Los ganadores de esta edición del concurso de canto Francesc Viñas.
Concluyó el domingo en Barcelona el 49º Concurso Internacional de Canto Francesc Viñas con el tradicional concierto final de los ganadores en el Liceo. Es el gran test final, el momento para saber si el proceso de eliminación de candidatos durante las pruebas anteriores ha sido el adecuado, pues ahora se trata ya de cantar con acompañamiento orquestal en un teatro de ópera. Y sí: la soprano moldava Olga Busioc, que interpretó la escena de la carta del Eugène Onegin, de Chaikovski, y el aria de la luna de la Rusalka de Dvorak, acreditó poseer una voz potente, bien timbrada y suficientemente dúctil como para hacerla llegar sin problemas al último piso. Buen primer premio que además consolida una trayectoria ascendente, pues ya en la pasada convocatoria de Operalia esta cantante obtuvo uno de los galardones. Lo mejor de todo es que tiene 25 años. Es decir, mucho camino por delante.
Los hombres no han brillado a la misma altura en esta convocatoria del Viñas: quedó desierto el primer premio. Lo que no quiere decir que el segundo y el tercero fueran nada desdeñables. El barítono turco Orhan Yildiz ofreció una muy plausible Canción de la Estrella del Tannhäuser (y ya en la prueba final del viernes había interpretado el aria di sortita del Fígaro rossiniano con notabilísimo desparpajo). En cuanto al coreano Chae Wook Lim, también barítono, se llevó con autoridad el tercer premio, pero sobre todo el premio especial de la categoría oratorio-lied, que es a la que se presentaba: posee una voz bellísima para este género. La indiscutible maestría de Fischer-Dieskau se dejó sentir los acentos de este joven artista.
Hubo también dos segundos premios femeninos. Uno, para la británica Jessica Muirhead, ya más veterana, que encandiló a los liceístas –teatro lleno, según la costumbre- con el mozartiano Porgi amor, pero sobre todo con la gran escena final de La Traviata. El otro segundo premio fue para la coreana Ju Young Hong, que interpretó una muy plausible aria de la Mimí pucciniana. Dos premios extraordinarios, el del Grupo de Liceístas del 4º y 5º piso y el Plácido Domingo para un cantante español, se lo llevaron respectivamente Miriam Zubieta y Anna Tobella.
Ha sido, no obstante, una edición triste del Viñas, pues ha faltado María Vilardell, fallecida el año pasado. Nieta del tenor e hija del fundador del concurso, María Vilardell estuvo al frente de sus destinos desde 1967. Su figura y genio fueron evocados por el catedrático de la Universidad de Barcelona, Josep Lluís Vidal, el cual le dedicó el pregón del certámen, que tuvo lugar en el Ayuntamiento de Barcelona el sábado 14 de enero, antes de que un recital de la contralto polaca Ewa Podles –segundo premio Viñas de 1981- diera por oficialmente inaugurada la convocatoria. Pedagoga, fundadora de la sociedad Amics del Liceu y notable pianista, discípula de Frank Marshall en la misma acedemia en la que se formó Alicia de Larrocha, Vilardell fue de nuevo recordada en el concierto final del Liceo del domingo, donde pudo escucharse una grabación suya de un preludio de Rachmaninov. Por fortuna su herencia al frente del concurso queda asegurada en sus hijos.
El Liceo vive momentos tensos. A la entrada del concierto final del Viñas un centenar largo de trabajadores del teatro protestaba por los recortes presupuestarios y los rumores de cierre del teatro durante dos meses, entre marzo y junio, lo que supondría la cancelación de tres títulos de la programación -Una tragedia florentina y El enano, de Alexander Zemlinsky, y Pelléas et Mélisande, de Debussy- y un posible ERE aplicado a la plantilla, de 390 empleados. Malos tiempos también para la lírica.
Nota final para esta nueva sección digital de EL PAÍS, dedicada a la música. Su título genérico, El concertino, es suficientemente elástico como para permitir combinar la crónica de conjunto, como ha sido el caso de esta primera entrega, con la crónica solista -más “de autor”- que irá alternándose en siguientes artículos.
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