Es algo admitido que la política hace extraños compañeros de cama. Pero el petróleo, no digamos. El pasado jueves 16, se celebró en Madrid una fiesta que reunió a todo el mundillo latinoamericano de la capital española con la excusa del séptimo aniversario de la fundación del Alba-TCP (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos). A las ocho de la tarde, en el salón Granados del Hotel Intercontinental, los embajadores de Bolivia (María del Carmen Almendras), Cuba (Alejandro González), Ecuador (Aminta Buenaño), Nicaragua (Augusto Zamora) y Venezuela (Bernardo Álvarez) recibían a casi 400 invitados en un pasamanos de conocidos y desconocidos que duró más de media hora pero tuvo un verdadero momento estelar: la entrada a la fiesta de Antoni Brufau, presidente de la petrolera Repsol. Los embajadores abandonaron la protocolaria formación en fila para acercarse a abrazar a Brufau. Avisaron a los fotógrafos oficiales y se retrataron con él como una familia. La fiesta de la alianza bolivariana antiimperialista se hacía con dinero de Repsol.
De izquierda a derecha, los embajadores de Venezuela, Nicaragua, Ecuador,
Bolivia (en el atril) y Cuba. / EMBAJADA DE VENEZUELA