Wagner y Verdi: despedida de un bicentenario en Valencia

Por: | 12 de noviembre de 2013

Valquiria

Un momento de la Valquiria que de la Fura dels Baus.

Por JESÚS RUIZ MANTILLA

No me cabía en la cabeza mejor manera para ir rematando el bicentenario de los dos monstruos que acercarme a Valencia a aprovechar este fin de semana. El sábado reponía el Palau de les Arts La valquiria con el multipremiado montaje de la Fura dels Baus y Zubin Mehta en el foso. El domingo repetía el maestro indio con La traviata, también celebrada mundialmente en el montaje de Willy Decker, que consagró a esa estrella actual de la ópera que es Anna Netrebko cuando lo estrenó en Salzburgo hace ya una década.

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La gran semana de Heras-Casado

Por: | 09 de noviembre de 2013

Pablo Heras Casado (119) BYN

Pablo Heras-Casado, durante los ensayos de esta semana en el Met.

Debutar en el Met de Nueva York debe de impresionar. Pero pretender ofrecer una visión personal del Rigoletto de Verdi, una de las piezas que más habrá interpretado su orquesta, es todavía más complicado. El español Pablo Heras-Casado, consolidado ya en el circuito internacional como uno de los directores de orquesta jóvenes con más proyección del mundo, se encuentra en esa tesitura. El lunes debuta en el teatro neoyorquino al frente de una formación profundamente moldeada por los gustos de James Levine y con escaso tiempo para inculcarles su visión de la obra. Pero Heras-Casado está con fuerza. Esta misma semana ha sido distinguido como director del año por la revista Musical America y tiene agenda e importantes compromisos para los próximos años. Antes de este debut, hablamos con él unos minutos por teléfono mientras se encuentra hace un receso en su apartamento de Nueva York.

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Brendel o el sublime al revés

Por: | 07 de noviembre de 2013

Brendel

Alfred Brendel, en un tren entre Barcelona y Madrid el pasado lunes. / Massimiliano Minocri.

La ironía suele dejarse caer por las conversaciones de Alfred Brendel. Más bien su refinado sentido del humor en sus variadas formas. También la indisimulada carcajada, como puede observarse en la foto (arriba) del viaje en tren que realizó el lunes entre Madrid y Barcelona. Así que sería extraño que el legendario pianista, retirado de los escenarios desde 2008, no hubiese investigado sobre ese sutil componente psicológico en la música que le ha acompañado todos estos años. Y ya van 82. Anoche, en su faceta de conferenciante –que compagina con la de músico y escritor- realizó una exposición, en el marco de la vibrante y ecléctica programación de esta temporada del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM), con ejemplos prácticos al piano (en una de las raras ocasiones que se le puede ver al teclado), de cómo el humor, o la comicidad, ha impregnado algunas de las grandes obras de compositores como Haydn o Beethoven. O de cómo en otros donde cabría esperar ese elemento a raudales, como Mozart, su detallada exploración permite apenas encontrar algún rastro de ello. Una rebelión en toda regla contra cierta seriedad imperante en la música.

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Wolfgang Rihm revela algunas claves de 'La conquista de México'

Por: | 16 de octubre de 2013

La conquista
Moctezuma es una mujer. Hernán Cortés un conquistador atormentado y la histórica masacre de los aztecas a manos de los españoles se produce en un plano psicológico. Así transcurre la hora y cincuenta minutos de La conquista de México, en el Teatro Real hasta el 19 de octubre, del compositor alemán Wolfgang Rihm. Una compleja pieza que se estrenó en 1992 y que parte de un hecho histórico que cambió el mundo y de algunos textos de Antonin Artaud y Octavio Paz. El compositor, a causa de la diabetes que padece no pudo asistir a los ensayos ni al estreno en Madrid. Nos quedamos sin su interpretación verbal de la obra. Pero muy amablemente ha contestado por mail (fax y escritura de puño y letra mediante) a un breve cuestionario sobre algunos aspectos de la obra. Esto es lo que piensa Wolfgang Rihm, sin duda uno de los compositores contemporáneos más importantes.

