El correo del Zar

Sobre el blog

Las noticias e historias que cabrían en el portapliegos (sabretache) de Miguel Strogoff - y no olvidemos que además de ser visceral y romántico el correo del zar de la novela de Julio Verne pasa mucho rato ciego -. Aventuras de toda clase y especie, hechos extraños, sucesos extraordinarios, exploraciones, gestas universales e íntimas, grandes y pequeños personajes - valientes y cobardes (más de estos), fieles y traidores-. Arqueología, historia natural, historia militar, obras de teatro, películas, esgrima, rugby, arquería y todo aquello que pueda conmovernos tratado con pasión y algún punto de humor e ironía.

Sobre el autor

Jacinto Antón

es redactor de cultura de El País desde hace 27 años. Ganó en 2009 el primer Premio Nacional de Periodismo Cultural que concede el Ministerio de Cultura. Es autor de Pilotos, caimanes y otras aventuras extraordinarias (RBA, 2009). Presenta el programa de TVE "El reportero de la Historia".

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Cruceros y submarinos: dramas en el mar

Por: | 31 de enero de 2012


Titanic

Que la tragedia del Costa Concordia coincida con el año del centenario del hundimiento del Titanic parece una verdadera jugarreta macabra del destino. Todo hacía prever que el aniversario iba a pasar entre nostálgicas conmemoraciones, con la vaga intranquilidad casi placentera que producen las catástrofes lejanas y muchos libros, y resulta que los desastres marítimos están más de actualidad que nunca. Me pregunto con qué espíritu se tomarán ahora su singladura los pasajeros de los dos cruceros programados para hacer la misma ruta del Titanic en las mismas fechas del malhadado viaje original. Imagino que habrá algunas bajas, aunque detecto una ofensiva publicitaria de las empresas de cruceros por subrayar que no hay manera más segura de pasar unas vacaciones que la suya (incluso apuntan que es un lugar ideal para hacer nudismo).

     la iniciativa de rememorar el trayecto del Titanic tenía su aquello: en uno de los cruceros te ofrecían los mismos menús del condenado buque y podías ir caracterizado de pasajero (o polizón, más barato imagino) de época. Sin duda la noche del fatídico aniversario, el 14 de abril a las 23 horas, las copas se servirán con mucho hielo... A mí no me pillarán a bordo, a no ser que este diario me obligue a ir de enviado especial al Titanic, eventualidad improbable con la que está cayendo, ni siquiera en tercera disfrazado de emigrante irlandés sin derecho a bote. Pero es bonito imaginar qué papel encarnaría uno en semejante travesía. ¿Un rico como John Astor o Benjamin Guggenheim?, ¿un cobarde como el insumergible Joseph Bruce Ismay?, ¿un músico?: con mi oído, no creo. Lo más prudente, estadísticamente, parece ser disfrazarse de mujer -alguno lo hizo- o niño de primera clase: el 94 % se salvaron (solo murió una niña rica, Lorraine Allison).  En tercera clase, en cambio, la mortalidad ascendió al 75 %.

     Entre las cosas interesantes que se han señalado estos días al comparar el Costa Concordia y el Titanic está, aparte de que parece más fácil chocar con un iceberg que con una isla, el hecho de que el primero se hundió a oscuras y el segundo con todas las luces encendidas (y la música sonando). Claro que eso fue porque los fogoneros del Titanic estuvieron echando carbón en las calderas hasta el final, ahogándose todos (como los músicos).

     En la comparación de los capitanes, Schettino solo parece ganar a Edward John Smith en el número de rubias en el puente de mando. El capitán del Titanic se hundió con su barco -las circunstancias exactas se desconocen: hay incluso quien sostiene que se pegó un tiro-.  Quince actores lo han encarnado en la ficción, entre ellos George C. Scott. Mientras que a Schettino de momento solo lo interpreta él mismo. la estatua de Smith en Lichfield, Staffordshire, luce una palaca que recuerda la memoria y el ejemplo de un hombre de gran corazón, de vida valiente y heroica muerte, y añade de manera algo abrupta: "Be British". A mí me conmueve más su epitafio en un viejo monumento neoyorquino: "Faithful in duty. Friendly in spirit. Firm in command. Fearless in disaster. He saved women and children and went down with his ships".

