Una tumba no devuelve el golpe

Por: | 11 de octubre de 2013

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Los chicos del Canódromo Abandonado conmemoran el cuarenta aniversario de la muerte de Bruce Lee volando a Seattle para desenterrarlo con una pala llamada crowdfunding. El resultado: una comedia de miedo zen y artes marciales sin golpes, La tumba de Bruce Lee, que se estrena el 13 y el 14 de octubre en el Festival de Sitges. Hoy son los invitados de El Hombre Orquesta y nos hablan sobre el proceso de hacer esta ópera prima a seis manos.

1. Homologación por Lorena Iglesias

Algo que ha estado siempre muy presente en nuestro vídeos, en los shows y, de un modo todavía más evidente, en la peli, es la obsesión por el "mundo empresarial", el lenguaje corporativo, y, sobre todo, la búsqueda de la homologación. Creo que una de las neurosis más frecuentes del paso al mundo adulto para nuestra generación ha sido, y sigue siendo, obtener un certificado que acredite que estás cualificado para un "puesto de trabajo". Esta idea de que la certificación es más importante que la capacitación está muy incrustada en los personajes de La tumba de Bruce Lee. En un momento, mi personaje confiesa que su mayor problema en la vida es la homologación, que no la tomen en serio, "obtener un diploma acreditativo por fin homologado". El mundo corporativo es una espiral de pufos que te atrapa: el diploma cuesta dinero, y no sabes si es un timo hasta que lo pagas; pero, si no tienes uno, no te creen.

Trailer de La Tumba de Bruce Lee.

En uno de nuestros primeros vídeos, de la serie Adultos deprimentes, un joven ente deforme decía que "nunca había visto una empresa". Supongo que usamos el lenguaje empresarial porque estamos muy alejados de él. Somos lo opuesto a una empresa, y por eso nos divierte imitar su funcionamiento interno en la ficción. En la vida real no tenemos una productora detrás, ni siquiera existe una jerarquía clara entre los tres, y desde luego no formamos una cadena productiva (a veces quedamos todos delante de un solo ordenador para enviar unos mails). Hace un par de años, trabajé para una empresa que quebró, y me quedé con un montón de tarjetas de visita que ya no servían para nada. Se nos ocurrió ir a una reprografía y hacer un sello de caucho con el texto "CANÓDROMO ABANDONADO. ¡Ahora en Internet!". Sellamos las tarjetas y las convertimos en tarjetas nuestras. Julián suele llevar unas encima y repartirlas a los desconocidos. Incluso en nuestro lenguaje habitual se han colado palabras como "gestionar, promedio..." y Aaron a veces es "Sánchez", una especie de mando intermedio, muy eficiente.

Lorena Iglesias

En nuestros vídeos solemos crear personajes con preocupaciones muy adultas y mezquinas, y colocarlos en atmósferas de sueño. Alguna vez he pensado que probablemente estén ahí nuestros deseos reprimidos de ser adultos homologados en el mundo real. No nos gusta que se nos vea como unos chiflados, o que se diga que nuestros vídeos son demasiado "raros". Queremos que nos acepten y nos tomen en serio, como cuando, hace más de un año, ciento ocho mecenas confiaron en nuestro proyecto de rodar La tumba de Bruce Lee. Aquí está nuestra apuesta para conseguir el título de empleados del mes.

2. Tocar la trompeta sin trompeta por Aaron Rux

En un discurso de Claude, mi personaje, nos explica que hacía tiempo tenía un problema: quería ser trompetista pero estaba obsesionado con tener la trompeta más bonita.  Su solución: "Tiré la que tenía y aprendí a tocar sin trompeta". Nunca llegamos a saber los orígenes de este conflicto interno de Claude, ni por qué la que tenía no servía pero supongo que lo más interesante es el hecho de estar obsesionado con la trompeta como objeto estético y no como herramienta que produce música.

Creo que lo que le pasó a Claude también ocurre en el cine, es decir, nos dejamos seducir por el brillo de la trompeta más bonita mientras que el contenido musical se queda en segundo plano. En los últimos años se ha hablado mucho de la corriente de cine low cost, un movimiento marginal que ha producido un puñado de películas hechas sin medios y que por algún motivo ha conseguido tantos defensores como detractores.

LTDBL-Promo-3Aaron Rux y Julián Génisson en un fotograma de la película.

