Desastres en la cocina: mis fracasos personales

Por: | 24 de agosto de 2010

Sopa remolacha

Foto: Ainhoa Gomà

Como todo aprendizaje, el de la cocina pasa por cometer errores, sacar enseñanzas de ellos y mejorar. Todo cocinero experimentado se ha tenido que enfrentar a múltiples catástrofes antes de lograr resultados aceptables con algunos platos. El secreto está en entender los motivos, corregirlos y perseverar hasta dar con las cantidades o la técnica adecuadas.

Esto es la teoría. En la realidad, los tropiezos son un horror. Lo pasas mal. Quedas en ridículo ante tu familia o tus invitados. Sientes que eres una negación y que nunca llegarás a cocinar bien, y asumes como puedes la humillación de tirar a la basura lo que en el mundo ideal iba a ser un suculento manjar.

Como forma de terapia para superar la decepción culinaria, El Comidista ha decidido abrir una sección participativa en la que podamos compartir nuestros fracasos: esas sopas desabridas, esas verduras pasadas e incomestibles, esas carnes y pescados transformadas en suelas de zapato o esas obras maestras de la repostería que degeneran en pasteles amorfos de aspecto repulsivo.

Si quieres que tu experiencia se publique en el blog, envíala a elcomidista@gmail.com, describiendo con el máximo detalle cuál era la receta y sus ingredientes, cómo estaba lo que salió y qué opinaron los que lo probaron. Si tienes foto, mejor que mejor. Entre todos trataremos de encontrar soluciones al desaguisado, y de paso aprenderemos qué se puede hacer y qué no con determinados platos.

Por si os sirven de inspiración, os confieso algunos de mis desastres más sonados en la cocina.Sopa de remolacha con grasa flotante de cerdo

Con fan de la remolacha, no me pude resistir a una receta de un libro del cocinero británico Tom Aikens, en la usaba para una sopa con yogur y bacon. Pero claro, yo tenía que poner mi toque de innovación, poniendo en vez de este último ingrediente una panceta de cerdo buenísima de Carranza (Vizcaya) que tenía en el congelador. El pequeño problema es que ésta tenía como cinco veces más grasa que el bacon normal, y por supuesto no se me ocurrió desengrasarla al pasarla por la plancha. Tomar la sopa resultante era como beber tocino líquido, pero teñido de rojo. Repugnante.

Sopicaldo amargo de pomelo y té

Regla nº 1: no te pongas exótico cuando no hay necesidad. La pulsión por ser original me llevó a preparar un postre oriental sacado de no sé qué libro en una cena en casa con parientes de mi pareja. Eran gajos de pomelo limpios de piel bañados en almíbar y almendras fileteadas, terminados con una infusión de té de jazmín. El postre, además de ser una monumental cursilada, estaba infumable: doblemente amargo por el pomelo y el té, sin ningún tipo de sabor identificable y con un aspecto de sopicaldo con cosas que tiraba para atrás. Se lo comieron educadamente.



Rollitos antiortodoncia

Regla nº 2: no prepares cosas que nunca has preparado cuando tienes invitados. Una de las situaciones más embarazosas que he vivido nunca fue cuando preparé un plato tailandés para unos amigos. Era la primera vez que venían a cenar a casa, y habían oído maravillas de mis presuntas habilidades en la cocina. Como yo estaba en pleno subidón asiático después de un viaje por el Camboya y Tailandia, no se me ocurrió otra cosa que hacer unos rollitos fritos de noodles, albahaca, cacahuetes y zanahoria.

Algo fue mal con la rehidratación de las obleas de arroz que contenían los ingredientes, y al freír los rollitos éstas se tranformaron en un producto pegajoso similar a la masilla que se usa para tapar agujeros, pero aceitosa. Para mayor desgracia, una de las invitadas llevaba aparato dental, y al comer uno de los rollitos la masa le hizo una dentadura nueva imposible de despegar del metal. Nunca me atreví a preguntar si tuvo que ir al odontólogo al día siguiente, pero os aseguro que su boca tenía muy mal aspecto. Bochorno absoluto.

