Imagen de un estadio de fútbol en Natal el día anterior a la inauguración del Mundial. / C.B. (Reuters)
No parece que el Mundial de fútbol vaya a servir para impulsar la renqueante economía brasileña. Es la opinión unánime de los expertos de Economismo, que subrayan que este tipo de eventos deportivos suponen más costes que beneficios, en general, y más aún para un país con serios desafíos al margen del Mundial o los Juegos Olímpicos. El Gobierno, dicen, deben atajar sin falta la pérdida de competitividad y productividad de la economía y abordar los severos problemas de desigualdad. Las elecciones, además, peligran para el gobierno de Dilma Rousseff, advierten.
Mónica Melle, profesora titular de Economía Financiera de la Universidad Complutense de Madrid, reconoce que el dinamismo internacional, la buena evolución del mercado de trabajo y los programas de servicios públicos juegan a favor de Brasil. Pero advierte que son muchos los retos pendientes, en términos de educación, sanidad y desigualdad. “En esta situación, para países en desarrollo, organizar Mundiales de fútbol es una mala apuesta para crecer. Es cierto que la construcción de las infraestructuras genera empleos y actividad económica. Pero, generalmente, la inversión realizada no se recupera y las infraestructuras son infrautilizadas”, subraya Melle, recordando el ejemplo de Sudáfrica.
Vicente Esteve, catedrático de Economía en la Universidad de Valencia, insiste en que no hay evidencia empírica clara que demuestre que el PIB de los países que organizan un Mundial haya crecido a raíz del evento. “En general, la experiencia muestra que los costes son más altos que los beneficios económicos”, asegura. Esteve insiste en que los desafíos de Brasil son independientes de la Copa del Mundo y pasan por un déficit en infraestructuras por la baja inversión en capital fijo. El catedrático valenciano apunta, además, que es difícil mantener un modelo de crecimiento “basado en el consumo pero con un déficit claro de infraestructuras y con una creciente pérdida de competitividad exterior”. Eso explica, remata, la desaceleración del crecimiento.
“Admito que hay mucha inquietud por el día después”, reconoce José Luis Martínez, estratega de Citigroup para España, que alerta no solo de los gastos efectuados, sino de la conflictividad social y política en puertas un periodo electoral. “Hay mucha inquietud, además, por los excesos acumulados en los últimos años. Excesos no corregidos en buena parte, pese a la fuerte subida de los tipos de interés en el caso de la inflación y corrección pendiente en la balanza exterior”, apunta. Martínez, no obstante, cree que los claroscuros en las perspectivas de Brasil tras el Mundial no son menores que los del resto de las economías.
José Luis Curbelo, decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Económicas de la Universidad Camilo José Cela, cree que lo que sus impulsores pensaron que iba a ser la constatación ante el mundo de que Brasil era ya “o país do futuro corre el riego de convertirse en una pesadilla, que incluso pudiera tener repercusiones electorales el próximo otoño”. Curbelo pone el acento en las protestas sociales por el dispendio de recursos públicos en un país en el que una parte muy importante de la población sufre bajos niveles de acceso a la educación, la salud, las infraestructuras, la vivienda y serios problemas de seguridad. De hecho, el decano recuerda que el banco central ha rebajado esta semana las previsiones de crecimiento para este año al 1,25% y ha elevado las de inflación al 6,5%. “El país corre también el riego de pasarse de moda para los inversores externos, que bien habrán tomado nota de las deficiencias en la gestión del reto del mundial”, afirma.
José García Solanes, catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Murcia, apunta que “ los efectos multiplicadores de las infraestructuras construidas son muy pequeños” y “agrandan las desigualdades en la distribución de la renta y de la riqueza”. A su juicio, este tipo de eventos no contribuye a mejorar las instituciones, aspecto esencial para fomentar el crecimiento económico. García Solanes apunta las tareas para el día después: reformas institucionales profundas para mejorar la gobernanza y la calidad democrática; la diversificación productiva de su economía y una mejor inserción en la economía global.
Juan Ramón Cuadrado, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Alcalá, también defiende que estos acontecimientos deportivos tienen “un coste muy considerable y ofrecen pocos beneficios tangibles y duraderos” y, advierte, como antes algún otro economista, que en muchas ocasiones los estadios corren el riesgo de quedar como “auténticas 'catedrales en el desierto”, al ser construidos en estados pobres por motivos políticos. Cuadrado subraya que Brasil debería seguir siendo uno de los motores de América Latina, por dimensión y potencial económico. Pero, para ello, “está abocado a mejorar por el lado de la oferta, abriéndose más al exterior y mejorando su productividad, que es muy baja, y debe atraer nuevas inversiones externas e incentivar la inversión privada interna”.
Mauro Guillén, director del Lauder Institute en la Wharton School de la Universidad de Pensilvania, tampoco cree que el Mundial vaya a beneficiar a la economía brasileña que sufre varios problemas estructurales: crecimiento muy lento de la productividad; enorme dependencia de las exportaciones de materias primas a China; elevada vulnerabilidad externa a los flujos de capital a largo plazo y un sistema político corrupto e ineficaz. “Brasil no puede volver a crecer sin realizar reformas económicas y políticas de calado”, remata.
Santiago Carbó, catedrático de Economía y Finanzas de la Bangor Business School, también destaca que “los costes han sido muy importantes y el rendimiento a largo plazo de estas inversiones es muy limitado”. Carbó cuestiona, además, la gestión en plazos y en inversiones de las infraestructuras, algo que también sucede con los Juegos Olímpicos, “con una ejecución de infraestructuras previstas que, a estas alturas no llega ni al 10%”. A su juicio, ni la imagen del país ha mejorado ni este tipo de inversiones sirven para impulsar el crecimiento o para atajar las profundas desigualdades que presenta.
Guillermo de la Dehesa, presidente del Center for Economic Policy Research (CEPR) en Londres, apunta que la población, agrupada en grandes urbes, tiene un problema muy importante de falta de infraestructuras. “Al ser un año de elecciones y además de campeonato mundial de fútbol, debería crecer más rápido, ya que el año que viene será necesariamente peor, a menos que se haga un gran esfuerzo de infraestructuras”, concluye.
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