Algunos se quejan de que el cine low cost no hace industria y que no es nada más que una oportunidad de recrearse en el ombligo y experimentar con amigos, mientras que otros proclaman que representa un cambio de paradigma del que salen nuevas visiones cinematográficas con un lenguaje particular. Yo no soy crítico de cine, así que no voy a intentar teorizar sobre el tema, pero la polémica siempre me ha sorprendido. Si entráis en nuestro blog y veis los vídeos que hemos hecho, o en nuestra cuenta de Twitter, vais a ver un universo que, a pesar de un gran esfuerzo por nuestra parte, no ha conectado con el mainstream. No pasa nada. Hay que reconocerlo. Es una apuesta y somos consecuentes con las decisiones artísticas que hemos tomado. Y el hecho de estar en los márgenes de la cultura pop, estuvo muy presente en el momento de plantear la peli. Sabíamos que no íbamos a poder contar con una productora, de manera que tuvimos que dejar la obsesión con la trompeta bonita y pensar en los recursos de que disponíamos: una sala de conferencias, un gallinero, una caravana de los 60, un lago con atardeceres bonitos, un taller de coches, una furgoneta y a unas horas en coche el cementerio donde está enterrado Bruce Lee. Esto es lo que sirvió de esqueleto cuando Julián estaba construyendo la geografía de Seattle en el guión, y podemos decir que este ejercicio de austeridad dio sus frutos y de ahí salió una historia tan original como peculiar. Ahora ha llegado el momento en que el experimento que emergió de nuestro ombligo colectivo se someta a un referéndum. Estamos ansiosos: ¿les gustarán nuestros chistes y nuestra forma de gestionar el humor? Esperamos que sí, pero también hay que creer en la intuición, apostar y no tener miedo.  Claude lo plantea así: "Un auténtico líder no le tiene miedo a nada, ni siquiera a volverse loco. Un auténtico líder sólo tiene un gesto de poder…", es decir, hacer una peineta. En nuestro caso esto significaba hacer esa película sin dinero y sin el permiso de una industria en la que hasta ahora no hemos encajado. Quizá al ver el resultado final echéis en falta su brillo, pero nos gustaría pensar que el contenido musical os llevará a un espacio cuya gracia, armonía y terror justificarán la subversión de la trompeta más bonita.

LTDBL-Lorena-Iglesias,-Pablo-Hernando-&-Aaron-RuxA la cámara: Pablo Hernando. ¿Pero dónde está la cámara? Ahí... mimetizada entre el seto..

3. La tumba de Bruce Lee por Julián Génisson

Veamos: la película arranca con uno (mi personaje) que se propone visitar la tumba de Bruce Lee aprovechando que su pareja (el personaje de Lorena) se ha apuntado a un curso de lenguaje corporal para emprendedores en Seattle. Digo "uno" porque no hace falta saber nada más sobre él: sólo que siempre ha soñado con ver la tumba de Bruce Lee, y de niño se sabía todas sus películas de memoria*, se enfurecía cuando alguien decía que Bruce Lee era un drogadicto y rezaba por despertar un día siendo chino. No sé bien qué puede esperar ganar un niño plantándose delante de una tumba, qué clase de stendhalazo** intuye que encontrará ahí. Quizá tenga que ver con una película que tuve muy presente mientras escribía el guión y que vi unas cuantas veces de pequeño, Retroceder nunca, rendirse jamás (Corey Yuen, 1986). En ella un adolescente recibe una paliza y acude a la tumba de Bruce Lee a suplicarle que le ayude a ser como él, que lo imante***. Esa noche se le aparece Bruce Lee y le enseña a defenderse.

De todas las cosas buenas de la película me quedo con ese momento: peregrinar a un cementerio en busca de la experiencia decisiva, que transfigura; imaginarte que nada será igual a la vuelta, que será como si te hubieras reencarnado en otro. Pues bien: no hubo mareos ni convulsiones ni revelaciones sobre mí mismo cuando fuimos al cementerio a grabar, sólo prisa por acabar antes de que nos echaran, y miedo a que empezase a llover, y cansancio máximo por todo lo que llevábamos grabado. Te acercas a algo con infinitiva reverencia, casi reptando; piensas que ahí se sabe vivir y quizá algún día te enseñen, y te das cuenta de que al final no era para tanto. Era evidente que no iba a pasar nada, pero (no, no era evidente, pensaba que al menos sentiría algo, y no, nada; no era más que una fila de gente muy en forma poniéndole morros a una lápida).