Ladrillo de 'brownie'

Navidad. La familia reunida en Bilbao. Cada miembro ponía un plato, y a mí me tocó el postre. ¿Qué mejor idea que hacer un brownie de chocolate negro y nueces, que gusta a todo el mundo? La indecisión, la peor amiga del cocinero, me llevó a hacer un mix de dos recetas distintas, con resultados catastróficos. Aquello era una plasta con la densidad del uranio y sin la menor presencia de aire en su interior, capaz de empalagar al más yonqui del azúcar. Sólo se lo pudo acabar una de mis sobrinas pequeñas, para la que creo que fue plato único.


Mermelada tóxica de guindillas verdes

El único desastre culinario cuyo único perjudicado fui yo. Antes de irme de vacaciones, cometí el error de comprar un kilo de guindillas verdes frescas en el mercado. Tras usar un par de ellas en unos triángulos de queso picante, y poseído por la manía por no tirar nada, decidí conservar las demás en forma de mermelada, con la idea de usarla en otoño para acompañar carnes o cualquier otro invento que se me ocurriera.

Las guindillas tenían tal potencia de picante que al cortarlas me abrasaron literalmente las manos. Cualquier parte del cuerpo que tocara con ellas, incluida cierta que los hombres suelen coger al ir al baño, también ardía después. Entonces tuve la genial idea de ponerme crema en las manos, con lo que el picante penetró todavía más en la piel. Pasé unas 24 horas con la sensación de tener las extremidades puestas sobre una plancha al rojo vivo. En cuanto a la mermelada, conseguí a duras penas superar la quemazón que me producía acercarme a la cazuela, la puse en un bote y la metí en la nevera. Allí está todavía, esperando a que Kim Jong Il, Ahmadineyad o cualquier otro malvado tirano me haga una oferta millonaria para usarla como arma de destrucción masiva.

Envía tu desastre culinario a elcomidista@gmail.com

Hay 75 Comentarios

Hola, Mikel y la compañía. Me he venido a reírme con los desastres culinarios, que me hacen tanta gracia (más incluso) que los vídeos de porrazos de Youtube.


Y contribuiré a la risión general contando lo que hicimos mi amigo Eduardo y yo en Francia hace unos cuantos años.


Como buen hijo de matriarca navarra, mi amigo Eduardo no había pisado una cocina. Como buen hijo de madre madrileña de las de antes, yo tampoco. Nos habían invitado unos amigos franceses gáyers a su casa de campo de la Provenza. Abrumados por tanto lujo, decidimos corresponder a la invitación haciendo una españolísima tortilla de patatas. En aquella cocina había de todo: cogimos las patatas, las cebollas, el huevo y la sal, y nos pusimos a la tarea.


Aquello no podía ser muy difícil: así que, tras la tarea, nos salió una tortilla muy aparente. Nos sentamos, Pierre abrió una botella de vino tinto estupendo, y al partir la tortilla empezamos a sospechar que algo había salido mal. Esa resistencia a la división no era nada normal.


Cuando dimos el primer bocado lo averiguamos: al parecer, la patata había que freírla primero. Eduardo y yo pasamos por alto ese detalle. Pierre y su novio empezaron educadamente a decir que estaba muy buena, pero nosotros les disuadimos de seguir deglutiendo aquel espanto. Al final todo acabó en unas risas, que se reproducen cada vez que evocamos aquel desastroso estreno en las artes culinarias.


Menos mal que los franceses siempre tienen paté y quesos a mano.

Unas navidades iba muy mal de pasta y decidí hacer dulces en pequeños paquetes para regalar a amigos y conocidos, por aquello de que lo que cuenta es el amor y la atención. Con el mazapán fuimos bien y hasta me curré unas notables marrons glacés, pero para mis padres decidí hacer un panettone enorme que les durara para todos los desayunos de las fiestas. Ahora sé que la pastelería es pura química y que si una receta dice que hay que dejar levar tres horas hasta que la masa doble el tamaño es que hay que hacerlo, pero era joven y aventurera y seguramente dejé el tema para el último momento. El caso es que cuando saqué el molde del horno no sólo no había levado, sinó que me quemé un poco, se me cayó al suelo y la contundencia que había adquirido era tal que partió una baldosa. Lo tuvimos que trocear con el cortante de la carne y la única forma humana de ingerirlo fue remojándolo en leche. Eso sí, rico lo estaba.

