En esta película de bajo presupuesto el guionista también ejerce de director, productor, cámara y sonidista, cual hombre orquesta. Este blog trata de ordenar el proceso de gestación de la película, además del flujo de ideas, personas y tendencias que bailan alrededor.
Sobre el autor
David Navarro es realizador, guionista y productor hiperactivo. No se ha planteado pedir una subvención ni esperar el visto bueno de una televisión. Compagina los rodajes con la docencia y cosas peores. Desarrolló las series independientes “Oído Caníbal” y “Nada que celebrar”, ambas emitidas en CANAL+.
Sinceramente, no tengo ninguna esperanza en España. Creo que nuestra historia es la de un pueblo que cuando ha conseguido algo grande, ha sido “porque tenía que pasar”, por suerte, por empecinamiento o por equivocación. Es más, creo que siempre que España ha sido capaz de hacer grandes cosas se han dado todas esas circustancias a la vez. Desde el descubrimiento de América hasta la regeneración democrática que disfrutamos hoy.
En España reina el cortoplacismo. El quemar las naves. El tirar la casa por la ventana. El guiño por debajo de la mesa. Tonto el último. Cosechar sin sembrar. Creer que los demás son estúpidos, y quien paga: más.
Me considero lo más parecido a un showrunner tras crear dos series para CANAL+. Las escribí, produje, dirigí y edité. Dos series pequeñas e independientes y un largometraje. Ese es mi camino andado y el que espero que alumbre mi futuro. Trabajo todos los días en proyectos propios, y me dejo la vida en ellos, construyéndolos en la sombra.
Un buen amigo músico me dijo que la gente como nosotros construimos mansiones invisibles. Dedicamos años de nuestra vida a hacer cosas grandes (en esfuerzo), pero que tal vez pocos verán. Y, sin embargo, soñamos con que esos proyectos sumen un valor relevante: alejarnos de este desierto ibérico y estar más cerca de HBO, un centímetro más cerca, lo que sea.
HBO no es sólo una cadena americana de cable. HBO es una palabra internacionalmente admitida y que para mí tiene incluso un matiz político, si por político entendemos aquello que hace avanzar a nuestra sociedad, tratarla de frente y buscar su trascendencia. HBO significa trabajar a largo plazo. Mimar las naves. Ser adultos y tratarnos como tales. Saber que el espectador no es estúpido y darle una buena razón para seguir pagando.
Y entonces llega Telefónica Studios, proclamando que desde ahora será la nueva HBO. Una HBO hispanohablante. La empresa que en 50 años no ha sido capaz de sorprendernos con su negocio base (la telefonía) ahora se autobautiza como la referencia de la ficción de calidad en lengua castellana y utiliza el concepto "HBO" para definir su futuro. Y eso duele, porque es demasiado bonito para ser verdad, y la historia de mi país lo desmiente.
Estoy seguro de que los proyectos de Telefónica serán fastuosos, contarán con una fotografía y unos FX impolutos, localizaciones depuradas, actores famosos, una realización correcta y guiones entretenidos, muy entretenidos y muy-muy entretenidos. Pero permitidme que dude sobre su valor y visión a largo plazo, su relevancia, su madurez… y su innovación. Y HBO, por encima de todo lo dicho anteriormente, significa eso: INNOVACIÓN. Porque la calidad es cortoplacista si no lleva debajo la innovación continua.
Y ahora el adiós. Este blog detiene su recorrido definitivamente. Agradezco apasionadamente a El País la oportunidad dada. Me voy a HBO, pero poco a poco... a pie y a nado, por lo que probablemente nunca llegue. Mientras, nos veremospor el camino.
El día de las elecciones coincidí con un viejo amigo en el colegio electoral, el apoderado de Podemos. Y tras saludarle retomamos nuestro eterno tema recurrente, la series de televisión. Concluimos (una vez más) en que hace falta un canal que apoye otro tipo de ficción en España, que aquí la televisión nos trata como a ancianitas de Cuenca, y que precisamente ni siquiera ellas son tan ancianas ni tan de Cuenca como se les trata. En ese momento nos interrumpió una anciana (lo juro) con un sobre y una papeleta de Podemos y le preguntó a mi amigo si había que hacer algo más que introducir la papeleta en el sobre.
La calidad de las series españolas no es un tema de interés nacional, como la política. Pero vivimos en una sociedad puramente audiovisual. El lector más voraz y pudiente del siglo XX apenas conseguiría igualar la cantidad de audiovisual consumido por el espectador medio del siglo XXI, y, sin embargo, todo ese caudal de ideas, historias y vivencias no está diseñado más que para pasar el rato que hay entre pausa y pausa publicitaria. Pasar el tiempo, seguir consumiendo. Una de las invenciones de Charlie Brooker que quedaron fuera de Black Mirror es un mundo en el que te quitan 10 minutos de vida por cada carga del móvil, pues ver la tele no suma vida precisamente, no en España.
Fotograma de Wall-E: cuerpos viendo la tele, twitteando y consumiendo.
Las series forman parte de la cultura de sus espectadores, y es de esperar que si esas historias tienden a la relevancia eso será mejor que el pasatiempo puro. Y por pasatiempo puro entendámoslo como lo que generalmente es: ideas de usar y tirar. Es decir: ideas que se transforman en basura una vez que son consumidas. Y por tanto, malas ideas.
Hay tres posibles productores de series en España. Las cadenas de la TDT (Atresmedia y Mediaset) que no tienen ninguna necesidad de cambiar el modelo porque ganan dinero con lo que hacen. Las cadenas públicas y en concreto RTVE, que falta a su compromiso con la cultura nacional no apostando por nuevos contenidos (pero de eso no voy a hablar hoy). Y la televisión de pago, las cadenas llamadas a salvarnos del pensamiento único audiovisual.
Los refuerzos de la tv de pago no vendrán
Es razonable pensar que exista una televisión para la masa: gratuita, generalista y con historias inofensivas; y que la innovación delicatesen se encuentre en la televisión de pago, o por lo menos así ocurre en EE.UU., (con HBO, AMC, Showtime y el propio Netflix). ¿Pero qué televisión de pago tenemos en España? Franquicias de cadenas americanas de pago que ofrecen contenidos que allí son en abierto, series inofensivas, precocinadas y enlatadas. Cadenas completamente superfluas que en ocasiones emiten reposiciones del contenido que ya viste en la TDT. Cero inversión en producción nacional, y cero apuesta por la inteligencia del españolito.
Esto me recuerda al spot de McDonalds en Australia de hace unas semanas. McDonalds, que se curra la publicidad nacional para decirte que la ternera que comes es 100% extremeña, y que además eres un tipo muy guapo y cool comiendo en sus restaurantes, mientras en Australia retrata al español como lo que es para el mercado internacional (la auténtica Marca España), un koala en coma.
España, olé.
Puede que en España tengamos muy buenas ideas, pero no las busques en la televisión. Y si una multinacional americana de fast food retrata la "intelectualidad" del segundo o tercer mundo (porque lo mismo hace con Brasil) de esta manera es porque puede, porque forma parte del imperio y nosotros somos una colonia a la que ordeñar. Cosa parecida pasa con la televisión de pago en mano de gigantes americanos, FOX, Turner (TNT), NBCuniversal (Calle13 y SyFy) y Viacom (Comedy Central, MTV): fast tv, pero de pago.
Ahora, siempre hay gente por debajo de uno. Hace unos años un amigo colaboró en un proyecto de cooperación en Bamako (Malí), allí desarrollaron una televisión local, algo que no existía: producción propia audiovisual. Me contó que en Malí, como en casi todo África, la televisión que se consume se limita al satélite en abierto, y en el caso concreto de Malí es televisión generalista francófona. O sea, que la población infra-urbana de África consume referentes audiovisuales de un mundo que jamás ha vivido y que probablemente jamás vivirá. Y no los mejores contenidos, sino programación generalista pura y dura. Por lo menos aquí sí tenemos producción propia, y muy cara, como Cuéntame y Velvet, pero vamos… que no es como para salir a corearlo por la calle.
