Sobre el autor

Fernando Garea

lleva más de 15 años pisando diariamente el Congreso y escribiendo sobre política en distintos medios. Responsable de información parlamentaria en EL PAÍS, colabora en diversas tertulias en radio y televisión.

Sobre el blog

Contracrónica de la actualidad política. Lo que se mueve en los pasillos del Congreso, más allá del escenario del hemiciclo, y análisis de la vida política.

30 oct 2015

Rajoy, arrollado por la realidad

Por: Fernando Garea

La realidad ha arrollado y superado a Mariano Rajoy. Después de casi cuatro años sin hacer política y, especialmente, sin hacerla sobre Cataluña, ahora se ha puesto a ello con la espada de Damocles de la declaración del Parlamento de Cataluña. En la última recta de la legislatura el presidente del Gobierno cae en la cuenta de que han sido tres años y once meses de economía y ahora se ve obligado a un mes de política.
Después de casi cuatro años sin dialogar, sin pactar ninguna ley y sin llamar siquiera a La Moncloa a los portavoces de otros partidos, Rajoy se ha puesto a ello en una ronda maratoniana de reuniones. Y, además, ha hecho un gesto que indica que, al fin, es algo consciente de lo que ha cambiado en España mientras él se dedicaba a la prima de riesgo. Ahora ha dado carta de naturaleza y reconocimiento a las dos nuevas opciones políticas, Ciudadanos y Podemos. Ha escuchado a Albert Rivera hablar con el desparpajo de quien se valora como casi presidente. Ha visto al líder de Ciudadanos hablar con soltura en la Moncloa de lo que hará cuando sea presidente y tratarle casi como si fuera un jefe del Ejecutivo provisional en tránsito hacia la retirada tras el 20-D. Y ha recibido de Rivera, con lo que debe considerar insolencia, una propuesta de pacto de Estado para que lo estudie en los próximos días.
También la realidad ha empujado a Rajoy a recibir a quien hace poco más de un año Pedro Arriola, su principal asesor, la persona que habla al oído al presidente, Pedro Arriola, tachaba de “friki bolivariano”. Pasó ayer el trago de escuchar a Pablo Iglesias hablarle en otro idioma de "su libro" y recitarle su letanía de críticas y enmiendas políticas.
Como damnificado también ha quedado Pedro Sánchez que, después de promover la ronda con una llamada a Rajoy, se conformó con una mala foto posterior a su visita a la Moncloa, mientras que los emergentes han tenido su largo día de gloria y expectación mediática.
El presidente ha tenido que admitir implícitamente con esta ronda que hace tiempo que en el Congreso no se hace la política, aunque en las Cortes se mantenga la legitimidad de las elecciones de 2011. Que el vallado permanente del Congreso en la primera parte de la legislatura, cuando se protestaba en la calle y él no se reunía con nadie han quedado superados.
Rajoy ha resistido la presión por la corrupción o las protestas sociales, pero ha sido arrollado por Cataluña y se ha puesto ahora a ello con mucha prisa y poco cambio porque, por toda conclusión, ha repetido tras la ronda de contactos lo de “España es un gran país”. Tiene al PP, es decir, a sí mismo, enrocado en la negativa a tocar la Constitución; al PSOE con una propuesta de reforma federal; a Ciudadanos con interés por hacerse con la bandera de la defensa de la unidad de España y a Podemos con la idea de promover una revisión constitucional que incluya la posibilidad de consultas de autodeterminación. No ayudan las urgencias y estrategias del 20-D que recuerdan lo que escribió Blas de Otero: “Tarde es, amor, ya tarde y peligroso”.

