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Fernando Garea

lleva más de 15 años pisando diariamente el Congreso y escribiendo sobre política en distintos medios. Responsable de información parlamentaria en EL PAÍS, colabora en diversas tertulias en radio y televisión.

Sobre el blog

Contracrónica de la actualidad política. Lo que se mueve en los pasillos del Congreso, más allá del escenario del hemiciclo, y análisis de la vida política.

25 nov 2012

Engordar al tigre para que te devore

Por: Fernando Garea

El 25-N es de ERC. Oriol Junqueras y los suyos son los grandes triunfadores de las elecciones catalanas. En sus manos queda el futuro de Cataluña y, por extensión, el del resto de España.
Artur Mas merece tener un busto en la sede de ERC, junto al de José María Aznar.
Paradojas de la política (o no): A los independentistas catalanes les favorece siempre en las urnas que el PP gobierne en España. Con José María Aznar como presidente con mayoría absoluta, ERC logró en 2004 ocho escaños históricos en el Congreso y ahora con Mariano Rajoy en idéntica situación es el partido que mayor ascenso experimenta y es la segunda fuerza.
Ahora le ha ayudado Artur Mas que ha forzado y ha llevado a CiU, que ha sido siempre un partido de orden y con sentido de Estado, hacia “la revolución secesionista” para acabar muy por debajo del resultado de las anteriores elecciones catalanas y para que, finalmente, sea ERC quien tenga en su mano la capacidad de decidir en Cataluña.
El 25-N es también el día del fracaso de Artur Mas, porque su giro soberanista ha terminado por ser un pésimo negocio, que no le ha acercado precisamente a la mayoría absoluta que pretendía, sino a una victoria pírrica y a tener que gobernar en minoría exigua. Tiene el mismo porcentaje de voto de las generales de hace un año, después de la que ha liado y lo que ha arriesgado.
Entre CiU y ERC suman escasamente por encima de la mayoría absoluta.
Los votantes nacionalistas han preferido apoyar al original y respaldar a quien de verdad está dispuesto a recorrer el incierto camino hacia la independencia y no a quien se ha puesto de pronto a la cabeza de la manifestación.
Es como si un empleado de banca cambiara de actividad en dos meses para dirigir un restaurante y que, finalmente, sea la cafetería de al lado la que se lleve los clientes, porque la dirige un verdadero cocinero y no alguien recién llegado a la restauración. De esa forma, Mas le ha hecho el trabajo a ERC.
Podría decirse que el órdago y el anticipo electoral le han salvado de la derrota que hubiera sufrido si no hubiera tapado con la senyera la bancarrota de Cataluña y los recortes sociales, pero el giro ha sido tan enorme que no se justifica con un resultado tan desastroso. Las heridas en las instituciones, en su partido y en él mismo no le han compensado. Se ha subido a un tigre que le ha desbordado, que tiene vida propia, que se ha fortalecido y que terminará por devorarle. Además habrá defraudado las expectativas de quienes veían con esperanza legítima la promesa de la Arcadia feliz.
Como metáfora de ese giro, su portavoz parlamentario (Josep Antoni Duran Lleida) duerme en una suite del Palace, viaja con pasaporte diplomático del reino de España, estuvo a punto de ser ministro, defiende a los empresarios en el Congreso y se ve en la cabeza de una manifestación al margen de la ley, de la mano de Joan Tardà, a quien evita y ve como a un marciano en el hemiciclo. Todo para quedarse con muchos menos escaños de los que tenía y gobernar la bancarrota con menos apoyo.
