Clases de Formación Profesional del I. E. S Virgen de Gracia en Puertollano ( Ciudad Real) / Gorka Lejarcegi
Cuando se plantea un debate sobre un tema, no siempre discurre por los caminos previstos. Y algo así ha sucedido esta semana en Economismo, cuyo debate planteaba la conveniencia o no de un salario mínimo de forma general. Uno de nuestros expertos apostaba por abrir un debate aún más concreto: si debía crearse o no un salario mínimo “de entrada” al mercado laboral. Y esa cuestión ha centrado buena parte de las conversaciones a partir de ahí. Lo cierto es que, como recuerdan en un post sobre el tema desde Economía en dos tardes, hasta 1998 ya existía un salario mínimo para los menores de 18 años y los defensores de su reinstauración lo explican por la elevada tasa de paro juvenil de la economía española. Más allá de esa cuestión, los expertos del blog defienden la existencia de un salario mínimo interprofesional (SMI) —que actualmente se sitúa en 645,30 euros mensuales, repartidos en 14 pagas— como garantía para los trabajadores, pero piden, mayoritariamente, que cada país pueda adaptarlo a sus condiciones específicas.
La única que defiende un salario mínimo europeo esta semana es Mónica Melle, profesora titular de Economía Financiera de la Universidad Complutense de Madrid, que cree que “para evitar el dumping laboral entre los países de la UE y que se produzcan ganancias de competitividad rebajando artificialmente salarios o reduciendo la protección social, debería establecerse un SMI a nivel europeo”. Melle, en todo caso, cree muy conveniente que exista un salario mínimo, más aún —explica— después de la última reforma laboral, que ha deteriorado la negociación colectiva. Asimismo, la profesora de la Complutense insiste en que “España, por su alto nivel de desarrollo, no puede competir vía salarios bajos en un mundo global”.
Aunque José Luis Martínez, estratega de Citigroup para España, dice no estar en contra de la existencia de un salario mínimo, sí advierte de entrada que el nivel de esa retribución garantizada “debería ser compatible con una elevada flexibilidad en el mercado de trabajo” y que, a partir de ahí, sea el mercado el que imponga los salarios y vincule su evolución —defiende— a la productividad. Martínez introduce la necesidad de diferenciar por países y pone como ejemplo los problemas tan diferentes que afrontan países como España o Alemania. En el caso español, el principal problema es reducir la tasa de paro juvenil y que para introducir a la gente más joven en el mercado de trabajo los salarios no supongan una barrera insalvable. Para Alemania, por el contrario, la prioridad es fomentar el consumo privado “pero es razonable que las autoridades alemanas no quieran sacrificar su modelo de elevada competitividad que tan bien les ha servido en el pasado”.
Sara de la Rica, catedrática de Economía de la Universidad del País Vasco e investigadora de Fedea, es quien plantea la necesidad de reconducir el debate y discutir si el salario mínimo de los menores de 18 años pudiera ser menor “si su trabajo fuera acompañado de formación”. De la Rica explica que “conceptualmente, el salario mínimo debiera entenderse como un salario de entrada que debe superarse a medida que el trabajador aprende en la empresa y su productividad aumenta”. La catedrática del País Vasco matiza, no obstante, que en España el salario mínimo afecta en estos momentos a menos del 7% de los trabajadores y que la práctica totalidad de los convenios colectivos estipulan salarios superiores a ese nivel.
José García Solanes, catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Murcia, analiza los pros y contras de una subida del salario mínimo. Entre los efectos positivos, que “aumenta la renta de los trabajadores pobres que tienen un empleo y, además, sirve como referencia para las subvenciones a los desempleados y a quienes están de baja por enfermedad”. En contra, que aumenta “el desempleo de aquellos cuyo salario de equilibrio es inferior al SMI, debido a que tienen menor cualificación o experiencia o por el hecho de percibir una paga en forma de conocimiento y aprendizaje. “Si se eleva el salario mínimo podría aumentar el número de jóvenes desempleados. Toda una injusticia”, subraya. De ahí que García Solanes apueste para España por “cierto aumento del SMI pero, por la abundancia de jóvenes desempleados y de trabajadores poco cualificados y/o con poca experiencia, el margen no puede ser tan elevado como en los países del centro y norte de la Unión Europea”.
Santiago Carbó, catedrático de Economía y Finanzas de la Bangor Business School, defiende el logro que en sí mismo representa la existencia del SMI: “Establecer un salario mínimo ha sido un logro social al que es difícil renunciar”. Incluso, subraya, para países como España donde faltarían incentivos más eficaces en el mercado laboral y mayor flexibilidad en las instituciones laborales. Carbó defiende, como apunta De la Rica, “un SMI más reducido para determinados tipos de trabajo al inicio de la vida laboral puede favorecer la inserción de los jóvenes”. Eso sí, considera que los criterios técnicos que deben llevar a fijar el nivel del salario mínimo “tienen que ser necesariamente diferentes entre países, porque ni las condiciones de partida ni la estructura del mercado laboral son las mismas”.