El que más y el que menos hemos hecho trastadas, yo aprendiendo a cocinar, eché a perder muuuuchos potajes, concretametne el de lentejas, fueron muchos a la basura por aguados e insípidos. Aun así creo que mi mayor fracaso fue una paella, siempre se me ha dado bien el arroz, pero un día que tenia invitados me propuse hacer una paella de marisco con sus ingredientes originales y siguiendo la receta de mi madre, de aspecto salió para concurso, ahora de sabor, un arroz blanco cocido en agua sin sal, seguro que tenía más y mejor sabor que aquello, lo peor es que confiado ni la probé y la serví tal cual :) Desde entonces nunca más he hecho paella, ahora hago arroz amarillo con cosas, bueno para quedar bien en mi blog lo puse como arroz a banda, pero cualquier alicantino purista me mataría por llamarle así, aunque me sale de vicio.

http://www.cocinaparasolteros.es/2009/10/arroz-banda.html


Saludos.

Uy, lo que me he reído.... Y me ha recordado la vergüenza de un año atrás, cuando se me ocurrió ofrecerme a preparar la tarta en un cumpleaños sorpresa. Iba a ser una cena delicatessen y yo, para estar a la altura, se me ocurrió ir de original y hacer esto: http://www.tv3.cat/cuines/recepta/pastis-de-figues/6198. (Pastel de higos) Feo y vomitivo. Para disimular la fealdad, nos inventamos unos hilillos de caramelos que tapara toda la superfície. Aunque mis amigos, muy comprensivos, dijeron que estaba buenísima, la verdad es que es lo más malo que ha salido de mi cocina.

Un día me puse bucólica y dije:-"Hoy, voy a hacer galletas". Las dispuse en la milana (bandeja del horno en Canarias) en forma de cuadrados y triángulos. En esa época yo estaba estudiando las opos. Puse las fotos del resultado en el facebook y le alegré la tarde a mis amigas que comentaban alegres todo los pros y los contras. Cuando las saqué del horno me habían quedando blancas. Mis amigas decían que no, pero yo dije que estaban incoloras y aplastadas como el culo de un opositor. Encima, en vez de cuadrados y triángulos, la masa se expandió y salió una gran culo-galleta del tamaño de la milana del horno que tenías que cortarla con motosierra. Pavor daba verla. Ay cómo nos reímos. La bautizamos desde entonces como "la culogalleta opositora". Si es que cuando se está estudiando no se puede poner uno a inventar cosas que ya se sabe lo que pasa.

Mi padre compró langosta para Nochebuena, todo un acontecimiento, pues era la primera vez que la probábamos. Mi madre las coció con esmero y mi padre, unos minutos antes de la cena, bajó del dormitorio todo acicalado y decidió partir los caparazones de las langostas para que fuera más fácil comerlas. El resultado, langosta al Varón Dandi. De esto hace 20 años y todavía nos da la risa floja cada Nochebuena.

El único y soberbio fracaso que me ha brindado la thermomix ha sido una crema de remolachas con queso fresco, nata y cebollas, una receta sacada de su revista. Simplemente vomitivo. La textura del titanlux color morado.

