Sinceramente, no tengo ninguna esperanza en España. Creo que nuestra historia es la de un pueblo que cuando ha conseguido algo grande, ha sido “porque tenía que pasar”, por suerte, por empecinamiento o por equivocación. Es más, creo que siempre que España ha sido capaz de hacer grandes cosas se han dado todas esas circustancias a la vez. Desde el descubrimiento de América hasta la regeneración democrática que disfrutamos hoy.
En España reina el cortoplacismo. El quemar las naves. El tirar la casa por la ventana. El guiño por debajo de la mesa. Tonto el último. Cosechar sin sembrar. Creer que los demás son estúpidos, y quien paga: más.
Me considero lo más parecido a un showrunner tras crear dos series para CANAL+. Las escribí, produje, dirigí y edité. Dos series pequeñas e independientes y un largometraje. Ese es mi camino andado y el que espero que alumbre mi futuro. Trabajo todos los días en proyectos propios, y me dejo la vida en ellos, construyéndolos en la sombra.
Un buen amigo músico me dijo que la gente como nosotros construimos mansiones invisibles. Dedicamos años de nuestra vida a hacer cosas grandes (en esfuerzo), pero que tal vez pocos verán. Y, sin embargo, soñamos con que esos proyectos sumen un valor relevante: alejarnos de este desierto ibérico y estar más cerca de HBO, un centímetro más cerca, lo que sea.
HBO no es sólo una cadena americana de cable. HBO es una palabra internacionalmente admitida y que para mí tiene incluso un matiz político, si por político entendemos aquello que hace avanzar a nuestra sociedad, tratarla de frente y buscar su trascendencia. HBO significa trabajar a largo plazo. Mimar las naves. Ser adultos y tratarnos como tales. Saber que el espectador no es estúpido y darle una buena razón para seguir pagando.
Y entonces llega Telefónica Studios, proclamando que desde ahora será la nueva HBO. Una HBO hispanohablante. La empresa que en 50 años no ha sido capaz de sorprendernos con su negocio base (la telefonía) ahora se autobautiza como la referencia de la ficción de calidad en lengua castellana y utiliza el concepto "HBO" para definir su futuro. Y eso duele, porque es demasiado bonito para ser verdad, y la historia de mi país lo desmiente.
Estoy seguro de que los proyectos de Telefónica serán fastuosos, contarán con una fotografía y unos FX impolutos, localizaciones depuradas, actores famosos, una realización correcta y guiones entretenidos, muy entretenidos y muy-muy entretenidos. Pero permitidme que dude sobre su valor y visión a largo plazo, su relevancia, su madurez… y su innovación. Y HBO, por encima de todo lo dicho anteriormente, significa eso: INNOVACIÓN. Porque la calidad es cortoplacista si no lleva debajo la innovación continua.
Y ahora el adiós. Este blog detiene su recorrido definitivamente. Agradezco apasionadamente a El País la oportunidad dada. Me voy a HBO, pero poco a poco... a pie y a nado, por lo que probablemente nunca llegue. Mientras, nos veremospor el camino.
El día de las elecciones coincidí con un viejo amigo en el colegio electoral, el apoderado de Podemos. Y tras saludarle retomamos nuestro eterno tema recurrente, la series de televisión. Concluimos (una vez más) en que hace falta un canal que apoye otro tipo de ficción en España, que aquí la televisión nos trata como a ancianitas de Cuenca, y que precisamente ni siquiera ellas son tan ancianas ni tan de Cuenca como se les trata. En ese momento nos interrumpió una anciana (lo juro) con un sobre y una papeleta de Podemos y le preguntó a mi amigo si había que hacer algo más que introducir la papeleta en el sobre.
La calidad de las series españolas no es un tema de interés nacional, como la política. Pero vivimos en una sociedad puramente audiovisual. El lector más voraz y pudiente del siglo XX apenas conseguiría igualar la cantidad de audiovisual consumido por el espectador medio del siglo XXI, y, sin embargo, todo ese caudal de ideas, historias y vivencias no está diseñado más que para pasar el rato que hay entre pausa y pausa publicitaria. Pasar el tiempo, seguir consumiendo. Una de las invenciones de Charlie Brooker que quedaron fuera de Black Mirror es un mundo en el que te quitan 10 minutos de vida por cada carga del móvil, pues ver la tele no suma vida precisamente, no en España.