     Birkenhead
Mientras rumiamos esas palabras, pensando qué difícil es que alguien nos las dedique algún húmedo día, acompáñenme en un recorrido por otros hundimientos. El más ejemplar de los que conozco es, claro, el de HMS Birkenhead, el paradigma de lo que han de hacer los hombres valientes cuando el barco se hunde (en resumen: ahogarse). Se trataba de una fragata británica convertida en transporte de tropas que se fue a pique el 26 de febrero de 1852 cerca de Ciudad del Cabo, frente a Danger Point (!), tras chocar con una roca que no figuraba en los mapas. Como ya es un clásico en estos casos, no había suficientes botes, etcétera. Así que los soldados y oficiales del 73 Regimiento de Infantería, todo casacas rojas, sables y tambores, permanecieron en cubierta formados mientras las mujeres y niños de a bordo (familias de los militares) subían a las lanchas y se ponían a salvo. La disciplina llegó hasta el punto de que los soldados continuaron sin romper filas mientras el agua subía, a fin  de no poner en peligro con una estampida de nadadores la estabilidad de los botes en que se balanceaban las mujeres y niños. Como diría Kipling, que ponía un verso allí donde había una épica, "So they stood". 

     Es notorio que el desastre contribuyó a lanzar el protocolo de "las mujeres y los niños primero", aunque parece que la frase no fue acuñada como tal hasta 1860 (el asunto es objeto de debate). 

     Lermontov
Desde que ha sucedido lo del Costa Concordia -bien, no les engañaré: desde que navego con mi cuñado (como lastre)- tengo siempre a mano Naufragés, comment survivre en mer (Filipacchi), de Xavier Maniguet, que es, el autor, un médico de la marina francesa, especialista en supervivencia en el mar y, cito la contraportada, en la que aparece luciendo una pinta que ni Lord Jim, comandante de reserva en la Royale, piloto, paracaidista, buzo y escritor, qué tío. Tendremos ocasión en este blog de comentar cosas como la manera de no atraer tiburones o la mejor forma de consumir tu orina, pero ahora quisiera pasar revista a algunos de los naufragios que destaca el amigo Maniguet. Cito el Poseidon solo por su sonoro e inquietante nombre, aunque el real era un submarino británico abordado por un pesquero japonés. Pero el que me ha impresionado mucho es el hundimiento del Mikhail Lermontov y no solo porque soy un apasionado fan del homónimo poeta ruso, oficial del regimiento de húsares de la guardia imperial del zar  ("y lleno de inquietud buscaba las tormentas como si en ellas encontrase calma y reposo") sino porque la peripecia del buque de ese nombre tiene un aire de la del Costa Concordia. 

     El  Mikhail Lermontov  era un crucero de placer soviético que el 17 de febrero de 1986 se hundió tras chocar con un arrecife perfectamente señalizado en el estrecho de la Reina Carlota en Nueva Zelanda. Hay dudas sobre las causas, incluso se sopesa el espionaje, pero parece que el culpable fue el piloto, un tal Jamieson,que, mientras el capitán Barobyov dormía, quiso ofrecer a los pasajeros (en su mayoría turistas australianos) una vista espectacular de la costa, ¡y vaya si lo logró! Según Maniguet, el percance se debió en cambio a que ambos, el capitán y el piloto, discutían en el puente sobre la maniobra sin apercibirse del peligro. El barco chocó a las cinco y media de la tarde a 15 nudos y sufrío una brecha de 12 metros en el casco. La tripulación trató de llegar con el barco haciendo agua a Port Gore (cierto, no parece el mejor destino), la bahía más cercana, pero a las 10.50 pm el barco se hundió de lado a 36 metros de profundidad, con el costado de babor a solo 14 metros de la superficie. De las 743 personas a bordo, 372 pasajeros, muchos de tercera edad, solo murió una: el ingeniero de refrigeración Pavel Zagliadimov, cuyo cuerpo nunca fue recuperado. La evacuación y el rescate fueron llevados a cabo de manera impecable y con gran éxito -aunque probablemente no lo consideraría así Zagliadimov-. Se sopesó reflotar el crucero pero dado el coste el buque ha quedado allí, donde, hogar de peces de todos los colores, es uno de los pecios de buceo más valorados del mundo.

