Pese a la crisis del disco y el colapso en la venta de música en general, muchos se han lanzado al contrasentido aparente de calificar esta época como la más musical de la historia. Internet y la proliferación de actuaciones en directo a la que ha obligado el desplome del negocio discográfico (aunque el sector de la música en vivo tampoco escape a los achuchones económicos y los recortes) han despertado, indudablemente, el interés del público por la música. También debe haber contribuido, aunque sea poco, la temeraria carrera de los Ayuntamientos por tener un auditorio y una orquesta en cada rincón de España. Uno de los extraños fenómenos que lo corroboran es el auge -relativo, eso sí- de la venta de libros que abordan esta disciplina artística. Los ensayos históricos o de estética de la música han ido invadiendo las librerías españolas; en algunos casos, hasta en las mesas de lo más vendido. Una corriente insólita si atendemos al grado de especificidad del género. Este apetito por la literatura musical afecta tanto a editoriales especializadas, como Global Rhyhtm, como a firmas de libros generalistas del tipo de Seix Barral.
Precisamente, esta casa es la responsable, en parte, de un cierto resurgimiento del interés del gran público por libros relacionados con la clásica. El lanzamiento en 2009 de El ruido eterno, de Alex Ross, fue una sorpresa que se instaló en las listas de los más vendidos y todavía sigue despachando ejemplares en su 12ª edición. La apasionante obra, un recorrido por la música del siglo XX y el contexto histórico e ideológico que articuló su contenido, se convirtió en una suerte de best seller entre apasionados y simples curiosos. “El interés por los libros de música ha existido siempre. Pero quizá el libro de Alex Ross recuperó una tendencia que estaba un poco de capa caída. Faltaban títulos que pusieran la música tan al alcance del público general. El ruido eterno tenía un contenido elevado, porque no deja insatisfecho al público especializado. Pero contextualiza los temas suficientemente para que todo el mundo pueda disfrutarlo”, opina Elena Ramírez, editora de Seix Barral.