Nota mental: comprar más ketchup / EL COMIDISTA
Hoy quiero confesar que me gustan las salsas de bote. Ale, ya lo he dicho. Tengo que vivir mi condición en silencio, claro, porque lo normal es asociar estas salsas a aceites vegetales de calidad y procedencia más que dudosa, conservantes, colorantes, saborizantes y todos los 'antes' chungos habidos y por haber. Pero igual que me declaro culpable de que me guste la salsorra, clamo por mi inocencia respecto a la toxicidad de las que –de vez en cuando, tampoco es que necesite enchufármelas a diario– consumo.
Porque las salsas solo son guarras cuando lo son, y hay alternativas saludables dispuestas a darle un empujón de sabor a tu comida ese día en el que no te sientes especialmente dispuesto para las labores culinarias. Por si, al revés, de lo que tienes ganas es de cocinar a tope, incluyo en cada una de estas maravillas embotadas una o varias sugerencias para que, en lugar de simplemente acompañar, pasen a ser uno de los ingredientes de un plato. Espero que os sintáis en vuestra salsa con ellas (perdón, perdón, no lo he podido evitar).