Cuando parecía que al Gobierno no le podía ocurrir nada bueno, ha llegado el pacto con los sindicatos sobre las pensiones.
Parecía que tendría que asumir en solitario el coste político de una medida que exigen desde fuera y que tendría que hacer frente a pecho descubierto al descontento social que generaría. Pero va a estar muy acompañado.
Estaba casi resignado a llegar al último tramo de la legislatura y a las elecciones autonómicas y municipales con su electorado molesto por el recorte de las pensiones.
Y daba la impresión de que el PP podría cobrarse nuevas piezas políticas, sentado en la orilla y viendo como Zapatero intentaba no ahogarse definitivamente. Sin mover un dedo, Rajoy podía darle la puntilla.
Pero el Gobierno ha conseguido cerrar un acuerdo con los sindicatos y los empresarios, que en lo político venía precedido de un pacto en el pleno del Congreso con PNV, CiU y Coalición Canaria. Así puede afrontar los próximos meses con la mayor estabilidad parlamentaria de sus dos legislaturas, después de los titubeos de la enterrada "geometría variable".
Zapatero sigue teniendo graves problemas de credibilidad, sigue sufriendo las cifras económicas en contra, tiene las encuestas casi imposibles, pero, al menos, puede permitirse abrir su último año completo como presidente con un pacto social amplio.
Puede evitar no enfrentarse más a sus bases electorales e incluso intentar recuperar a una parte, en la carrera contrarreloj para conseguir movilizarles antes de marzo de 2012.
Supone toneladas de oxígeno para Zapatero, alivio en la presión que sufren los candidatos socialistas en las municipales y autonómicas y desconcierto para la izquierda minoritaria, porque IU se ve en la tesitura de ponerse en contra de los sindicatos.
Al PP, además, no le quedará más remedio que sumarse al acuerdo y esta vez no le valdrá abstenerse y quedarse al margen de las decisiones impopulares e incómodas.
El coste político de esta ronda no la paga solo Zapatero, sino que se hará escote por casi todos los partidos, los sindicatos y los empresarios.
El presidente del Gobierno, necesitado hace tiempo de buenas noticias, puede, al fin, darse un atracón.