por JESÚS RUIZ MANTILLA
El músico Fernando Argenta, hijo del fallecido Ataulfo Argenta, la intérprete Teresa Berganza y el pianista Joaquín Achucarro, durante el homenaje que se ha oficiado en el Festival Internacional de Santander (FIS) con motivo del centenario del nacimiento de Ataulfo Argenta. EFE/Alberto Aja
Este titular, más propio de la diaria basura vespertina del ¡Sálvame! telecinquero, tiene que ver con otros detritus pertenecientes al pasado musical. Encaja también con un sálvese quien pueda después de lo que ha ocurrido esta semana en Santander. La cancelación del último concierto previsto para cerrar el Festival Internacional cántabro de este año ha hecho saltar el escándalo.
Se venía fraguando desde el año pasado. La destitución muy mal digerida de la antigua dirección del festival -José Luis Ocejo y Emilia Levi, 33 ediciones en el cargo- ha terminado por zancadillear en el área a la que se estrenaba este año –Jaime Martín y Valentina Granados- con un penalti en el último minuto. El día 24 debía haber bajado el telón la orquesta de La Scala de Milán, dirigida por Semyon Bychkov. Días antes anunciaban en su página web que lo cancelaban. ¿Qué pasó?
Las explicaciones pertinentes las ofrecerán con papeles los responsables del FIS en una rueda de prensa. Pero si lo resumimos, no es más que una pataleta que no tendría el mayor interés si no fuera porque en medio se ha esquilmado una buena cantidad de dinero público.
No era el concierto de La Scala el que hubieran elegido Martín y Granados para cerrar su primer año. Pero el mismo día en que a José Luis Ocejo se le comunicó su cese por parte de las autoridades, éste se apresuró a firmar unos pagarés -278.000 euros- a nombre en su mayoría de la empresa Armonía, perteneciente a su agente de cabecera, Sorin Melinte.
Intentó así que no se desbaratara lo que ya tenían apalabrado al menos una temporada más y perpetuar con ello la patética programación –plagada de orquestas de Europa del este de cuarta categoría, figuras en declive y espectaculillos para acompañar el bostezo de un público poco o nada exigente- que han devaluado el festival santanderino a la cola de los acontecimientos culturales en España.
Los pagarés incluían, entre otras cosas de risa, el concierto inaugural de este año a cargo de la Royal Philharmonic Orchestra, así como el de clausura. Según la dirección del FIS fueron cobrados por Melinte, cosa que el agente rumano niega. El caso es que ambas orquestas no recibieron sus correspondientes cantidades. El concierto inaugural pudo celebrarse solo porque la nueva dirección, muy desesperada, efectuó un pago extra para que tuviera lugar, además de lo ya desembolsado. El último, antes de que tuviera que ser atendido dos veces, gastos de transporte incluidos, se ha cancelado con el correspondiente sonrojo –no para el FIS, sino, en principio, para el agente- que ello supone.