Del consejo de Kipling de que te volases los sesos si quedabas herido en el polvoriento Afganistán y las mujeres venían a por ti a cortarte lo peor, hasta Homeland hay un largo trecho que no dejo de recorrer adelante y atrás estos días. Es curioso como a veces todo parece relacionarse. Zero dark Thirty, No easy day, el principito deslenguado, el francotirador Chris Kyle aka The Devil of Ramadi –por cierto, el récord moderno lo tiene un británico que mató a dos talibanes a ¡2,4 kilómetros de distancia!, el muy valiente, aunque nadie comparable al sniper finlandés Simo Häyhä, “la muerte blanca”: 505 víctimas (rusos) en la Guerra de Invierno (1939-1940)-…
Estoy leyendo Kandak, fighting with afghans (Allen Lane, 2012), el nuevo libro de Patrick Hennessey, el joven (1982) capitán de los Grenadiers Guards al que conocí cuando publicó El club de lectura de los oficiales novatos (Los libros del lince, 2011). Era entonces, y no habrá cambiado mucho, un chico apuesto, culto, de buenas maneras, que no tenía reparo en explicarte lo que se sentía al disparar sobre alguien. Y que te ponía los pelos de punta relatándote la entrada con su pelotón en Sangin, el sangriento pueblo de la provincia de Helmand, mientras los talibanes hacían señas para el combate en las azoteas desplegando ropa en los tendederos en una versión afgana de las señales de humo de los pieles rojas.
Kandak es la palabra afgana para batallón y el libro de Hennessey trata de los soldados del Ejército Nacional Afgano (ENA) que luchan codo con codo (bien, a veces metiéndoles el codo en el ojo) con las Fuerzas de la Coalición contra los talibanes. El ejército afgano moderno no tiene muy buena prensa pero sí una larga tradición. Se formó oficialmente en la década de 1880 tras la turbulenta época de la Segunda Guerra Afgana que tantos disgustos supuso para los ingleses, incluida la deplorable pérdida de cañones en Maiwand. Patrick Hennessey reivindica a los combatientes del ENA con los que sirvió, el primer batallón de la tercera brigada del 205 cuerpo del Ejército Nacional Afgano. Durante todo un verano, el oficial británico vivió y combatió junto a los askar, guerreros, de esa unidad: el feroz Qiam Udin, el mesurado teniente Mujib Ullah, “con su retorcido sentido del humor e irónico coraje”, el bigotudo y flashmanesco (por el simpático canalla victoriano Flashman de George MacDonald Fraser, autor al que Hennessey idolatra) Sharaf Udin, que cargaba un rifle de francotirador vintage, el mayor Hazrat, el azote de Sangin, o el sargento Meraj, ese gran profesional…