Con mayoría absoluta Artur Mas hubiera tenido capacidad para marcar su ritmo y su hoja de ruta hacia la consulta independentista, pero ahora dependerá de ERC. Y la gran pregunta de la noche y de los próximos días es si cederá a ERC el protagonismo de esa aventura, si se plegará a un ritmo que necesariamente irá más lejos y más rápido, si la capacidad de decisión de Oriol Junqueras se traduce en una secesión más rápida con Artur arrastrando los pies. Más bien parece que frenará.
La apuesta de Mas le deja heridas y le obliga a ponerse en manos de otros. Quien se presentó como el Mesías que llevaba a Cataluña a la tierra prometida, tendrá ahora un copiloto que le marque la ruta y la velocidad y con un coche menos potente que el que tenía antes.
Nunca se sabrá hasta qué punto ha influido en ese resultado el desgaste por el informe policial apócrifo, pero fácilmente puede interpretarse que CiU y su líder han sufrido un enorme desgaste que les ha debilitado ante las urnas y ante el proceso dificilísimo y delicadísimo que se abre ahora.
Al PP le ha salido bien la jugada de, como mínimo, hacer surf en las olas de esa guerra sucia. No podía evitar que el Parlament siga siendo mayoritariamente soberanista, pero sí al menos dividir las fuerzas, para debilitar al oponente, aunque haya fortalecido a ERC.
El resultado de Alicia Sánchez Camacho aunque es el mejor del PP en Cataluña, es algo peor del que esperaba en una campaña tan polarizada, lejos de ser segunda fuerza como pretendía y por debajo de los socialistas. En la polarización España-Cataluña comparte posición con Ciutadans, la otra fuerza triunfadora de las elecciones, que ha tenido una subida espectacular.
Entre ambos suman el resultado de las generales de hace un año del PP en Cataluña.
Del PSC lo mejor es que la caída ha sido menor de lo previsto cuando se descontaba el batacazo, pero deja de ser la segunda fuerza en número de escaños. Lo terrible es que los socialistas últimamente comparecen ante las urnas en distintas elecciones con la única incógnita de ver hasta dónde llega la riada y cómo de dura será la caida y con una bajada limitada se dan por contentos. Con respecto a las generales de hace un año, el PSC ha perdido 11 puntos, aunque ha superado las expectativas de las encuestas.
A partir de hoy el terreno político está libre de cargas electorales para que se inicie la batalla de los impacientes, los que dentro del PSOE están hartos de que no se termine de ver el fondo del pozo.
En el PSC, pese a todo, se abre un debate sobre su propia identidad y la duda de si Pere Navarro llega al final de su travesía como líder.
Otro dato relevante es el de CUP, una especie de trasunto de lo que fue AGE en Galicia hace poco y que demuestra que hay un voto ascendente a la izquierda del PSOE que recoge ese malestar social. El voto a ICV tiene una lógica parecida, con el éxito de Joan Herrera al lograr abrir paso a su discurso social por encima del territorial.
Y desde hoy, Mariano Rajoy puede empezar a pensar, si no lo ha hecho ya, en la forma de gestionar una situación tan compleja como la que se le avecina. Si se sienta a negociar debe tener claro qué puede ofrecer, por ejemplo, la ayuda que Cataluña necesita para salir de la bancarrota. El resultado, dentro de lo pésima que era la situación, no es la peor para el presidente del Gobierno, porque echará un pulso con un oponente más débil, con una mayoría muy corta y más que dudas en su partido. Quizás tienda puentes para que Mas vuelva a la casilla de salida.

