Sobre el autor

Fernando Garea

lleva más de 15 años pisando diariamente el Congreso y escribiendo sobre política en distintos medios. Responsable de información parlamentaria en EL PAÍS, colabora en diversas tertulias en radio y televisión.

Sobre el blog

Contracrónica de la actualidad política. Lo que se mueve en los pasillos del Congreso, más allá del escenario del hemiciclo, y análisis de la vida política.

20 ago 2013

Catalunya t’estimo

Por: Fernando Garea

A cualquiera le pasa que se le mete un amigo jeta en casa, especialmente en agosto.
Tengo realquilado veraniego y ocasional en este blog a mi compañero Miguel González.
El pasado 15 de agosto, Miguel publicó en EL PAÍS un artículo con el título Catalunya t’estimo.
Arcadi Espada le respondió en EL MUNDO bajo el título Querido Miguel y como quiere contestarle y me pide que le realquile este blog para hacerlo, es un honor para mi, me limito a ceder la tribuna y allá va su réplica:

Estimado Arcadi:

Tienes razón, soy un malqueda. Cada vez que visito Barcelona quedo mal con un montón de antiguos amigos a los que no llamo y, en vez de pasar discretamente desapercibido, lo proclamo imprudente en un artículo. Tomo nota y prometo remediarlo la próxima vez. Por si alguien ajeno lee este texto recordaré que nos conocimos hace 30 años en “el Ciero” o “el Noti”, un mal o buen periódico que no duró 100 años. Un diario vespertino que se escribía de madrugada, tras ingerir grandes dosis de alcohol que no enturbiaban nuestro entendimiento sino que aguzaban nuestra lucidez. Redacciones envueltas en humo de tabaco y teclear de máquinas de escribir polacas que hace mucho dejaron de existir.
Me acuerdo de eso, pero no me acuerdo (y te pido anticipadamente disculpas, pues la memoria es una de mis facultades menos fiables) de haber dicho en aquella cena que me fuese a Madrid para que mis hijas no se educasen en catalán. Puede ser que me interpretases mal o yo no me expresara bien. Nos mudamos a Madrid por razones profesionales y laborales, dos años antes de que naciera nuestra hija mayor y en aquella época, discípulos del 68 como éramos, nuestro horizonte de planificación apenas alcanzaba al mes siguiente (ni planes de pensiones ni piso en propiedad).
Sí recuerdo, y de ahí podría surgir el equívoco, que siempre rechacé la afirmación aparentemente inocua de que el catalán era la “lengua propia” de Cataluña, porque eso era considerar, sensu contrario, que el castellano era impropio, ajeno o extraño. Es decir, que Eduardo Mendoza, Juan Marsé, Manuel Vázquez Montalbán o Juan Goytisolo eran extranjeros en su tierra. Como sabes (perdona la obviedad) las lenguas no nacen de los árboles, sino que las llevan consigo los hombres, y las mujeres, que tienen piernas y no han parado de emigrar desde que hace miles de años salieron, mientras no se determine otra cosa, de un rincón del África oriental en busca de una vida más placentera.
Siempre he creído que el catalán y el castellano eran dialectos del latín pero reconozco mi ignorancia en filología y estoy dispuesto a admitir cualquier otra cosa partiendo de la base de que los idiomas, si pudieran, se reirían de nuestro empeño en establecer jerarquías entre ellos cuando todos son fruto de la corrupción de una lengua anterior, porque solo lo que se corrompe engendra vida y lo seco y puro se amojama.
Lamento que el final de mi artículo te pareciera una soplapollez. Era una declaración de amor. Al que la hace puede parecerle sublime. Y al que la observa desde fuera cursi y hasta ridícula. Suele pasar con los sentimientos.
Si no te importa que te dé mi opinión, a mí el final de tu artículo me resulta un poco grosero. Y no es que me moleste. También yo puedo ser ordinario. Decirte que me importa una higa que tú tengas razón, que me la sopla que la tengan mis amigos catalanes que se han vuelto independentistas, que me cisco en mis propios argumentos. Porque lo único que de verdad me importa es que tomemos esa curva a 190 kilómetros por hora, que estemos en manos de un maquinista distraído, que nos dejemos conducir al desastre por los heraldos de las profecías autocumplidas que luego se complacen en reprocharnos el “ya lo decía yo”. Espero, por el bien de todos, que los que estamos en posesión de la verdad nos la traguemos. Y mientras más grande y compacta sea mejor nos aproveche.

Un abrazo.

01 ago 2013

El único error es el exceso de confianza

Por: Fernando Garea

Rajoy
Mariano Rajoy ha sorprendido en parte. Más en la forma de abordar el asunto, que en el fondo de su intervención. Ha cambiado radicalmente al mencionar 16 veces a Bárcenas, después de meses de imposibilidad material de pronunciar el nombre de su ex tesorero.
Ha cambiado y sorprendido al abordar el caso desde el inicio, sin circunloquios y con solo alguna incursión en los datos económicos. Su estrategia ha venido a ser la de no esperar a que los demás portavoces le acusen de eludir el asunto. Ha ido directo al grano.

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