Por fin nos llega de la mar salada una buena noticia: la película sobre la Kon-Tiki ya está casi concluida y se estrenará en agosto. Entre tantas tragedias y hundimientos -del Costa Concordia a la Nuestra Señora de la Merced pasando por el Titanic-, en el amplio horizonte del inmenso océano despunta el sol detrás de una vela. Es la arrebatadora primera imagen del trailer del filme (http://www.youtube.com/watch?v=dQjpzU-drJ8) sobre la gran aventura de Thor Heyerdahl y sus compañeros de tripulación (seis hombres y un loro hembra, la única chica a bordo, descontando a la cucaracha Lise), que en 1947 atravesaron el Pacífico en una balsa cuya fragilidad espantaba nada más verla.
Kon-Tiki -no hacen falta más palabras- es el título de esta producción noruega, la más cara jamás acometida por el país escandinavo (88 millones de coronas noruegas, NOK), presupuesto que ha incluido realizar una copia exacta y navegable de la balsa. Rodada en diferentes localizaciones, el último escenario ha sido las Maldivas, paraje, hay que convenir, mucho más acogedor que el arrecife de las Tuamotu al que llegaron los escandinavos el 7 de agosto de 1947 tras partir del puerto peruano de Callao y recorrer en 101 días 8.000 kilómetros -casi como de Chicago a Moscú- de húmeda nada.
Que se hacía una nueva película sobre la balsa de todas las balsas lo supe en el lugar más apropiado para ello: junto a la propia Kon-Tiki original en el museo de Oslo dedicado a la legendaria almadía y a su creador y a las otras embarcaciones que siguieron, las Ra y Tigris. Soy un asiduo de ese centro, donde ya me conocen por mis suspiros, mis largas horas de éxtasis aventurero junto la balsa en exhibición y el intento una vez, en un arrebato fetichista, de subir a bordo (como diría sandro Giacobbe: no lo volveré a hacer más).
Digo la nueva película porque, claro, de la Kont-Tiki ya hay una: el extraordinario documental que filmaron los propios navegantes y que en 1951 obtuvo incluso un Oscar de Hollywood, que se expone en el mismo museo (donde también se proyecta cada día la filmación). Lo que se ha hecho ahora es otra cosa. Kon-Tiki, el filme, es una dramatización de la aventura y sus prolegómenos en la que los seis escandinavos (cinco noruegos y un sueco) son interpretados por actores. Lógico porque todos los tripulantes han muerto ya, Heyerdahl en 2002. El pájaro también es otro: el loro original, Lorita, arrastrado por una ola durante la travesía el 28 de junio, cayó al mar siendo pasto de los tiburones. Fue la única baja que hubo de lamentar la expedición, aunque Torstein Raaby tuvo un susto tremendo al precipitarse desde la balsa cuando trataba de recuperar un saco de dormir. En unos segundos ya había quedado muy atrás. Dado que la balsa no podía virar, Herman Watzinger se lanzó al agua con un salvavidas atado a una cuerda y llegó hasta él justo cuando Torstein desfallecía y aparecían cerca raudas y amenazadoras aletas...
Que Torstein hubiera muerto así habría sido curioso: durante la II Guerra Mundial había afrontado grandes peligros (no hay tiburones comparables a la Gestapo) como operador de radio de la resistencia contra los nazis, en la que fue clave en la localización y hundimiento de otra embarcación, tan oscura y siniestra como radiante y vital era la Kon-Tiki: el acorazado Tirpiz, el gemelo del Bismarck y terror de los convoyes emboscado en su cubil de los fiordos. Y ya que estamos en la guerra, hay que recordar que uno de los tripulantes de la balsa (y el último que ha muerto, en 2009) era, claro, Knut Haugland, uno de los héroes de Telemark que habían saboteado las instalaciones de agua pesada de la planta Vemork Nosk Hydro, impidiendo el desarrollo de una bomba atómica alemana.
Heyerahl explica en sus memorias que él mismo militó en las fuerzas noruegas libres contra los nazis y fue infiltrado desde Gran Bretaña en su país ocupado. Yo nunca había dudado de Thor, faltaría más, uno de mis grandes ídolos desde niño (concretamente desde la lectura en los inmortales libros amarillos de Juventud de La expedición de la Kon-Tiki, ese best seller de la aventura traducido a 70 idiomas y del que se han vendido 50 millones de copias). Pero la vida se obstina en erosionar a nuestros héroes de la misma manera que desgasta nuestros sueños. Así, no solo hemos sabido que las teorías de Thor no eran correctas -Polinesia fue poblada desde Asia y no desde América del Sur- y que algunas de ellas además no desentonarían en El retorno de los brujos, sino que hay ciertas sospechas, mucho más tenebrosas, sobre sus ideas.