25 nov 2012

Engordar al tigre para que te devore

Por: Fernando Garea

(Análisis apresurado de las tendencias, según las primeras encuestas)

El 25-N es de ERC. Oriol Junqueras y los suyos pueden ser los grandes triunfadores de las elecciones catalanas. En sus manos quedaría el futuro de Cataluña y, por extensión, el del resto de España, si se cumplen los resultados de las encuestas.
Artur Mas merece tener un busto en la sede de ERC, junto al de José María Aznar.
Paradojas de la política (o no): A los independentistas catalanes les favorece siempre en las urnas que el PP gobierne en España. Con José María Aznar como presidente con mayoría absoluta, ERC logró en 2004 ocho escaños históricos en el Congreso y ahora con Mariano Rajoy en idéntica situación es el partido que mayor ascenso experimenta.
Ahora le ha ayudado Artur Mas que ha forzado y ha llevado a CiU, que ha sido siempre un partido de orden y con sentido de Estado, hacia “la revolución secesionista” para acabar por debajo del resultado de las anteriores elecciones catalanas y para que, finalmente, sea ERC quien tiene en su mano la capacidad de decidir en Cataluña.
Su giro soberanista ha terminado por ser un pésimo negocio, que no le ha acercado a la mayoría absoluta. Los votantes nacionalistas han preferido apoyar al original y respaldar a quien de verdad está dispuesto a recorrer el incierto camino hacia la independencia y no a quien se ha puesto a la cabeza de la manifestación.
Es como si un empleado de banca cambiara de actividad en dos meses para dirigir un restaurante y que, finalmente, sea la cafetería de al lado la que se lleve los clientes, porque la dirige un verdadero cocinero y no alguien recién llegado a la restauración. De esa forma, Mas le ha hecho el trabajo a ERC.
Podría decirse que el órdago y el anticipo electoral le han salvado de la derrota que hubiera sufrido si no hubiera tapado con la senyera la bancarrota de Cataluña y los recortes sociales, pero el giro ha sido tan enorme que no se justifica con un resultado tan corto. Las heridas en las instituciones, en su partido y en él mismo no le han compensado. Se ha subido a un tigre que le ha desbordado, que tiene vida propia, que se ha fortalecido y que como se descuide terminará por devorarle.
Como metáfora de ese giro, su portavoz parlamentario (Josep Antoni Duran Lleida) duerme en una suite del Palace, viaja con pasaporte diplomático del reino de España, estuvo a punto de ser ministro, defiende a los empresarios en el Congreso y se ve en la cabeza de una manifestación al margen de la ley, de la mano de Joan Tardà, a quien evita y ve como a un marciano en el hemiciclo. Todo para quedarse con menos escaños de los que tenía.
Con mayoría absoluta Artur Mas hubiera tenido capacidad para marcar su ritmo y su hoja de ruta hacia la consulta independentista, pero ahora dependerá de ERC. Y la gran pregunta de la noche y de los próximos días es si cederá a ERC el protagonismo de esa aventura, si se plegará a un ritmo que necesariamente irá más lejos y más rápido, si la capacidad de decisión de Oriol Junqueras se traduce en una secesión más rápida con Artur arrastrando los pies.
La apuesta de Mas le deja heridas y le obliga a ponerse en manos de otros. Quien se presentó como el Mesías que llevaba a Cataluña a la tierra prometida, tendrá ahora un copiloto que le marque la ruta y la velocidad y con un coche menos potente.
Nunca se sabrá hasta qué punto ha influido en ese resultado el desgaste por el informe policial apócrifo, pero fácilmente puede interpretarse que CiU y su líder han sufrido un enorme desgaste que les ha debilitado ante las urnas y ante el proceso dificilísimo y delicadísimo que se abre ahora.
Al PP le ha salido bien la jugada de, como mínimo, hacer surf en las olas de esa guerra sucia. No podía evitar que el Parlament siga siendo mayoritariamente soberanista, pero sí al menos dividir las fuerzas, para debilitar al oponente, aunque haya fortalecido a ERC.
El resultado de Alicia Sánchez Camacho es bueno aunque no le sitúa como segunda fuerza y líder de la oposición como esperaba. En la polarización España-Cataluña comparte posición con Ciutadans, la otra fuerza triunfadora de las elecciones.
Del PSC lo peor de todo es que era previsible el batacazo y ya estaba descontado. Lo terrible es que los socialistas últimamente comparecen ante las urnas en distintas elecciones con la única incógnita de ver hasta dónde llega la riada y cómo de duro será el batacazo. Y que a partir de hoy el terreno político está libre de cargas electorales para que se inicie la batalla de los impacientes, los que dentro del PSOE están hartos de que no se termine de ver el fondo del pozo al que caen de forma vertiginosa.
En el PSC se abre un debate sobre su propia identidad y, desde luego, Pere Navarro llega al final de su travesía como líder.
Otro dato relevante es el de CUP, una especie de trasunto de lo que fue AGE en Galicia hace poco y que demuestra que hay un voto ascendente a la izquierda del PSOE que recoge ese malestar social. El voto a ICV tiene una lógica parecida, con el éxito de Joan Herrera al lograr abrir paso a su discurso social por encima del territorial.
Y desde hoy, Mariano Rajoy puede empezar a pensar, si no lo ha hecho ya, en la forma de gestionar una situación tan compleja como la que se le avecina. Si se sienta a negociar debe tener claro qué puede ofrecer, por ejemplo, la ayuda que Cataluña necesita para salir de la bancarrota. El resultado, dentro de lo pésima que era la situación, no es la peor para el presidente del Gobierno, porque echará un pulso con un oponente más débil.

25 nov 2012

Engordar al tigre para que te devore

Por: Fernando Garea

(Análisis apresurado de las tendencias, según las primeras encuestas)

