El comercio mundial no levanta cabeza. La Organización Mundial del Comercio (OMC) acaba de presentar sus previsiones para este año y, por segundo ejercicio consecutivo, prevé un crecimiento del comercio menor al del PIB mundial. La OMC estima que el intercambio de bienes en el mundo aumentará en 2013 un 3,3%, una cifra pese a todo por encima del minúsculo 2% registrado en 2012. La debilidad de la economía mundial es la primera explicación que uno asocia a semejantes números, pero el análisis de los expertos de Economismo que han participado en el debate de esta semana --José Luis Martínez, José García Solanes, Juan Ramón Cuadrado y Santiago Carbó-- revela importantes tendencias de fondo que pueden provocar importantes cambios estructurales.
Los factores que citan —volatilidad de las materias primas, cambio de modelo económico en China, dificultades de financiación, entre otros— parecen apuntar que el comercio mundial se moverá en los próximos años en un escenario bien distinto del que ha impulsado su dramático crecimiento en la última década. Hasta entonces, el comercio global afronta un periodo de transición que, como todos, estará plagado de volatilidad e incógnitas.
José Luis Martínez, estratega de Citigroup para España, no oculta que el escaso crecimiento del comercio mundial durante 2012 ha sido un motivo de “inquietud” y que la leve mejora prevista para este ejercicio descansa en la esperada mejora de la financiación internacional, tras la fuerte inyección de liquidez en los países desarrollados, y un mayor crecimiento de las economías emergentes. Demasiados condicionantes, admite. Martínez pone el acento en el impacto comercial del actual entorno de restricción financiera, que surge tanto “de la respuesta de muchas economías emergentes a la presión apreciadora de sus monedas” como de las “dificultades para financiar los flujos de comercio” y el estancamiento de muchas economías desarrolladas, con un crecimiento demasiado sesgado hacia la demanda interna. “Al final, la demanda de las economías desarrolladas se estanca y la demanda de las economías emergentes aún no es suficientemente significativa en pleno cambio de modelo de crecimiento”, sostiene.
Para José García Solanes, catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Murcia, el comercio y el crecimiento globales han entrado en un círculo vicioso que se retroalimenta “porque la debilidad del comercio internacional dificulta enormemente a su vez la recuperación económica”. Solanes recuerda que, en un momento de crisis como el actual, las exportaciones se convierten en “el único resorte que, en todas partes, puede compensar la anemia de la demanda interna”, como “la última tabla de salvación”. Lo significativo es que Solanes cree que ese impulso puede hacerse realidad como consecuencia de las negociaciones comerciales abiertas entre Estados Unidos y la Unión Europea. “La chispa transatlántica podría prender en el resto del mundo. Es una necesidad dada la reanimación de las prácticas proteccionistas en muchas zonas del planeta”, subraya. Entre esas nuevas prácticas proteccionistas, el catedrático murciano apunta la discriminación en frontera, menos evidente que los aranceles, pero igual o más dañina. “Los Gobiernos deben aprovechar las dificultades de la crisis para recuperar, en materia de cooperación multilateral, todo lo que han desperdiciado en las últimas décadas”, defiende García Solanes, y recuerda que la rebaja de aranceles y la homologación de las normas comerciales multiplican los intercambios, mejoran la asignación de los recursos a escala internacional y elevan el crecimiento económico y el bienestar.
Menos pesimista se muestra Juan Ramón Cuadrado, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Alcalá, que considera que la rebaja de las previsiones de la OMC no es para tanto. Primero, porque el crecimiento de 2013 representa un alza respecto a 2012, y segundo, porque las tendencias individuales de los países distan mucho de parecerse a la tendencia global. Cuadrado repasa las cifras de la OMC y concluye que “el panorama no es, pues, tan dramático como se ha deducido de una lectura precipitada del informe de la OMC”. Sin embargo, el catedrático alcalaíno sí percibe cambios de fondo que pueden tener consecuencias de futuro. Sobre todo por lo que respecta a China y el cambio en el modelo de crecimiento que impulsa el Gobierno del país para dar prioridad a dinamizar la economía doméstica y pasar a depender menos de su comercio exterior. Una tendencia que “de continuar, haría que China acabe siendo uno de los protagonistas de la ralentización del comercio mundial”, subraya. Cuadrado también admite el auge de las medidas proteccionistas no arancelarias y cita un informe del Centro de Comercio Internacional que apunta que “para los exportadores, más del 70% de las medidas no arancelarias gravosas suponen también obstáculos de procedimiento”.
Sin embargo, Santiago Carbó, catedrático de Economía y Finanzas de la Bangor Business School, sí coincide en que “la evolución del comercio mundial es una de las grandes incógnitas del panorama económico internacional”. Sobre todo, aunque no lo diga Carbó, porque semejante desaceleración no se ha producido en los peores momentos de la crisis financiera global, sino cuando esta ya se encamina a su quinto año de existencia. En su opinión, las causas que podrían explicar esta tendencia pasan por la debilidad de la demanda interna en muchas economías, especialmente las europeas; la volatilidad en los precios de las materias primas, como ha sucedido recientemente con el oro, que pueden cambiar no solo patrones de comportamiento, sino el valor final de los intercambios; y el menor crecimiento en China, con lo que esto conlleva a efectos de futuro. “Los datos que ofrece la OMC ilustran estas tensiones internacionales, y a ello hay que sumar el renacimiento del debate sobre el papel que deben tener los bancos centrales para reactivar algunas economías —como es el caso de Japón— y el efecto que ello puede tener sobre las divisas”, concluye Carbó. El futuro del comercio global está, pues, por definir.
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