26 oct 2015

Memoria selectiva y fría cuenta de resultados

Por: Fernando Garea

Hace meses un dirigente del PP dijo que les faltaba piel y al poco tiempo se la arrancaron (políticamente) a él. Y eso que lo planteó en un vídeo promocional.
Mariano Rajoy ha hablado como un consejero delegado que explica a sus accionistas la fría cuenta de resultados, con cifras y sin la más mínima piel. Solo así puede entenderse que dijera que “la prima de riesgo ha dejado de ser un problema” o que “se ha superado la crisis sin que nadie haya quedado al borde del camino”. Con sus gafas de presidente no se divisan, por ejemplo, los miles de españoles que han tenido que emigrar.
Con esa perspectiva y esa memoria selectiva ha presentado a sus accionistas el logro de su lucha contra la corrupción, sin ser consciente de que los ciudadanos a los que debía dirigirse perciben como realidad incuestionable que hay varios casos muy graves abiertos y vinculados al PP. Y que hasta los fiscales conservadores, los más próximos al PP y mayoritarios en la carrera, denuncian abiertamente que el actual Gobierno legisla para dificultar la lucha contra la corrupción.
Rajoy ha hablado de la Oficina de Recuperación y Gestión de Activos como el gran mérito y la gran medida contra la corrupción, pese a que el viernes solo inauguró una oficina vacía, que está cerrada y que según prevé el decreto publicado el día siguiente no entrará en vigor hasta enero, porque aún no tiene ni funcionarios asignados. Para poder inaugurar el despacho vacío antes de la convocatoria electoral, el Gobierno pidió al Consejo de Estado que emitiera de manera urgente el informe preceptivo sobre el decreto que llegó a La Moncloa justo el día antes de visitar el escenario de su acto de campaña.
A sus accionistas les ha dicho Rajoy que ha gobernado con diálogo y hablando con todos, pero todas las leyes importantes han salido de las Cortes solo con el voto del PP. La reforma del Tribunal Constitucional, el Código Penal, la Ley de Enjuiciamiento Criminal, la ley de seguridad ciudadana, la ley de educación... todas han tenido el rechazo del resto de la Cámara. En cuatro años, Rajoy no ha llamado a ningún otro portavoz parlamentario, con la única excepción del socialista y en muy contadas ocasiones.
El presidente ha intentado hacer creer que él está dispuesto a debatir con quien sea y que si no acude a programas de televisión será porque su jefe de Gabinete y de campaña, Jorge Moragas, no le deja ir. Ha borrado de su cuenta de resultados de la legislatura que, según los datos oficiales del Congreso, en cuatro años ha eludido 105 peticiones de comparecencia presentadas por la oposición y no parece que eso fuera también culpa de Moragas.
Deja claro que se opondrá a cualquier reforma constitucional, aunque curiosamente cita como ejemplos de reformas razonables la de la sucesión a la Corona, la de la inclusión del nombre de las comunidades y la referencia a Europa, es decir, las mismas que Zapatero intentó en la anterior legislatura y que fueron aparcadas precisamente por la dura oposición de Rajoy.
Memoria selectiva.