     Uboat gorro

Y llegamos a los submarinos. Cuarta entrega de este blog y ya estamos hablando se submarinos nazis, vaya por Dios. En su libro Xavier Maniguet señala la gran dificultad de naufragar bien con un submarino y cita un caso que considera ejemplar de finura naval. Se trata, dice, del U-563, alcanzado por una bomba de avión cuando navegaba en superficie hacia Brest. El compartimento delantero fue sellado inmediatamente condenando a muerte a los que se encontraban allí y el sumergible se fue al fondo -para no salir- quedando a 30 metros de profundidad. Esperando ayuda, el capitán mandó reposo absoluto a la tripulación y consiguió mantener la calma a bordo. Tras la llegada de varias torpederas, se desarrolló la evacuación "como un ejercicio", con los tripulantes provistos de equipos de respiración individuales Draeger. Según Maniguet se salvaron todos los ocupantes supervivientes incluido un aviador que viajaba de pasajero y no había buceado en su vida. Un excelente ejemplo el del U-563, recalca nuestro marino francés escritor, de lo que se puede esperar de un salvamento "cuando es llevado a cabo con las cualidades cardinales necesarias en condiciones extremas: sangre fría, disciplina y adaptabilidad".

     Una historia como ven muy edificante (excepto para los marineros del mamparo de proa), con solo un problemilla. Cuando he tratado de verificar la historia en fuentes submarinistas (libros y la notable web uboat.net), resulta que el U-563 se hundió en 1943 en la bahía de Vizcaya con todos -el subrayado es mío- sus 49 tripulantes a bordo. Vamos que el amigo Maniguet o se ha inventado la historia o se ha equivocado de submarino. Cualquiera se fía ahora de la forma en que te recomienda beberte tu orina.

      El caso es que profundizando (!) en el tema del salvamento de tripulaciones de submarinos alemanes de la II Guerra Mundial (como si no tuviera nada mejor que hacer) he descubierto que hubo muy pocos casos de gente que escapara de esos ataúdes de acero cuando se iban al fondo. El método estaba desarrollado y los tripulantes lo practicaban en piscinas, pero no salía bien en la práctica. Vamos que la gente moría generalmente y de manera horrible. Apenas están documentados 12 casos de escapes de submarinos alemanes hundidos. El equipo Draeger, en cuyo invento participó Hans Haas, el Costeau austriaco, inolvidable autor de Manta, Teufel in Roten Meer (Manta, diablo del mar Rojo), consistía en una bolsa de oxígeno enganchada a una máscara y un respirador formando una especie de chaleco salvavidas.  El problema era, claro, que para salir del submarino hundido tenías que esperar a que se inundara a fin de que la presión exterior no impidiera abrir la escotilla, lo cual significaba que las baterías del submarino se mojaban desprendiendo venenoso gas de cloro. O sea que estabas muerto antes de poder salir. No obstante, en enero de 1945, en el U-1199 hundido a 73 metros, un tripulante consiguió abrir la escotilla de la torreta y salir usando el Draeger. En octubre de 1942, otros tres submarinistas trataron de escapar del U-512 a 43 metros, con el mismo equipo; solo lo logró uno...

     Acabó aquí esta desazonadora entrada del blog porque se me corta la respiración.

Draeger

¿Un Patusán para Schettino?

