La polémica que produce conversar sobre piratería audiovisual sólo es comparable con avivar ciertos debates religiosos o políticos. Yo también soy extremista, pero a favor de entender qué quiere decir todo esto. Percibo que a mi alrededor exite cierto tipo de piratería generada y consumida por nativos digitales que demandan un nuevo modelo de distribución audiovisual. O tal vez no.
Nací en 1981, así que películas como Gremlins (1984), Cazafantasmas (1984) o Los Goonies (1985) me pillaron algo pequeño para ver su estreno en cine, y sin embargo, en cuanto pude me hice fan de ellas. Llegaron a mi tele en cintas VHS grabadas por un amigo. No sé qué excusa dar a esa piratería incipiente, supongo (y acierto) que entre todos los problemas ochenteros de mi familia, lo último que iban a barajar sería comprarme una de esas películas, y cuando por fin llegaba un regalo yo elegía algo más “tangible”. No puedo tener mucho remordimiento sobre aquello, ya de adulto creo haber contribuido con creces a enriquecer esas franquicias. Años más tarde continué “pirateando” la señal de Canal+, también vía VHS grabadas por un par de amigos. Muchos años después conocí Napster, y hoy en día me atrevo a decir que... conozco a mucha gente que sube y baja.
Ahora yo estoy al otro lado, produzco ficción audiovisual. Independiente, low cost y puede que minoritaria, pero pretendo vivir de esto. Por lo tanto soy parte activa, tanto como productor como espectador. Y aunque la ley de la industria me obliga a tachar de ilegal a la piratería y clausurar aquí el debate ocultándolo bajo la alfombra, no me resisto a tratar de entenderla. No doy un cheque en blanco para disculparla, pues cualquier creador (tanto si es de una escultura art decó como de una película de vampiros) debe tener derecho de gestionar su obra como quiera. Pero a diferencia de la escultura art decó, cuando una obra audiovisual (que matemáticamente podríamos entender como una serie de ceros y unos) se inyecta en el voraz sistema nervioso de la oferta y demanda audiovisual... las consecuencias de dónde acabará esa obra son imprevisibles. Para bien o para mal, te puedes convertir en el próximo apadrinado de Robert Redford, o no interesar ni a tus primos. La piratería también es un indicador, y tal vez un revulsivo. No me refiero a la piratería con ánimo de lucro (al top manta ni a otras formas de piratería lucrativa que rechazo sin duda), sino al P2P (intercambio entre particulares: Torrent) y a las comunidades generadas a su alrededor.