Fotograma de Wall-E: cuerpos viendo la tele, twitteando y consumiendo.
Las series forman parte de la cultura de sus espectadores, y es de esperar que si esas historias tienden a la relevancia eso será mejor que el pasatiempo puro. Y por pasatiempo puro entendámoslo como lo que generalmente es: ideas de usar y tirar. Es decir: ideas que se transforman en basura una vez que son consumidas. Y por tanto, malas ideas.
Hay tres posibles productores de series en España. Las cadenas de la TDT (Atresmedia y Mediaset) que no tienen ninguna necesidad de cambiar el modelo porque ganan dinero con lo que hacen. Las cadenas públicas y en concreto RTVE, que falta a su compromiso con la cultura nacional no apostando por nuevos contenidos (pero de eso no voy a hablar hoy). Y la televisión de pago, las cadenas llamadas a salvarnos del pensamiento único audiovisual.
Los refuerzos de la tv de pago no vendrán
Es razonable pensar que exista una televisión para la masa: gratuita, generalista y con historias inofensivas; y que la innovación delicatesen se encuentre en la televisión de pago, o por lo menos así ocurre en EE.UU., (con HBO, AMC, Showtime y el propio Netflix). ¿Pero qué televisión de pago tenemos en España? Franquicias de cadenas americanas de pago que ofrecen contenidos que allí son en abierto, series inofensivas, precocinadas y enlatadas. Cadenas completamente superfluas que en ocasiones emiten reposiciones del contenido que ya viste en la TDT. Cero inversión en producción nacional, y cero apuesta por la inteligencia del españolito.
Esto me recuerda al spot de McDonalds en Australia de hace unas semanas. McDonalds, que se curra la publicidad nacional para decirte que la ternera que comes es 100% extremeña, y que además eres un tipo muy guapo y cool comiendo en sus restaurantes, mientras en Australia retrata al español como lo que es para el mercado internacional (la auténtica Marca España), un koala en coma.
España, olé.
Puede que en España tengamos muy buenas ideas, pero no las busques en la televisión. Y si una multinacional americana de fast food retrata la "intelectualidad" del segundo o tercer mundo (porque lo mismo hace con Brasil) de esta manera es porque puede, porque forma parte del imperio y nosotros somos una colonia a la que ordeñar. Cosa parecida pasa con la televisión de pago en mano de gigantes americanos, FOX, Turner (TNT), NBCuniversal (Calle13 y SyFy) y Viacom (Comedy Central, MTV): fast tv, pero de pago.
Ahora, siempre hay gente por debajo de uno. Hace unos años un amigo colaboró en un proyecto de cooperación en Bamako (Malí), allí desarrollaron una televisión local, algo que no existía: producción propia audiovisual. Me contó que en Malí, como en casi todo África, la televisión que se consume se limita al satélite en abierto, y en el caso concreto de Malí es televisión generalista francófona. O sea, que la población infra-urbana de África consume referentes audiovisuales de un mundo que jamás ha vivido y que probablemente jamás vivirá. Y no los mejores contenidos, sino programación generalista pura y dura. Por lo menos aquí sí tenemos producción propia, y muy cara, como Cuéntame y Velvet, pero vamos… que no es como para salir a corearlo por la calle.
En España: la tv premium (de pago) no es premium (pero sí es de pago)
La producción propia de las cadenas de pago españolas está por debajo de lo esperable, sólo CANAL+ ha logrado soltar dos perlas como Crematorio y ¿Qué fue de Jorge Sanz? (ambas en 2011), pero muy insuficiente para lo que cabría espera de la principal cadena de pago en España. Sin tomar en cuenta programas de sketches, documentales o realities, lo cierto es que ninguna cadena de pago destina presupuesto a la producción propia de ficción: TNT sólo produjo una serie en 2010 (Todas las mujeres, un buen comienzo interruptus con Mariano Barroso a la dirección), Paramount Comedy produjo otra serie en 2009 (El divo, esperpéntica y olvidable), y FOX, COSMO, SyFy y Calle13 nada, salvo esta última un experimento con Little Secret Film, pero en mi opinión fue una iniciativa más enfocada al marketing de la cadena que a la emisión (aunque salieron algunas joyitas).
