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abril 2013

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por Ángeles Espinosa

España aspira a colocar a uno de sus diplomáticos como director del Equipo Especial sobre la Ejecución de la Lucha contra el Terrorismo de Naciones Unidas (CTITF por las siglas inglesas de Counter Terrorism Implentation Task Force). Se trata de un puesto de nueva creación cuya responsabilidad es coordinar las actuaciones, programas e iniciativas de la ONU en materia antiterrorista. El candidato es el actual embajador en Pakistán, Gonzalo Quintero Saravia, quien concluye su misión el próximo junio, justo cuando se conocerá al seleccionado que debe iniciar su trabajo en septiembre. Gonzalo Quintero Saravia. / CENTRELINE

“Es un desafío fascinante tener la oportunidad de participar en la tarea de dotar a la comunidad internacional de mejores instrumentos en su lucha contra el terrorismo”, señala el interesado a El Diplomático. El CTITF está integrado por 31 entidades internacionales y se creó en 2005 para garantizar la coherencia entre ellas y diseñar medidas contra la amenaza del terrorismo global.

“En este campo, no hay que olvidar que España tiene mucha experiencia que aportar y compartir con otros Estados y organizaciones internaciones, por lo que soy plenamente consciente de que mi candidatura se beneficia de este hecho ya que nuestro país goza de una impecable reputación internacional en esta materia”, añade el diplomático.

Además del curso intensivo que supone llevar destinado dos años y medio en Pakistán, Quintero (Lima, 1964) cuenta con una trayectoria previa en la coordinación multilateral de la lucha antiterrorista. Entre 2003 y 2005, este doctor en Derecho e historiador fue el funcionario responsable de la Misión para Coordinar la presidencia española del Comité Contra el Terrorismo del Consejo de Seguridad. Pero como él mismo cuenta también ha “visto los ojos de la bestia”.

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Occidente naufraga en Afganistán

Por: | 13 de marzo de 2012

por Ricardo Martínez de Rituerto

Una reciente visita a Afganistán, cortesía de la OTAN, permitió durante una semana a este enviado especial hablar con ministros, altos responsables militares (aliados y afganos), embajadores, parlamentarios, periodistas y analistas, profesionales de variada actividad y otras personas del común. Del orden de medio centenar de conversaciones que dieron como resultado una conclusión nada gratificante para la Alianza: cuando la OTAN salga de Afganistán a finales de 2014, Occidente estará encantado de dejar atrás el infierno afgano; el país se verá abocado a la guerra civil, con los talibanes de nuevo como protagonistas, y los aliados verán desde la distancia, y aliviados de estar lejos, el derrumbamiento de un empeño nunca bien medido.

La matanza del fin de semana en la provincia de Kandahar por un soldado estadounidense vuelve a llevar a la fuente el cántaro de las buenas intenciones y de los mejores planes (sobre el papel, que lo aguanta todo). El sargento estaba desesperado y tuvo un ataque de nervios -según las primeras versiones de lo ocurrido, reveladoras, por lo demás, del estado en que se encuentran quienes viven en primera línea de fuego-, pero hace unos días fueron otros quienes, al parecer inadvertidamente, arrojaron a la basura ejemplares mal quemados del Corán. Dos golpes colosales en la complicada relación de Estados Unidos, la OTAN y, por extensión, la comunidad internacional, con Afganistán, cementerio de imperios. Dos boquetes en la línea de flotación de la Fuera Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF) y de la confianza (jamás creíble) de los afganos en los extranjeros.

Fuera cual fuera el objetivo previsto del viaje organizado por la OTAN, el corresponsal trató de entrever cómo se presenta el futuro afgano a partir de 2014. “¿Cómo vamos a saber qué va a pasar tras 2014 si no tenemos ni idea de qué va a ocurrir en 2013?”, reconocía con impotencia un diplomático, al pairo entonces de las declaraciones confusas del presidente francés, Nicolas Sarkozy, y del jefe del Pentágono, Leon Panetta, sobre la disposición de sus propias tropas a seguir combatiendo en Afganistán en la segunda mitad de 2013. Los ministros de Defensa aliados hicieron de inmediato un ejercicio de psicodrama en Bruselas y aseguraron que la disposición al combate de los aliados sigue y seguirá intacta hasta el final de la misión, el 31 de diciembre de 2014, lo que no terminaba de convencer al diplomático. Quien se verá reconfirmado en su desconcierto al escuchar al candidato socialista al Elíseo, François Hollande, prometer que si gana las elecciones en mayo retirará todas las tropas francesas de Afganistán ante de que concluya este 2012.

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