Hurgar en la mesilla de una anciana también es hacer cine

Por: | 27 de agosto de 2013

Tamajon1

Mi pueblo está en Guadalajara, pero no es mi pueblo, yo apenas he ido un puñado de veces en toda mi vida. Pero cuando haces una peli low cost, todo es tuyo… y te aferras a sacarle el jugo como si fuera el último lugar del planeta donde grabar. Y si en tu guión dice que hace falta un pueblo, allá te vas volando como hijo pródigo. Aunque allí nadie te conozca.

Salimos a las 7:00 para grabar en Tamajón (según la Wikipedia tiene 175 habitantes). Te sientes vulnerable cuando movilizas un coche con cinco personas y aún no tienes las llaves de la casa en la que vas a grabar. Se trata de la casa de mi tía abuela, pero ella ya no vive ahí, sino en una residencia de ancianos, a unos doscientos metros. Su casa ahora está cerrada a cal y canto (perfecta para nuestro guión).

Llegamos al pueblo hacia las 9:00 de la mañana, dejo a mi equipo sentado en la desierta plaza del pueblo, y yo me encamino a la residencia donde vive mi tía. Ella no tiene ni idea de dónde tiene las llaves, así que me pongo a rebuscar en su mesilla de noche. Señoras y Señores: ¡hurgar en el cajón de una anciana de 96 años también es hacer cine! Todo debería estar dispuesto, llevo un mes avisándola, pero la llave no está, y nadie sabe nada. Al final encuentro una llave… mi única oportunidad de rodar en el pueblo y que la jornada sirva para algo se centra en que esa llave nos abra su casa. Una de las empleadas de la residencia me avisa cuando me voy: si tienes cualquier problema habla con tu tío (hermano de mi tía), pero yo ni sé dónde vive él, así que me voy feliz con mi llave y pasooooo de su advertencia de Casandra.

Presento la llave a la cerradura y ¡eureka! No, eureka no. Lo contrario... La llave no sirve. Me veo obligado a (re)buscar a mi tío por el pueblo, a las 9:20 de la mañana de un domingo. Como son casas bajas, miro los buzones de toda la calle hasta dar con él. Por lo visto no le parecía muy bien que yo fuera a grabar una peli en la casa de mi tía, así que se me adelantó y se llevó las llaves. Pero tras una breve conversación se agota y me las da, y yo me voy volando para empezar a grabar.

Ya son las 10:20, hemos perdido un tiempo precioso. La planificación para ese día no calza ni de broma, tenemos que rodar 22 secuencias y a las 19:00 hay que estar de regreso en Madrid, porque Rodrigo Sáenz de Heredia (el actor) tiene función de teatro. Imposible.

Empezamos a grabar en la calle, en la puerta de la casa y cometemos el primer error de planificación. La secuencia implica que Cristina Soria (la actriz) lleve en la mano una pistola bastante realista, y en cuanto empezamos a grabar un par de niños nos descubren en la calle, con sus bicis muy al estilo Verano Azul. Ellos corren la voz y en cuestión de diez minutos tenemos la puerta atestada de niños con bicicletas. A mí se me pone cara de apio… Mi ayudante de dirección les pide silencio, y que no entren en la casa. Ellos entran y murmuran lo que harían con la pistola si la tuvieran en sus propias manos, se montan su propia película, y sus vocecitas entran en nuestros micrófonos. Decidimos dejar las secuencias de calle para el medio día confiando en que a esas horas los niños estén comiendo, pero ese es un error mayor aún, pues los niños se quedan frente a nuestra casa, gritando como si no hubiera mañana (dentro de la dinámica de sus juegos), se les escucha hasta en lo más profundo de la casa y a nuestro sonidista accidental también se le pone cara de apio.

Tamajon2En una calle desierta de un pueblo de 175 habitantes llama mucho que alguien lleve una pistola, y más si al lado hay un tipo con una pértiga.