Como suele ser habitual, Juan Ramón Cuadrado, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Alcalá, hace una extensa aportación sobre la cuestión y recuerda que el SMI “se ha fundamentado siempre en el sincero deseo de lograr una mayor equidad o, cuando menos, para asegurar a cualquier trabajador [...] una retribución básica igual para todos”. El nivel del salario mínimo en España, recuerda Cuadrado, queda lejos de los de Francia, Bélgica u Holanda, pero es casi un 50% mayor que los de Polonia, Chequia o Eslovaquia. Ese nivel, que varía como se ve según los países, “no puede basarse en criterios estrictamente económicos”, pero estos “proporcionan argumentos para sostener que su existencia puede convertirse en un obstáculo para contratar más trabajadores y que, por encima del llamado salario de equilibrio, quizás beneficie a quienes tienen empleo, pero perjudica a quienes no lo tienen”. No por los costes concretos del salario, explica, sino por los costes asociados al puesto de trabajo en términos de Seguridad Social, costes de despido y vacaciones. El catedrático alcalaíno se suma a la defensa de un salario mínimo “de entrada” que “debería ir unido al compromiso de las empresas para proporcionar formación a los jóvenes”, un elemento fundamental, según Cuadrado, para atajar el problema del paro juvenil.
Hay 8 Comentarios
y cuando la empresa va bien y tiene grandes beneficios subimos los salarios por aumento de la productividad ?,o solo se aplica cuando la empresa a veces ni gana tanto como otros años, pero gana y entonces hay que bajar salarios porque se es menos productivos?
Al final es lo de siempre....
Publicado por: davidmg | 22/11/2013 11:57:38
... y eso del salario por productividad se lo aplicamos a los políticos también, o es que su "curro" no se puede medir? Me parece más que adecuado ligar salarios a productividad, pero sin hacer diferencias por estatutos ( ET , funcionarios, tooodos). Así sí que se premiaría al currante verdadero tanto de la adm pública como la privada. Ahora...eso de quién determina los índices de productividad es otra cosa. Por un lado, los sindicatos no parecen ser los más adecuados para establecer criterios, cuando tantos de sus representantes en su canina vida han trabajado de verdad. La patronal, menos. Muchos de ellos estarían encantados pidiendo que se trabaje como máquinas a la gente, sin darle a los trabajadores ni las herramientas, ni la formación, y si les fuera posible, ni la paga. Vaya lío. Ministerio de Empleo sabe como crear trabajo, pero para los enchufados del partido de turno y punto. Vaya lío! La idea es buena, pero la gente que la tendría que aplicar no podría ser peor. A buscar soluciones señores...pero eso de medir la productividad de los políticos y de pagarles por trabajo bien realizado sería ideal. Sólo se animarían a entrar en política gente que hoy no existe en ella y que se necesita a grito pelado.
Publicado por: chanaz | 21/11/2013 21:09:29
Todo depende de si estamos hablando de política económica pra la recuperación a corto o para la consecución de la buena vida a largo. Ver "¿Cuánto es suficiente?" de Robert Skidelsky y su hijo Edward.
Publicado por: pepe111 | 17/11/2013 20:31:35
Ahora que tanto se habla de salario y productividad, ¿que se debe de hacer aplicar los salarios a la productividad o, al revés, la productividad a los salarios?.
Publicado por: Utielyague | 17/11/2013 10:29:13
Mas allá de un salario mínimo, creo que debe haber una mínima garantía de permanencia, porque no vale de nada un salario si antes de que cumpla el mes la empresa ejecuta el despido por no superar el periodo de prueba.
http://interesproductivo.blogspot.com.es
Publicado por: Robertti Gamarra | 16/11/2013 9:56:26
¿Qué menos que un salario para poder vivir? Sino, dónde acabaríamos...
Publicado por: MARIA | 16/11/2013 9:38:57
Sin un salario mínimo, los salarios bajarán hasta casi cero, hay gente muy desesperada capaz de trabajar por muy poco, y al final entraríamos en la esclavitud
Publicado por: LUCIA | 16/11/2013 9:38:20
Yo si pienso que debería haber una salario minimo regulado por el gobierno. Aunque ahora debido a la crisis no es el mejor momento para establecerlo.
Publicado por: Jesús Molina | 16/11/2013 9:14:55