27 sep 2015

Nada será igual

Por: Fernando Garea

Ningún partido puede hacer como si nada hubiera pasado en Cataluña.
Después de cualquier elección la pregunta que hay que hacerse es quién gobernará, pero en este caso hay que añadir otra más compleja: ¿Quién gestiona estos datos?
Y la respuesta no es fácil.
Han ganado los partidos independentistas, tienen la mayoría absoluta en escaños para seguir adelante con el proceso, pero no llegan al 50% de los votos y tienen que gobernar una Cataluña dividida en dos mitades. Y con un gobierno que sumará la derecha de Convergencia con la izquierda de las CUP.
También con un descenso de los votos con respecto a los que sumaron en las anteriores elecciones CiU y ERC.
Si para cambiar un estatuto es necesaria una mayoría cualificada, no está claro que se pueda solo con mayoría absoluta avanzar hacia un proceso tan incierto.
El día de las elecciones catalanas amaneció con la amenaza de independencia unilateral y anocheció con la opción de una salida negociada y no traumática hacia una reforma de la Constitución o de su estatuto.
Las respuestas a esas preguntas llegarán, probablemente, después de las generales y con un Congreso distinto al actual.En ese momento no habrá más remedio que abordar una reforma constitucional que ya no podrán bloquear.
En el otro bloque, el no independentista, no hay una mayoría alternativa y deberán preguntarse si es posible hacer frente políticamente al 50% de catalanes que quieren el independentismo solo con recursos en el Tribunal Constitucional y amenazas de suspensión.
El PP, con mayoría absoluta aún en el Congreso es la sexta fuerza política del nuevo Parlamento catalán. Y nunca antes ni PSOE ni PP habían ganado en generales con tan poco apoyo en Cataluña.
Se anticipa de nuevo el cambio de mayorías de cara a las generales y la dificultad de Rajoy para articular un mensaje atractivo. Solo el miedo le ayuda.
El PSOE, con el resultado del PSC, debe replantearse su estrategia aunque ha conseguido salvar la situación evitando que la lista vinculada a Podemos le adelante.
Los de Pablo Iglesias no han mejorado el resultado de ICV. Es verdad que ni el candidato, ni el mensaje, ni el nombre, ni la campaña fueron buenos y que competían con las CUP en el mensaje de la indignación y en unas elecciones muy polarizadas, pero de nuevo, como ocurrió en Andalucía, sustituyen a IU (ICV en este caso) pero no al PSOE.
Los triunfadores son Ciudadanos, que se presenta como alternativa para muchos votantes del PP. Han tenido un mensaje mucho más amable que el del PP y un mensaje más positivo, frente a actuaciones notables de Mariano Rajoy como la de la nacionalidad o la de "un plato es un plato y un vaso es un vaso".
Al PP le falla el mensaje, la imagen, la inmovilidad y el candidato. También le fallan para las generales.
Después de las generales, debe notarse que nada es igual. La duda es si es posible que las dos líneas ahora paralelas se encuentren y acabe el empate infinito con Rajoy y Artur Mas a cada lado.
De momento habrá que dejar pasar el tiempo preciso para que se disipe la espuma de la noche electoral y que los dos trasatlánticos tengan espacio para virar.

10 sep 2015

Pasado presente

Por: Fernando Garea


El pasado casi siempre vuelve y suele perseguir de forma implacable a quien ha sido protagonista directo de él y más si nunca ha roto con lo que fue.

Este mes se cumplen 12 años del día en que José María Aznar reunió en La Moncloa a Rodrigo Rato, Ángel Acebes, Mariano Rajoy y Javier Arenas. Su dedo juguetón se paró en Rajoy y le señaló como sucesor. Con el tiempo, Acebes, abrasado por la gestión del 11-M, abandonó la política y se dedicó a ganar dinero y Rato, el hombre que pudo gobernar, se convirtió en icono tóxico de una época. Sabemos ahora que en aquellos días felices de poder absoluto, el PP estaba en plena actividad de lo que años después hemos conocido como trama Gürtel y que tanto les persigue mucho tiempo después.

Ahora Rajoy es presidente y Arenas se mantiene como albacea de esa herencia que les lastra en forma de sumarios y de personajes con los que han compartido todo, incluida la complicidad que da el poder. Sin apenas darnos cuenta, desde hace más de treinta años, la política española es lo que ocurre entre declaración y declaración de Arenas y entre cargo y cargo de Rajoy. Este 29 de julio los fantasmas del pasado se reunieron en el Ministerio del Interior. Fue el regreso de un pasado que aún sigue presente, la vuelta a un despacho oficial de quien fue rival de Rajoy para la candidatura a La Moncloa. El otro protagonista era Jorge Fernández, que desde hace 20 años es fiel mano derecha del ahora presidente. Ambos ya habían coincidido en el Gobierno de Aznar en los días felices, como vicepresidente y secretario de Estado, respectivamente, y ya se sabe que lo que el poder unió no lo separa ningún juez. Todo sea por los viejos tiempos que nunca se han ido.

Hace unos días, los cuatro vicesecretarios del PP que nombró Rajoy para renovar el partido —Andrea Levy, Fernando Martínez Maíllo, Pablo Casado y Javier Maroto— intercambiaron whastapps en el grupo que comparten confesando que no conocen a Rato, que nunca han coincidido con él y que les importa poco el personaje. Pero son conscientes de que su problema es que a su pesar serán herederos y presos de esa historia mientras su líder y candidato pertenezca a ese pasado al que el PP no renuncia. Y, además, Javier Arenas es el preceptor de este “nuevo” PP.


