por Ricardo Martínez de Rituerto
A la espera de que con el fin de 2014 caiga el telón sobre la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF), en Afganistán se comienza a levantar otro telón, el del tesoro. “Afganistán está, literalmente, sentado en un banco de oro”, dice una fuente europea perfecta conocedora de la situación en el país asiático. Oculto a la vista de todos, pero bien presentes bajo tierra, hay oro, mineral de hierro, cobre, litio, minerales estratégicos varios, piedras preciosas… riquezas estimadas en tres billones de dólares (sin contar los que puedan proporcionar el gas y el petróleo, prácticamente inexplorados).
Tres millones de millones que, de creer las últimas cuentas de los líderes europeos, servirían para salvar dos veces a la eurozona (*); tres millones de millones que hacen chiribitas en los ojos de las grandes corporaciones extractivas de todo el mundo y sus asociados, desde bancos a fabricantes de equipo pesado pasando por firmas de tecnología punta o compañías de seguridad, irrenunciable acompañamiento (el de las pistolas y demás) en el Afganistán que viene.