Se suele decir que la televisión de pago en España no tiene dinero porque, comparandos con EE.UU., sus ingresos no dan para rentabilizar el esfuerzo porque (entre otras cosas) somos de los países de nuestro entorno con menos abonados a la televisión de pago, pero la culpa no creo que sea de nuestro carácter latino-pirata, o de nuestro desinterés por la calidad y la cultura, sino de que la televisión premium (de pago) en España no es premium, pero sí es de pago.¿Porqué vamos a pagar por ver lo que ya hemos visto, ya estamos viendo, o ya veremos? Comedy Central (el antiguo Paramount Comedy): emite Aída (cómo también lo hace FDF en la TDT), La Hora de José Mota (disponible en la web de RTVE), La que se avecina (a la vez que FDF), Friends y películas como Colega donde está mi coche... TNT emite de estreno: The Big Bang Theory (reposiciones en NEOX), El Mentalista (LaSexta) y así el resto de franquicias americanas de pago en España, o sea, lo mismo que emiten los canales secundarios de la televisión en abierto. ¿Hay una buena razón para amar a esas cadenas? Si les intercambiamos el logo ¿las diferenciaríamos? ¿Alguien siente expectación por saber con qué nos sorprenderán mañana? ¿Cómo es posible que muchos españolitos sepan qué es HBO y no sepan decir si cuando CANAL+ dejó de emitir en abierto para convertirse en Cuatro desapareció la televisión de pago en España?
Simplificando: en el caso concreto de CANAL+ (que siempre fue la única cadena en la que depositar nuestras esperanzas) uno de sus problemas fue su apuesta ciega por el futbol. Siempre se entendió que en España una cadena premium debería disponer de, como poco: todo el futbol. Entonces el precio de este subió hasta el colapso, y no quedó dinero para más. Y ese es a grosso modo y simplificando brutalmente uno de los problemas. El poco dinero que resta del futbol se dedica a taquillazos y programas de importación.
Y sin embargo, casi todas las cadenas de pago (esas que apenas hacen nada) están obligadas por ley a destinar un 5% de sus beneficios a la producción nacional. ¿Dónde está el resultado de ese dinero invertido en ficción española? La respuesta: en sucedaneos de ficción que no lo son o intacto en sus cuentas bancarias. Pues muchas de ellas hacen oídos sordos y se niegan a invertirlo esperando a que la ley cambie y el gobierno de turno se lo perdone. El Ministerio de Industria tiene online los informes hasta 2011.
¿Hace falta tirar la casa por la ventana para hacer las cosas bien?
¿Es por dinero que España no se puede permitir una producción propia "relevante"? Producciones caras sí tenemos, el coste de cada capítulo de Cuéntame está en unos 700.000 euros, e igual precio tuvo Águila Roja, Velvet y tantas otras. ¿Hace falta gastarse casi un millón de euros por semana para producir 70 minutos de ficción de calidad? En mi opinión NO. E incluso me parece indecente.
Mi ejemplo más claro es Louie, una serie americana que tiene en España una razonable legión de seguidores de muy amplio nicho, quienes consideran que Louie es una de las mejores series de la década. Los hijos de la Señora de Cuenca, mayores de edad, consumidores al uso. Louie es una serie que las cadenas generalistas tachan de indie pero que en mi opinión podría tolerar hasta la mismísima Señora de Cuenca, porque la Señora de Cuenca que veía el Un, Dos, Tres ya está bajo tierra, y la que ahora le sustituye ha aprendido a ligar vía Meetic, trabajó, tuvo hijos, tal vez se divorció, ha sufrido la incomunicación, las eternas ironías de las relaciones humanas, pierde el metro en hora punta... Louie no es para la Señora de Cuenca que ama Velvet, no todo es para todos, pero si a la audiencia la tratas con madurez, tal vez te sorprendas. Y no poca sorpresa habrá sido ver cancelarse infalibles series generalistas al cuarto episodio de emisión, tantas veces.
