El piano tiene sus dinastías. Si existe un rey en estos tiempos es Maurizio Pollini. El pasado 5 de enero cumplió 70 años y sigue en el escenario, con su ritmo pausado y contemplativo. Pero este milanés tímido, fumador antaño impenitente de cigarrillos sin filtro, asiduo visitante de los museos y militante en tiempos del Partido Comunista, lleva varias temporadas en el trono.
Su estirpe más reciente es la que impuso su maestro Benedetti Michelangeli, quien, según él, “me enseñó varios aspectos técnicos a tener en cuenta”. Otros como Rubinstein fueron generosos con él desde sus comienzos cuando lo definió como “el milagro Pollini”. Pero es una frase que seguramente le sigue sonrojando porque él, para el halago, resulta sumamente discreto. Otra cosa es cuando se sienta al teclado e impone un discurso de rigurosa contundencia artística e intelectual.
El piano no es un juego para Maurizio Pollini. Tampoco un pasatiempo de salón o la cómoda caricia de sonido relajante a media tarde. El piano para Pollini es un discurso, una posición ética y estética, una manera de contar el mundo.
Cuando programa sus interpretaciones expresa, habla, explica, relaciona y en esa coherencia aprendemos una lección que conecta inexorablemente siglos de sonidos aparentemente dispares. Casi todo en el piano parte de Mozart, para él, pese a que fue un instrumento inventado alrededor de 1700. Según el crítico Piero Rattalino, Pollini ve en el genio salzburgués, "un humanismo que proféticamente nace en él". Es algo que el pianista conecta después a la civilización europea con sus puntos políticos y sociales culminantes en la revolución francesa, por ejemplo, o estéticos en toda la eclosión vienesa posterior a él: de Beethoven a la escuela dodecafónica.
Sin olvidarse de Chopin, en quien también Pollini ha sentado cátedra tanto en su discografía –sus Estudios son obligatorios en cualquier conservatorio-, como en sus apariciones públicas. Tanto Beethoven como Chopin son para Pollini “proyectos de vida”, compositores con los que un pianista debe estar toda su existencia ligado. Madrid lo sabe bien. A lo largo de las últimas décadas ha acogido la maestría de Pollini y algunos hemos sido testigos de la estremecedora interpretación de sus sonatas o cada una de las formas musicales que los dos compositores revolucionaron para siempre.
Desde hace más de 30 años, Pollini es para muchos el mayor pianista vivo. Así lo reconocía el crítico Harold C. Shonberg en su biblia The great pianists. Y eso que ha convivido años compartiendo gloria con Alfred Brendel, hoy ya retirado, con Krystian Zimerman –si Pollini es e rey, Zimerman es el príncipe- o con el ruso Sokolov. Los cuatro han alumbrado una época bastante especial y rica en un instrumento que no conoce ni conocerá decadencia si tiene la suerte de pervivir en manos como las suyas.
Pero a Pollini, lo que le ha distinguido desde siempre, es un toque cool. Su Mozart, su Beethoven, su Chopin, hasta su aproximación a Pierre Boulez, además de técnicamente irreprochable, siempre ha sido cool. Lo sostiene Shonberg, quien a la vez halaga el gusto del milanés por acercarse y arriesgarse con repertorios vanguardistas.
Del clasicismo a las propuestas del siglo XX, con especial dedicación a la Escuela de Viena o posteriormente a Luigi Nono o Stockhausen, Pollini –cuya obra va a ser reeditada en gran parte por su discográfica Deutsche Grammophon- ha pretendido al máximo dar entrada de manera natural en el gusto del público a las propuestas a su juicio más perdurables.
Su concepción es que con la misma naturalidad que el espectador de hoy puede disfrutar en un museo tanto del Giotto como de Velázquez o Pollock, ocurrirá lo mismo con músicos de diferentes siglos. Romper las barreras de los sonidos del tiempo y el arte ha sido su obsesión, la tarea de un músico tan discreto como imprescindible.