Bueno, bueno, que buen rato he pasado con este blog que acabo de descubrir gracias a mi novio y a la Cadena Ser. Con tantas anécdotas uno no deja de acordarse de experiencias vividas... Lo que voy a comentar le ocurrió a un amigo que siempre le criticábamos lo negado que era para la cocina y lo tacaño a la hora de gastar. Tuvo el valor de apuntarse a un curso de cocina (gratuito) impartido por uno de los cocineros más prestigioso de Extremadura. Se le veía muy entusiasmado pero esto no le sirvió de mucho. Con la mayor ilusión, nos invitó a cenar. El menú: ensalada simple simplísima y lenguado al horno. No pintaba mal, parecía saludable y ligero sobre todo. Por cierto, supimos que era lenguado gracias a la prueba del carbono 14, porque a saber cuanto tiempo llevaba eso en el congelador, no había forma de despegarlo. Mientra este remataba los preparativos, nosotros en la terraza con una cerveza de marca blanca echandonos un cigarrillo. Ya nos sentamos a la mesa, comiéndonos la ensalada éste comentaba lo carísimos que estaban los tomates cherrys y a esto que nos llega un olor extraño y desagradable que podía ser a cualquier cosa menos comida. Miguel (el anfitrón) decía que eso se debía al horno ya que era la primera vez que lo utilizaba y era normal que oliese así. ¿Cuál fue la sorpresa? metió el lenguado con todos sus avios en el horno con la tapadera antisalpicaduras del microhondas y esta fue la que se fudió e hizo de cobertura. Al final rematamos le cena con unos frutos secos y unos snacks de bolsa que ya llevaba abiertos desde hace tiempo. El postre no estaba previsto. Por cierto que llevamos una botella de Rueda monovarietal en verdejo que se guardó y nos sacó un vino de Valdepeñas de cosecha 5 años atrás. Este es mi amigo, en resumen: un desastre de anfitrión. En cambio tiene otros valores por los que se hace querer.

Tengo 50 años y, debido a que la pereza me podía, fui aplazando mi idea de entrar de una vez por todas en la cocina y convertirme en un nuevo gurú de la misma. Vamos, un referente.
Después de haber leído los fracasos, mejor dedico lo que me queda de vida a coleccionar sellos. Llámame miedoso.
Un cordial saludo

Si te vuelve a pasar lo de las guindillas, lávate con leche. Santo remedio, palabra de experiencia propia.

que gracioso!! no se porqué razón cuando los hombres leemos que afectan nuestras "partes" hay instantáneamente una especie de solidaridad sicológica que casi sintonizamos el dolor juajua

Mikel, me matas de risa con tus reseñas... no sé si serás buen cocinero (después de leer esta sección mis dudas se han acrecentado) pero para lo que tienes unas excelentes cualidades es para la escritura. Un beso y gracias, hoy empiezo el día con una gran sonrisa. B.

Para añadir a la lista...

Un "invitado" que quiso congraciarse y de alguna manera compensar su presencia en mi piso, decidió hacer lentejas cuando yo estaba fuera de casa... al volver descubrí que habían usado eucalipto en lugar de laurel... el resultado fue un engrudo que agujereaba las tripas desde la primera cucharada. Tras decidir que no eran explosivas, procedí a tirarlas bien precintadas... pobre del que estuviese expuesto a ellas más de un minuto!

Aunque no tengo el toque especial de buena cocinera, lo que si puedo decir es que siempre he sido muy valiente......, la primera vez que hice lentejas, le puse tanta agua, que había que pescarlas.
Pero de risa fué una navidades, que por cierto solemos celebrar en mi casa y nos juntamos sobre 20 personas, hice carne en salsa con frutos secos, y para que saliera mejor, le puse de almendras como tres o cuatro veces más de lo que decia la receta, cuando le pregunto a mi sobrino si quería un poco más, me contesta: Sí pero esperate que coma las mil quinientas almendras que me han tocado.

Estuve todo el año riéndome sola cada vez que me acordaba

12 años: tengo que hacer unas simples patatas fritas antes de que mi madre llegue de trabajar. se me olvida echar el aceite. tardo hora y media en freír las patatas, que se convierten en cuadrados muuuuuuy crujientes y duros.
aún se me ríen a día de hoy...

hola mikel t doy un consejo para cuando quieras limpiar pimientos,guindillas chiles,etc es necesario cubrirse las manos con un poco de aceite de girasol este te sirve capa protectora y evita que la capsaicina penetre en la piel y arda, otra cosa el 90 % del picante se encuentra en la nervadura y las semillas por ello es mejor siempre limpiar bien y luego blanquear 2 veces en agua con azúcar sal y vinagre.