Louie cuesta cuatro duros, y si se rodara en España costaría una décima parte, se puede hacer rozando la gratuidad, pero es que no es un problema de dinero. Es de tomarse esto en serio, tratar al espectador como adulto, e intentar que cada día se avance un palmo del terreno. Louie la produce en EE.UU. el canal de pago FX, y en España la emite FOX, pero no como parte de su parrilla de verdad, sino de la de mentira. En la madrugada del sábado al domingo a las 5:45, porque saben que en España no le va a interesar a nadie que vea la televisión en un horario normal, no... Louie sólo le interesa a los 6 trasnochadores depresivos que serán los únicos que vean FOX un sábado a esas horas. Ese es el nivel. (Pero fue CANAL+ quien estrenó Louie en España, en un horario nada despreciable: 21:30 todos los días, como en su día emitió Seinfeld y otras series históricas).
¿Queda esperanza? Para mi la esperanza pasa por todos los guionistas, realizadores y actores que seguimos tomando notas en el margen de nuestros cuadernos de supervivencia. Y empresas, como Filmin, pequeños pero muy ágiles, capaces de fijar una reunión por Skype hoy mismo si creen que tienes algo que decirles; no tienen grandes medios, pero piensan rápido. Y Movistar TV, sé que parece "el gigante tonto" pero puede que con la compra de CANAL+ por parte de Telefónica cambien algunas cosas. O tal vez no, es más, creo que no..
El Hombre Orquesta ha decidido fiarse de nosotros y cedernos este espacio para presentar al mundo BARATOmetrajes 2.0, ese documental con nombre polémico e ingenioso que, extrañamente, casi todo el mundo tiene problemas para pronunciar.
BARATOmetrajes 2.0 es la segunda parte, más amplia, más variada (¿y mejor?) del cortometraje original de 2005, un documental que explora las entrañas del cine “verdaderamente independiente” de nuestro país. Puff, pues vaya coñazo, podrán pensar algunas malas personas. Lo que estas personas no saben es que documental y entretenimiento no siempre están reñidos. BARATOmetrajes es divertida. Lo prometemos. Y gente con la que no compartimos ningún apellido nos lo ha asegurado.
Una película sobre baratometrajes españoles, que, por supuesto, es en si mismo un baratometraje. En todo, desde el principio. En su espíritu. En cómo se hizo, vía crowdfundig recurriendo a amigos, familiares y otros pobres inocentes que quedaron seducidos por nuestra vídeo de presentación. En la importancia que le hemos dado a las redes sociales para paliar la falta de dinero en promoción tradicional. Y en los encajes de bolillos que hemos tenido que hacer para grabar las diferentes entrevistas entre los huecos que nos dejaban nuestros ocupadas agendas. Eso sí, baratos pero dignos. Todos hemos cobrado (poco, pero cobramos).
El director Chiqui Carabante.
Y es que hacer una película, aunque sea un baratometraje, no es nada fácil. Si no conlleva una gran inversión monetaria (lo que también es discutible) te exige, como mínimo, mucho tiempo. Hace precisamente un mes de abril de hace dos años, empecé a colaborar con Hugo y Dani, codirectores, coproductores y cotodo del proyecto, dos hombres orquesta tan opuestos como complementarios, que tienen la virtud de saber elegir cuando cabrearse con el mundo y con el documental: justo cuando el otro tiene su mejor día y es capaz de tirar del carro. Tras 7 años, Dani y Hugo quisieron explorar de nuevo el panorama cinematográfico indie en España. ¡Y vaya si había cambiado! Había mucho más material del que esperábamos inicialmente, los entrevistados no paraban de crecen, la actualidad nos ganaba la partida y los días de trabajo se fueron convirtiendo en meses y los meses en años. Y es que de todo ha habido en este tiempo. Colaboradores esporádicos que entran y salen del proyecto, gente que se compromete y luego no responde, gente que responde muy bien sin haberse comprometido... Y también hemos tenido, por supuesto, nuestra ración de polémica, para darle caché al asunto: directores que no querían aparecer, entrevistados que nos dieron el sí y, en el último momento, se echaron para atrás...
