Cocinero por parte de madre

Por: | 20 de abril de 2012

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El legendario pisto de Mari Carmen. / AINHOA GOMÀ

 

Hoy voy a hablar de mi madre. Tranquilos: no soltaré un rollo sentimentaloide sobre lo maravillosa que era ni defenderé que como ella no cocinaba ni Arzak. Guisaba bien, algo no demasiado excepcional en una mujer vasca de su generación. Pero como personaje tiene su papel en este blog, ya que gracias a ella me aficioné a la cocina y acabé dando la tabarra desde este púlpito electrónico. Ahora que se ha ido al más allá, me apetece contar algunas batallitas y chascarrillos con los que como hijos y aficionados a las cazuelas quizá os sintáis identificados.

Mari Carmen era una cocinera clásica, poco dada a excentricidades ni moderneces. Sus greatest hits eran platos de toda la vida, muchas de cuyas recetas están disponibles en mi antiguo blog, Ondakín, para todo aquel que quiera disfrutarlas: su fastuoso marmitako, su deliciosa sopa de pescado o sus brutales filetes de huerta, que lograron introducir en el universo de la acelga a un niño reacio a la verdura como yo.

Jamás he comido un pisto a la bilbaína y unas tostadas de Carnaval (también conocidas como torrijas) que me hayan sabido tan bien como los suyos. Imagino que esto le pasa a todo el mundo, o al menos a los que hemos tenido la suerte de contar con una progenitora competente en la cocina: la conexión que se establece entre una madre y un hijo a través de la comida tiene un punto irracional, casi primitivo, que convierte la experiencia de tomarla en algo insuperable. Quizá tenga que ver también con la memoria: un plato que te recuerda a la infancia posee un impacto emocional único, gracias al cual unas humildes patatas con chorizo te pueden proporcionar mil veces más placer que el marisco más caro del restaurante más selecto.

Hablando de restaurantes, digamos que mi madre tenía una relación un tanto tormentosa con ellos. Cada vez que surgía la idea de comer en uno de ellos, ella soltaba su mantra: "¿Para qué vamos a ir ahí si no nos van a dar mejor que en casa?". Si conseguías arrastrarle a uno, debías ir preparado para un auténtico vía crucis: su nivel de exigencia culinaria era tal que pocos lugares quedaban libres de sus críticas feroces, y lo más normal era que te acabara amargando la comida.

Jamás olvidaré un momento memorable en un restaurante pijo de Barcelona. Mi madre, que era ya bastante mayor, había entrado en una etapa en la que no se cortaba un pelo. Le sirvieron un plato decorado con una hoja entera de lechuga iceberg, alimento al que profesaba un odio furibundo. Agarró la hoja con la mano y haciendo un gesto como si fuera un pai-pai, exclamó para horror de los presentes y del camarero: "¿Y esto para qué es? ¿Para abanicarme?".

No penséis por esto que era una especie de bruja amargada: quitando a su hermana Luisa, no he conocido a una persona más generosa que ella. Era de esas madres que siempre se comía la manzana arrugada, el plátano pocho o el trozo de bonito con más parte negra para dejar a los demás las mejores piezas. Pero Mari Carmen provenía de un mundo para el que las tonterías de tantos restaurantes modernos resultaban incomprensibles. No soportaba los platos emperifollados, y mucho menos los mal ejecutados. Su sensor para detectar cualquier intento de disfrazar un ingrediente mediocre era de los más afinados que he conocido: en cuanto olía cualquier producto demasiado aderezado o lo veía flotando en una cantidad excesiva de salsa, empezaba a resoplar. Y si la salsa llevaba nata, ese azote de la nueva cocina de los ochenta, más te valía ponerte a cubierto porque el volcán entraba en erupción.

Mari carmen
Mi madre, preparando un bocata en una excursión. El del Lacoste soy yo.

 

En descargo de los hosteleros, diré que mi madre poseía una habilidad innata para pedir siempre lo más inadecuado. ¿Que estabas en una taberna de pescadores? Pues ella quería carne. ¿Que ibas a un asador de cochinillos en Segovia? Algo de pescado, por favor. Supongo que era un mecanismo inconsciente para reforzar su escala de valores personal, en la que la restauración quedaba muy, muy por debajo de la comida casera.