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El siglo XX es de The Beatles

Por: | 08 de octubre de 2013

 

Beatles

Con motivo de el especial de The Beatles que lanza EL PAÍS, analizamos desde El concertino la influencia del grupo de Liverpool en el siglo XX extendida al concepto universal de música. ¿Sacrilegio?

Por Jesús Ruiz Mantilla

Por mucho que se empeñen las élites, las canciones del grupo son ya los grandes clásicos del siglo pasado.

A estas alturas, ni siquiera sería necesario revisar el concepto de clásico para convenir que The Beatles lo son. Pero no de una época efímera y de consumo rápido, no del subproducto o de la marginalidad, sino de la historia de la música con mayúsculas. Resulta burdo y cansino discutir que, ante todo, la firma Lennon & MaCcartney debe reservarse al panteón donde figuran los nombres más destacados de este arte. No sólo por una razón de reconocimiento popular –como el que pudieron gozar Mozart o Beethoven o Verdi en su época- sino por una mera cuestión biológico musical.

Durante siglos, las diferentes formas de expresión en la música se fueron exprimiendo y agotando. Los conciertos, las sonatas, las sinfonías, tuvieron su edad dorada, su desgaste, su callejón sin salida. Marginalmente, desde el Medievo hasta el siglo XX, la canción, como forma, fue creciendo en menor medida.

Pero esa mágica manera de expresar emoción, sentimiento, reflexión a medio camino entre el poema y el mero acompañamiento armónico tuvo su época de esplendor. Desde el lieder decimonónico –una intimísima seña de identidad romántica- hasta hoy, la canción ha definido la historia presente de la música. El jazz –muy pendiente de otros desarrollos- le otorgó un lugar entre sus preferencias, pero fue el pop quien la ensalzó al trono de su modelo de expresión.

Fueron The Beatles quienes canonizaron la canción por los siglos de los siglos. Primero con un aliento popular, pero después –en la gloriosa época de encierro experimental, que les mantuvo apartados de las masas, pero en connivencia con la más absoluta vanguardia entre 1967 y 1970- no dejaron de probar ni de sentar las bases de nada que no se haya repetido después hasta la saciedad en los 50 años siguientes.
Desde el completo desarrollo de identificación emocional a la mezcla entre lo armónico y lo disonante, la experimentación de The Beatles fue insuperable en ese ámbito. Revolucionaron la orquestación, se adentraron en lo atonal sin complejos, siguieron los rastros tanto de Schubert como de Stockhausen –en canciones aparentemente inocentes y tan salvajes como Strawbery fields, All you need is love o I am the walrus- sin solución de continuidad y marcaron una época.

Fueron 4 años gloriosos que comenzaron antes tímidamente con Rubber Soul, siguieron con Revolver y una declaración de guerra como es la última canción de ese álbum –Tomorrow never knows- hasta desembocar en la obra maestra de Sgt Peppers, seguir con el Magical Mystery Tour, el álbum Blanco o Abbey Road hasta la más ligera ruptura de Let it be, donde se encomiendan a la virgen. Más no se puede dar. Más no se puede pedir, salvo reconocerles el lugar de oro que ocupan ya en la historia de la música como auténticos clásicos.

El 'caso Mortier', camino de una resolución

Por: | 18 de septiembre de 2013

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La fulminante destitución de Gerard Mortier al frente de la dirección artística del Teatro Real el miércoles pasado, justo en el momento en que se encuentra tratándose de un severo cáncer en Alemania, ha logrado algo insólito durante estos cuatro años: poner de acuerdo por primera vez a mortieristas y antimortieristas. No ha gustado la manera en que se ha liquidado su etapa. Aunque todo el mundo supiera desde el principio que la historia podía acabar muy mal. O por muy inaceptables que fueran para el ministerio de Cultura las declaraciones que hizo en EL PAÍS advirtiendo de que se marcharía si le imponían a su sucesor y se recchazaba abrir un proceso reglado. Se esperaba algo más elegante. Pero en esta partida había demasiados elementos en juego.