En su biografía del personaje, Mannen og myten, El hombre y el mito, un historiador noruego, Ragnar Kvam Jr., señala que nuestro Heyerdahl no fue en realidad el oposito al nazismo que se desprende de sus memorias. Al contrario apunta que es notable su falta de crítica al regimen de Hitler, al menos antes de la invasión alemana de Noruega. Dice que en febrero de 1938, Thor, que había buscado ya en Alemania ayuda para sus viajes de investigación, recaló en Berlín donde se entrevistó con el profesor Hans Günther, al que le habría hecho el obsequio de un cráneo de un nativo de las islas Marquesas que llevaba consigo como si fuera lo más natural. Después del encuentro, Heyerdahl habría escrito a su madre una carta en la que describía elogiosamente a Günther como uno de los hombres más destacados del nuevo Reich. Ay, Thor...
Unas palabras sobre el tal Günther -no confundur con su aún más siniestro homónimo Hans Günther sturmbannführer SS, delegado de Eichmann-: era un teórico racial y eugenista que fue conocido con el elocuente apodo digno de una película de Indiana Jones ("¡odio a los nazis!") como Raza Günther (Rassengünther). En 1931 ocupó la recién creada nueva cátedra de Teoría racial en Jena. Era miembro del partido nazi y un entusiasta del nordicismo al que poco menos que le ponían los escandinavos por sus rasgos. De hecho se casó con una noruega. Esto puede parecer inocuo, dependiendo de la noruega, pero no lo es su implicación con Alfred Rosenberg y el Instituto para el Estudio de la Cuestión Judía, que en el III Reich no era precisamente un asunto teórico. El tipo sobrevivió a la guerra, pero no crean que se arrepentió, qué va. Siguió defendiendo la eugenesia y hasta su muerte negó la existencia del Holocausto. Una joya vamos. Entre sus discípulos encontramos a un viejo conocido, Bruno Beger, uno de los miembros de la célebre expedición de las SS al Tíbet.
A mí, sinceramente, me cuesta creer que Heyerdahl fuera filonazi o algo parecido en cualquier momento de su vida. Me extrañaría que hombres como Haugland y Raaby se hubieran embarcado sino con él. De haber expresado tonterías raciales lo hubieran tirado por la borda a la altura de Samoa. Ingenuo y obsesionado con sus ideas sobre, entre otras cosas, la población de Polinesia o los orígenes de Odín en Rusia, seguramente sí. Pero eso no hace daño a nadie. En todo caso, lo que en realidad hemos de retener de Thor Heyerdahl es su maravilloso espíritu de aventura y su capacidad de avivar nuestra imaginación y contagiarnos de ganas de salir ahí afuera y explorar el ancho mundo, disfrutándolo bajo el sol. La Kon-Tiki es un avatar más no solo de Viracocha, sino de la balsa original de nuestras primeras lecturas y sueños, de la de Tom y Huckelberry y de la que siempre quisimos construir (algunos no lo hemos olvidado, aunque seamos catastróficos en el bricolage).
Volviendo a la película que era el origen de estas líneas y de la que aquí arriba pueden ver el reparto principal, el guión sigue la vida de Heyerdahl, interpretado por Pál Sverre Valheim Hagen, que parece una alineación de guerreros vikingos pero es el nombre de un solo y bien conocido actor, el protagonista de la serie Max Manus, sobre el más brillante saboteador de la resistencia noruega. Hagen (en medio con camisa de cuadros roja) ha protagonizado recientemente una producción teatral en el Teatro Nacional de Oslo de Long Day's Journey into night de O'Neill con Liv Ullmann.
El filme, dirigido por Joachim Ronning y Espen Sandberg, incluye la infancia en Larvik de Thor y sus primeras experiencias más bien poco prometedoras con el agua -estuvo a punto de ahogarse-.La película muestra algo que por supuesto tampoco salía en el documental: escenas de Thor y su primera mujer -se casó cuatro veces-, Liv, desnudos besándose en un lago en la isla de Fatu Hiva en los años treinta en un descanso (o quizás no, recuerden el sexo en las Trobiand) de sus investigaciones antropológicas.
En el filme de ficción puede haber muchos otros desnudos: ya saben que los escandinavos no son muy recatados y de hecho en la Kon-Tiki de verdad parece que solo se vestían cuando rodaban. "¡A Polinesia en una balsa! ¡Eso es un suicidio!", se escucha en varias ocasiones en la película. A lo que Heyerdahl opone: "¡Los océanos no son barreras!". Otra cosa que se oye es el omnipresente chirriar de los troncos que componen la balsa rozándose entre ellos y separándose imperceptible pero inexorablemente...
Ah, sí, no les he explicado que en Oslo (Det Norske Teatret, Kristian IV's gate 8) vi que representaban una versión para teatro de Das Boot, el gran filme de submarinos de Wolfgang Petersen basado en la novela de Lothar-Günther Bucheim, con muy buenas críticas. Aquí les dejo unas fotos.