Hay 4 Comentarios
Siempre es apropiado hacerse eco de un cumpleaños y más si es para celebrar los 70 años de Pollini. Pero he echado de menos en este blog una entrada dedicada a Gustav Leonhardt. ¿Acaso su muerte no es un tema de actualidad periodística?. Afortunadamente pudimos leer un magnífico obituario en la pluma de Luis Gago, pero creo que el maestro holandés se merece, al menos, un rincón en este espacio dedicado (¡por fin!) a la música clásica.
Señor Ruiz Mantilla, para mi es siempre un placer leerle, (de los pocos que me ofrece la crítica musical de este medio), por ello me atrevo a emborronar esta magnífica entrada con este comentario fuera de lugar.
Publicado por: Julia | 04/02/2012 10:01:36
El demonio está en las clasificaciones, las listas, los escalafones. Pollini es uno de los pianistas más relevantes de nuestro tiempo; es indudable. Pero no porta ninguna corona y no existe ninguna corte en que ocupe posición central un presunto heredero. Esa manía de poner etiquetas al arte y galones a la belleza acaba por transformar al intérprete una suerte de deportista o de funcionario cuyo objetivo fuera la preminencia social y no - como creo que la mayoría pretende- la excelencia personal. Con su extensa carrera a cuestas, Pollini ha transitado con igual solvencia por el repertorio clásico, romántio y contemporáneo. Muy poco Mozart, algo de Bach y Debussy pero nada de Scarlatti o Haydn, ni tampoco pianismo ruso o español vienen a establecer la frontera que apunta tanto la cualidad de su sonido como el interés principal que creo le guía: infundir lucidez y equilibrio a la interpretación de aquellas partituras frente a las cuales existe siempre la tentación de difuminar tales valores en un desbordamiento emocional. Por eso su Beethoven es tan clásico y profundo al mismo tiempo; o su Chopin, tan claro y directo, transparente para poner de relieve que en el músico polaco hay valores tanto o más apreciables que el encanto. No creo, por otra parte, que al propio Pollini le gustara ceñir símbolo alguno de realeza sino, más bien, el muy republicano título de tribuno de la plebe. La defensa de una música para todos es también la del arte como vehículo para el progreso de la conciencia personal en cuanto tiene de racional comprensión de la realidad.
Publicado por: Witness | 01/02/2012 17:13:24
Considero muy acertado recordar a Pollini en su aniversario. Fantástico. No obstante, hay tantos grandes pianistas que, casi, habría que hablar de interpretaciones y estilos. Es muy difícil encontrar una "cata vertical", intérpretes que toquen pausado y profundo, que sean, a la vez, revulsivos, ardorosos, revolucionarios, o innovadores. Hay tantas posibilidades.... Pollini siempre será de los grandes. A mí me gusta especialmente interpretando Chopin. Déjeme, de paso, mencionar a unos de mis favoritos, un tanto heterodoxo, pero sorprendente, para bien: Boris Berezovsky.
Publicado por: Ángel | 01/02/2012 10:23:07
No puedo por menos que evocar, al hilo de esta excelente entrada sobre Maurizio Pollini en El Concertino, la certera definición que del pianista milanés hizo Artur Rubinstein, Presidente del Jurado que otorgó el Premio Chopin de Varsovia a un joven Pollini de 18 años, cuando le dijo :"Toca Usted mejor que cualquiera de nosotros" En aquel tribunal se encontraban figuras de la talla de Heinrich Neuhaus y Nadia Boulanger. Han pasado desde entonces 52 años y la frase de Rubinstein, vista desde esta perspectiva temporal, no puede por menos que ser considerada visionaria.
Sus conciertos y recitales con Claudio Abbado en fábricas o su premier en España con motivo de un acto político del PSUC en 1977 hablan de su vinculación con el compromiso social y político desde una posición de izquierdas. Larga vida al Maestro y que nosotros podamos seguir disfrutando de su música.
Publicado por: Manuel López-Benito | 31/01/2012 12:58:41