12 ago 2015

Parlamento sin enmienda

Por: Fernando Garea

En el Congreso se sienta en este momento un diputado que recibía pagos de una constructora sin que se haya querido actuar contra él; otro que ocultó a la Cámara que trabajaba para una entidad financiera, lo que está expresamente prohibido por la ley; otra que dimitió como ministra y que será juzgada como beneficiaria en un caso de corrupción; otra que dijo desde su escaño “que se jodan” mientras se debatían en el pleno recortes para los parados; otros dos que fueron condenados por conducir bajo los efectos del alcohol; uno de ellos, además, ocultó al juez que era diputado y hubo que anular la condena y repetir su procedimiento en el Tribunal Supremo; otro que fue expulsado de su grupo parlamentario y está pendiente del suplicatorio para que pueda actuarse contra él por un caso de fraude millonario a los parados; una vicepresidenta de la Cámara que fue sorprendida jugando al Candy Crush mientras presidía un pleno importante; un ministro del Interior que recibió en su despacho oficial a un imputado en varios procedimientos económicos con gran repercusión social y contra el que se manifiestan pensionistas que perdieron sus ahorros, y solo se ve obligado a comparecer cuando presionan los de su propio partido y no de forma automática cuando lo piden varios grupos; un presidente del Gobierno que envió mensajes de apoyo a un extesorero cuando ya se sabía que tenía cuentas en Suiza y que ha eludido 30 peticiones de comparecencia de la oposición… Y han pasado casi cuatro años de legislatura sin que se modifique el funcionamiento del Congreso y el Senado, eternizando comisiones que, en teoría, estudiaban su reforma.

Como dejó escrito Carlos Fuentes en La silla del Águila: “El Congreso tiene tres misiones. Una, pasar leyes. Otra, impedir que pasen. Pero la más importante consiste en asegurar que los asuntos se alarguen indefinidamente, que nada se resuelva por completo, que la agenda esté llena de pendientes”.

¿Tiene sentido utilizar el mensaje electoral del miedo a lo que puede venir? ¿Es eficaz el mensaje político del miedo a las coaliciones o los acuerdos entre diferentes partidos? ¿Se arrepentirá el PP de no haber reformado algunas instituciones cuando tuvo mayoría para hacerlo a su manera?

08 ago 2015

¡Peligro, encuestas!

Por: Fernando Garea

Para disfrutar de Eurodisney uno debe creer que tiene delante a Mickey y no a un tipo vestido de Mickey. O te lo crees o mejor no vas porque todo resulta absurdo sin creerlo. Lo mismo ocurre con las encuestas: para analizarlas hay que creerse que los ciudadanos a los que se pregunta se levantan cada mañana escrutando la actualidad para decidir a qué partido les apetece votar ese día. Se construye el estado de ánimo de los partidos, se diseñan estrategias y se toma la temperatura del patio político sin tener en cuenta a veces el momento. Es decir, todo es colorido en Eurodisney, pero a la salida del parque hay que saber renunciar a encontrarse con Donald por la calle y saber que el mundo no es como lo que acabas de ver, porque luego llegan las urnas. Por eso, las encuestas pueden crear una ilusión óptica inmediata que distorsiona la percepción de la realidad si no se asimilan con tiempo. Se trata de no interpretar cada pequeña variación en escaso plazo, sino esperar a que se consoliden las tendencias. Y tener claro que el día de las elecciones influyen factores como el emocional o el del miedo que no se tienen en cuenta al responder al encuestador. Esa ilusión óptica provoca un efecto colateral que se asemeja al juego del cíclope que describe Cortázar en Rayuela,según el cual cuanto más te acerques, más se distorsiona la percepción visual. Si te acercas demasiado al dato, distorsionas la conclusión. Por ejemplo, los líderes del PP siempre están peor valorados porque tienen rechazo de los votantes del resto y por eso Rajoy arrasó en 2011 con la peor imagen. No es tan cierto el tópico de la foto fija, sino que más bien se trata de detectar tendencias sociales sostenidas en el tiempo. Algo así como lo que Joseph Plateau llamó persistencia retiniana del ojo que permite que no veamos pasar la realidad como una rápida sucesión de imágenes independientes y estáticas, sino que todo tenga un movimiento continuo, como en el cine. La secuencia sostenida en el tiempo en este caso es la de unas Cortes fragmentadas y con un partido ganador por debajo del 30%, y entrar en muchos más detalles es hacer oposiciones al error. Las encuestas son como las medicinas que, pese a ser útiles y necesarias, las autoridades sanitarias advierten de su uso. Y ya se sabe que la diferencia entre el veneno y la vacuna es solo la dosis. Precaución.

