, un proceso que, según él, debe seguir adelante para mejorar la competitividad de la economía española con una contención e, incluso, reducción de salarios. “Sería el momento de lanzar un gran plan de reindustrialización que apoye y estimule a una base de emprendedores que sin duda existe”.
José García Solanes, catedrático de la Universidad de Murcia, considera que el acuerdo de Renault se produce “a pesar de que la última reforma laboral deja casi todas las decisiones en manos de los empresarios” y pone el acento en que “un acuerdo entre la patronal y los sindicatos aumentando la flexibilidad de las relaciones laborales es esencial para que las retribuciones reflejen la productividad de la mano de obra y los resultados de las empresas. Es un requisito no solamente de eficiencia sino también de justicia. Una forma de proceder que también conducirá a incrementos salariales cuando la economía se recupere”. De esta forma, García Solanes cree posible que se lleve a cabo la necesaria devaluación interna a que nos obliga la crisis sin crear desempleo y exige, a cambio, que las empresas sean más transparentes y hagan copartícipes a los trabajadores tanto de la gestión y los resultados de la compañía. “Sin duda, las demás empresas e industrias deberían imitar este ejemplo. Así y todo, estos cambios de comportamiento son una condición necesaria para apuntalar la recuperación. Esta no se materializará hasta que aumente significativamente la demanda”.