Cena de nochebuena. Exquisito jamón, no se me da nada mal cortarlo ni presentarlo, salmón ahumado sobre tostas con salsa tartara, anchoas del cantábrico, de las buenas, revueltito de ajetes tiernos y gambas, todo esto y alguna cosilla más para picar antes del plato fuerte. Cervecitas, vinos, y dos lubinas esperando para el horno, sobre su cama de patatas panaderas, aros de cebolla y pimiento, cuando calculo el tiempo, zas.., lubinas al horno, nos sentamos, tapeamos, y llega el momento que digo: "haced sitio en la mesa que viene el pescado, voy a la cocina, cojo mis guantes de horno y lo abro, oh!!, no sale calor, horror, las lubinas me miraban amenazantes y frescas, muyyy frescas, y tanto, no había encendido el horno.
Solución, abrid otra botella, que corto un poquito más de jamón mientras "se acaba de hacer" el pescado.

Estoy llorando de la risa -literalmente- gracias a la mermelada de guindilla...
Genial blog...zorionak!!!

Esta anécdota se la oí contar a un cura amigo de mi padre cuando yo era niña.
Contaba el hombre que en el seminario, la vida en comunidad obligaba a repartir los quehaceres domésticos. Una de las tareas era ocuparse de cocinar para todos. Al parecer, la mayoría no estaban muy acostumbrados a tales tareas con lo que los resultados no siempre eran óptimos. Excepto un día. Uno de los hermanos se encargó de cocer arroz para todos. Siguió las instrucciones al pie de la letra y, tal como le habían indicado, cuando hervía el agua echó UN PLATO ENTERO DE ARROZ SECO POR PERSONA. Por supuesto, al hincharse con la cocción, el arroz empezó a desbordar la olla y el hombre, creyendo haber conseguido emular la multiplicación de los panes y los peces, salió de la cocina gritando: ¡MILAGRO! ¡MILAGRO!
Recuerdo lo mucho que nos reímos con la historia y también mi estupefacción al enterarme que existían adultos que no sabían hacer un simple arroz hervido.

Hola, vaya historietas! Qué risa! Y cuánta verdad con las reglas de "no te pongas exótico" y "no inventes cuando tienes invitados". Añado como regla 3 la historia del brownie: "no mezcles recetas si estás indeciso: decídete!"

Soy la heramana de los crepes salados y 15 años después sigo haciendo desgracias con la repostería. Ahora me ha dado por hacer tartas estupendísimas. El año pasado intenté hacer una super tarta de la hello kitty para el 5º aniversario de la hija de mi chico... Sin contar el bizcocho, que por lo menos eso está controlado, me tiré 16 horas para hacer la maldita tarta! Por qué? Por no hacer caso a la regla 2 y provar recetas nuevas para la cobertura, el relleno... qué desastre!!!

El plan 1 para la cobertura era ni más ni menos que fondant. El fondant es como una masa de plastilina que luego queda super lisita y super chula (la típica de tartas de colores americanas) pero que en todas partes pone que es complicada de hacer. Después de fundir 1 kg de nubes rosas y llenar todos los cazos de mi cocina de una masa pegajosa tipo chicle, la dejamos enfríar demasiado y se convirtió en una roca innamasable. Para el relleno intenté hacer una pasta de queso fresco y frutas del bosque, pero puse las frutas a ojo (error: llevo gafas...) y quedó en un kilo de puré de frutas que no había quien espesase! Creo que acabamos pusiéndole un kg de azúcar a la pasta esa... y ni así... seguimos con gelatina... y tampoco. Probamos de hacer suflé con la pasta esa... y ni con esas.

