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Fernando Garea

lleva más de 15 años pisando diariamente el Congreso y escribiendo sobre política en distintos medios. Responsable de información parlamentaria en EL PAÍS, colabora en diversas tertulias en radio y televisión.

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Contracrónica de la actualidad política. Lo que se mueve en los pasillos del Congreso, más allá del escenario del hemiciclo, y análisis de la vida política.

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08 may 2013

¿Triunfalismo?

Por: Fernando Garea

“Lo digo sin ningún asomo de triunfalismo”. A los 13 días de conocerse que en España hay más de seis millones doscientos mil parados, el presidente del Gobierno ha comparecido en el Congreso con un discurso defensivo, de anuncio de continuidad y de tanta autojustificación como que en dos ocasiones ha tenido que aclarar que en sus palabras no hay “asomo de triunfalismo”.
Pero, ¿qué ofrece Mariano Rajoy? En 23 folios de discurso leído no había ni una sola medida, ni un anuncio de propuesta, ni un detalle de las últimas aprobadas o de las que se prevén y ni siquiera atisbo de iniciativa política.
¿Cómo explicar a los seis millones doscientos mil parados y a los que buscan trabajo fuera de España que el presidente del Gobierno diga que vamos por el buen camino?
¿Cómo devolver la esperanza a los españoles cuando el día 16 se aprobó un plan en el que se asume que no habrá creación de empleo en toda la legislatura?
Y, sobre todo, ¿cómo hacer compatibles esas cifras y esos dramas con el “triunfalismo” del que habla Rajoy?
Rajoy se ha dirigido a los españoles desde el Congreso, pero en realidad actuó como lo hizo el lunes a puerta cerrada ante los dirigentes del PP para dejar claro que no cambiará nada .
“Queda mucha tarea, pero llegará la cosecha, esto empieza a funcionar”, ha dicho el presidente.
“Hemos salido de lo peor”, ha proclamado para cerrar su intervención, pero no ha explicado cómo cuadra ese acto de fe con sus previsiones de no crear empleo neto en esta legislatura.
Como Aznar dijo el “creédme hay armas de destrucción masiva”, él ha dicho que “el próximo año se producirán ya cambios muy significativos porque, entre otros, saldremos de la recesión y empezaremos a crecer”.
La mayor parte de su discurso la ha dedicado a explicar el éxito de su gestión por el reflejo en la prima de riesgo, lo que ha supuesto haber alejado la posibilidad de rescate.
La prima de riesgo es para él la medida de todas las cosas y su éxito, ha dicho literalmente, es que nadie le pregunta ya por el rescate.
“Ya no hay dudas sobre España”, ha asegurado Rajoy. Lo que no ha disipado en su comparecencia son las dudas de los españoles, incluidos muchos votantes del PP que creen que sus 15 meses en La Moncloa no han respondido a las expectativas. Por no haber no hubo ni una palabra de aliento.
La satisfacción, según Rajoy, está en la reducción de la prima de riesgo y en la mejora de la imagen que de España tienen en el exterior.
“Sin triunfalismos”, ha aclarado, olvidando que la prima de riesgo es importante para la economía, pero no es percibida por la mayoría de los españoles (y menos los parados) como algo tangible que les haga saltar de satisfacción y hacerle la ola con "triunfalismo".
“Las calamidades que han quedado atrás”, les ha dicho a los españoles.
Las únicas medidas y propuestas concretas han sido las que han expuesto los distintos portavoces, asumiendo el papel que Rajoy ha dejado vacante en el hemiciclo.
Especialmente lo ha hecho Alfredo Pérez Rubalcaba, con un discurso muy constructivo. Crítico, pero constructivo y hasta complaciente con algunas decisiones del Gobierno.
El socialista ha hecho propuestas que tienen que ver con Europa y con la inyección de dinero por parte del Banco Central Europeo.
Rubalcaba ha hecho frente a las dudas que siempre genera su pasado y ha ofrecido al presidente del Gobierno “un gran acuerdo ante la crisis social, política e institucional”.
“Estoy abierto a toda sugerencia útil que nos ayude a ser más fuertes y más eficaces en beneficio de los españoles”. Esa es la única referencia del presidente al consenso en su texto inicial. Como si el PP se sintiera cómodo con su mayoría absoluta y no quiere ayuda de nadie.
Como el torero corneado, que se sacude y repite lo del “dejádme solo”. Tiene la legitimidad para dar los capotazos al toro en solitario, pero no acepta que le hagan quites que le aflojen la presión.
Está en la idea de los presidentes del Gobierno en España que, con distintos matices y grados, creen que buscar acuerdos debilita el liderazgo, cuando en realidad lo refuerza.
No se deja rescatar tampoco por los demás partidos, aunque se supone que alguna de las medidas que le han expuesto los portavoces le valdría. Alguna será aprovechable. “Déjese ayudar”, le han venido a decir todos. "Liderazgo" le ha pedido Rosa Díez.
En la réplica ha congelado la posibilidad de pacto Estado al establecer condiciones, al ir en romería con la cofradía del santo reproche (Sabina dixit) y al aceptar solo buscar un acuerdo sobre pensiones, corrupción, unidad de mercado, reforma local y de la admiistración y Europa. Es decir, no promoverá un pacto de Estado global y de emergencia con medidas de choque contra el paro y la petición unánime la ha troceado en pactos parciales sobre sus leyes.
Rajoy sentía que estaba hablando ante la dirección de su partido y quizás por eso se ha visto en la necesidad de justificar que suba impuestos en lugar de bajarlos como prometió en campaña: “Se me dirá que la subida de impuestos tenía efectos negativos para el crecimiento”.
Los suyos solo han arrancado a aplaudir cuando arremetía contra el "cadáver político" de Zapatero y su herencia. Los muertos ya no sangran, pero acuchillarlos desahoga, ayuda a cerrar filas y distrae.Por si acaso, Rubalcaba ha enterrado los restos de su predecesor al decir que su política económica no es la de Zapatero ni la de Rajoy.
Como los adultos de El Principito, Rajoy sigue viendo un sombrero donde todo el mundo sabe que hay una boa tragándose a un elefante enterito.
Pero todo sin “asomo de triunfalismo”.

El País

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