Por: | 28 de enero de 2012

Lord jim blog
"No hay nada que pueda salvarle. Es hombre al agua". La frase, pronunciada en el tribunal náutico que le juzga y le condena, mientras los punkhas impulsados por coolies abanican en el techo el aire pesado y pegajoso de Indonesia, no es sobre el capitán Francesco Schettino sino sobre otro marino caído en desgracia, el literario Jim, el protagonista de Lord Jim, de Joseph Conrad, histora basada en un caso real que fue un escándalo en su tiempo. En la novela, Jim es el piloto del Patna, embarcación tan distinta como pueda serlo una de otra del flamante Costa Concordia. A diferencia del glamuroso crucero mediterráneo, el Patna que se bamboleaba en los mares del lejano Oriente no era más que un vapor vetusto comido de herrumbre que transportaba a ochocientos musulmanes malasios en peregrinación a la Meca cuando topó con el destino.

     Me molesta comparar a Schettino con Jim y lejos de mi intención sugerir que el italiano pueda ser "uno de los nuestros", ¡por Dios!, ¡con esas maneras!: le veo bastante incapaz de vivir decentemente y ni te digo de morir bien, pero los paralelismos en ambos casos son notables. Como Jim, Schettino, hombre de punto flaco, ha faltado obviamente a su deber abandonando el barco; al deber y a la hombría. Su caso es más grave que el de Jim: el Patna, por un milagro, no llegó a hundirse y no murió nadie. Desde luego no fue gracias al capitán y la tripulación -entre ellos Jim-, que, como Schettino, se largaron a la primera de cambio dejando en la estacada al pasaje.

      Jim, como recordarán, presa de un súbido ataque de pánico -ha visto el pañol de proa inundado: su maldita imaginación hace el resto-, duda en la borda, agarrado al pescante como Hamlet a su libro,pero acaba saltando a uno de los escasos siete botes, insuficientes para todos los pasajeros, como en el caso del Titanic. Ese salto, esa caída, que yo siempre siento como propia, es el negro y mórbido núcleo sobre el que pivota toda la historia de Jim.  Me pregunto si Schettino, al que es sumamente improbable que alguien llame algún día Lord Francesco o Tuan Francesco, piensa hoy que abandonando el barco saltaba como Jim "al fondo de un pozo, a un hoyo profundísimo del que nunca más había de salir".

     Existen tantas clases de naufragios como hombres, escibió Conrad. Y Schettino no es Jim. La respuesta de este a la falta es asumir su responsabilidad, confesar su bajeza, a los demás y a sí mismo. Y buscar la redención, que le llega finalmente en forma de bala en el lejano Patusán. ¿Habrá leído Schettino Lord Jim o cualquier otro libro de Conrad? Le veo más de Moccia. En todo caso, si lo ha leído, no le ha aprovechado, Conrad. Las imágenes del Costa Concordia semihundido deben ser para el capitán italiano tan duras e humillantes, testimonio ante todo el mundo de su fracaso como marino y como hombre, como lo fue para Jim al llegar a puerto, rescatado y tras explicar la falsa historia del hundimiento consensuada con los demás tripulantes, del Patna flotando tan ricamente. Una estampa de la incompetencia y la indignidad.

      En la novela, Jim insiste en comparecer ante un tribunal, impide que se eche tierra sobre un asunto que avergüenza a todos los marinos desde el estrecho de Malaca hasta el mar de las Célebes y más allá. Quiere purgar, pagar, expiar. Perseguido por su deshonra y su conciencia encontrará una segunda oportunidad que, quiero creer, la vida ofrece a los que de verdad se arrepienten, y vuelve a medirse consigo mismo. 

     ¿Habrá un Patusán para Schettino? Me cuesta imaginarlo remontando un río salvaje en canoa armado de un viejo revólver y sorteando cocodrilos para apoyar decisivamente una revuelta contra un emir tirano en un reino remoto. Él es me parece de los que se dicen ante la deshonra: "Bah, ancho es el Pacífico, amigo". Pero claro, yo no soy Marlow ni Stein, esos grandes conocedores de los hombres. Y bastante me equivoco conmigo mismo.

