Inasequible al desaliento, Aló, Comidista vuelve a su cita mensual con el desconocimiento culinario. En este consultorio vale todo: dudas prácticas, enigmas gastronómicos, cuestiones personales o problemas psicológicos y metafísicos. Sólo tenéis que enviarme un mail a elcomidista[arroba]gmail.com, y si la pregunta es interesante para mí y para el resto de la humanidad, os contestaré en la próxima entrega.
Antonio: Lo confieso, soy vegano. Pero, ¿por qué me odias? ¿Qué te he hecho yo? ¿Qué pasó, tal vez tu gran amor del instituto era vegano y se negó a comerte el bratwurst porque no lo tenías de choritofu? Hijo, que inquina contra nosotros, pobrecitos, si somos buenísima gente… Mira yo: Tú a mí me caes bien a pesar de todo. Todos tenemos preferencias, claro, y a mí me van más los vascos tipo “Áhiva la hostia” que los de “estuvo todo súper chulo” pero, aunque me da que tú eres de estos últimos, no me pongo a darte cera cada vez que alguien habla de ti! Al contrario: Recomiendo tu blog y hasta te doy crédito cuando triunfo con una de tus recetas. Lo que hago es sacar el cacho de proteína animal (también llamado “cadáver” en nuestra jerga) y sustituirlo por un cacho equivalente en tamaño, densidad y forma pero de proteína vegetal. ¡¡Y ya está!! ¡Pero si la diferencia entre un pollo al limón y uno en pepitoria está precisamente en todo lo que NO es pollo!! It’s the veggies, stup**!!! ¿Soy un monstruo porque a mí además de los perros y los gatos, me da penita que maten a los corderos, las vacas y los cerdos (por no hablar de los seres más dulces y adorables de este planeta, los pulpos y las sepias)? ¿No será que todavía estás en el armario de los veganos y de ahí tus ataques veganófobos de irracional virulencia? Libérate, atrévete a ser tú mismo, ¡te aseguro que se puede ser feliz y estar sano sin comer carroña!