Nunca hay que dar las preguntas por adelantado a un entrevistado. Esa es una de las muchas enseñanzas que nos llevamos. Y es que hacer un documental sobre cine, claro, ha hecho que aprendamos mucho sobre el séptimo arte. Pero también ha permitido que nos lo pasemos muy bien. Con el desparpajo y la naturalidad de Alfonso y Alberto, los responsables de El mundo es nuestro. Con el humor surrealista de Carlo Padial, con el que te ríes sin saber muy bien si lo que dice es un chiste o no. Con la agudeza y veteranía de ese grande de nuestro cine que es Rafael Gordon (¿existen los reconomientos de gilipollas? No, pero deberían existir). O con las verdades como puños de Norberto Ramos y sus fragmentos de Summertime, metacine divertido y no elitista. Aunque si de algo nos podemos sentir orgullosos es de habernos convertido en la primera película del mundo mundial que explica de que van las subvenciones al cine español sin que mientras tanto te eches una siestecita. Y también la única que te permite comprar en el primer top manta legal de la historia. Aunque otros portales ilegales hayan tenido la gentileza de incluirnos en su amplísimo catálogo.
Y hoy, por fin, ha llegado la hora de la verdad. La hora de estrenar BARATOmetrajes 2.0 y saber si realmente le gusta a alguien más que a nuestras abuelas, para las que, todo hay que decirlo, el documental es ya una obra maestra. Un cóctel bien mezclado (no agitado) de entrevistas a directores, guionistas, productores, exhibidores, distribuidores, periodistas y gestores culturales. Explicado para todos los públicos y todas las mentes. Esta vez y sin que sirva de precedente, sin que eso se considere un insulto.
P.D: No, no solo hablamos de dinero. Y no, no defendemos este cine barato como modelo de financiación cinematográfico. Tan solo nos limitamos a mostrar una realidad y plantear el debate. Porque haberlo, haylo.
Hola, éste es el blog de El Hombre Orquesta, pero yo no soy David Navarro. Soy Daniel Castro y “dirigí” una película llamada Ilusión. David me sugirió que podría escribir en su blog sobre lo que ocurre cuando una película de bajo presupuesto está terminada, como es el caso de Ilusión.
(Dejadme que os explique porqué he puesto el verbo dirigir entre comillas; según mi experiencia, “dirigir” una película es como subirse a un caballo en un rodeo: la cuestión no es llevar al potro hacia donde quieres, sino durante cuánto tiempo puedes fingir que lo haces. Y el deseo ferviente de que sea durante esos fugaces instantes cuando tus seres queridos vengan a verte al rodaje. En mi opinión, "dirigir" es tener la testarudez de subirte una y otra vez a una bestia que insiste en escupirte cada vez más fuerte, cada vez más lejos).
Una vez hecha esta aclaración, vamos al asunto.
En primavera de este año acabamos la posproducción de nuestra película: Roberto terminó de limpiar los diálogos y mezclar las pistas, Bienve intentó corregir e igualar el color y Cris sacó los archivos definitivos de su ordenador.
¿Qué pasó a partir de entonces?
Emocionalmente, un poco de todo. Supongo que depende de la personalidad del director, pero, en mi caso, se han sucedido fases de aborrecimiento de la película (y de autocrítica feroz por no haber sabido solucionar los fallos a tiempo) con momentos de entusiasmo incrédulo, porque hemos tenido la suerte de que Ilusión ha tenido una acogida muy positiva. Ahora mismo, y esta sería la tercera fase, la película en sí, su contenido, ha pasado a ser algo extraño a mi, algo de lo que hablo con cierta distancia porque ahora me ocupo de…
Los pósters y todo lo demás.
Una vez acabada la película, el cineasta low cost, hombre orquesta, o como le queramos llamar, debe ponerse varias chaquetas. Debe seguir llevando la de productor, pero, además, debe hacer de jefe de marketing, agente de prensa y encargado de logística entre otras cosas.
Primero hay que decidir qué imagen se da la película. Cuál será su cartel, su título definitivo (si no está decidido aún) y montar su trailer y teaser (si lo hay). La imagen debe ser atractiva pero también coherente con la película. Al no tener casi presupuesto, conviene arriesgar un poco para que lo que se muestre sea original y memorable. Creo que a una película pequeña la gente le perdona cierto descuido formal (que casi se da por supuesto) pero no que sea convencional.
Prueba de impresión del poster.
Dependiendo de la fecha en que haya acabado la posproducción de la película, conviene pensar en cuál puede ser el mejor escaparate para "lanzarla". Pensar en los festivales de cine apropiados para el tipo de película que uno ha producido (casi todos tienen una "línea editorial") y, dentro de ellos, cuál sería la sección más adecuada. Obviamente, las secciones oficiales a competición son las que reciben más atención de los medios pero, por ahora, es difícil que películas tan pequeñas entren en las secciones oficiales de festivales de cierta importancia. Además, la atención de los medios puede ser un arma de doble filo: uno casi preferiría no estar en una sección importante de un festival si el precio es que críticas devastadoras llenen los medios de todo el país. Lo ideal, y lo difícil, es encontrar el sitio adecuado.