En España: la tv premium (de pago) no es premium (pero sí es de pago)
La producción propia de las cadenas de pago españolas está por debajo de lo esperable, sólo CANAL+ ha logrado soltar dos perlas como Crematorio y ¿Qué fue de Jorge Sanz? (ambas en 2011), pero muy insuficiente para lo que cabría espera de la principal cadena de pago en España. Sin tomar en cuenta programas de sketches, documentales o realities, lo cierto es que ninguna cadena de pago destina presupuesto a la producción propia de ficción: TNT sólo produjo una serie en 2010 (Todas las mujeres, un buen comienzo interruptus con Mariano Barroso a la dirección), Paramount Comedy produjo otra serie en 2009 (El divo, esperpéntica y olvidable), y FOX, COSMO, SyFy y Calle13 nada, salvo esta última un experimento con Little Secret Film, pero en mi opinión fue una iniciativa más enfocada al marketing de la cadena que a la emisión (aunque salieron algunas joyitas).
Se suele decir que la televisión de pago en España no tiene dinero porque, comparandos con EE.UU., sus ingresos no dan para rentabilizar el esfuerzo porque (entre otras cosas) somos de los países de nuestro entorno con menos abonados a la televisión de pago, pero la culpa no creo que sea de nuestro carácter latino-pirata, o de nuestro desinterés por la calidad y la cultura, sino de que la televisión premium (de pago) en España no es premium, pero sí es de pago.¿Porqué vamos a pagar por ver lo que ya hemos visto, ya estamos viendo, o ya veremos? Comedy Central (el antiguo Paramount Comedy): emite Aída (cómo también lo hace FDF en la TDT), La Hora de José Mota (disponible en la web de RTVE), La que se avecina (a la vez que FDF), Friends y películas como Colega donde está mi coche... TNT emite de estreno: The Big Bang Theory (reposiciones en NEOX), El Mentalista (LaSexta) y así el resto de franquicias americanas de pago en España, o sea, lo mismo que emiten los canales secundarios de la televisión en abierto. ¿Hay una buena razón para amar a esas cadenas? Si les intercambiamos el logo ¿las diferenciaríamos? ¿Alguien siente expectación por saber con qué nos sorprenderán mañana? ¿Cómo es posible que muchos españolitos sepan qué es HBO y no sepan decir si cuando CANAL+ dejó de emitir en abierto para convertirse en Cuatro desapareció la televisión de pago en España?
Simplificando: en el caso concreto de CANAL+ (que siempre fue la única cadena en la que depositar nuestras esperanzas) uno de sus problemas fue su apuesta ciega por el futbol. Siempre se entendió que en España una cadena premium debería disponer de, como poco: todo el futbol. Entonces el precio de este subió hasta el colapso, y no quedó dinero para más. Y ese es a grosso modo y simplificando brutalmente uno de los problemas. El poco dinero que resta del futbol se dedica a taquillazos y programas de importación.
Y sin embargo, casi todas las cadenas de pago (esas que apenas hacen nada) están obligadas por ley a destinar un 5% de sus beneficios a la producción nacional. ¿Dónde está el resultado de ese dinero invertido en ficción española? La respuesta: en sucedaneos de ficción que no lo son o intacto en sus cuentas bancarias. Pues muchas de ellas hacen oídos sordos y se niegan a invertirlo esperando a que la ley cambie y el gobierno de turno se lo perdone. El Ministerio de Industria tiene online los informes hasta 2011.
¿Hace falta tirar la casa por la ventana para hacer las cosas bien?
¿Es por dinero que España no se puede permitir una producción propia "relevante"? Producciones caras sí tenemos, el coste de cada capítulo de Cuéntame está en unos 700.000 euros, e igual precio tuvo Águila Roja, Velvet y tantas otras. ¿Hace falta gastarse casi un millón de euros por semana para producir 70 minutos de ficción de calidad? En mi opinión NO. E incluso me parece indecente.
Mi ejemplo más claro es Louie, una serie americana que tiene en España una razonable legión de seguidores de muy amplio nicho, quienes consideran que Louie es una de las mejores series de la década. Los hijos de la Señora de Cuenca, mayores de edad, consumidores al uso. Louie es una serie que las cadenas generalistas tachan de indie pero que en mi opinión podría tolerar hasta la mismísima Señora de Cuenca, porque la Señora de Cuenca que veía el Un, Dos, Tres ya está bajo tierra, y la que ahora le sustituye ha aprendido a ligar vía Meetic, trabajó, tuvo hijos, tal vez se divorció, ha sufrido la incomunicación, las eternas ironías de las relaciones humanas, pierde el metro en hora punta... Louie no es para la Señora de Cuenca que ama Velvet, no todo es para todos, pero si a la audiencia la tratas con madurez, tal vez te sorprendas. Y no poca sorpresa habrá sido ver cancelarse infalibles series generalistas al cuarto episodio de emisión, tantas veces.
Louie cuesta cuatro duros, y si se rodara en España costaría una décima parte, se puede hacer rozando la gratuidad, pero es que no es un problema de dinero. Es de tomarse esto en serio, tratar al espectador como adulto, e intentar que cada día se avance un palmo del terreno. Louie la produce en EE.UU. el canal de pago FX, y en España la emite FOX, pero no como parte de su parrilla de verdad, sino de la de mentira. En la madrugada del sábado al domingo a las 5:45, porque saben que en España no le va a interesar a nadie que vea la televisión en un horario normal, no... Louie sólo le interesa a los 6 trasnochadores depresivos que serán los únicos que vean FOX un sábado a esas horas. Ese es el nivel. (Pero fue CANAL+ quien estrenó Louie en España, en un horario nada despreciable: 21:30 todos los días, como en su día emitió Seinfeld y otras series históricas).
¿Queda esperanza? Para mi la esperanza pasa por todos los guionistas, realizadores y actores que seguimos tomando notas en el margen de nuestros cuadernos de supervivencia. Y empresas, como Filmin, pequeños pero muy ágiles, capaces de fijar una reunión por Skype hoy mismo si creen que tienes algo que decirles; no tienen grandes medios, pero piensan rápido. Y Movistar TV, sé que parece "el gigante tonto" pero puede que con la compra de CANAL+ por parte de Telefónica cambien algunas cosas. O tal vez no, es más, creo que no..
El Hombre Orquesta ha decidido fiarse de nosotros y cedernos este espacio para presentar al mundo BARATOmetrajes 2.0, ese documental con nombre polémico e ingenioso que, extrañamente, casi todo el mundo tiene problemas para pronunciar.
BARATOmetrajes 2.0 es la segunda parte, más amplia, más variada (¿y mejor?) del cortometraje original de 2005, un documental que explora las entrañas del cine “verdaderamente independiente” de nuestro país. Puff, pues vaya coñazo, podrán pensar algunas malas personas. Lo que estas personas no saben es que documental y entretenimiento no siempre están reñidos. BARATOmetrajes es divertida. Lo prometemos. Y gente con la que no compartimos ningún apellido nos lo ha asegurado.
Una película sobre baratometrajes españoles, que, por supuesto, es en si mismo un baratometraje. En todo, desde el principio. En su espíritu. En cómo se hizo, vía crowdfundig recurriendo a amigos, familiares y otros pobres inocentes que quedaron seducidos por nuestra vídeo de presentación. En la importancia que le hemos dado a las redes sociales para paliar la falta de dinero en promoción tradicional. Y en los encajes de bolillos que hemos tenido que hacer para grabar las diferentes entrevistas entre los huecos que nos dejaban nuestros ocupadas agendas. Eso sí, baratos pero dignos. Todos hemos cobrado (poco, pero cobramos).
El director Chiqui Carabante.
Y es que hacer una película, aunque sea un baratometraje, no es nada fácil. Si no conlleva una gran inversión monetaria (lo que también es discutible) te exige, como mínimo, mucho tiempo. Hace precisamente un mes de abril de hace dos años, empecé a colaborar con Hugo y Dani, codirectores, coproductores y cotodo del proyecto, dos hombres orquesta tan opuestos como complementarios, que tienen la virtud de saber elegir cuando cabrearse con el mundo y con el documental: justo cuando el otro tiene su mejor día y es capaz de tirar del carro. Tras 7 años, Dani y Hugo quisieron explorar de nuevo el panorama cinematográfico indie en España. ¡Y vaya si había cambiado! Había mucho más material del que esperábamos inicialmente, los entrevistados no paraban de crecen, la actualidad nos ganaba la partida y los días de trabajo se fueron convirtiendo en meses y los meses en años. Y es que de todo ha habido en este tiempo. Colaboradores esporádicos que entran y salen del proyecto, gente que se compromete y luego no responde, gente que responde muy bien sin haberse comprometido... Y también hemos tenido, por supuesto, nuestra ración de polémica, para darle caché al asunto: directores que no querían aparecer, entrevistados que nos dieron el sí y, en el último momento, se echaron para atrás...