Creo que ese afecto por lo hecho en casa es la herencia más importante que me ha legado. Pero no es la única. De ella aprendí a tratar los ingredientes con respeto y delicadeza. Me enseñó a no sobrecocinar el pescado, empleando siempre cocciones muy breves; a no abusar de los condimentos, añadiendo a los platos los sabores justos y necesarios, y a cocinar con poca grasa, aunque a la pobre en los últimos tiempos se le fuera un poco la mano en este terreno. Ella me contagió la alergia a tirar comida y la sabiduría de utilizarla en fantásticos platos reciclados. Y me reveló la verdadera grandeza de la cocina, que consiste en saber llevar a cabo platos simples pero con detalles muy cuidados.

Por desgracia, mi madre ya nunca me recibirá más en su casa de Bilbao con una purrusalda, una menestra o una merluza frita con pimientos rojos. No mantendremos más conversaciones apasionantes sobre cómo ha bajado la calidad de la fruta o sobre si las anchoas de ahora vienen de Marruecos. No nos partiremos de risa despellejando el último restaurante al que le obligaron a ir. No disfrutaremos como enanos bajando a tomar chocolate con churros al Casco Viejo o zampándonos una carolina, su pastel favorito.

Así de cruel es la vida, que te quita lo que de verdad es importante. Pero para mi madre por fin ha llegado un descanso tan necesario como inapelable. Eso sí, espero que el cátering del cielo sea decente, porque si no sé de una que es capaz de bajarse a los fogones del infierno a ponerse su propia comida.

Hay 277 Comentarios

Simplemente preciosa esta entrada. Este es el único blog del mundo mundial que sigo con regularidad. Los "alo comidista" son un disfrute de divertido y de interesantes que procuro no perderme nunca. Pero este artículo, en el que he caido gracias a alguno de los multiples links que pones y que no dejo de abrir, me ha llegado al alma pues mi madre también es "así de madre" y así de buena cocinera. Muchas felicidades por tu blog. Crack!

Te leo desde hace tiempo, pero no sé si he dejado algún comentario... Estuve mucho tiempo de bloguera en la comunidad de elpaís.com (elviajero)y lo de comentar y leer tantos blogs lo he cambiado por otras tareas. Pero quiero decirte ahora que has clavado la descripción de mi madre y de los recuerdos de infancia relacionados con el paladar, de su generosidad plasmada en los mismos detalles que tú cuentas. Gracias por este post tan hermoso, emotivo y tierno, en homenaje a tu madre y a tantas madres; si me lo permites me adueño de él, para la mía y para unas cuantas madres que conozco.
Voy a ir a tu blog antiguo para recoger las recetas de tu madre y hacerle desde aquí (vivo en la Selva Negra, en el sur de Alemania, desde hace demasiado tiempo) un homenaje particular, como a ella le hubiera gustado, en casa y sin florituras. :-)
--detesto la nata en tantas recetas de por aquí y en tantas recetas de tantas partes. ;-)

Escribo con los ojos borrosos y la sonrisa puesta... Gracias , sólo puedo decirte gracias por el homenaje a tu madre que también lo es a todas las madres.
La mia se fue pronto, demasiado pronto, pero aún le dio tiempo a inculcarme el gusto por comer bien,los ingredientes naturales , los buenos platos de siempre...y también el arte del reciclaje y esa alergia a tirar nada que tú dices.
Ahora que la que cocina soy yo, me admira pensar cómo lo hacía , trabajar fuera, los niños , la casa... y nunca nunca sucumbir a un precocinado.
Es la mejor herencia que nos han podido dejar,
conservémosla y transmitámosla.

Ay Mikel, te sigo del principio y jamás comento. Me has hecho sonreír y llorar a mares. Me has hecho recordar a mi madre, que la tengo tan lejos, a miles de kilómetros. Siento mucho tu pérdida. Un gran abrazo virtual.

Doy fe! La mejor merluza que he comido en mi vida salió de su cocina. Auténtico manjar de reyes hecho con el mayor carino del mundo, como cualquier otra cosa que saliera de su cocina, como bien dice Mikel. Me has hecho saltar las lágrimas y mi corazón está dando golpes dentro de mi recordando a Mari Carmen. Mi más sentido dolor.

Muy buen artículo Mikel. En general, también me ha recordado a mi madre! Un abrazo.