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Madrid se cubre de vergüenza

Por: | 13 de septiembre de 2013

Mortier

Gerard Mortier, en el vestíbulo del teatro Real en 2008. / Bernardo Pérez

Por Norman Lebrecht

El despido de Gerard Mortier como director del Teatro Real es uno de los episodios más feos de la historia de la ópera moderna.

Mortier, que nunca ha tenido un carácter fácil, se ha ganado enemigos a montones por donde quiera que ha ido (Bruselas, Salzburgo, Nueva York, París) y habrá muchísimos que se alegrarán de su caída (aquellos a quienes ha ofendido con su conducta prepotente y muchos más que detestan su estilo de producción posmoderno). Puede que sus enemigos incluso compartan una secreta sonrisa burlona de satisfacción por el modo en que se ha producido su destitución: se dejó que fuesen los periodistas quienes le contasen al director que lo habían echado, porque el Real no podía tomarse la molestia de informarle de forma apropiada y digna. Mortier siempre ha sido bueno utilizando los medios de comunicación para salirse con la suya. Algunos dirán que le han hecho tragarse su propia medicina.

Sin embargo, hay dos aspectos del despido que repugnarán a todos aquellos que piensan en lo que más conviene a la ópera, y a Madrid. En primer lugar, el aspecto humano. La semana pasada, Mortier anunciaba que le estaban tratando de un cáncer en Alemania. Esperaba seguir en el puesto hasta 2016 y le habían asegurado que sus perspectivas de supervivencia eran buenas. Despedir a un hombre cuando está luchando por su vida es indecoroso, poco cristiano e indigno de una organización que afirma representar el lado espiritual de una ciudad y un país. El Teatro Real se ha cubierto a sí mismo y a la ciudad de Madrid de vergüenza e ignominia.

Cuando los abogados de Mortier argumenten que se trata de un despido improcedente, no habrá un solo juez honrado en toda Europa que rechace su demanda por daños con agravantes. Esto va costarle muy caro al Real.

Pero el dinero es lo de menos. En los tres últimos años, Gerard Mortier ha proporcionado a la ópera en España más relevancia de la que ha tenido en los tres últimos siglos. Las nuevas producciones, las coproducciones, los estrenos mundiales – el próximo de Brokeback Mountain - han puesto al Teatro Real en el lugar en el que quiere estar: junto al Real Madrid, en lo más alto.

El despido de Mortier condena al Real a un descenso inmediato. Su sucesor, Joan Matabosch, de Barcelona, es un administrador competente, pero la cama en la que se mete todavía conserva el calor de su anterior ocupante. A Matabosch le va a costar que se olviden las desagradables circunstancias de su nombramiento. Aunque fuese Max Reinhardt o Luis Buñuel, nunca reavivará la llama de renovación que Mortier ha traído al Real. Madrid ha marcado un escandaloso gol en propia puerta, uno que va a seguir atormentándola durante muchos años.

* El despido de Mortier y la contratación de Matabosch.

* Entrevista con Gerard Mortier: "No me querían aquí, lo sé hace tiempo"

¡Escándalo en Santander!

Por: | 27 de agosto de 2013

por JESÚS RUIZ MANTILLA

 

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El músico Fernando Argenta, hijo del fallecido Ataulfo Argenta, la intérprete Teresa Berganza y el pianista Joaquín Achucarro, durante el homenaje que se ha oficiado en el Festival Internacional de Santander (FIS) con motivo del centenario del nacimiento de Ataulfo Argenta. EFE/Alberto Aja

Este titular, más propio de la diaria basura vespertina del ¡Sálvame! telecinquero, tiene que ver con otros detritus pertenecientes al pasado musical. Encaja también con un sálvese quien pueda después de lo que ha ocurrido esta semana en Santander. La cancelación del último concierto previsto para cerrar el Festival Internacional cántabro de este año ha hecho saltar el escándalo.

