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Fernando Garea

lleva más de 15 años pisando diariamente el Congreso y escribiendo sobre política en distintos medios. Responsable de información parlamentaria en EL PAÍS, colabora en diversas tertulias en radio y televisión.

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Contracrónica de la actualidad política. Lo que se mueve en los pasillos del Congreso, más allá del escenario del hemiciclo, y análisis de la vida política.

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27 dic 2013

Lo que el triunfalismo esconde

Por: Fernando Garea

“Cambio de tendencia”, “claro cambio de situación”, “se empiezan a ver los resultados”, “el 2014 será el año del inicio de la recuperación”, “lo peor ha quedado atrás”…… Rajoy ha querido enterrar el 2013 en los buenos deseos para el 2014. Su optimismo próximo al triunfalismo le ha servido para intentar difuminar las sombras de los 12 meses de recortes, sacrificios y escándalos.
Ese era el mensaje que había preparado y le preguntaran lo que preguntaran esa era su respuesta. Para todo lo demás no hubo contestación, con la única salvedad de Cataluña, para la que tuvo una respuesta clara de reiteración de la negativa a la consulta y de restricción al diálogo sobre la política territorial.
El resto de asuntos los ha sacudido con indiferencia, molestia y desdén. Y con sus muletillas habituales, como la de “ya he hablado suficiente sobre ese tema”, como si hubiera un cupo de respuestas por asunto que no se pueda sobrepasar y que él fija a su antojo.
Pregunten lo que quieran que yo les contestaré sobre lo que me de la gana.
El presidente del Gobierno, en su única rueda de prensa sin restricciones de todo el año, ha pintado 2013 como “duro y difícil” con “miedos e incertidumbres”, para referirse a los datos económicos. En ese cuadro intenta camuflar el año del estallido de Gürtel, el encarcelamiento de su extesorero, los enfrentamientos en su partido y su Gobierno, el desgaste de sus expectativas electorales y, sobre todo, el empobrecimiento del conjunto de los ciudadanos, entre otros reveses.
Los duros sacrificios de los ciudadanos han sido vendidos por él como necesarios para llegar al 2014. Rajoy ha presentado su comparecencia en la Moncloa como la llegada del náufrago exhausto a la orilla de 2014. Algo así, como “ha habido que hacer todo esto que tanto le ha costado a los españoles y a mí mismo para poder llegar a 2014”.
Aunque lo diga el mismo día que congela el Salario Mínimo y los españoles no perciban ni de lejos que la economía remonta.
Todo escondido tras el triunfalismo de una tierra prometida en un año 2014 de mejoría. Su problema es que los ciudadanos no lo perciben y, además, la credibilidad del presidente ha quedado muy tocada en los años 2012 y 2013 que él quiere enterrar ahora.
Gürtel, que le ha perseguido durante el año desde el “ánimo Luis, sé fuerte” con el que dio aliento a su extesorero cuando ya se sabía que tenía cuentas en Suiza, hasta el registro de 14 horas en la sede del PP, lo ha despachado con indiferencia. Rajoy se ha limitado a sacudirse el hombro como si aún fuera una simple pelusa que no ha llegado a manchar. Si como dice “el PP colabora con la Justicia”, ¿para qué tiene que ir la policía a por papeles por la noche a la sede del partido?
Algo parecido ha hecho con la ley del aborto, de la que solo dijo que es “equilibrada”, pero eludiendo la explicación detallada en la que sí se ha detenido para sostener su triunfalismo económico. “Eso es del Parlamento”, ha dicho para sacudirse la reforma del aborto, ocultando que aún es un anteproyecto que ha de pasar por el Consejo de Ministros y allí se pueden introducir cambios y que, además, en el Congreso y el Senado él lidera al partido que tiene mayoría absoluta y que sacará la norma previsiblemente en solitario. En su mano está modificar la ley, pero ha hablado de ella como si hubiera caído del cielo o sea fruto de la decisión de otro. Ni ha pronunciado la palabra "aborto", para llamarlo "ese asunto". Será la ley “de ese asunto”.
Rajoy ha dado impresión de pretender llegar limpio a 2014, como si no hubiera dejado un minuto antes en la mesa del Consejo de Ministros a los autores de la ley Wert, la ley Fernández, la ley Gallardón, al ministro de Industria que ha improvisado distintas salida a las tarifas eléctricas y al ministro de Hacienda de los escándalos, entre otros. Porque todos ellos, bajo su presidencia, no parten de cero en 2014, sino con desgaste, polémica y rechazo social.
De hecho todas esas leyes las han asumido los ministros en forma de desgaste por incomparecencia pública del presidente, pero son todas suyas, porque tiene capacidad para añadir, quitar o matizar. Todas ellas y la reforma laboral son “leyes Rajoy”.
Si la ley de seguridad ciudadana o la ley del aborto son duras no es porque Jorge Fernández o Alberto Ruiz Gallardón sean del sector duro del PP, es porque el presidente lidera ese sector en el Gobierno.
Incluso, afronta 2014 con decisiones económicas que alejan a los ciudadanos de su optimismo como la bajada de pensiones o la congelación de salario mínimo decidido hoy mismo. En los españoles hay de todo menos triunfalismo.
Y el colmo del tancredismo: Tras alabar el discurso del Rey en el que con muchos eufemismos se defendía un cambio constitucional, Rajoy ha cerrado el paso a la posibilidad de tocar la Ley Fundamental. Es decir, una posición parecida a “me parece muy bien lo que dice el Rey, pero paso ampliamente”. Entonces, ¿por qué dice que le parece bien lo que dijo el jefe del Estado?

El País

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