Por Ricardo Martínez de Rituerto
Cuando se les pregunta a los europeos si les gustaría que la Unión Europea tuviese una política exterior común y una defensa en consonancia, la respuesta es abrumadoramente positiva (el entusiasmo se enfría cuando se ponen sobre la mesa los costes que supone tener unas fuerzas armadas europeas debidamente capacitadas). Las declaraciones oficiales, emanadas del oro (¿o es baño de oro?) del Tratado de Lisboa, siempre refuerzan la tesis. La prosaica realidad es otra: esa ambición diplomática viaja mal hacia su puesta en práctica, con frecuentes frenazos y decepciones.
Es difícil armonizar los intereses de los Veintisiete, como saben quienes trabajan en hacerlo… o en impedirlo.
La concesión del premio Nobel de la Paz de 2011 trascendió al filo de las 11 de la mañana del pasado viernes. En las instituciones europeas el primero en reaccionar fue el presidente del Parlamento Europeo, el polaco Jerzy Buzek, con un comunicado de felicitación emitido a las 12.13. Le siguieron, al unísono, el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, y de la Comisión, José Manuel Durao Barroso, en un texto conjunto difundido por el Consejo a las 12.35 y repicado por la Comisión a las 13.28 (con corrección, por error en la presentación, a las 13.42). La Alta Representante para la Política Exterior, Catherine Ashton, ofreció su punto de vista, finalmente, a las 16.15. En total, desde que saltó la noticia hasta que la responsable de la política exterior de la Unión se asomó al balcón universal de los parabienes pasaron cinco horas y cuarto.
El contenido de las reacciones era el previsible, con la salvedad del comentario de Buzek, siempre con un toque humano al que son ajenos los eurócratas. El antiguo militante del sindicato Solidaridad puso un acento que los otros prefirieron obviar: “En este primer aniversario insto a China, una vez más, a poner en libertad al Nobel de la Paz de 2010 Liu Xiaobo y a levantar el arresto domiciliario a su esposa”.
Para el resto de los líderes europeos el Nobel de hace un año fue un momento incómodo, que les obligó a hacer como que fruncían el ceño ante China. No es cosa de volver a aparentar que aprietan los machos a Pekín.
Por hache o por be, Ashton siempre es la última en reaccionar a acontecimientos o decisiones, en alguna ocasión con días de retraso, ya sea por cuestiones de burocracia procedimental o porque ha debido buscar trabajosamente el debido consenso entre los socios.
Catherine Ashton, a la izquierda, durante una cumbre el pasado marzo. / The Council of the European Union.
Dirigir a los Veintisiete es como pastorear gatos. Durante la presidencia sueca de la Unión, en 2009, los países nórdicos, encabezados por Estocolmo, abogaron por dar de una vez un uso a los Grupos de Combate que con nutrida pirotecnia verbal había decidido crear la Unión en 2004 para intervenir en situaciones de crisis. El Gobierno sueco insistía en movilizar el componente nórdico (Suecia, Finlandia, Noruega, Estonia e Irlanda) para probar la utilidad y necesidad del concepto y lo positivo de su plasmación real. “El contribuyente tiene que ver que el dinero que dedicamos a crear el grupo de combate no es dinero tirado a la basura”, imploró infructuosamente durante aquel semestre presidencial el ministro de Defensa sueco, Sten Tolgfors. Se impuso entonces la realidad de las distintas sensibilidades y voluntades políticas entre los Veintisiete… y los grupos de combate siguen estando a buen recaudo, con una existencia sobre el papel y nada más que sobre el papel.
Ashton y los suyos son un remedo de Sísifo, con un empeño mucho más complicado de lo que parece. En la UE son habituales los Gobiernos de coalición y en muchos casos el líder del partido menor se reserva para sí la cartera de Exteriores lo que obliga a la Alta Representante a “intentar un consenso no a 27 sino a 54 o lo que sea”, como señalan en su Gabinete.
¿Y cómo se sale adelante con tanta disparidad, en el interior de los Gobiernos, de un Gobiernos con otros y de unos países con otros, cada cual con sus intereses y sensibilidades? Ashton sonríe, hace un gesto con los hombros, como diciendo “¿qué quiere que le diga?” y responde, prefiriendo ver la botella medio llena: “Con tanta disparidad se gana en riqueza de puntos de vista”.
En otro momento hablaremos de las peculiaridades de tanta riqueza y de los palos que coloca en la rueda de la política exterior comunitaria.
Hay 1 Comentarios
Y no sera q Ashton tiene menos caracter, personalidad (o ganas) q una lechuga en el zoo?
Publicado por: Elena | 10/10/2011 18:27:10