Se venía fraguando desde el año pasado. La destitución muy mal digerida de la antigua dirección del festival -José Luis Ocejo y Emilia Levi, 33 ediciones en el cargo- ha terminado por zancadillear en el área a la que se estrenaba este año –Jaime Martín y Valentina Granados- con un penalti en el último minuto. El día 24 debía haber bajado el telón la orquesta de La Scala de Milán, dirigida por Semyon Bychkov. Días antes anunciaban en su página web que lo cancelaban. ¿Qué pasó?

Las explicaciones pertinentes las ofrecerán con papeles los responsables del FIS en una rueda de prensa. Pero si lo resumimos, no es más que una pataleta que no tendría el mayor interés si no fuera porque en medio se ha esquilmado una buena cantidad de dinero público.

No era el concierto de La Scala el que hubieran elegido Martín y Granados para cerrar su primer año. Pero el mismo día en que a José Luis Ocejo se le comunicó su cese por parte de las autoridades, éste se apresuró a firmar unos pagarés -278.000 euros- a nombre en su mayoría de la empresa Armonía, perteneciente a su agente de cabecera, Sorin Melinte.

Intentó así que no se desbaratara lo que ya tenían apalabrado al menos una temporada más y perpetuar con ello la patética programación –plagada de orquestas de Europa del este de cuarta categoría, figuras en declive y espectaculillos para acompañar el bostezo de un público poco o nada exigente- que han devaluado el festival santanderino a la cola de los acontecimientos culturales en España.

Los pagarés incluían, entre otras cosas de risa, el concierto inaugural de este año a cargo de la Royal Philharmonic Orchestra, así como el de clausura. Según la dirección del FIS fueron cobrados por Melinte, cosa que el agente rumano niega. El caso es que ambas orquestas no recibieron sus correspondientes cantidades. El concierto inaugural pudo celebrarse solo porque la nueva dirección, muy desesperada, efectuó un pago extra para que tuviera lugar, además de lo ya desembolsado. El último, antes de que tuviera que ser atendido dos veces, gastos de transporte incluidos, se ha cancelado con el correspondiente sonrojo –no para el FIS, sino, en principio, para el agente- que ello supone.

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Día 4: Plácido y Netrebko, ovacionados

Por: | 11 de agosto de 2013

por JESÚS RUIZ MANTILLA

 

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Plácido Domingo y Anna Netrebko, en Salzburgo./ SILVIA LELLI

Con la electrizante descarga de poderosa energía que los niños venezolanos habían dejado en la Felsenreitschule, la misma sala donde actuaron por la mañana, aparecieron por la tarde Anna Netrebko y Plácido Domingo para ofrecer en versión concierto Giovanna D'arco. Salieron ovacionados.

Era la segunda de las tres sesiones que tienen previsto cantar en esta edición. La primera fue el pasado día 6 y se despedirán el martes 13. Pero no parece que teman al mal fario. Ni ellos ni el espléndido tenor Francesco Meli, que les acompaña en un trío de los que están causando sensación en esta edición de Salzburgo.

Las dudas a priori venían de parte del español. Una embolia pulmonar le había obligado a cancelar sus representaciones de Il Postino' en Madrid y nadie sabía muy bien a principios de agosto si llegaría con fuerzas para cantar junto a estas dos especie de Ferraris que son Netrebko y Meli.

La rusa, sinceramente, está en un momento de gloria y cambio hacia papeles de mayor poso dramático. Esta Juana de Arco, concebida por Verdi para Erminia Frezzolini -otra soprano en el mismo proceso de transformación allá por 1845, cuando se estrenó la ópera en Milán-, le sienta bien. A su voz por un lado, y al perfil guerrero de una soprano, que según ella misma confiesa, le gusta matar el tiempo a veces, tirando con Kalashnikov por el campo.

