El estadio Arena Corinthians, en São Paulo, fue entregado esta semana por la constructora Odebrecht. / Sebastião Moreira (Efe)
A la hora de valorar hacia dónde va América Latina, como se planteaba esta semana en Economismo, la primera puntualización que hay que hacer es que las diferencias de situación, trayectoria y perspectivas varían mucho entre unos países y otros de la región. Casi tanto como sus respuestas a los desafíos que se les plantean. Pero no cabe duda de que el horizonte aparece más incierto de lo que solía en los últimos años. Por motivos bien diversos.
Mónica Melle, profesora titular de Economía Financiera de la Universidad Complutense, advierte que la desaceleración económica de China reducirá su demanda de materias primas y ello afectará al crecimiento de la región. Melle pone el acento en que “las grandes desigualdades que aún subsisten en Latinoamérica impiden que los crecimientos se consoliden”, y atajar ese problema exige reformas fiscales, medidas de estímulo de la demanda interna y una modernización del sector financiero.
“América Latina es una región muy heterogénea”, recuerda Mauro Guillén, director del Lauder Institute en la Wharton School de la Universidad de Pensilvania. Guillén reconoce que “la gran incógnita es Brasil, la mayor economía de la región. La inflación se ha disparado al mismo tiempo que el crecimiento es prácticamente nulo. La corrupción política no conoce límites y las agencias de calificación no son optimistas”. En conjunto, Guillén considera que Latinoamérica no va muy bien en estos momentos y que necesita fortalecer sus instituciones y combatir el populismo.
A diferencia de otros expertos, José García Solanes, catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Murcia, descarta que la situación de China afecte mucho a Latinoamérica, “porque aunque la gran economía asiática también se desacelera un poco, sus tasas de crecimiento para los próximos años todavía serán robustas”. García Solanes explica que la ralentización del crecimiento en la región deriva del previsible repunte de los tipos de interés globales y la caída del precio de las materias primas. Además, el catedrático murciano defiende que “las mejores perspectivas (tasas de crecimiento del PIB entre 1,8% y 5% para 2014 y 2015) están en los países con metas de inflación (Chile, Colombia, México, Perú y Brasil)”, por la disciplina y la transparencia que ese régimen monetario impone, mientras que “las desigualdades sociales se van agrandando en las economías que se comportan peor, y donde falla más la calidad de las instituciones”.
Ramón Casilda, profesor del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Alcalá, se estrena en los debates de Economismo y lo hace con una visión optimista de la región. “América Latina se dirige hacia una competencia cada vez más abierta e internacional”, solo que para consolidarlo considera que la región debe realizar reformas que refuercen su competitividad. Casilda recomienda además que América Latina aproveche el cambio de modelo de la economía china, “que ahora incentiva el consumo interno, para exportar mercancías con mayor valor añadido y así compensar la menor demanda de materias primas” y apuesta porque las multinacionales de la región —las multilatinas— avancen en su expansión internacional.
Santiago Carbó, catedrático de Economía y Finanzas de la Bangor Business School, considera que las perspectivas de los distintos países pasan por la coherencia que tengan sus programas económicos y sus instituciones económicas y regulatorias; la credibilidad de las políticas monetarias y cambiarias, y la adopción de reformas, sin las cuales la vulnerabilidad seguiría siendo una importante debilidad de fondo. “En general, América Latina ha avanzado en los últimos años, pero menos de lo que se había asegurado”, sostiene Carbó. A su juicio, las debilidades institucionales siguen siendo importantes, y el aprendizaje que se había exhibido tras las anteriores crisis y los programas de recuperación económica y sostenibilidad fiscal lo han sido de forma temporal, dice Carbó.
José Luis Martínez, estratega de Citigroup para España, en cambio valora muy positivamente el papel desempeñado por los países emergentes para limitar el daño de la crisis financiera internacional. Pero recuerda que esta crisis también “ha sido un campo abonado para excesos tanto económicos como financieros, estos últimos favorecidos por el exceso de financiación que huía desde los mercados desarrollados”. Ahora que se ha producido cierta repatriación de capitales, los problemas de estas economías se acentúan “con desplomes en las divisas, tensiones de financiación y presiones de precios internos”. Martínez también apunta que las individualidades en la región son evidentes, “como también lo ha sido la respuesta de las autoridades a las tensiones más recientes”, con México al frente de los países que han puesto en marcha “ambiciosas” reformas estructurales; otros como Brasil, que deben hacer a riesgos de inflación y excesos internos; otros “casos claros de disciplina y buen hacer como Chile, Colombia, Perú y otros más cuestionables”.
Para Juan Ramón Cuadrado, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Alcalá, América Latina ha entrado en los últimos tres años en una fase mucho más incierta. “Varios análisis recientes subrayan la pérdida de ventajas comparativas que afecta a los productos latinoamericanos”, subraya Cuadrado, que en algunos casos, como Brasil y Colombia, han coincidido con la apreciación del tipo de cambio. “Lograr mejoras sustanciales de productividad y moderar las presiones laborales son sin duda dos objetivos para todos los países latinoamericanos”, junto a mejoras del marco institucional, las infraestructuras y el capital humano, apunta el catedrático. A su juicio, la gran diferencia a peor la marca Mercosur (formado por Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay, Venezuela y Bolivia), que se está quedando rezagado frente al bloque formado por la Alianza del Pacífico (México, Colombia, Perú y Chile).
José Luis Curbelo, decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Económicas de la Universidad Camilo José Cela, también se estrena en los debates de Economismo esta semana, y apunta que “los vientos de cola” externos que empujaban a la región dejarán de impulsarla y los países deberán financiar de forma creciente su crecimiento con financiación interna. “La emergente nueva normalidad del crecimiento de América Latina está poniendo de manifiesto la pervivencia, tras los años de bonanza, de muchos de los retos históricos de la región”, subraya. Entre ellos, la falta de competitividad de los productos no tradicionales; elevados niveles de pobreza y desigualdad; altos niveles de informalidad en el mercado laboral; bajos niveles de innovación y productividad, y los limitados niveles de integración económica regional.
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