Nunca hay que dar las preguntas por adelantado a un entrevistado. Esa es una de las muchas enseñanzas que nos llevamos. Y es que hacer un documental sobre cine, claro, ha hecho que aprendamos mucho sobre el séptimo arte. Pero también ha permitido que nos lo pasemos muy bien. Con el desparpajo y la naturalidad de Alfonso y Alberto, los responsables de El mundo es nuestro. Con el humor surrealista de Carlo Padial, con el que te ríes sin saber muy bien si lo que dice es un chiste o no. Con la agudeza y veteranía de ese grande de nuestro cine que es Rafael Gordon (¿existen los reconomientos de gilipollas? No, pero deberían existir). O con las verdades como puños de Norberto Ramos y sus fragmentos de Summertime, metacine divertido y no elitista. Aunque si de algo nos podemos sentir orgullosos es de habernos convertido en la primera película del mundo mundial que explica de que van las subvenciones al cine español sin que mientras tanto te eches una siestecita. Y también la única que te permite comprar en el primer top manta legal de la historia. Aunque otros portales ilegales hayan tenido la gentileza de incluirnos en su amplísimo catálogo.
Y hoy, por fin, ha llegado la hora de la verdad. La hora de estrenar BARATOmetrajes 2.0 y saber si realmente le gusta a alguien más que a nuestras abuelas, para las que, todo hay que decirlo, el documental es ya una obra maestra. Un cóctel bien mezclado (no agitado) de entrevistas a directores, guionistas, productores, exhibidores, distribuidores, periodistas y gestores culturales. Explicado para todos los públicos y todas las mentes. Esta vez y sin que sirva de precedente, sin que eso se considere un insulto.
P.D: No, no solo hablamos de dinero. Y no, no defendemos este cine barato como modelo de financiación cinematográfico. Tan solo nos limitamos a mostrar una realidad y plantear el debate. Porque haberlo, haylo.
Hola, éste es el blog de El Hombre Orquesta, pero yo no soy David Navarro. Soy Daniel Castro y “dirigí” una película llamada Ilusión. David me sugirió que podría escribir en su blog sobre lo que ocurre cuando una película de bajo presupuesto está terminada, como es el caso de Ilusión.
(Dejadme que os explique porqué he puesto el verbo dirigir entre comillas; según mi experiencia, “dirigir” una película es como subirse a un caballo en un rodeo: la cuestión no es llevar al potro hacia donde quieres, sino durante cuánto tiempo puedes fingir que lo haces. Y el deseo ferviente de que sea durante esos fugaces instantes cuando tus seres queridos vengan a verte al rodaje. En mi opinión, "dirigir" es tener la testarudez de subirte una y otra vez a una bestia que insiste en escupirte cada vez más fuerte, cada vez más lejos).
Una vez hecha esta aclaración, vamos al asunto.
En primavera de este año acabamos la posproducción de nuestra película: Roberto terminó de limpiar los diálogos y mezclar las pistas, Bienve intentó corregir e igualar el color y Cris sacó los archivos definitivos de su ordenador.
¿Qué pasó a partir de entonces?
Emocionalmente, un poco de todo. Supongo que depende de la personalidad del director, pero, en mi caso, se han sucedido fases de aborrecimiento de la película (y de autocrítica feroz por no haber sabido solucionar los fallos a tiempo) con momentos de entusiasmo incrédulo, porque hemos tenido la suerte de que Ilusión ha tenido una acogida muy positiva. Ahora mismo, y esta sería la tercera fase, la película en sí, su contenido, ha pasado a ser algo extraño a mi, algo de lo que hablo con cierta distancia porque ahora me ocupo de…
Los pósters y todo lo demás.
Una vez acabada la película, el cineasta low cost, hombre orquesta, o como le queramos llamar, debe ponerse varias chaquetas. Debe seguir llevando la de productor, pero, además, debe hacer de jefe de marketing, agente de prensa y encargado de logística entre otras cosas.
Primero hay que decidir qué imagen se da la película. Cuál será su cartel, su título definitivo (si no está decidido aún) y montar su trailer y teaser (si lo hay). La imagen debe ser atractiva pero también coherente con la película. Al no tener casi presupuesto, conviene arriesgar un poco para que lo que se muestre sea original y memorable. Creo que a una película pequeña la gente le perdona cierto descuido formal (que casi se da por supuesto) pero no que sea convencional.
Prueba de impresión del poster.
Dependiendo de la fecha en que haya acabado la posproducción de la película, conviene pensar en cuál puede ser el mejor escaparate para "lanzarla". Pensar en los festivales de cine apropiados para el tipo de película que uno ha producido (casi todos tienen una "línea editorial") y, dentro de ellos, cuál sería la sección más adecuada. Obviamente, las secciones oficiales a competición son las que reciben más atención de los medios pero, por ahora, es difícil que películas tan pequeñas entren en las secciones oficiales de festivales de cierta importancia. Además, la atención de los medios puede ser un arma de doble filo: uno casi preferiría no estar en una sección importante de un festival si el precio es que críticas devastadoras llenen los medios de todo el país. Lo ideal, y lo difícil, es encontrar el sitio adecuado.
Nuestro sitio, el de Ilusión fue la sección Zonazine del Festival de Málaga. Obviamente recibimos mucha menos atención que las películas que competían en la Sección Oficial, pero, tuvimos nuestro propio y algo ridículo paseo por la alfombra roja y, el ganartres premios en esa sección paralela, ayudó muchísimo a la película. De pronto había interés por verla y algunos medios de comunicación (algunas revistas, algunos periódicos, muchos blogs, no nos engañemos, sobre todo blogs) hablaron sobre ella.
Bárbara Santa-Cruz en la alfombra roja del Festival de Málaga.
¿Qué hubiera pasado si no hubiéramos ganado ningún premio o ni siquiera nos hubieran seleccionado? Supongo que habría minado algo nuestra moral, pero hubiéramos seguido presentando la película a diferentes festivales hasta poder participar en alguno.
Algo que he olvidado comentar: presentarse a festivales implica también una inversión en tiempo y dinero.
En cuanto un festival tiene cierto tamaño, los requisitos comienzan a ser más exigentes: la proyección debe hacerse en DCP (disco duro con archivo entrelazado de imagen y sonido, el estándar para las proyecciones digitales), hace falta material promocional (carteles, press book, pero también cortes de audio y video de algunas secuencias para los medios) y mucho tiempo dedicado a irritantes cuestiones logísticas (averiguar las fechas de actores disponibles para acudir a presentar la película, pedir vuelos, comprar billetes de tren, reservar habitaciones de hotel, escribir mails de información al equipo, recopilar datos para acreditar a invitados...) Es cierto que son problemas derivados de algo bueno; la participación en un festival de cierto tamaño, pero para un “cineasta” sin equipo en el que delegar y poco dotado para la planificación como yo, puede tratarse de la fase más estresante de la carrera de una película.
El DCP de Ilusión posando junto a una caña, lo que antaño fueron latas de película.
Supongo que el consejo que debería dar a un director novato que se encontrara en esta situación es: “busca ayuda”. Pero yo no lo he hecho, sigo vivo y he acabado disfrutando levemente de esta parte también. Como le dijo el escorpión a la rana, cuando ambos iban a ahogarse en el río, “es mi carácter”.
Una vez acabada la participación de la película en su primer festival, si ésta ha tenido algún tipo de repercusión, se suele plantear la maldita pregunta. ¿Y tenéis ya distribuidor?
Esa es otra historia. Y, si David me vuelve a dejar un hueco aquí, intentaré hablar de ella otro día.
Cartel promocional de #LittleSecretFilm por Calle13
Hace poco vi unas declaraciones de Joaquín Reyes en las que se sorprendía de que a él le asocien con los proyectos indie/low cost cuando él siempre ha trabajado para grandes corporaciones y cobrado por lo que ha hecho. Empezó en 2002 en Paramount Comedy, con un programa que disponía de algún presupuesto y a él le pagaban por su trabajo. Así que no era ningún friki onanista con su handycam. Cuando vi esas declaraciones de Reyes me sentí un poco tonto, un poco friki onanista, porque no hay día en el que no esté a punto de caer de nuevo sobre mi handycam (DSLR).