¡Cuidado con los hipopótamos!

Por: | 18 de enero de 2012

Hippo attack
Me lo dijo el otro día Jorge de Pallejá, cazador arrepentido y escritor: "El único animal que me ha hecho correr de verdad en África es el hipopótamo". Es cierto, son animales peligrosísimos, aunque por su aspecto bonachón y pesadote nadie lo diría. En el zoo de Barcelona, que es como mi segunda casa, siempre me acerco un ratito a visitarlos. Les están montando instalación nueva pero hasta ahora viven y retozan a una distancia del público que siempre me ha parecido estremecedoramente corta visto cómo se las gastan.

El otro día observé como un tipo saltaba la pequeña valla, apenas unos listones bajos de tubo, que separa al público de su recinto y trataba de propinarle un cachete en el trasero a uno de los ejemplares, un verdadero monstruo de cerca de dos toneladas a ojo de buen cubero -imagino lo que haría con mi báscula-. Le afee la conducta al inconsciente individuo y le hablé de los ataques mortales que acostumbran a ocurrir en Caprivi, Namibia. Sin ir más lejos yo tuve un encuentro dramático (para mí) con un hipopótamo cuando recorría las orillas del lago Naivasha, en Kenia, sintiéndome Denys Finch Hatton redivivo. Era al atardecer y el bicho irrumpió por un sendero entre las cañas como una apisonadora. Pasó a distancia pero yo aún tengo palpitaciones. Me hubiera sido difícil escapar: corren a 30 kilómetros por hora y yo no tanto, aunque me persiga un hipopótamo.

En Dangerous creatures of Africa, uno de mis libros de cabecera, Chris Stuart no duda en recordar insistentemente que el hipopótamo es el herbívoro más peligroso del continente y responsable de más muertes que el elefante, el rinoceronte y el búfalo ¡combinados! Subraya que los colmillos del macho son capaces de partir a un hombre en dos, chas. Y que son criaturas impredecibles y temperamentales. Advierte sobre todo que no debes nunca caminar de noche cerca de  donde hay hipopótamos y si te encuentras uno no has de correr sino subirte a un árbol, aunque no haya. Otros consejos pueden parecer un tanto superfluos, "evite pescar de noche en áreas frecuentadas por los hipopótamos" y "si está en una canoa no se acerque a menos de 50 metros a un hipopótamo", pero ahí quedan.

Viene todo esto a cuento de la reciente noticia sobre la insólita presencia de un hipopótamo en Mallorca paseando tan ricamente por la calle. El artiodáctilo fue filmado por un asombrado transeúnte mientras trotaba por una acera de Son Ramonell, en el término de Marratxí. Resultó llamarse Pipo y formar parte del Circo Roma, a la sazón en la localidad. Las versiones divergen. Según algunas el animal se había escapado, según otras -la versión oficial del circo- lo habían sacado a pasear. Lo que hay que oír.  Se ve que también pasea el oso, que es uno que salía en un anuncio con Iniesta.  Los animalistas, contrarios como es sabido a la presencia de animales en los circos, han aprovechado para denunciar los hechos. Como si Pipo fuera Pinocho. El circo afirma tener los papeles en regla y cuidar bien a sus animales, pero, a la vista de todo lo precedente, no parece tranquilizador que el hipopótamo vaya por ahí suelto.

A fin de tener información de primera mano, llamé a nuestro hombre en Mallorca, Andreu Manresa, de cuya profesionalidad da fe el que, siguiendo como está el caso Urdangarín, no me colgara al instante el teléfono cuando pronuncié la palabra "hipopótamo". También es verdad que me conoce: hubiera vuelto a llamar. "Un ciudadano lo filmó y pasó las imágenes a la organización animalista Anima naturalis que pusieron el grito en el cielo". Desde el circo se sostiene que no hubo fuga -esa sí podría calificarse de gran evasión- sino paseo. Sea como fuera, y he ahí un titular, el hipopótamo iba sin traílla.