08 ago 2015

Ganar pero perder

Por: Fernando Garea

Mariano Rajoy está en condiciones de ser el primer presidente constitucional del Gobierno elegido solo para una legislatura y también puede ser el primero que después de ganar unas elecciones generales no gobierna. Todo es tan diferente y volátil ahora en la política española, que las circunstancias pueden hacer que el presidente más previsible en la forma de tomar sus decisiones, según su propia definición, se convierta en el más innovador en el escenario del tránsito de un mandato a otro. Aunque, obviamente, sería muy a su pesar. Si no es el más votado no será presidente, porque es seguro que de ninguna manera podrá sumar con nadie escaños suficientes como para ser reelegido presidente y será otro el que deberá buscar apoyos y someterse a la investidura.

Pero su drama es que, además, después de la larga y dura carrera que ha emprendido con el PP colgado de sus espaldas para dar la vuelta a las negras expectativas puede no serle tampoco suficiente llegar el primero a la meta para ser reelegido. Puede que su partido sea el más votado, pero que no sea capaz de formar una mayoría suficiente, es decir, no tener diputados como para pactar, fundamentalmente, con Ciudadanos. Los responsables del PP repiten el mantra de los 140 escaños como cifra mágica que estiman necesaria para dicho pacto. Si no los sumara se produciría una situación también inédita desde 1978: que el partido más votado no gobernara. Por supuesto, eso solo ocurriría si la izquierda fuera capaz de formar una mayoría alternativa a la del PP.

Pero hay otro escenario más que se sopesa en el PP y que sería tan novedoso como cruel para Rajoy: que el partido que pueda pactar con los populares ponga como condición que sea otro el candidato del PP a presidente en la investidura. Albert Rivera ha jugado ya en público con la hipótesis de apartar a Rajoy, anticipando la posibilidad de incluir esa condición en las posibles negociaciones. Si eso ocurriera, sería un escenario aún más inédito con un presidente (o presidenta) que no ha encabezado la lista y un exjefe del Ejecutivo obligado a retirarse tras ganar unas elecciones, pese a que, como ocurre en este caso, afronta la campaña como algo personal. Hasta el protocolo de las consultas del Rey con los líderes políticos dejaría de ser ya un mero trámite.