A veces no me atrevo a decir que soy director de cine (o realizador, o guionista…), y me presento con cualquiera de mis oficios anteriores. Me da pudor decir que soy “eso”, porque tal vez es mentira. Porque los proyectos que suelo hacer son low cost.
Hace cinco años me pasó una anécdota que he tratado de no airear mucho... hoy me resarciré, porque es bastante ilustrativo ver como han cambiado las cosas después del tiempo.
Yo acababa de producir mi primer proyecto (Oído Caníbal, 120 minutos), y después de casi dos años de trabajo inicié la fase más dura: venderlo. Sin contactos directos, intenté que alguien influyente lo viera y me diera su opinión o apoyo. Toqué los hilos que tenía en mi mano, pocos. Ninguno era “el contacto definitivo”, ninguno era el Presidente de Columbia Pictures, o Jesucristo, pero sí tenía en mi agenda a algún director de cine, productor y distribuidor nacional, amigos de amigos, de amigos.
Varias personas influyentes accedieron a asistir a un visionado (individual, con la presión que eso significa), y tras permanecer en su asiento dos horas me dieron algunas opiniones y consejos. Una de esas personas fue quien me presentó a Canal+ y quien motivó que mi vida siguiera por este camino. A aquel tipo, como al resto, no les conocía de nada, repito, sólo eran amigos de amigos, de amigos (el director de United International Pictures en España, un responsable del ICAA, un productor europeo muy importante de los 70-80…).
Pero había un tipo al que yo sí conocía (algo más que al resto), un director de cine. Alguien con quien yo había conversado y a quien hice un favor con los extras de su última película. Le telefoneé y me citó en su despacho. Me senté frente a su mesa, y sólo me hizo una pregunta “¿Cuánto dinero ha costado producir tu proyecto?”. Yo le admiraba, y creía que teníamos una micro-relación afectuosa, aunque nunca habíamos tomado Fantas juntos, ni mucho menos. Así que le hablé del cash, en metálico cuando me había gastado. La respuesta que di fue “3.000 euros”. La respuesta que debí dar fue “100.000 euros” que es el coste general de sueldos que se habrían pagado si hubiéramos tenido auténtico cash (y aun así sería low cost del más bajo). Hablé con total sinceridad porque me sentía en confianza, pero no lo estaba. Aquel hombre que había ganado varios Goya por una película de autor y que era calificado por la crítica como un creador sensible y experimental me dio estas indicaciones que me picaron sobre el recuerdo mucho tiempo, tanto que soy capaz de reproducirlas sin miedo a equivocar una coma:
David Trueba en un fotograma de la película Ilusión (Daniel Castro)... donde ocurre una situación algo similar.
La grabaste en vídeo. Yo aborrezco el vídeo, el único cine que es cine es el químico. ¿Ves esa torre de ahí? (señalando a unos DVDs), son cortos del Premio Caja Madrid, todos hechos en video: una basura. Los veo porque soy jurado y me pagan.
Si viera tu película tal vez se me ocurre algún circuito o alguien a quien hablarle de ti, pero si lo hago… me estoy cerrando puertas, porque yo mañana tendré que mover MI PELÍCULA y ya habré usado ese contacto para ayudarte a ti.
Te aconsejo que hagas como yo. No hagas cine. Dedica tu esfuerzo a hacer amigos entre los directores de los festivales, colabora con ellos como puedas, en los festivales, en la crítica... Y así, cuando logres hacer una película, ellos te ayudarán a moverla. Los festivales son la forma de meter la cabeza. Yo estuve casi diez años trabajándome las relaciones antes de hacer mi primera película.
Deja que haga un cálculo… si tu peli la ven 60 personas, date por compensado. Puedes encontrar 60 frikis entre tus amigos y familiares. Mi suegro hace butifarra pero no se le ocurriría ir a una tienda “de verdad” a venderla, porque la hace para los amigos y familiares…
Daniel Castro en un fotograma de Ilusión (Daniel Castro)...
Supongo que él no era consciente de que estaba grabando algunas de sus palabras a fuego en mi memoria. Estuve casi una hora escuchando su monólogo, no abrí la boca y cuando él terminó salí de allí cojeando como su hubiera caído del World Trade Center en plena colisión. ¿Fui tonto, debería haberme “defendido”? supongo que no hacía falta.
Han pasado cinco años. El cine químico ya no existe, las dos películas que este director goyarizado rodó y produjo después han sido un fiasco monumental. El Premio de Cortos de Caja Madrid ya no existe. Ahora los que hacemos pelis low cost/indie (o lo que sea) somos legión y contamos con cierto eco y visibilidad. Yo ahora cuento en mi haber ser el creador de dos series “indies” emitidas en Canal+ y actualmente trabajo en Paramount Comedy como realizador y guionista (como Joaquín Reyes, pero sin vestirme de payaso) y creo que vivo de esto… por ahora. Pero mi post de furia gratuita de año nuevo no termina aquí.
El futuro es prometedor... (Fotograma de Ed Wood de Tim Burton)
En 2013 todo por fin parece maravilloso, cuando en los medios de comunicación hablan sobre el cine low cost se refieren a creadores tan brillantes que no parecen españoles, desarrollando proyectos apoyados por gente anónima, actores desinteresados, energía como para lanzar un transbordador a Marte… el futuro. Pero cuando escarbas un poco te das cuenta de que ese brillo no sólo es ficticio, sino que bajo de esa capa de alegría hay cierto picor incómodo.
Recientemente conocí en un evento a un director de cine con larga trayectoria (desde finales de los 80), al que me presentaron como el bloguer de El País. Yo expliqué que en mi blog suelo hablar sobre cine low cost, y que de hecho acababa de producir mi tercer proyecto… Entonces me dijo (sin anestesia) que estaba completamente en desacuerdo con que existiera este tipo de cine. Parafraseando: “El cine low cost no es cine, nadie lo ve, nadie lo necesita, y sin embargo hace mucho daño a la gente que sí queremos vivir de esto, porque acostumbra al sistema a que las cosas no cuesten”. Y entonces en aquel lugar todo el mundo empezó a hablar del cine low cost/indie (todo en el mismo saco) dentro del marco de la piratería: que un trabajo creativo no se pague. Yo apenas entré en el debate, así terminó antes. Pero todos teníamos algo de razón.
Hay gente que lleva 20 años subiendo escaleras, peldaño a peldaño, desde cuando las películas se hacían en un laboratorio químico y todo costaba cientos de millones (de pesetas). Hay personas que llevan labrándose los amigos a capa y espada… pagando cenas y poniéndose hasta arriba de CocaColas, apostándolo todo, pero apostándolo poco a poco, hasta que por fin, 20 años después, parece que hacen la película que quieren (o tal vez no). Dile a esas personas que tú tienes una Canon 7D, que acabas de escribir un guión y que te basta con tener a un puñado de personas que te apoyan (bien sea equipo técnico/artístico dispuesto a no cobrar, o inversores de micro-mecenazgo).
Algunos estamos en la planta 7,5 (fotograma de Cómo ser John Malcovich de Spike Jonze)
Pero es verdad que las películas low cost/indie españolas “no las ve nadie”. Lo pongo entre comillas porque me da reparo y lástima expresarlo a las claras. Para mi el 2013 ha dejado el listón tan alto en cuanto a repercusión del low cost en los medios y en la crítica que creo que no lograremos ni rozarlo en 2014. Ilusión (Daniel Castro) y Gente en sitios (Juan Cavestany) han sido lo más de lo más… me pongo a sus pies. Pero ¿qué espectadores que no sean indies o del gremio las conocen? Por desgracia muy pocos, y de mi agenda: cero. Y eso que han tenido eco en medios tan poco minoritarios como el Telediario de La1 y la sección de cine de El País (también en la impresa). Tal vez el establishment tiene razón y son películas que nadie ve, pero sin duda, en mi carrera como cineasta prefiero subir escalones haciendo cine que haciendo “relaciones”.
El título de este post dice que el cine low cost no existe, porque todo lo que tiene valor cuesta algo. Suma el trabajo de todas las personas que colaboran en cualquier película low cost producida en 2013, jamás baja de los 150.000 euros. Una película que cuenta con esos activos podrá ser barata, pero a sus creadores no les ha salido gratis, es más, al no contar con el cash necesario habrán tenido que pelear y sufrir más duramente cada una de las fases de desarrollo. No existe el cine low-cost, si por low cost entendemos “gratis”, simplemente: hay personas no hacen las cosas sólo para ganar dinero. Y hay proyectos que merecen ser rodados, sea como sea. Por eso, cuando empiezo un nuevo proyecto me gusta decir esta frase “El dinero no es un problema”.
