El Consejo de Ministros del pasado 10 de febrero pidió el plácet para 27 embajadores y nombró a otros cinco en organismos multilaterales, que no requieren el visto bueno del país anfitrión. Entre las legaciones diplomáticas que cambian de titular figuran las más importantes: Washington (Ramón Gil-Casares), Unión Europea (Alfonso Dastis), Moscú (José Ignacio Carbajal), Berlín (Pablo García Berdoy), Naciones Unidas (Fernando Arias), la OTAN (José de Carvajal), Londres (Federico Trillo-Figueroa), Roma (Javier Elorza), Lisboa (Eduardo Junco), Buenos Aires (Román Oyarzun), Brasilia (Manuel de la Cámara) o Nueva Delhi (Gustavo de Arístegui).
Por el contrario, el ministro José Manuel García-Margallo ha decidido mantener en sus puestos a los embajadores en países tan importantes como Francia (Carlos Bastarreche), Marruecos (Alberto Navarro), México (Manuel Alabart) o China (Eugenio Bregolat). Un indicio de que prima la consideración profesional sobre el sectarismo es que Milagros Hernando, jefa del Departamento de Internacional y Defensa de Moncloa con José Luis Rodríguez Zapatero, va como embajadora a Líbano; y Juan Sell, ex jefe de Gabinete de Trinidad Jiménez y, por algunas semanas, del propio Margallo, a Suráfrica.
La mayoría de los nuevos embajadores son diplomáticos veteranos, aunque algunos vuelvan a primer plano tras una larga etapa de ostracismo. Es el caso, por ejemplo, de Gil-Casares; que fue el principal asesor internacional de José María Aznar y en los últimos tiempos dirigía la Embajada en Sudán. Aunque al Departamento de Estado pueda sorprenderle que un diplomático español pase directamente de Jartum a Washington, en favor de Gil-Casares hay que decir que jamás se le oyó quejarse y que se tomó todos sus destinos con la misma profesionalidad.
El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo. / CLAUDIO ÁLVAREZ
No todo ha sido, sin embargo, armonía en un baile con más pretendientes que parejas disponibles. España tiene 119 embajadas bilaterales y 11 ante organismos multilaterales. Lo normal es que la permanencia en una embajada se prolongue entre tres y cuatro años, ya que en menos tiempo es imposible rentabilizar la experiencia. En los dos últimos años, el Gobierno del PSOE nombró casi 95 embajadores, lo que significa que los titulares de la mayoría de las legaciones diplomáticas españolas no llevaban ni 24 meses cuando ganó el PP.
Aun dando por sentado que hay una decena de embajadas, las de mayor relevancia política, que cambian cuando lo hace el partido del Gobierno, resulta difícil entender la sustitución de María Jesús Figa, primera mujer embajadora de España ante el Vaticano, con menos de un año; o de Luis Calvo, embajador en Suecia desde hace siete meses. Tanto Figa como Calvo fueron subsecretarios con el exministro Miguel Ángel Moratinos. A la primera le sustituye Eduardo Gutiérrez, ex número dos de Jorge Moragas en el Departamento de Relaciones Internacionales de Génova: y al segundo, Javier Jiménez Ugarte, secretario general de Política de Defensa con Federico Trillo en su etapa de ministro.
Algunos han creído ver un desquite en el relevo de Agustín Santos y Jaume Segura, embajador el primero ante los organismos internacionales con sede en Ginebra (Suiza) y en República Dominicana el segundo. Santos fue jefe de Gabinete de Moratinos y Segura de la exministra Trinidad Jiménez. Ambos se granjearon muchas enemistades por el poder que se les presumía. Segura ya tuvo que renunciar en su día al Consulado en Miami después de que se denunciara que no cumplía los requisitos para ocupar el puesto.
Probablemente el relevo de embajadores podría haber sido menos brusco si Margallo hubiese prolongado varios meses el goteo de cambios en vez de hacerlos de una tacada. Pero eso habría supuesto mantener abierto el melón y prolongar indefinidamente las presiones, que han sido más y más duras de lo que ha trascendido. Federico Trillo se fue a ver al mismo Rajoy para pedirle la Embajada en Washington e interpretó que este asentía. “Yo no he oído nada”, fue la respuesta irónica de Margallo cuando se filtró interesadamente la noticia.
El ministro, que se había comprometido públicamente a reservar las embajadas a miembros de la carrera, “salvo personas extraordinarias en circunstancias extraordinarias”, se negó de plano a poner a un político al frente de la principal legación diplomática española. Al final, tuvo que aceptar que Trillo fuese a Londres, aunque para ello tuviera que recolocar a Javier Elorza en Roma y, de carambola, mandar a Ángel Lucini a Atenas. Otras maniobras, como la de poner en la Santa Sede al ex presidente valenciano Francisco Camps o recuperar para la ONU a algún diplomático ya jubilado las segó de cuajo.
Para Margallo, la única forma de zanjar el reparto de embajadas era completar el puzle sin dejar piezas sueltas. Cada uno sabe ya lo que le ha tocado. Y quien nada recibió deberá esperar a la próxima ronda. Es verdad que esta fórmula presenta algún inconveniente. Los relevos se hacen normalmente en verano, para facilitar las mudanzas, y adelantarlos supone un quebradero de cabeza para quienes tienen hijos en edad escolar. Pero Margallo ya ha dicho que no hay prisa en ejecutar los cambios y ha recomendado flexibilidad ante las circunstancias personales. Lo importante es que, para el ministro, se trata de un capitulo cerrado, lo que le permite empezar con el siguiente. Por ejemplo, la reordenación de las múltiples fundaciones en la órbita de su departamento.
Hay 1 Comentarios
Un día se van a hacer sangre... de veras.
Publicado por: Jonás | 19/02/2012 2:48:23