Al final no sé cómo lo conseguimos, pero después de bajar al badulaque a las tres de la mañana a por chocolate, azúcar etc mientras el resto de gente se comparaba sus cervecillas, pudimos terminar la tarta y quedó aceptable de sabor y monísima con su kitty y su rosita por todas partes. Eso sí, nosotros estuvimos desayunando restos de pruebas de rellenos una semana y los niños de esa fiesta deben ser ahora todos diabéticos!

Que buenos! Que risa!!!! Y es que hay cosas que parecen fáciles, pero las primeras recetas! Que peligro! Con 15 años quisimos hacer creepes para merendar con mi hermana, para la familia, y la receta del lecturas :P terminaba así: " una cucharada sopera de aceite y sal. "- punto final - ... Pues eso: pusimos a la masa una cucharada sopera de aceite, y una cucharada sopera de sal! argh..... que nauseas! probamos de rebajarla con azucar - inocentes!- y alguna marranada más... y lo peor es que por cariño mis padres y por orgullo nosotras ibamos probando todos los inventos... Creo que me comí 3. Que asco!!!!!!!!

FELICITACIONES !!!!!!!! Mucho mejor que cualquier pagina de humor y hasta me han hecho recordar algunas de mis aventuras en la cocina que son dignas de antología.Aporto una: recién casada y recién mudada a Buenos Aires a un muy elegante edificio ....siendo que yo soy del interior, de un pueblo muy pequeño. Mi marido es muy amante de la cocina italiana y un día se le antojo comer gnoquis, como los que había comido en mi casa...hechos por mi madre,por supuesto. Sin tener receta pero con valor me lance a tratar de reproducir lo que tantas veces había visto hacer y que no me parecía tan complicado....papa hervida, algo de harina...¿llevaba huevo?...De lo único que esta segura es que mi madre le ponía nuez moscada. Comencé con las papas....MUCHAS papas, y eso fue llevando harina en proporcion y por supuesto, mas nuez moscada, para que no quedaran desabridos....¿llevaban huevos? A mitad de receta, como no conseguia que eso fuera algo mas que un pure de papas decidi llamar a mi mama -a 2.500 km. de distancia-, pero ella habia salido. Continue sola, que para eso uno se independiza y debe hacer todas sus cosas solas, etc. etc. Tras mucho esfuerzo, después de un par de horas conseguí armar unos 7 u 8 kilos de pasta,que quedaron bonitos, porque la parte de pasarlos por el tenedor si me la sabia.Pero ahora tenia un problema serio, porque eramos 2 a comer y a mi también me criaron con eso de "¿sabes cuantos niños se mueren en AFRICA?". Única solución: regalarlos.¿En que colocarlos? Sali a comprar bandejas descartables y papeles de cocina para envolver. ¿A quien darselos? Eran muuuuuuchos paquetes de gnoquis , yo no conocía a nadie y decidí lo mas fácil: a los vecinos , a modo de presentación. A esa altura, hasta me entusiasme con mi proyecto y lo perfeccione: mejore el envoltorio con una cinta y a cada uno le coloque nuestros nombres como presentación y una explicación de donde eramos. Todavía no se de donde saque el valor para tocar el primer timbre....ni mucho menos el ultimo, dado que las experiencias por las que pase fueron increibles : desde los que pensaron que estaba pidiendo dinero, los que me tuvieron miedo por creerme una ladrona, los que no me abrieron....y los que se quejaron al portero.Mas vale que fue hace algunos años porque hoy habría llamado a la policía! Pero me deshice de todos gracias a una de las mucamas que ¡justo ese día! su patrona le había encargado comprar gnoquis en cantidad porque venían unos amigos a comer .Escribo esto y me acuerdo: no nos mudamos porque recién habíamos comprado el departamento y a mi marido no le pareció un buen negocio, pero nunca mas tome el ascensor. No necesito foto para recordar como quedaron cuando los puse en el agua hirviendo , hasta el día de hoy los veo deshacerse de a uno, como en una pelicula lenta , hasta volver a ser lo que eran : puré con nuez moscada. A mi el error me lo perdonaron, recién casada, se acuerdan ?. La nuez moscada nunca mas la soporte.Los gnoquis en mi casa son siempre comprados. Vivimos 5 años en esa casa y creo que el consorcio jamas me perdono.Jamas supe en que termino la cena donde deje varios paquetes, lo que si se, es que en esa comunidad, debo ser una anécdota.