Los chicos del Canódromo Abandonado conmemoran el cuarenta aniversario de la muerte de Bruce Lee volando a Seattle para desenterrarlo con una pala llamada crowdfunding. El resultado: una comedia de miedo zen y artes marciales sin golpes, La tumba de Bruce Lee, que se estrena el 13 y el 14 de octubre en el Festival de Sitges. Hoy son los invitados de El Hombre Orquesta y nos hablan sobre el proceso de hacer esta ópera prima a seis manos.
1. Homologación por Lorena Iglesias
Algo que ha estado siempre muy presente en nuestro vídeos, en los shows y, de un modo todavía más evidente, en la peli, es la obsesión por el "mundo empresarial", el lenguaje corporativo, y, sobre todo, la búsqueda de la homologación. Creo que una de las neurosis más frecuentes del paso al mundo adulto para nuestra generación ha sido, y sigue siendo, obtener un certificado que acredite que estás cualificado para un "puesto de trabajo". Esta idea de que la certificación es más importante que la capacitación está muy incrustada en los personajes de La tumba de Bruce Lee. En un momento, mi personaje confiesa que su mayor problema en la vida es la homologación, que no la tomen en serio, "obtener un diploma acreditativo por fin homologado". El mundo corporativo es una espiral de pufos que te atrapa: el diploma cuesta dinero, y no sabes si es un timo hasta que lo pagas; pero, si no tienes uno, no te creen.
Trailer de La Tumba de Bruce Lee.
En uno de nuestros primeros vídeos, de la serie Adultos deprimentes, un joven ente deforme decía que "nunca había visto una empresa". Supongo que usamos el lenguaje empresarial porque estamos muy alejados de él. Somos lo opuesto a una empresa, y por eso nos divierte imitar su funcionamiento interno en la ficción. En la vida real no tenemos una productora detrás, ni siquiera existe una jerarquía clara entre los tres, y desde luego no formamos una cadena productiva (a veces quedamos todos delante de un solo ordenador para enviar unos mails). Hace un par de años, trabajé para una empresa que quebró, y me quedé con un montón de tarjetas de visita que ya no servían para nada. Se nos ocurrió ir a una reprografía y hacer un sello de caucho con el texto "CANÓDROMO ABANDONADO. ¡Ahora en Internet!". Sellamos las tarjetas y las convertimos en tarjetas nuestras. Julián suele llevar unas encima y repartirlas a los desconocidos. Incluso en nuestro lenguaje habitual se han colado palabras como "gestionar, promedio..." y Aaron a veces es "Sánchez", una especie de mando intermedio, muy eficiente.
En nuestros vídeos solemos crear personajes con preocupaciones muy adultas y mezquinas, y colocarlos en atmósferas de sueño. Alguna vez he pensado que probablemente estén ahí nuestros deseos reprimidos de ser adultos homologados en el mundo real. No nos gusta que se nos vea como unos chiflados, o que se diga que nuestros vídeos son demasiado "raros". Queremos que nos acepten y nos tomen en serio, como cuando, hace más de un año,ciento ocho mecenas confiaron en nuestro proyecto de rodar La tumba de Bruce Lee. Aquí está nuestra apuesta para conseguir el título de empleados del mes.
2. Tocar la trompeta sin trompeta por Aaron Rux
En un discurso de Claude, mi personaje, nos explica que hacía tiempo tenía un problema: quería ser trompetista pero estaba obsesionado con tener la trompeta más bonita. Su solución: "Tiré la que tenía y aprendí a tocar sin trompeta". Nunca llegamos a saber los orígenes de este conflicto interno de Claude, ni por qué la que tenía no servía pero supongo que lo más interesante es el hecho de estar obsesionado con la trompeta como objeto estético y no como herramienta que produce música.
Creo que lo que le pasó a Claude también ocurre en el cine, es decir, nos dejamos seducir por el brillo de la trompeta más bonita mientras que el contenido musical se queda en segundo plano. En los últimos años se ha hablado mucho de la corriente de cine low cost, un movimiento marginal que ha producido un puñado de películas hechas sin medios y que por algún motivo ha conseguido tantos defensores como detractores.
Aaron Rux y Julián Génisson en un fotograma de la película.
Algunos se quejan de que el cine low cost no hace industria y que no es nada más que una oportunidad de recrearse en el ombligo y experimentar con amigos, mientras que otros proclaman que representa un cambio de paradigma del que salen nuevas visiones cinematográficas con un lenguaje particular. Yo no soy crítico de cine, así que no voy a intentar teorizar sobre el tema, pero la polémica siempre me ha sorprendido. Si entráis en nuestro blog y veis los vídeos que hemos hecho, o en nuestra cuenta de Twitter, vais a ver un universo que, a pesar de un gran esfuerzo por nuestra parte, no ha conectado con el mainstream. No pasa nada. Hay que reconocerlo. Es una apuesta y somos consecuentes con las decisiones artísticas que hemos tomado. Y el hecho de estar en los márgenes de la cultura pop, estuvo muy presente en el momento de plantear la peli. Sabíamos que no íbamos a poder contar con una productora, de manera que tuvimos que dejar la obsesión con la trompeta bonita y pensar en los recursos de que disponíamos: una sala de conferencias, un gallinero, una caravana de los 60, un lago con atardeceres bonitos, un taller de coches, una furgoneta y a unas horas en coche el cementerio donde está enterrado Bruce Lee. Esto es lo que sirvió de esqueleto cuando Julián estaba construyendo la geografía de Seattle en el guión, y podemos decir que este ejercicio de austeridad dio sus frutos y de ahí salió una historia tan original como peculiar. Ahora ha llegado el momento en que el experimento que emergió de nuestro ombligo colectivo se someta a un referéndum. Estamos ansiosos: ¿les gustarán nuestros chistes y nuestra forma de gestionar el humor? Esperamos que sí, pero también hay que creer en la intuición, apostar y no tener miedo. Claude lo plantea así: "Un auténtico líder no le tiene miedo a nada, ni siquiera a volverse loco. Un auténtico líder sólo tiene un gesto de poder…", es decir, hacer una peineta. En nuestro caso esto significaba hacer esa película sin dinero y sin el permiso de una industria en la que hasta ahora no hemos encajado. Quizá al ver el resultado final echéis en falta su brillo, pero nos gustaría pensar que el contenido musical os llevará a un espacio cuya gracia, armonía y terror justificarán la subversión de la trompeta más bonita.
A la cámara: Pablo Hernando. ¿Pero dónde está la cámara? Ahí... mimetizada entre el seto..
3. La tumba de Bruce Lee por Julián Génisson
Veamos: la película arranca con uno (mi personaje) que se propone visitar la tumba de Bruce Lee aprovechando que su pareja (el personaje de Lorena) se ha apuntado a un curso de lenguaje corporal para emprendedores en Seattle. Digo "uno" porque no hace falta saber nada más sobre él: sólo que siempre ha soñado con ver la tumba de Bruce Lee, y de niño se sabía todas sus películas de memoria*, se enfurecía cuando alguien decía que Bruce Lee era un drogadicto y rezaba por despertar un día siendo chino. No sé bien qué puede esperar ganar un niño plantándose delante de una tumba, qué clase de stendhalazo** intuye que encontrará ahí. Quizá tenga que ver con una película que tuve muy presente mientras escribía el guión y que vi unas cuantas veces de pequeño, Retroceder nunca, rendirse jamás (Corey Yuen, 1986). En ella un adolescente recibe una paliza y acude a la tumba de Bruce Lee a suplicarle que le ayude a ser como él, que lo imante***. Esa noche se le aparece Bruce Lee y le enseña a defenderse.
De todas las cosas buenas de la película me quedo con ese momento: peregrinar a un cementerio en busca de la experiencia decisiva, que transfigura; imaginarte que nada será igual a la vuelta, que será como si te hubieras reencarnado en otro. Pues bien: no hubo mareos ni convulsiones ni revelaciones sobre mí mismo cuando fuimos al cementerio a grabar, sólo prisa por acabar antes de que nos echaran, y miedo a que empezase a llover, y cansancio máximo por todo lo que llevábamos grabado. Te acercas a algo con infinitiva reverencia, casi reptando; piensas que ahí se sabe vivir y quizá algún día te enseñen, y te das cuenta de que al final no era para tanto. Era evidente que no iba a pasar nada, pero (no, no era evidente, pensaba que al menos sentiría algo, y no, nada; no era más que una fila de gente muy en forma poniéndole morros a una lápida).