31 jul 2015

La estabilidad soy yo y el resto es el caos

Por: Fernando Garea

La realidad ha arrollado y superado a Mariano Rajoy. Después de casi cuatro años sin hacer política y, especialmente, sin hacerla sobre Cataluña, ahora se ha puesto a ello con la espada de Damocles de la declaración del Parlamento de Cataluña. En la última recta de la legislatura el presidente del Gobierno cae en la cuenta de que han sido tres años y once meses de economía y ahora se ve obligado a un mes de política.
Después de casi cuatro años sin dialogar, sin pactar ninguna ley y sin llamar siquiera a La Moncloa a los portavoces de otros partidos, Rajoy se ha puesto a ello en una ronda maratoniana de reuniones. Y, además, ha hecho un gesto que indica que, al fin, es algo consciente de lo que ha cambiado en España mientras él se dedicaba a la prima de riesgo. Ahora ha dado carta de naturaleza y reconocimiento a las dos nuevas opciones políticas, Ciudadanos y Podemos. Ha escuchado a Albert Rivera hablar con el desparpajo de quien se valora como casi presidente. Ha visto al líder de Ciudadanos hablar con soltura en la Moncloa de lo que hará cuando sea presidente y tratarle casi como si fuera un jefe del Ejecutivo provisional en tránsito hacia la retirada tras el 20-D. Y ha recibido de Rivera, con lo que debe considerar insolencia, una propuesta de pacto de Estado para que lo estudie en los próximos días.
También la realidad ha empujado a Rajoy a recibir a quien hace poco más de un año Pedro Arriola, su principal asesor, la persona que habla al oído al presidente, tachaba de “friki bolivariano”. Pasó ayer el trago de escuchar a Pablo Iglesias hablarle en otro idioma de “su libro” y recitarle su letanía de críticas y enmiendas políticas.
Como damnificado también ha quedado Pedro Sánchez que, después de promover la ronda con una llamada a Rajoy, se conformó con una mala foto posterior a su visita a la Moncloa, mientras que los emergentes han tenido su largo día de gloria y expectación mediática.
El presidente ha tenido que admitir implícitamente con esta ronda que hace tiempo que en el Congreso no se hace la política, aunque en las Cortes se mantenga la legitimidad de las elecciones de 2011. Que el vallado permanente del Congreso en la primera parte de la legislatura, cuando se protestaba en la calle y él no se reunía con nadie, ha quedado superado.
Rajoy ha resistido la presión por la corrupción o las protestas sociales, pero ha sido arrollado por Cataluña y se ha puesto ahora a ello con mucha prisa y poco cambio porque, por toda conclusión, ha repetido tras la ronda de contactos lo de “España es un gran país”. Tiene al PP, es decir, a sí mismo, enrocado en la negativa a tocar la Constitución; al PSOE con una propuesta de reforma federal; a Ciudadanos con interés por hacerse con la bandera de la defensa de la unidad de España y a Podemos con la idea de promover una revisión constitucional que incluya la posibilidad de consultas de autodeterminación.
Tiene que cuadrar esas posiciones tan diferentes, aunque coincidan en lo esencial del rechazo a la moción del Parlamento de Cataluña y el deseo de que se mantenga la unidad de España.
No ayudan las urgencias y estrategias partidistas ante el 20-D que recuerdan lo que escribió Blas de Otero: “Tarde es, amor, ya tarde y peligroso”.