El 25-N es de ERC. Oriol Junqueras y los suyos pueden ser los grandes triunfadores de las elecciones catalanas. En sus manos quedaría el futuro de Cataluña y, por extensión, el del resto de España, si se cumplen los resultados de las encuestas.
Artur Mas merece tener un busto en la sede de ERC, junto al de José María Aznar.
Paradojas de la política (o no): A los independentistas catalanes les favorece siempre en las urnas que el PP gobierne en España. Con José María Aznar como presidente con mayoría absoluta, ERC logró en 2004 ocho escaños históricos en el Congreso y ahora con Mariano Rajoy en idéntica situación es el partido que mayor ascenso experimenta.
Ahora le ha ayudado Artur Mas que ha forzado y ha llevado a CiU, que ha sido siempre un partido de orden y con sentido de Estado, hacia “la revolución secesionista” para acabar por debajo del resultado de las anteriores elecciones catalanas y para que, finalmente, sea ERC quien tiene en su mano la capacidad de decidir en Cataluña.
Su giro soberanista ha terminado por ser un pésimo negocio, que no le ha acercado a la mayoría absoluta. Los votantes nacionalistas han preferido apoyar al original y respaldar a quien de verdad está dispuesto a recorrer el incierto camino hacia la independencia y no a quien se ha puesto a la cabeza de la manifestación.
Es como si un empleado de banca cambiara de actividad en dos meses para dirigir un restaurante y que, finalmente, sea la cafetería de al lado la que se lleve los clientes, porque la dirige un verdadero cocinero y no alguien recién llegado a la restauración. De esa forma, Mas le ha hecho el trabajo a ERC.
Podría decirse que el órdago y el anticipo electoral le han salvado de la derrota que hubiera sufrido si no hubiera tapado con la senyera la bancarrota de Cataluña y los recortes sociales, pero el giro ha sido tan enorme que no se justifica con un resultado tan corto. Las heridas en las instituciones, en su partido y en él mismo no le han compensado. Se ha subido a un tigre que le ha desbordado, que tiene vida propia, que se ha fortalecido y que como se descuide terminará por devorarle.
Como metáfora de ese giro, su portavoz parlamentario (Josep Antoni Duran Lleida) duerme en una suite del Palace, viaja con pasaporte diplomático del reino de España, estuvo a punto de ser ministro, defiende a los empresarios en el Congreso y se ve en la cabeza de una manifestación al margen de la ley, de la mano de Joan Tardà, a quien evita y ve como a un marciano en el hemiciclo. Todo para quedarse con menos escaños de los que tenía.
Con mayoría absoluta Artur Mas hubiera tenido capacidad para marcar su ritmo y su hoja de ruta hacia la consulta independentista, pero ahora dependerá de ERC. Y la gran pregunta de la noche y de los próximos días es si cederá a ERC el protagonismo de esa aventura, si se plegará a un ritmo que necesariamente irá más lejos y más rápido, si la capacidad de decisión de Oriol Junqueras se traduce en una secesión más rápida con Artur arrastrando los pies.
La apuesta de Mas le deja heridas y le obliga a ponerse en manos de otros. Quien se presentó como el Mesías que llevaba a Cataluña a la tierra prometida, tendrá ahora un copiloto que le marque la ruta y la velocidad y con un coche menos potente.
Nunca se sabrá hasta qué punto ha influido en ese resultado el desgaste por el informe policial apócrifo, pero fácilmente puede interpretarse que CiU y su líder han sufrido un enorme desgaste que les ha debilitado ante las urnas y ante el proceso dificilísimo y delicadísimo que se abre ahora.
Al PP le ha salido bien la jugada de, como mínimo, hacer surf en las olas de esa guerra sucia. No podía evitar que el Parlament siga siendo mayoritariamente soberanista, pero sí al menos dividir las fuerzas, para debilitar al oponente, aunque haya fortalecido a ERC.
El resultado de Alicia Sánchez Camacho es bueno aunque no le sitúa como segunda fuerza y líder de la oposición. En la polarización España-Cataluña comparte posición con Ciutadans, la otra fuerza triunfadora de las elecciones.
Del PSC lo peor de todo es que era previsible el batacazo y ya estaba descontado. Lo terrible es que los socialistas últimamente comparecen ante las urnas en distintas elecciones con la única incógnita de ver hasta dónde llega la riada y cómo de duro será el batacazo. Y que a partir de hoy el terreno político está libre de cargas electorales para que se inicie la batalla de los impacientes, los que dentro del PSOE están hartos de que no se termine de ver el fondo del pozo al que caen de forma vertiginosa.
En el PSC se abre un debate sobre su propia identidad y, desde luego, Pere Navarro llega al final de su travesía como líder.
Otro dato relevante es el de CUP, una especie de trasunto de lo que fue AGE en Galicia hace poco y que demuestra que hay un voto ascendente a la izquierda del PSOE que recoge ese malestar social. El voto a ICV tiene una lógica parecida, con el éxito de Joan Herrera al lograr abrir paso a su discurso social por encima del territorial.
Y desde hoy, Mariano Rajoy puede empezar a pensar, si no lo ha hecho ya, en la forma de gestionar una situación tan compleja como la que se le avecina. Si se sienta a negociar debe tener claro qué puede ofrecer, por ejemplo, la ayuda que Cataluña necesita para salir de la bancarrota. El resultado, dentro de lo pésima que era la situación, no es la peor para el presidente del Gobierno, porque echará un pulso con un oponente más débil.