Julián Génisson meditando cerca de la tumba de Bruce Lee, en Seattle.
Bueno, da lo mismo. Olvídate de Bruce Lee. (En la película sólo es la forma que tenemos de llamar a la pulgada que te separa de la gente a la que más quieres y mejor crees conocer, empezando por ti mismo. Es una distancia de mierda, pero por eso mismo es insalvable: dos centímetros y pico, la distancia del deseo. Muchas veces sólo puede recorrerse de un puñetazo. Pero ¿por qué hablar de Bruce Lee cuando realmente quieres hablar del amor, o el vértigo de hacerse adulto, o el miedo al dinero? Porque es muy violento hablar de esas cosas tan generales y que todo el mundo sabe, pero si las disfrazas de Bruce Lee en seguida dejan de parecer tan solemnes****.) La cuestión es que con el cine, con el hacer cine, me pasó algo parecido que con el sueño de visitar la tumba de Bruce Lee: reverencia infinita, casi reptar; miedo a dar el salto porque te lo imaginas como algo sublime, inaccesible, y tú tan incapaz. ¡El cine es el bien supremo: no tocar! Pero un día a tus amigos y a ti se os ocurre un par de ideas buenas, consiguís que un montón de personas de Internet os abran su monedero para compraros un viaje a Seattle, os lleváis a otro amigo que entiende de luz y de sujetar cámaras, y eso es cine, y os dais cuenta de que tampoco era para tanto: no es más que gente, a veces poquísima, grabando a otra gente mientras hace y dice cosas de mentira escritas por alguien. Joder, mira lo que han hecho Pablo Hernando (Cabás, 2012) o Juan Cavestany (El señor, 2012) o Carlos Vermut (Diamond Flash, 2011) o los Pioneros del siglo XXI (Mi loco Erasmus, 2012), con poco más que lo que llevaban puesto.
Todo esto ha sido una forma muy larga de llegar a una conclusión muy evidente, y lo siento. Sólo una cosa más: de niño no era muy inteligente; por eso me obsesionaba acercarme a la tumba de Bruce Lee. También creía que, cuando mis padres me llevaban a cenar a Foster's Hollywood, me estaban llevando al Hollywood real (esto es cierto; las distancias funcionan de otra forma cuando eres un niño). Si nosotros, que no somos nadie ni estamos capacitados para hacer películas, hemos conseguido hacer una y que el establishment nos haya seguido lo bastante la corriente como para invitarnos a Sitges, el mejor festival del mundo, igual es que Hollywood no está tan lejos.
* Incluso las de «Bruceploitation», películas hechas con imitadores de Bruce Lee. Eso sí es carisma, ¿no? Morirte y que el mundo diga NO, NO ES VERDAD. Que sigan haciendo películas contigo como si nada. Carisma es que tu cadáver no quepa en ningún cementerio y siga protagonizando cosas.
** Cuando te noquea lo sublime y tienes mareos, convulsiones, desvanecimientos, sensación de realidad en estampida, diarrea.
*** Cuando fuimos al cementerio a grabar una escena de nuestra película había muchos fans haciendo cola para acercarse a la tumba. Una mujer se había traído su colección de DVDs de Bruce Lee, y juro que los pasó por delante de la lápida, como para magnetizarlos. Carisma es tener el cadáver imantado.
**** Carisma es valer de metáfora universal para cualquier cosa: puedes hablar de las relaciones de pareja, o de lo ridículo que es hacerse mayor, o de la existencia del mal, invocando a Bruce Lee. No puedes hacer lo mismo, por ejemplo, con Michael Dudikoff.
Me contaron una historia real: una mujer dejó unos instantes a su hija chapoteando los pies en la orilla de una piscina municipal, se fue a comprar unas patatas y cuando regresó había un corro de personas sufriendo alrededor del cadáver de la niña, que se cayó al agua nada más irse su madre. Se ahogó y nadie vio ni pudo hacer nada por ella hasta que fue demasiado tarde. Mientras, su madre caminó hasta el bar, pidió unas patatas, pagó esperando las vueltas y regresó a la piscina. Cuando la mujer vio a su hija tendida en el césped, y al socorrista confirmando que ya estaba muerta, ella se sentó en el suelo, como si la historia no fuera con ella, como si nunca hubiera dado a luz, y empezó a comerse las patatas que traía en la mano. Su mente le otorgó unos minutos de shock antes de sumergirse en un dolor y una culpa que le acompañarían toda la vida. Cogió, masticó y tragó varias patatas, y cuando le empezaron a dar náuseas se puso en pie y detuvo su silencio anunciando que era la madre. Así comenzó su pesadilla.
Supe de esta historia porque nuestra película tiene algunos puntos en común, un amigo me la contó. Pero ahora la rescato para subrayar que dentro de la narración forense: “niña muere en piscina por imprudencia de su madre”, en ficción los matices son los que enriquecen una historia, y esos matices buscan un tempo y un punto de vista completamente alejados de la radiografía, de la crónica objetiva. Esta historia, de hecho, podría rodarse de muchas formas diferentes: en paralelo, con la cámara siguiendo sólo a la madre, desde el punto de vista nervioso de un bañista o como plano secuencia con la cámara inmóvil en un punto concreto de la piscina. Pero si hay un Dios en alguna parte, no debería permitir rodar una secuencia Hanekiana utilizando el mismo orden de planos que en una ficción de Paco Martínez Soria.
En ficción, contar una historia nada tiene que ver con la objetividad de los hechos, sino con la empatía. Eso se consigue en guión zigzagueando entre lo plausible, y en dirección con el punto de vista: ¿dónde colocas la cámara? ¿cuánto dura el plano? ¿qué está visible y qué no? ¿qué sonidos cobran protagonismo…? Por eso a veces se dice que el cine es “la mirada” con la que el director expone una historia, y eso me parece lo más difícil y lo más bonito de rodar: no saber cuando vas a meter la pata rodando un Funny Games como si fuera El turismo es un gran invento.
Paco Martínez Soria afinando el oído.
Yo ruedo sin storyboard, y muchas veces no conozco la localización hasta que no estoy grabando allí, así que todo esto de “la mirada” se complica para mí porque la puesta en escena de cámara es algo que no suelo llevar pensado al rodaje. Nunca. Así que eso de conocer la película y su sensibilidad se va convirtiendo en un descubrimiento constante. Al principio del rodaje todavía soy sólo un guionista temeroso, y poco a poco voy encontrando los planos, la mirada, y me siento cada vez más director.
Explico aquí un claro ejemplo de este tanteo de ciego que me traigo en el rodaje. Una secuencia que empecé grabando a lo Paco Martínez Soria, y que tras insistir logré “calzar” con una mirada más personal, y más empática con la plástica de la película, el significado de esta pieza dentro del puzle, y el tempo general.
En Fantasma, el personaje de Marta bebe en una barra; en una mesa cercana unas amigas celebran una despedida de soltera y bromean con unas diademas con penes puestas en la cabeza. Marta deja de beber y se dirige a ellas, ebria; detiene sus bromas inocentes y les revela un gran drama personal. La fiesta queda suspendida de un plumazo.
Teníamos dos horas para rodar esta secuencia, así que traté de ser eficiente y grabé pensando en alternar un plano general de las chicas bebiendo, con primeros planos de todas ellas. Es decir, narración clásica, radiografía pura. En plano general sería así:
Grabé tres veces este plano general. Y al principio estaba muy satisfecho de su composición y de lo poco que nos había costado (dinero), estéticamente daba el pego. Pero enseguida empecé a pensar que me estaba equivocando rodándolo así ¿qué es esto, teatro? Este punto de vista no aporta nada a la empatía con el personaje de Marta, enseña demasiado, desnuda el interés, lo banaliza…
Así que opté por lo contrario, esconder la acción con un plano secuencia que sacara partido a las sombras y al desenfoque, generar ceguera, embriaguez:
Grabé desde el otro lado de la barra. Primero veríamos beber a Marta (a foco) y muy al fondo (desenfocadas) sus amigas charlando. A las amigas las escucharíamos perfectamente desde el principio, y como no las vemos con claridad, como espectadores agudizaremos la atención sobre la conversación: como era de esperar que hiciera el personaje de Marta, que está de espaldas. Cuando Marta se levanta y se dirige a sus amigas nuestra cámara no cambia de foco, seguimos viendo la mesa desenfocada y ahora ya no vemos nítida ni siquiera a Marta, que ahora está con ellas. Y esa sensación de pseudo-ceguera es precisamente la que nos ayuda a empatizar con Marta, a sentirnos ebrios y enajenados, a agudizar nuestro oído para escuchar todo lo que no vemos, a afilar la mirada.
