"No hay nada que pueda salvarle. Es hombre al agua". La frase, pronunciada en el tribunal náutico que le juzga y le condena, mientras los punkhas impulsados por coolies abanican en el techo el aire pesado y pegajoso de Indonesia, no es sobre el capitán Francesco Schettino sino sobre otro marino caído en desgracia, el literario Jim, el protagonista de Lord Jim, de Joseph Conrad, histora basada en un caso real que fue un escándalo en su tiempo. En la novela, Jim es el piloto del Patna, embarcación tan distinta como pueda serlo una de otra del flamante Costa Concordia. A diferencia del glamuroso crucero mediterráneo, el Patna que se bamboleaba en los mares del lejano Oriente no era más que un vapor vetusto comido de herrumbre que transportaba a ochocientos musulmanes malasios en peregrinación a la Meca cuando topó con el destino.
Me molesta comparar a Schettino con Jim y lejos de mi intención sugerir que el italiano pueda ser "uno de los nuestros", ¡por Dios!, ¡con esas maneras!: le veo bastante incapaz de vivir decentemente y ni te digo de morir bien, pero los paralelismos en ambos casos son notables. Como Jim, Schettino, hombre de punto flaco, ha faltado obviamente a su deber abandonando el barco; al deber y a la hombría. Su caso es más grave que el de Jim: el Patna, por un milagro, no llegó a hundirse y no murió nadie. Desde luego no fue gracias al capitán y la tripulación -entre ellos Jim-, que, como Schettino, se largaron a la primera de cambio dejando en la estacada al pasaje.
Jim, como recordarán, presa de un súbido ataque de pánico -ha visto el pañol de proa inundado: su maldita imaginación hace el resto-, duda en la borda, agarrado al pescante como Hamlet a su libro,pero acaba saltando a uno de los escasos siete botes, insuficientes para todos los pasajeros, como en el caso del Titanic. Ese salto, esa caída, que yo siempre siento como propia, es el negro y mórbido núcleo sobre el que pivota toda la historia de Jim. Me pregunto si Schettino, al que es sumamente improbable que alguien llame algún día Lord Francesco o Tuan Francesco, piensa hoy que abandonando el barco saltaba como Jim "al fondo de un pozo, a un hoyo profundísimo del que nunca más había de salir".
Existen tantas clases de naufragios como hombres, escibió Conrad. Y Schettino no es Jim. La respuesta de este a la falta es asumir su responsabilidad, confesar su bajeza, a los demás y a sí mismo. Y buscar la redención, que le llega finalmente en forma de bala en el lejano Patusán. ¿Habrá leído Schettino Lord Jim o cualquier otro libro de Conrad? Le veo más de Moccia. En todo caso, si lo ha leído, no le ha aprovechado, Conrad. Las imágenes del Costa Concordia semihundido deben ser para el capitán italiano tan duras e humillantes, testimonio ante todo el mundo de su fracaso como marino y como hombre, como lo fue para Jim al llegar a puerto, rescatado y tras explicar la falsa historia del hundimiento consensuada con los demás tripulantes, del Patna flotando tan ricamente. Una estampa de la incompetencia y la indignidad.
En la novela, Jim insiste en comparecer ante un tribunal, impide que se eche tierra sobre un asunto que avergüenza a todos los marinos desde el estrecho de Malaca hasta el mar de las Célebes y más allá. Quiere purgar, pagar, expiar. Perseguido por su deshonra y su conciencia encontrará una segunda oportunidad que, quiero creer, la vida ofrece a los que de verdad se arrepienten, y vuelve a medirse consigo mismo.
¿Habrá un Patusán para Schettino? Me cuesta imaginarlo remontando un río salvaje en canoa armado de un viejo revólver y sorteando cocodrilos para apoyar decisivamente una revuelta contra un emir tirano en un reino remoto. Él es me parece de los que se dicen ante la deshonra: "Bah, ancho es el Pacífico, amigo". Pero claro, yo no soy Marlow ni Stein, esos grandes conocedores de los hombres. Y bastante me equivoco conmigo mismo.
Hay 11 Comentarios
Cuando pienso que ya no me puede usted sorprender más, leo artículos como este y me desmienten. Es magnífico y no sabe lo mucho qu
Publicado por: cinsel chat | 19/02/2013 2:00:51
Cuando pienso que ya no me puede usted sorprender más, leo artículos como este y me desmienten. Es magnífico y no sabe lo mucho qu
Publicado por: cinsel sohbet | 19/02/2013 2:00:43
Cuando pienso que ya no me puede usted sorprender más, leo artículos como este y me desmienten. Es magnífico y no sabe lo mucho qu
Publicado por: sohbet odaları | 19/02/2013 2:00:29
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Publicado por: sohbet | 19/02/2013 2:00:23
Cuando pienso que ya no me puede usted sorprender más, leo artículos como este y me desmienten. Es magnífico y no sabe lo mucho qu
Publicado por: chat | 19/02/2013 2:00:11
Extraordinario tu blog. Lo acabo de descubrir y me "troncho" de risa (mira que uso un término castizo y soy argentino). te felicito por tu fino sentido del humor.
Publicado por: Luis Lahitte | 08/02/2012 14:56:04
Ya me parecía a mí que tardaba Jacinto Antón en establecer el obvio paralelismo entre dos clases de cobardes, uno literario y el otro no tanto...
Como siempre, un placer leerle.
Publicado por: Harry Flashman | 30/01/2012 12:29:31
Genial el post! Como siempre. Y no sólo eso: gracias a él he descubierto el blog y su programa en RTVE! Lo sigo, ahora que se prodiga en Internet, más si cabe.
Publicado por: Cristina | 30/01/2012 1:00:49
Como siempre, el texto de Jacinto Antón es un placer, digno también de los aventureros en zapatillas. Thesiger, Leigh Fermor, todos los aviadores de la RAF, los héroes de Telemark..... y tantos y tantos tienen el mayor y mejor entusiasta en J. Antón, a quien los dioses nos guarden muchos años.
N. - Por cierto, mi padre, que también es un héroe, se llama Jacinto.
Publicado por: Carneham | 29/01/2012 21:44:15
Schettino tiene que aprender de Nostromo, el personaje literario de Conrad: la honra, siempre la honra, aunque pase por encima de uno mismo.
Publicado por: Petrov | 28/01/2012 20:50:50
Muy buen texto.. nos has dejado sal en las botas. Schettino se cree un héroe quizás porque sino le enterraría su conciencia en la playa...
Publicado por: Showbits | 28/01/2012 17:59:48