LTDBL-Julián-Génisson-1Julián Génisson meditando cerca de la tumba de Bruce Lee, en Seattle.

Bueno, da lo mismo. Olvídate de Bruce Lee. (En la película sólo es la forma que tenemos de llamar a la pulgada que te separa de la gente a la que más quieres y mejor crees conocer, empezando por ti mismo. Es una distancia de mierda, pero por eso mismo es insalvable: dos centímetros y pico, la distancia del deseo. Muchas veces sólo puede recorrerse de un puñetazo. Pero ¿por qué hablar de Bruce Lee cuando realmente quieres hablar del amor, o el vértigo de hacerse adulto, o el miedo al dinero? Porque es muy violento hablar de esas cosas tan generales y que todo el mundo sabe, pero si las disfrazas de Bruce Lee en seguida dejan de parecer tan solemnes****.) La cuestión es que con el cine, con el hacer cine, me pasó algo parecido que con el sueño de visitar la tumba de Bruce Lee: reverencia infinita, casi reptar; miedo a dar el salto porque te lo imaginas como algo sublime, inaccesible, y tú tan incapaz. ¡El cine es el bien supremo: no tocar! Pero un día a tus amigos y a ti se os ocurre un par de ideas buenas, consiguís que un montón de personas de Internet os abran su monedero para compraros un viaje a Seattle, os lleváis a otro amigo que entiende de luz y de sujetar cámaras, y eso es cine, y os dais cuenta de que tampoco era para tanto: no es más que gente, a veces poquísima, grabando a otra gente mientras hace y dice cosas de mentira escritas por alguien. Joder, mira lo que han hecho Pablo Hernando (Cabás, 2012) o Juan Cavestany (El señor, 2012) o Carlos Vermut (Diamond Flash, 2011) o los Pioneros del siglo XXI (Mi loco Erasmus, 2012), con poco más que lo que llevaban puesto.

Todo esto ha sido una forma muy larga de llegar a una conclusión muy evidente, y lo siento. Sólo una cosa más: de niño no era muy inteligente; por eso me obsesionaba acercarme a la tumba de Bruce Lee. También creía que, cuando mis padres me llevaban a cenar a Foster's Hollywood, me estaban llevando al Hollywood real (esto es cierto; las distancias funcionan de otra forma cuando eres un niño). Si nosotros, que no somos nadie ni estamos capacitados para hacer películas, hemos conseguido hacer una y que el establishment nos haya seguido lo bastante la corriente como para invitarnos a Sitges, el mejor festival del mundo, igual es que Hollywood no está tan lejos.

* Incluso las de «Bruceploitation», películas hechas con imitadores de Bruce Lee. Eso sí es carisma, ¿no? Morirte y que el mundo diga NO, NO ES VERDAD. Que sigan haciendo películas contigo como si nada. Carisma es que tu cadáver no quepa en ningún cementerio y siga protagonizando cosas.

** Cuando te noquea lo sublime y tienes mareos, convulsiones, desvanecimientos, sensación de realidad en estampida, diarrea.

*** Cuando fuimos al cementerio a grabar una escena de nuestra película había muchos fans haciendo cola para acercarse a la tumba. Una mujer se había traído su colección de DVDs de Bruce Lee, y juro que los pasó por delante de la lápida, como para magnetizarlos. Carisma es tener el cadáver imantado.

**** Carisma es valer de metáfora universal para cualquier cosa: puedes hablar de las relaciones de pareja, o de lo ridículo que es hacerse mayor, o de la existencia del mal, invocando a Bruce Lee. No puedes hacer lo mismo, por ejemplo, con Michael Dudikoff.

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El Hombre Orquesta

Sobre el blog

En esta película de bajo presupuesto el guionista también ejerce de director, productor, cámara y sonidista, cual hombre orquesta. Este blog trata de ordenar el proceso de gestación de la película, además del flujo de ideas, personas y tendencias que bailan alrededor.

Sobre el autor

David Navarro es realizador, guionista y productor hiperactivo. No se ha planteado pedir una subvención ni esperar el visto bueno de una televisión. Compagina los rodajes con la docencia y cosas peores. Desarrolló las series independientes “Oído Caníbal” y “Nada que celebrar”, ambas emitidas en CANAL+.

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