Haciendo proyectos indies son pocas las veces que te entrevistan en medios de comunicación “potentes“, y muchas de esas veces surgen en clave onírica mientras estás sentado en el WC, imaginando que las preguntas te las hacen con admiración. Pero a veces es real, te llaman de la tele o de la radio, así que lo anuncias en Facebook y sopesas si afeitarte.
Como en todo, cuanto más generalista y masiva sea la cadena, menos tiempo y esfuerzo concederán a entender tus puntos fuertes. Así que lo habitual es que la entrevista se monopolice por preguntas sobre cuánto dinero ha costado tu último proyecto; y si dices que han sido 15 euros, te harán la ola mientras se carcajean y pasan a los deportes.
Ayer me entrevistaron en RNE, y les doy las gracias, fue divertido y ellos muy amables, pero no por ello yo dejé de ser un indie bastardo (en el sentido de no tener padre ni apellido). Aquí la crónica:
Me recogieron en un coche para llevarme a Prado del Rey. Cuando le explico a amigos ajenos a la profesión que cuando vas a la tele (o a la radio) te recogen en coche, les parece un gasto superfluo y se meten con la televisión pública. Pero esto también pasa en la privada. Entonces se meten con la privada. Yo suelo defenderlo con que si el invitado se retrasa hay que mover toda la escaleta del programa o directamente no salir al aire, y por eso que te recojan en coche parece tan necesario como que tengan electricidad en el plató (pero de eso no va el post).
Cuando vas en coche a la tele o a la radio te sientes extraño, parece que por fin lo has conseguido: que un 0,000000416% de la inversión anual de RTVE esté destinado a pagar la gasolina y al chofer que te lleve de tu casa a Prado del Rey es un logro. Por fin la tele pública cree en tus proyectos, por fin les cuestas dinero. Al llegar me sientan en una sala de espera y me ofrecen agua mineral. O sea, que finalmente hasta un 0,000000521% del presupuesto anual de RTVE está destinado a mis cositas. Hago gasto, luego merezco la pena.
Me hice una foto en la sala de espera.
En la sala de espera siempre hace mucho frío o mucho calor, y estás solo escuchando pasos, pensando que el siguiente que se acerque vendrá a por ti, te llevará a un plató y te pegará dos tiros. Trato de concentrarme mirando el monitor que tengo delante, sintonizado en La1: Mariló Montero hablando sobre el violador de Cleaveland, pero con el audio desconectado. Y entonces empiezo a pensar que así, sin voz, ella parece más joven, que tiene las mejillas bastante sonrosada, la piel bonita… Entonces Mariló se pone en pie y camina, y veo que tiene unos tacones monstruosamente altos. Pienso que ese programa se está realizando en el edificio de al lado, y siento que estoy sentado en una fábrica de churros, me entra un desencanto fatal y el corazón me late con fuerza según escucho otros pasos que se acercan a la sala de espera. Así que cojo aire y pienso: esto de que te entrevisten en Radio1 mola, esto mola… mola. Me llevan al plató.
En el lado de la mesa donde me siento tengo micrófono pero no tengo auriculares, pero da igual, a dos metros de mí Revolver canta tocando su guitarra, en directo para toda España, y yo sonrío fuerte: esto mola. De repente me vuelvo a acordar de Mariló Montero (te juro que me acuerdo de ella), y de que la radio-televisión generalista es una fábrica de churros, pero que ella tiene buena piel, y trato de calmarme. Hago un gesto a los de realización: “Yo no tengo cascos” (podría haberme aguantado, pero es que Revolver no me engancha tanto), y me sugieren con señas que me cambie de silla. Y entonces pasó, cambiarme de asiento fue un error fatal, pero yo no lo sabía. Ese tipo de errores que hacen que un Don Nadie se pierda entre dos capas del papel higiénico y nadie le encuentre jamás.
Llega el turno de mi sección (Revolver ya se ha ido) y dan paso al presentador de la sección de series. Comienzan con una sintonía de los años 60, luego un “¿Qué fue de…?”, después otra cosa, y finalmente un concurso telefónico con llamadas en directo. Y mi sonrisa es tan de “esto mola” que ya se me ha pasado de rosca. Pero ya no me acuerdo de Mariló. Son las 11:55, el programa terminará a las 12:00 y está pasando por delante de mi hasta una mujer de Lugo que llama para acertar una pregunta de concurso radiofónico, y responde Hulk, pero no acierta. Entonces el director del programa se despide del conductor de la sección de series y el reloj marca las 11:56. Resultó que el lugar donde me senté para poder tener cascos ponía de por medio un monitor entre el director del programa y yo, o sea: que no me veía. Y por eso se olvidó de que yo estaba allí. Es un error humano completamente entendible, pero que no hace más que evidenciar que cuando eres un Don Nadie, como te tape la cara una pantalla (o un papel higiénico) dejarás de tener tu oportunidad, y una mujer de Lugo fallando una pregunta de concurso se subirá encima de tu minuto de gloria radiofónica.
En el programa se dan cuenta de que yo estoy detrás del monitor, se alarman, me invitan a regresar la semana que viene, pero ya es demasiado tarde, en realización han pinchado un corte de audio de mi proyecto. Eso les obliga a no invitarme a la semana que viene, y a sacar el tema adelante hoy sea como sea, aunque solo resten tres minutos de un programa que dura seis horas. Me piden disculpas, y yo las acepto con esa sonrisa de "mola", y vamos allá. ¿Cómo estás David? Encantado de estar aquí con vosotros. No tenemos tiempo para más, pero… ¿cuánto ha costado tu último proyecto? 15 euros... ¡Y pasamos a deportes...!
De camino a casa le digo al chofer que me deje en el Día, antes de llegar a mi casa, así él se ahorra recorrer unos metros (a costa de RTVE) y yo aprovecho para comprar papel higiénico. Y te juro que esto ocurrió de forma literal.
El famoso cartero de Cheers solia hacer hincapié en explicar que las reglas de Correos son para cumplirse.
Existe un departamento en Correos que cede material para rodajes. Si quieres mostrar a un cartero en tu película es buena idea contactar con ellos. Te pueden proveer gratuitamente de un uniforme, un carrito, e incluso una palm para que tu cartero de el pego en cámara.
En Fantasma tenemos un personaje breve que trabaja de cartero, mi idea inicial era comprar un polo amarillo y poco más, pero nuestra auxiliar de producción se tomó muy en serio hablar con Correos, y lo consiguió. Yo no habría imaginado que nos fueran ayudar altruistamente, y menos aún siendo nosotros unos Don Nadie grabando una película independiente.
Pero cuando ya teníamos todos los OK verbales tuvimos un problema. En Correos dedicaron un momento a leer el contenido del guión, y a raíz de eso nos denegaron el permiso. No les pareció bien que el cartero de nuestra ficción no fuera buen empleado. Posiblemente si el cartero fuera un asesino en sus ratos libres no habría sido un problema, pero que entregue mal las cartas les llegó al alma:
"Tal y como está planteado el guión, no podemos autorizar la grabación ya que no se ajusta a nuestra legislación. El cartero no puede entregar un envío sin pedir la identificación del destinatario y recoger la firma del mismo, y menos entregar mal un paquete o carta a una persona a la que no va dirigido e irse sin más".
Un fotograma de Fantasma con el actor Javier Corral interpretando a un cartero pese a no llevar el uniforme reglamentario.
En contra de la negativa de Correos no hay nada que argumentar. Escribo aquí sobre esta anécdota porque a veces es llamativo el conflicto que existe entre hacer una ficción y ajustarse o no a la rutina, que nada tiene que ver con que tu ficción sea verosímil o no. No creo que una empresa como Correos vaya a cosechar mala imagen porque en una película independiente se muestre a un cartero llevando una vida ficticia. Todo es ficticio desde el momento en que entendemos que el cartero del guión no existe, sino que es un actor disfrazado haciendo cosas que se le han ocurrido a un guionista.