Nuestro sitio, el de Ilusión fue la sección Zonazine del Festival de Málaga. Obviamente recibimos mucha menos atención que las películas que competían en la Sección Oficial, pero, tuvimos nuestro propio y algo ridículo paseo por la alfombra roja y, el ganartres premios en esa sección paralela, ayudó muchísimo a la película. De pronto había interés por verla y algunos medios de comunicación (algunas revistas, algunos periódicos, muchos blogs, no nos engañemos, sobre todo blogs) hablaron sobre ella.
Bárbara Santa-Cruz en la alfombra roja del Festival de Málaga.
¿Qué hubiera pasado si no hubiéramos ganado ningún premio o ni siquiera nos hubieran seleccionado? Supongo que habría minado algo nuestra moral, pero hubiéramos seguido presentando la película a diferentes festivales hasta poder participar en alguno.
Algo que he olvidado comentar: presentarse a festivales implica también una inversión en tiempo y dinero.
En cuanto un festival tiene cierto tamaño, los requisitos comienzan a ser más exigentes: la proyección debe hacerse en DCP (disco duro con archivo entrelazado de imagen y sonido, el estándar para las proyecciones digitales), hace falta material promocional (carteles, press book, pero también cortes de audio y video de algunas secuencias para los medios) y mucho tiempo dedicado a irritantes cuestiones logísticas (averiguar las fechas de actores disponibles para acudir a presentar la película, pedir vuelos, comprar billetes de tren, reservar habitaciones de hotel, escribir mails de información al equipo, recopilar datos para acreditar a invitados...) Es cierto que son problemas derivados de algo bueno; la participación en un festival de cierto tamaño, pero para un “cineasta” sin equipo en el que delegar y poco dotado para la planificación como yo, puede tratarse de la fase más estresante de la carrera de una película.
El DCP de Ilusión posando junto a una caña, lo que antaño fueron latas de película.
Supongo que el consejo que debería dar a un director novato que se encontrara en esta situación es: “busca ayuda”. Pero yo no lo he hecho, sigo vivo y he acabado disfrutando levemente de esta parte también. Como le dijo el escorpión a la rana, cuando ambos iban a ahogarse en el río, “es mi carácter”.
Una vez acabada la participación de la película en su primer festival, si ésta ha tenido algún tipo de repercusión, se suele plantear la maldita pregunta. ¿Y tenéis ya distribuidor?
Esa es otra historia. Y, si David me vuelve a dejar un hueco aquí, intentaré hablar de ella otro día.
Cartel promocional de #LittleSecretFilm por Calle13
Hace poco vi unas declaraciones de Joaquín Reyes en las que se sorprendía de que a él le asocien con los proyectos indie/low cost cuando él siempre ha trabajado para grandes corporaciones y cobrado por lo que ha hecho. Empezó en 2002 en Paramount Comedy, con un programa que disponía de algún presupuesto y a él le pagaban por su trabajo. Así que no era ningún friki onanista con su handycam. Cuando vi esas declaraciones de Reyes me sentí un poco tonto, un poco friki onanista, porque no hay día en el que no esté a punto de caer de nuevo sobre mi handycam (DSLR).
A veces no me atrevo a decir que soy director de cine (o realizador, o guionista…), y me presento con cualquiera de mis oficios anteriores. Me da pudor decir que soy “eso”, porque tal vez es mentira. Porque los proyectos que suelo hacer son low cost.
Hace cinco años me pasó una anécdota que he tratado de no airear mucho... hoy me resarciré, porque es bastante ilustrativo ver como han cambiado las cosas después del tiempo.
Yo acababa de producir mi primer proyecto (Oído Caníbal, 120 minutos), y después de casi dos años de trabajo inicié la fase más dura: venderlo. Sin contactos directos, intenté que alguien influyente lo viera y me diera su opinión o apoyo. Toqué los hilos que tenía en mi mano, pocos. Ninguno era “el contacto definitivo”, ninguno era el Presidente de Columbia Pictures, o Jesucristo, pero sí tenía en mi agenda a algún director de cine, productor y distribuidor nacional, amigos de amigos, de amigos.