24 nov 2012

Debilitar antes de iniciar el pulso

Por: Fernando Garea

Al Gobierno de Mariano Rajoy no le importaba nada el pasado 9 de marzo que hubiera corrupción en CiU. Ese día el ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, puso encima de la mesa del Consejo de Ministros la petición que le hicieron los dirigentes de CiU para indultar a Josep Maria Servitje, exalto cargo de Unió, cuñado del diputado Josep Sánchez Llibre y condenado a cuatro años de cárcel por corrupción en favor de su partido. No consta ninguna protesta ni oposición entre los ministros, porque a todos les parecía normal aceptar la petición para librar de la cárcel a un convicto si es de un partido “amigo”.
Eran los días en los que el PP apoyaba en Cataluña la política de recortes de Artur Mas y el acuerdo no se rompía aunque ya hubieran constatado esa corrupción sobre la que tantos escrúpulos tienen ahora los populares. Tampoco rompían con CiU aunque Alicia Sánchez-Camacho advirtiera en privado a Rajoy de las intenciones de Mas sobre el pacto fiscal y pidiera autorización para empezar a poner distancia.
Hasta que Mas no dio un giro definitivo y se puso a la cabeza de la manifestación independentista al Gobierno del PP no le empezó a molestar la corrupción de CiU. Pero una vez planteado el pulso, los populares se subieron al oleaje de un informe apócrifo de la policía que manda Ignacio Cosidó, el director general que siendo diputado en la oposición clamaba en el Congreso contra el descontrol policial y el uso político de las Fuerzas de Seguridad por el caso Faisán. Admitiendo como hipótesis que el Gobierno no esté detrás del conocimiento público del informe, es obvio que se ha sumado con entusiasmo, encantado de cambiar el foco de las elecciones plebiscitarias y, sobre todo, de erosionar a Mas.
Según explica un dirigente del PP, el espectáculo empieza el día siguiente de las elecciones y para eso se ha preparado ya el Gobierno. Se trataba de aplicar la estrategia de debilitar al contrario antes de iniciar el pulso con él. Es decir, una vez planteadas las elecciones como un plebiscito, hacer que Mas llegue al 26-N con menos apoyo, con una mayoría más exigua y con la legitimidad y la imagen lo más maltrechas posible. Para eso se han esforzado en embarrar el terreno en campaña. Luego llegarán los recursos legales, pero primero hay que asegurarse de debilitar al adversario antes de llegar al campo de batalla (política). La contraindicación de esa estrategia arriesgada es la de fortalecer el victimismo en Cataluña, pero el PP la asume y prefiere aprovechar el desvío de votos a formaciones como ERC, aceptando como irremediable que seguirá habiendo una mayoría soberanista en el Parlament. “Rechace imitaciones y vote al original”, viene a ser el lema de la corriente que el PP percibe en las encuestas en favor de independentistas “auténticos” y en detrimento de CiU.
Cuando se cierren las urnas esta noche, el Gobierno de Rajoy medirá su éxito no tanto por los votos de la candidatura de Sánchez-Camacho, que tiene un techo muy limitado, sino en función de la distancia a la que quede CiU de la mayoría absoluta. Cuantos más escaños le falten para llegar a los 68 más favorable será el resultado para Rajoy, porque Más estará más debilitado y será más lento el paso de su ritmo soberanista. Tampoco querrá ceder a ERC el protagonismo político de ese incierto tránsito.
El presidente de la Generalitat ha impostado y forzado el paso para eclipsar la pésima situación económica de Cataluña y para tapar los recortes con la promesa de la Arcadia feliz y todo lo que no sea una mayoría absoluta demostrará que su sobreactuación ha sido un negocio muy poco rentable. Incluso, en el Gobierno y en el PP se confía en que sectores de CiU que en privado se muestran preocupados den ahora la batalla que han rehuido en los últimos meses. Son los sectores que representan un “partido de orden”, concentrados en Unió y que mantienen una relación con el Gobierno que no se ha roto nunca.
El 26-N empieza el espectáculo también en el PSOE. Está descontado que el resultado del PSC, atrapado en la polarización “Cataluña-España” y el voto útil y sin un líder fuerte, será pésimo, pero hoy se despejará el calendario, libre de citas electorales que taponan la disputa interna. El “sector impaciente” del PSOE se desbordará desde el lunes, a la espera de que Carme Chacón cumpla el año de silencio que se impuso al perder el congreso y mientras José Antonio Griñán extiende en distintas federaciones el mar de fondo de la impaciencia.

El País

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