Pasados 10 minutos de tranquilidad aparece mi tío abuelo, que no se percata de que estamos grabando en la puerta y detiene el rodaje diciendo que no tengo permiso para grabar allí. A mí me da pudor que el chaparrón lo presencien los miembros de mi equipo: les hice atravesar Castilla para ver cómo un anciano me pone de vuelta y media en medio del rodaje de un plano (que a su vez tiene mucha carga dramática). Explico a mi tío que SÍ tengo permiso (es la verdad), y él deja caer su discurso y se esfuma. Seguimos grabando.

A los 20 minutos aparece la mujer de mi tío, abre la puerta de la casa en mitad de una toma y nos pregunta qué nos pasa con la puerta, que entramos y salimos tanto… Y mientras tanto, nosotros grabando un dramón intimista, con un personaje al borde del llanto, implicaciones emocionales y narrativas en cada poro de la acción. Nadie responde a su pregunta, ella misma se da cuenta de que tiene una cámara enfocándole la cara y una pértiga sobrevolándola.

A las 17:30 aun nos quedan por grabar ocho secuencias por rodar, imposible. Durante la mañana ya habíamos descartado algunas secuencias de transición suprimibles, pero entre las secuencias que nos restan por hacer hay varias importantes que pertenecen al climax final de la peli. Así que empezamos a planificar la fusión de secuencias tratando de aplicar la máxima simplificación pero intentando no perder la energía narrativa. Es duro acelerar el rodaje cuando necesitas tempo y sensibilidad, pero más duro sería irte de allí sin el material necesario para el montaje. ¿Y regresar otro día? ni de broma: llevamos un mes intentando cuadrar las agendas de los cinco miembros del equipo, coche mediante, y tras el conflico familiar que ha surgido con las llaves, si regreso a grabar a esa casa será porque Informe Semanal me esté haciendo una semblanza.

Cuando una superproducción debe fusionar y simplificar, sigue siendo una superproducción. Cuando lo haces tú (en plan low cost), con tus cuatro palos de escoba como trípode, el milagro es que salgas vivo de esa. Continuas llevando la gorra de director (artista), pero te pones el casco de bombero. No quieres perder ni un gramo de delicadeza en lo que haces, pero a la mente sólo te vienen frases del tipo "esto lo ruedo por mis..." y te imaginas mordiendo a tu tío como vuelva a obligarte a cortar una toma.


En CineTécnica Jorge Esteban-Blein despacha pídorillas muy útiles sobre como afrontar un rodaje, esta me llegó al alma. No rodar el climax al final, sabio consejo.

Lo que pasó en las dos horas siguientes lo tengo confuso, sólo recuerdo que yo estaba tumbado sobre una cama vieja, con la cámara sobre mi cabeza, tratando de grabar sin que me temblara el pulso un encuadre psicodélico que lograba resumir en un plano lo que debería grabarse en tres, y que desde fuera de la casa los 175 habitantes del pueblo nos escuchaban gritar el mantra ¡acción, acción, acción! como quien grita ¡fuego, fuego, fuego! Y a la hora acordada ya estábamos subidos en el coche, todos agotados y con cara de haber presenciado un atentado terrorista. Nadie tuvo que morder a mi tío, Rodrigo llegó a su actuación en Madrid, y yo me fui a casa con el botín de unos planos bien grabados, aunque el circo que hubo detrás de las cámaras para conseguirlo bien merecería una peli paralela.

Hay 1 Comentarios

Divertidísimo y con la tensión vivida muy bien reflejada. Ahora, 22 secuencias en 10 horas más o menos. O sea, ¿menos de media hora para cada secuencia? De bajo costo no significa de bajo coco, ¿o sí? En todo, ¿cómo asombrarse después del caos vivido?

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El Hombre Orquesta

Sobre el blog

En esta película de bajo presupuesto el guionista también ejerce de director, productor, cámara y sonidista, cual hombre orquesta. Este blog trata de ordenar el proceso de gestación de la película, además del flujo de ideas, personas y tendencias que bailan alrededor.

Sobre el autor

David Navarro es realizador, guionista y productor hiperactivo. No se ha planteado pedir una subvención ni esperar el visto bueno de una televisión. Compagina los rodajes con la docencia y cosas peores. Desarrolló las series independientes “Oído Caníbal” y “Nada que celebrar”, ambas emitidas en CANAL+.

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