Varias personas influyentes accedieron a asistir a un visionado (individual, con la presión que eso significa), y tras permanecer en su asiento dos horas me dieron algunas opiniones y consejos. Una de esas personas fue quien me presentó a Canal+ y quien motivó que mi vida siguiera por este camino. A aquel tipo, como al resto, no les conocía de nada, repito, sólo eran amigos de amigos, de amigos (el director de United International Pictures en España, un responsable del ICAA, un productor europeo muy importante de los 70-80…).
Pero había un tipo al que yo sí conocía (algo más que al resto), un director de cine. Alguien con quien yo había conversado y a quien hice un favor con los extras de su última película. Le telefoneé y me citó en su despacho. Me senté frente a su mesa, y sólo me hizo una pregunta “¿Cuánto dinero ha costado producir tu proyecto?”. Yo le admiraba, y creía que teníamos una micro-relación afectuosa, aunque nunca habíamos tomado Fantas juntos, ni mucho menos. Así que le hablé del cash, en metálico cuando me había gastado. La respuesta que di fue “3.000 euros”. La respuesta que debí dar fue “100.000 euros” que es el coste general de sueldos que se habrían pagado si hubiéramos tenido auténtico cash (y aun así sería low cost del más bajo). Hablé con total sinceridad porque me sentía en confianza, pero no lo estaba. Aquel hombre que había ganado varios Goya por una película de autor y que era calificado por la crítica como un creador sensible y experimental me dio estas indicaciones que me picaron sobre el recuerdo mucho tiempo, tanto que soy capaz de reproducirlas sin miedo a equivocar una coma:
David Trueba en un fotograma de la película Ilusión (Daniel Castro)... donde ocurre una situación algo similar.
La grabaste en vídeo. Yo aborrezco el vídeo, el único cine que es cine es el químico. ¿Ves esa torre de ahí? (señalando a unos DVDs), son cortos del Premio Caja Madrid, todos hechos en video: una basura. Los veo porque soy jurado y me pagan.
Si viera tu película tal vez se me ocurre algún circuito o alguien a quien hablarle de ti, pero si lo hago… me estoy cerrando puertas, porque yo mañana tendré que mover MI PELÍCULA y ya habré usado ese contacto para ayudarte a ti.
Te aconsejo que hagas como yo. No hagas cine. Dedica tu esfuerzo a hacer amigos entre los directores de los festivales, colabora con ellos como puedas, en los festivales, en la crítica... Y así, cuando logres hacer una película, ellos te ayudarán a moverla. Los festivales son la forma de meter la cabeza. Yo estuve casi diez años trabajándome las relaciones antes de hacer mi primera película.
Deja que haga un cálculo… si tu peli la ven 60 personas, date por compensado. Puedes encontrar 60 frikis entre tus amigos y familiares. Mi suegro hace butifarra pero no se le ocurriría ir a una tienda “de verdad” a venderla, porque la hace para los amigos y familiares…
Daniel Castro en un fotograma de Ilusión (Daniel Castro)...
Supongo que él no era consciente de que estaba grabando algunas de sus palabras a fuego en mi memoria. Estuve casi una hora escuchando su monólogo, no abrí la boca y cuando él terminó salí de allí cojeando como su hubiera caído del World Trade Center en plena colisión. ¿Fui tonto, debería haberme “defendido”? supongo que no hacía falta.
Han pasado cinco años. El cine químico ya no existe, las dos películas que este director goyarizado rodó y produjo después han sido un fiasco monumental. El Premio de Cortos de Caja Madrid ya no existe. Ahora los que hacemos pelis low cost/indie (o lo que sea) somos legión y contamos con cierto eco y visibilidad. Yo ahora cuento en mi haber ser el creador de dos series “indies” emitidas en Canal+ y actualmente trabajo en Paramount Comedy como realizador y guionista (como Joaquín Reyes, pero sin vestirme de payaso) y creo que vivo de esto… por ahora. Pero mi post de furia gratuita de año nuevo no termina aquí.