Yo ya he hecho el marmitako (ummmm, ñam ñam) y tengo el pisto pendiente. Con este post, va a estar tu madre en muchas cocinas. :)

Sublime homenaje para una gran madre. Has transmitido un sentimiento universal de amor y respeto a todas las madres. Precisamente estaba leyendo el articulo y me ha llamado mi madre para que fuera a cocinar con ella un guiso,...me he emocionado y le he dicho que sería un honor. Animo Mikel. Un fuerte abrazo desde Valencia

Como tu dices, si surje el vínculo que se crea entre una madre y un hijo varón en la cocina es el más fuerte que les une.....Por tu parte, un gran regalo de despedida para ella, sin duda....

Un abrazo MIkel.

Me ha encantado, me ha recordado a mi madre.

Seguro que entre las recetas de tu madre había un bacalao maravilloso ¿Por qué no lo compartes? Es un bonito homenaje a tu madre que todos estemos cocinando sus recetas. Un abrazo

Madre mía que llorera, que bonito. Un beso.

Parte del espiritu de esta generación de madres sigue vivo en nosotros.
Un abrazo fuerte

Bueno Mikel!! He hecho el fastuoso marmitako de tu señora madre y está espectacular!!!!!!!!!! Mil gracias por la receta!!!! pero quéeeee ricooooooo!!!
Y eso que no soy una cocinera del otro mundo, no quiero ni pensar cómo sabía el de tu casa!! Un bochorno!!!!!!!!!

Que descanse en paz. Mi sentido pesamen.

Un abrazo grande.

Lo siento mucho. Estoy segura de que una vez más le habrá encantado leerte. Ánimo...

Lo siento mucho. Hay que intentar no pensar en lo que has perdido sino en lo que te ha quedado. Un abrazo.

¡Qué impresionante homenaje le has hecho a tu madre! He sonreído y he llorado. Un abrazo de todo corazón, con el deseo de que desde esa infinita dimensión celestial te cuide a ti y a tu familia. Aupa, Mikel.

Doy infinitas gracias ami madre por casi obligarme a vigilar la comida , mientras ella ponía las lavadoras o recogía la ropa en el tendedero.Por dejarme el gusto por los potajes de verduras bien hechos.Por llevarme al mercado para ayudarla con la compra y enseñarme a comprar buen pescado fresco y las mejores verduras.Gracias Mamá, ahora que no estás conmigo y que tanto te echo de menos tus enseñanzas me ayudan a mantener tu recuerdo.Gracias tambiéna Papá por ensenarme a cocinar algunos platos que hoy me siguen encantando, como el bacalao encebollado.Siento cada vez más sus ausencias.....Un beso a los donde quiera que estén (seguro que mi padre en la zona de cocinas del cielo o infierno , segun él vea).

Precioso homenaje a todas las madres. Un abrazo!

Buena aportacion a la red, suelo visitar tu blog con frecuencia

Agradecemos que compartas y escribas tus sentimientos.
Todos somos ya de esta bella mujer fans después de las divertidas anécdotas que has contado.
Un beso grande desde GRaDRid

Precioso post, Mikel! Todos tus seguidores te acompañamos en este momento... Y concuerdo con algunos comentarios: después de leer la descripción que haces de tu madre, está claro que tienes mucho de ella! Un abrazo

Mientras lo leía, iba pensando: está hablando de mi madre! :)

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Sobre el blog

El Comidista trata todos los aspectos de la realidad relacionados con la comida. No sólo da recetas fáciles de hacer, habla de restaurantes accesibles o descubre los últimos avances en trastos de cocina, sino que comenta cualquier conexión de lo comestible con la actualidad o la cultura pop. Todo con humor y sin ínfulas de alta gastronomía.

Sobre los autores

Mikel López Iturriaga

es periodista y bloguero, y lo más decente que ha hecho en su vida es crear El Comidista en 2009. Escribe en EL PAÍS y habla en el programa 'Hoy por hoy' de la Cadena Ser, después de haber pasado por Canal +, El País de las Tentaciones, Ya.com o ADN. Aprendió a guisar con su madre y, después, en la Escuela Hofmann, pero sigue siendo cocinillas antes que cocinero.

Mónica Escudero

es DJ, madre, escribe, cocina y pone la mesa para El País Semanal, ejerce de Comidista adjunta, y no necesariamente en ese orden. Dirigió las revistas Barcelonés y Madriz, y colaboró en medios como Marie Claire, SModa, Vanidad, Yo Dona o La Luna. Ha escrito A vueltas con la tartera, y lo que más le gusta es cocinar, la michelada y los gatos (pero no para comérselos).

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