La anécdota no me pasó a mí sino a una amiga. Situación: un invierno castellano muy frío, sola en casa y con ganas de comer algo calentito. Solución: una buena olla de caldo casero. Ni corta ni perezosa corta la verdura, la pone en la olla, enciende el gas y al cabo de un rato en vez de un rico olor a sopa, un asqueroso olor a quemado... ¡NO LE HABÍA ECHADO AGUA AL CALDO! Ahora sólo hace sopa de sobre y siguiendo las instrucciones del paquete.

Hace unos años me diagnosticaron alergias alimentarias y para suplir la falta de algunos nutrientes, me aconsejaron que comiera algas. En aquella época no había mucha información ni eran fáciles de encontrar.

Leí en algún sitio que las algas eran las verduras del mar y me lo tomé tan al pie de la letra que compré un sobre de wakame y otro de kombu y, después de hidratar el contenido, lo eché a hervir y preparé las algas como si fueran espinacas a la crema. El resultado haría vomitar a los mismísimos lagartos de "V". Era una masa viscosa, gelatinosa, con un sabor indefinible que directamente se peleaba con la bechamel y el queso. A pesar de todo, mi novio y yo, víctimas de la doctrina de "si no te comes los fideos, se morirán varios niños más en África", nos armamos de valor y nos empeñamos en comernos, aunque fuera, unas cucharadas de aquel plato tan sano que tantas vitaminas y minerales nos iba a aportar. Las arcadas nos impidieron pasar de la quinta cucharada. Por supuesto, ninguno de los dos ha vuento a probar las algas.

jajajaja sin duda lo mejor de la mañana!!! Qué grande la mermelada de guindillas!!! Voy a poner mi granito de arena al desastre colectivo: Como me gusta compartir mi afición culinaria y como tenía tiempo decidí hacer sendos bollos de yogur tanto para mi familia como para la de mi pareja. No incumplí ninguna regla: conocía la receta, la había hecho cien mil veces y sabía que el horno de mi casa (que es antiguo y bastante normalito) necesita 70ºC más de lo habitual para calentarse y mantener la temperatura unos 25ºC por encima de lo que dice la receta. El primer bollo: crudo por dentro y hundido. Metí el otro con el mismo resultado. Ambos a la basura... Casi una decena de huevos (y su correspondencia en el resto de medidas) más tarde me di cuenta del pequeño detalle: se me había olvidado bajarle la temperatura al horno y estaba intentando hornear bollo a 250ºC. Lamentable!!! jaja

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El Comidista

Sobre el blog

El Comidista trata todos los aspectos de la realidad relacionados con la comida. No sólo da recetas fáciles de hacer, habla de restaurantes accesibles o descubre los últimos avances en trastos de cocina, sino que comenta cualquier conexión de lo comestible con la actualidad o la cultura pop. Todo con humor y sin ínfulas de alta gastronomía.

Sobre los autores

Mikel López Iturriaga

es periodista y bloguero, y lo más decente que ha hecho en su vida es crear El Comidista en 2009. Escribe en EL PAÍS y habla en el programa 'Hoy por hoy' de la Cadena Ser, después de haber pasado por Canal +, El País de las Tentaciones, Ya.com o ADN. Aprendió a guisar con su madre y, después, en la Escuela Hofmann, pero sigue siendo cocinillas antes que cocinero.

Mónica Escudero

es DJ, madre, escribe, cocina y pone la mesa para El País Semanal, ejerce de Comidista adjunta, y no necesariamente en ese orden. Dirigió las revistas Barcelonés y Madriz, y colaboró en medios como Marie Claire, SModa, Vanidad, Yo Dona o La Luna. Ha escrito A vueltas con la tartera, y lo que más le gusta es cocinar, la michelada y los gatos (pero no para comérselos).

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