Las razones de la ovación son poderosas. No hubo ninguna división de opiniones. Ni para la discreta pero efectiva dirección de Paolo Carignani al frente de la Münchner Rundfunkorchester y el Coro de la Filarmonia de Viena, ni mucho menos para los cantantes.

En el caso de Meli fueron merecidos por su línea rigurosa y elegante. En Netrebko, por mostrarse sobresaliente en todo: en su poderío, en su lirismo, en su potencia, en su fraseo, en el contundente empeño por demostrar que de esta meditada metamorfosis saldrá más fuerte si cabe. Los aplausos le cayeron también por su magistral y elegante manera de compartir escenario junto a Domingo. Un detalle gustó al público. La soprano, a quien correspondía saludar en último lugar, quiso ceder ese espacio a Plácido. El madrileño se negó, pero ahí quedó ese magífico gesto de respeto por parte de Netrebko.

En cuanto a Domingo... Dice el cantante que seguirá encima de los escenarios hasta que Dios quiera. No sé cuántos años llevan los cronistas culturales preguntándole por la fecha de su retirada. Recuerdo lo menos 15 temporadas con la misma cantinela. Ya él ha renunciado a poner fecha y de paso ha establecido un nuevo tono de voz en la disciplina operística, entre barítono y tenor, para que pueda seguir por muchos anos cantando.

No se puede asegurar que a estas alturas sea una cosa ni otra. Pero sí es Plácido y con tal de ver a la leyenda sobre el escenario, el público le pasa todo. No lo hace en vano. Ni gratis. Él lo devuelve con esfuerzo, tesón y da gusto contemplarle en esta etapa final, ganando, como un viejo león, la batalla de cada representación al límite pero sin desmerecer, ni siquiera frente a dos artistas en estado de gracia como son Meli y Netrebko.

La lección de coraje, de entrega dada por Domingo estos últimos años, con 3.600 representaciones a sus espaldas y 142 papeles en la cartera, en vez de correr el riesgo de dejarnos una imagen dañada, engrandece la leyenda. Será algo que podamos contar a nuestros nietos. Salzburgo se lo agradeció anoche en pie, como requiere la presencia de los mitos.

Día 3: Wagner, entre Shakespeare y 'Toy Story'

Por: | 10 de agosto de 2013

por JESÚS RUIZ MANTILLA

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Un momento de la representación de Los maestros cantores de Núremberg, en Salzburgo.

En realidad, Richard Wagner quería hacer una comedia. Pero le salió el tiro por la culata. Empezó a echar mano de la necesaria obsesión naciente por dar cuenta al mundo de que desde la joven Alemania se fraguaría un arte de caerte de culo, el señor no le alumbró con la a veces conveniente capacidad de síntesis necesaria para ciertos casos y parió una ópera de casi seis horas en la que contaba la historia de una especie de Operación Triunfo donde u nos maestros guardaban las esencias de la música y la poesía en un pueblito idílico del norte europeo. Siempre he pensado que la única manera de tragarse Los maestros cantores de Núremberg en nuestra época es echándole sentido del humor. Como a la lengua alemana, contagiada y aniquilada por la rabia del nazismo y resucitada en su noble dignidad después por el talento de escritores como Günter Grass –como bien sostiene George Steiner en ‘Lenguaje y silencio’- esta ópera de Wagner sufrió la difícil marca de superar el ser uno de los títulos más estilados en los campos de concentración nazis. Eso le podía haber costado su entierro eterno, pero visiones como la de ayer, por parte del músico Daniele Gatti y del director de escena Stefan Herheim, la llenan de sentido.

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El Concertino

Sobre el blog

Una visión de la música culta para el siglo XXI. Valores, desafíos, debates, tendencias y análisis de la mano de los periodistas de EL PAÍS. Un blog para vivir y disfrutar de la ópera y la clásica. Textos para saber más y, sobre todo, para acercarse hasta donde permiten las palabras a la emoción de la música.

Sobre los autores

Daniel Verdú. Periodista de la sección de Cultura.

Jesús Ruiz Mantilla.Periodista de El País Semanal.

El País

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