El futuro es prometedor... (Fotograma de Ed Wood de Tim Burton)
En 2013 todo por fin parece maravilloso, cuando en los medios de comunicación hablan sobre el cine low cost se refieren a creadores tan brillantes que no parecen españoles, desarrollando proyectos apoyados por gente anónima, actores desinteresados, energía como para lanzar un transbordador a Marte… el futuro. Pero cuando escarbas un poco te das cuenta de que ese brillo no sólo es ficticio, sino que bajo de esa capa de alegría hay cierto picor incómodo.
Recientemente conocí en un evento a un director de cine con larga trayectoria (desde finales de los 80), al que me presentaron como el bloguer de El País. Yo expliqué que en mi blog suelo hablar sobre cine low cost, y que de hecho acababa de producir mi tercer proyecto… Entonces me dijo (sin anestesia) que estaba completamente en desacuerdo con que existiera este tipo de cine. Parafraseando: “El cine low cost no es cine, nadie lo ve, nadie lo necesita, y sin embargo hace mucho daño a la gente que sí queremos vivir de esto, porque acostumbra al sistema a que las cosas no cuesten”. Y entonces en aquel lugar todo el mundo empezó a hablar del cine low cost/indie (todo en el mismo saco) dentro del marco de la piratería: que un trabajo creativo no se pague. Yo apenas entré en el debate, así terminó antes. Pero todos teníamos algo de razón.
Hay gente que lleva 20 años subiendo escaleras, peldaño a peldaño, desde cuando las películas se hacían en un laboratorio químico y todo costaba cientos de millones (de pesetas). Hay personas que llevan labrándose los amigos a capa y espada… pagando cenas y poniéndose hasta arriba de CocaColas, apostándolo todo, pero apostándolo poco a poco, hasta que por fin, 20 años después, parece que hacen la película que quieren (o tal vez no). Dile a esas personas que tú tienes una Canon 7D, que acabas de escribir un guión y que te basta con tener a un puñado de personas que te apoyan (bien sea equipo técnico/artístico dispuesto a no cobrar, o inversores de micro-mecenazgo).
Algunos estamos en la planta 7,5 (fotograma de Cómo ser John Malcovich de Spike Jonze)
Pero es verdad que las películas low cost/indie españolas “no las ve nadie”. Lo pongo entre comillas porque me da reparo y lástima expresarlo a las claras. Para mi el 2013 ha dejado el listón tan alto en cuanto a repercusión del low cost en los medios y en la crítica que creo que no lograremos ni rozarlo en 2014. Ilusión (Daniel Castro) y Gente en sitios (Juan Cavestany) han sido lo más de lo más… me pongo a sus pies. Pero ¿qué espectadores que no sean indies o del gremio las conocen? Por desgracia muy pocos, y de mi agenda: cero. Y eso que han tenido eco en medios tan poco minoritarios como el Telediario de La1 y la sección de cine de El País (también en la impresa). Tal vez el establishment tiene razón y son películas que nadie ve, pero sin duda, en mi carrera como cineasta prefiero subir escalones haciendo cine que haciendo “relaciones”.
El título de este post dice que el cine low cost no existe, porque todo lo que tiene valor cuesta algo. Suma el trabajo de todas las personas que colaboran en cualquier película low cost producida en 2013, jamás baja de los 150.000 euros. Una película que cuenta con esos activos podrá ser barata, pero a sus creadores no les ha salido gratis, es más, al no contar con el cash necesario habrán tenido que pelear y sufrir más duramente cada una de las fases de desarrollo. No existe el cine low-cost, si por low cost entendemos “gratis”, simplemente: hay personas no hacen las cosas sólo para ganar dinero. Y hay proyectos que merecen ser rodados, sea como sea. Por eso, cuando empiezo un nuevo proyecto me gusta decir esta frase “El dinero no es un problema”.
En esta película de bajo presupuesto el guionista también ejerce de director, productor, cámara y sonidista, cual hombre orquesta. Este blog trata de ordenar el proceso de gestación de la película, además del flujo de ideas, personas y tendencias que bailan alrededor.
Sobre el autor
David Navarro es realizador, guionista y productor hiperactivo. No se ha planteado pedir una subvención ni esperar el visto bueno de una televisión. Compagina los rodajes con la docencia y cosas peores. Desarrolló las series independientes “Oído Caníbal” y “Nada que celebrar”, ambas emitidas en CANAL+.