Hace seis años grabando Oído Caníbal nos metimos con todo el equipo en una ferretería y le pedimos al dueño que nos dejara grabar cómo nos hacia una copia de unas llaves mientras que nuestra actriz le miraba con cara de suspense. Le explicamos que esto era una serie de ficción sobre voayeurs: se suponía que esta mujer/actriz había robado una llave y tenía prisa en hacer una copia para devolvérsela a su dueño, y tener una forma de entrar en esa casa furtivamente. Al ferretero le pareció muy bien colaborar con nuestra grabación, pero echaba en falta un poco más de realismo, le preguntamos cómo lo aportaría, y él nos explicó una bonita historia sobre unas llaves medievales de un monsterio y la enlazó con la revolución industrial y cómo desde entonces las cerraduras metálicas han progresado poco o nada. Nos propuso muy en serio que nos dejáramos de voayeurs que hacen copias de llaves y le hicíeramos unas fotos a esta llave medieval, y sacó una gran llave oxidada de debajo del mostrador. La diferencia entre el ferretero y Correos es que él colaboró.
Mi pueblo está en Guadalajara, pero no es mi pueblo, yo apenas he ido un puñado de veces en toda mi vida. Pero cuando haces una peli low cost, todo es tuyo… y te aferras a sacarle el jugo como si fuera el último lugar del planeta donde grabar. Y si en tu guión dice que hace falta un pueblo, allá te vas volando como hijo pródigo. Aunque allí nadie te conozca.
Salimos a las 7:00 para grabar en Tamajón (según la Wikipedia tiene 175 habitantes). Te sientes vulnerable cuando movilizas un coche con cinco personas y aún no tienes las llaves de la casa en la que vas a grabar. Se trata de la casa de mi tía abuela, pero ella ya no vive ahí, sino en una residencia de ancianos, a unos doscientos metros. Su casa ahora está cerrada a cal y canto (perfecta para nuestro guión).
Llegamos al pueblo hacia las 9:00 de la mañana, dejo a mi equipo sentado en la desierta plaza del pueblo, y yo me encamino a la residencia donde vive mi tía. Ella no tiene ni idea de dónde tiene las llaves, así que me pongo a rebuscar en su mesilla de noche. Señoras y Señores: ¡hurgar en el cajón de una anciana de 96 años también es hacer cine! Todo debería estar dispuesto, llevo un mes avisándola, pero la llave no está, y nadie sabe nada. Al final encuentro una llave… mi única oportunidad de rodar en el pueblo y que la jornada sirva para algo se centra en que esa llave nos abra su casa. Una de las empleadas de la residencia me avisa cuando me voy: si tienes cualquier problema habla con tu tío (hermano de mi tía), pero yo ni sé dónde vive él, así que me voy feliz con mi llave y pasooooo de su advertencia de Casandra.
Presento la llave a la cerradura y ¡eureka! No, eureka no. Lo contrario... La llave no sirve. Me veo obligado a (re)buscar a mi tío por el pueblo, a las 9:20 de la mañana de un domingo. Como son casas bajas, miro los buzones de toda la calle hasta dar con él. Por lo visto no le parecía muy bien que yo fuera a grabar una peli en la casa de mi tía, así que se me adelantó y se llevó las llaves. Pero tras una breve conversación se agota y me las da, y yo me voy volando para empezar a grabar.
Ya son las 10:20, hemos perdido un tiempo precioso. La planificación para ese día no calza ni de broma, tenemos que rodar 22 secuencias y a las 19:00 hay que estar de regreso en Madrid, porque Rodrigo Sáenz de Heredia (el actor) tiene función de teatro. Imposible.
Empezamos a grabar en la calle, en la puerta de la casa y cometemos el primer error de planificación. La secuencia implica que Cristina Soria (la actriz) lleve en la mano una pistola bastante realista, y en cuanto empezamos a grabar un par de niños nos descubren en la calle, con sus bicis muy al estilo Verano Azul. Ellos corren la voz y en cuestión de diez minutos tenemos la puerta atestada de niños con bicicletas. A mí se me pone cara de apio… Mi ayudante de dirección les pide silencio, y que no entren en la casa. Ellos entran y murmuran lo que harían con la pistola si la tuvieran en sus propias manos, se montan su propia película, y sus vocecitas entran en nuestros micrófonos. Decidimos dejar las secuencias de calle para el medio día confiando en que a esas horas los niños estén comiendo, pero ese es un error mayor aún, pues los niños se quedan frente a nuestra casa, gritando como si no hubiera mañana (dentro de la dinámica de sus juegos), se les escucha hasta en lo más profundo de la casa y a nuestro sonidista accidental también se le pone cara de apio.
En una calle desierta de un pueblo de 175 habitantes llama mucho que alguien lleve una pistola, y más si al lado hay un tipo con una pértiga.
Pasados 10 minutos de tranquilidad aparece mi tío abuelo, que no se percata de que estamos grabando en la puerta y detiene el rodaje diciendo que no tengo permiso para grabar allí. A mí me da pudor que el chaparrón lo presencien los miembros de mi equipo: les hice atravesar Castilla para ver cómo un anciano me pone de vuelta y media en medio del rodaje de un plano (que a su vez tiene mucha carga dramática). Explico a mi tío que SÍ tengo permiso (es la verdad), y él deja caer su discurso y se esfuma. Seguimos grabando.
A los 20 minutos aparece la mujer de mi tío, abre la puerta de la casa en mitad de una toma y nos pregunta qué nos pasa con la puerta, que entramos y salimos tanto… Y mientras tanto, nosotros grabando un dramón intimista, con un personaje al borde del llanto, implicaciones emocionales y narrativas en cada poro de la acción. Nadie responde a su pregunta, ella misma se da cuenta de que tiene una cámara enfocándole la cara y una pértiga sobrevolándola.
A las 17:30 aun nos quedan por grabar ocho secuencias por rodar, imposible. Durante la mañana ya habíamos descartado algunas secuencias de transición suprimibles, pero entre las secuencias que nos restan por hacer hay varias importantes que pertenecen al climax final de la peli. Así que empezamos a planificar la fusión de secuencias tratando de aplicar la máxima simplificación pero intentando no perder la energía narrativa. Es duro acelerar el rodaje cuando necesitas tempo y sensibilidad, pero más duro sería irte de allí sin el material necesario para el montaje. ¿Y regresar otro día? ni de broma: llevamos un mes intentando cuadrar las agendas de los cinco miembros del equipo, coche mediante, y tras el conflico familiar que ha surgido con las llaves, si regreso a grabar a esa casa será porque Informe Semanal me esté haciendo una semblanza.
Cuando una superproducción debe fusionar y simplificar, sigue siendo una superproducción. Cuando lo haces tú (en plan low cost), con tus cuatro palos de escoba como trípode, el milagro es que salgas vivo de esa. Continuas llevando la gorra de director (artista), pero te pones el casco de bombero. No quieres perder ni un gramo de delicadeza en lo que haces, pero a la mente sólo te vienen frases del tipo "esto lo ruedo por mis..." y te imaginas mordiendo a tu tío como vuelva a obligarte a cortar una toma.
En CineTécnica Jorge Esteban-Blein despacha pídorillas muy útiles sobre como afrontar un rodaje, esta me llegó al alma. No rodar el climax al final, sabio consejo.
Lo que pasó en las dos horas siguientes lo tengo confuso, sólo recuerdo que yo estaba tumbado sobre una cama vieja, con la cámara sobre mi cabeza, tratando de grabar sin que me temblara el pulso un encuadre psicodélicoque lograba resumir en un plano lo que debería grabarse en tres, y que desde fuera de la casa los 175 habitantes del pueblo nos escuchaban gritar el mantra ¡acción, acción, acción! como quien grita ¡fuego, fuego, fuego! Y a la hora acordada ya estábamos subidos en el coche, todos agotados y con cara de haber presenciado un atentado terrorista. Nadie tuvo que morder a mi tío, Rodrigo llegó a su actuación en Madrid, y yo me fui a casa con el botín de unos planos bien grabados, aunque el circo que hubo detrás de las cámaras para conseguirlo bien merecería una peli paralela.