Iremos a Irkutsk

Por: | 18 de enero de 2012

Miguel Strogoff


Unas palabras previas sobre el hombre y la misión que inspiran este blog, Miguel Strogoff, en puridad Michel Strogoff, el oficial que da nombre a la novela de Julio (Jules) Verne sobre la que se han hecho varias películas (la mejor la protagonizada por Curd Jürgens, pero a mí me gusta más el Strogoff de John-Philip Law).

De entrada apuntar que tal y como está el mundo pienso ahora que tendría que haber optado por bautizar el blog -como sopesé- "Novedades desde el Patna" o "Las noticias de Lord Jim", por darle actualidad con la cosa náutica: ya me dirán si no es fuerte que un siglo después de la catástrofe del Titanic tengamos en primera página un hundimiento con discutible, y me quedó corto, comportamiento de la oficialidad. ¡Si el capitán Edward John Smith, que se hundió con su barco tras chocar con el iceberg fatal, levantara la cabeza!

En fin, con el sentido de la oportunidad que me caracteriza, mientras todo el mundo mira al mar yo estoy en la estepa, escribiendo de un tipo que galopa hace siglo y medio hacia la quinta leche (Irkutsk) para atajar a un traidor en una rebelión tártara. Paren máquinas. Ah, pero ¡cómo amamos a Strogoff! Su peripecia es de las más ejemplares y canónicas del género de aventuras. Cumple la misión, vence al malo (¡y qué malo: el renegado coronel Ivan Ogareff!, nuestro rival favorito junto con Rupert de Hentzau) y se lleva a la chica, no sin antes demostrar un amor filial enternecedor, recuperar la vista y matar un oso (el primer plantígrado ya lo había cobrado a los 14 años).

¿Que tiene que ver todo eso con el periodismo se dirán ustedes? Bueno, lo de correo, suena a cabecera de diario. Que sea del zar le da una nota histórica y romántica. Me gusta imaginar además la cantidad de noticias extraordinarias que habrá contenido el portapliegos de Miguel Strogoff que ya es un consumado veterano, con rango de capitán, de la unidad de élite de correos del zar, cuando le encargan el trabajito de Irkutsk y que, sin duda, continuó su brillante carrera después. Confiemos que algunas de las cosas que tratemos aquí no hubieran desentonado en el sabretache de Strogoff.

Miguel es asimismo un ejemplo de abnegación a la hora de cumplir con su deber de comunicar: trataré de imitarle, pero no esperen de mí que aguante las torturas del verdugo de Féofar- Khan ("¡regarde de tous tes yeux, regarde!"), ni que me resista a los encantos de Sangarre. El mundo de Verne, déjenme recordarles, está muy vinculado al periodismo. Sus novelas se publicaban primero por entregas en la prensa. Y la figura del periodista globe-trotter aventurero (como yo cuando me desplazo, salvando las distancias, y valga la palabra) aparece a menudo en ellas. Recuerden a Gédéon Spilett (La isla misteriosa), Claudius Bombarnac, de la novela homónima, siempre en busca de scoops, o Blount y Jolivet, los dos reporteros de, precisamente, Miguel Strogoff (anotemos aquí la paradoja que siempre me ha parecido notable de que la Prensa envía dos periodistas y el zar un solo correo: ¿dónde estaban los demás colegas de Miguel?, ¿en huelga por los recortes?, ¿vivirían tan grandes aventuras como él?, ¿o era el de correos del zar un destacamento unipersonal? Un misterio, oigan).

El propio Ogaref reconoce su interés por la Prensa al decirle a Harry Blound: "Siento curiosidad por leer sus crónicas en el Daily Telegraph". Así que, justificado el título, bienvenidos al blog. Iremos a Irkutsk, no les quepa duda.

El País

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