07 may 2015

Voto volátil e imprevisible

Por: Fernando Garea

Si todas las encuestas son por definición solo indicativas, la del CIS sobre elecciones autonómicas, municipales y generales lo es aún más. Del análisis de los datos más ocultos se deduce que la fragmentación del espectro político, que ahora es mayor que nunca en España, lleva a un voto extremadamente volátil.
Es decir, las posibilidades de cambio en el corto plazo en cada encuesta y, sobre todo, en las urnas es mayor que nunca. Es imprevisible.
La media de indecisos, es decir, los que tienen decidido votar pero aún no saben a quién está en un 35% como media en ayuntamientos y comunidades. Hay casos extremos como Barcelona, donde un 47% de los que tienen decidido votar aseguran que aún no saben a qué opción política apoyarán. Dado que la fragmentación reduce a escasos márgenes las distancias entre partidos, el resultado es muy incierto o, al menos, es imposible establecer pronósticos ciertos.
Siguendo con el ejemplo de Barcelona, la diferencia entre la opción más votada (la de Ada Colau) y la segunda es de solo 1,2 puntos. Si se tienen en cuenta ese porcentaje de indecisos y el 2% de margen de error, la conclusión es que es muy difícil de pronosticar qué partido será el más votado. Bastaría que un 10% de esos indecisos fueran a votar para poder modificar el resultado final.
En voto directo, la opción con mayor porcentaje en Barcelona es la de los que no han decidido, que llega al 29%, más del doble del 13% de voto directo al ganador.
La conclusión lógica es que cuantas más opciones hay para elegir y más formaciones nuevas se presentan el porcentaje de indecisos es mayor y, por tanto, es más complicada la predicción. Además de que la metodología demoscópica que se usaba para dos partidos hegemónicos es ahora incierta en su eficacia.
Esta situación es apreciable en otras comunidades y ayuntamientos donde las diferencias entre partidos y con respecto a los datos de mayoría absoluta son mínimos. Es decir, hay partidos que están a un paso en la línea entre éxito y el fracaso y si logran movilizar a un porcentaje mínimo de indecisos sacarán buen resultado. Es el caso del PP en algunas comunidades y ayuntamientos en las que su mayoría absoluta, es decir, el éxito depende de muy pocos votos, según el sondeo.
Los escaños y concejales dependen de muy pocos votos y, por tanto, es imposible calcular las sumas de pactos y alianzas.
En la parte referida a las elecciones generales, en el apartado de voto directo, la opción con mayor porcentaje es la de los que no tienen aún decidido el voto. Nada menos que un 19.8% está en este caso, frente al PSOE que tiene el 15,4%. También en generales, por tanto, el porcentaje de indecisos es determinante.
La conclusión política es que hay votantes del PP que no saben si castigar a este partido; votantes que dudan si lanzarse a las opciones emergentes o electores del PSOE que dudan si volver a la opción tradicional. En esa duda está la extrema volatilidad.Eso sin mencionar acontecimientos futuros que son por definición imprevisibles.
La prueba de esa volatilidad es que en poco espacio de tiempo los porcentajes de voto de generales según el CIS han cambiado tanto como que antes era Podemos el más votado y ahora sería el PSOE. El voto cambia cada mes.
La diferencia entre PSOE, PP y Podemos se absorbe con el margen de error y se desborda con el porcentaje de indecisos que, además, tienen seis meses para decidirse.
Otro factor de distorsión es el de reparto de escaños. Cuando el voto se fragmenta en hasta cuatro opciones con posibilidades de lograr escaño el primero y el segundo resultan beneficiados con respecto al tercero y cuarto. Por eso hay comunidades como castilla-La Mancha donde un partido gana en votos y no en escaño.
Y hay posibilidades de que en generales los dos partidos que queden tercero y cuarto (en este caso Podemos y Ciudadanos) obtengan un número de escaños no proporcional a la diferencia de votos que les saquen PSOE y PP. La Ley D´Hont penaliza la fragmentación y favorece a los dos primeros.
Un ejemplo: en Castilla-La Mancha el PP tiene 3,5 veces el porcentaje de voto de Podemos y, sin embargo, multiplica por siete su número de escaños.En esta comunidad, además, se aprecia el efecto favorable para el PP del cambio de ley electoral y reparto de escaños aprobado por Dolores de Cospedal.
Y para acabar de completar la volatilidad hay que tener en cuenta que Podemos y algo menos Ciudadanos arrastran a nuevos votantes, que antes estaban en la abstención y que, por tanto, no tienen recuerdo de voto.

22 mar 2015

Díaz vence la maldición

Por: Fernando Garea

Languidece pero no muere el bipartidismo, solo se atisba el supuesto nuevo ciclo político, Susana Díaz resiste la irrupción de nuevos partidos y ha roto la lógica habitual de que quien anticipa elecciones lo paga con pérdida de escaños.
En España no agotar las legislaturas es casi siempre un mal negocio: Le ocurrió con distinta intensidad a Felipe González (1989 y 1996), a José Luis Rodríguez Zapatero (2011), a Francisco Álvarez Cascos (2012), a Patxi López (2012), a Jordi Pujol (1995) y a Artur Mas (2012). Todos ellos perdieron votos y escaños y solo destacaba la excepción de Manuel Chaves en 1996.
Díaz gana porque ha roto esa tendencia, ha aguantado aunque pierda voto beneficiada por la fragmentación del nuevo Parlamento. El PSOE vuelve a ser el más votado y provoca la debacle del PP. Además, puede seguir gobernando porque no hay alternativas de Gobierno y ha pasado de estar en manos de IU a aumentar sus posibilidades al poder pactar puntualmente con Podemos y con Ciudadanos.
Susana Díaz ha hecho frente a esas circunstancias adversas con su apuesta por una campaña muy personal.
Con este resultado queda en el aire la posibilidad de que Susana Díaz pueda disputar el liderazgo del PSOE de cara a las generales. Pedro Sánchez solo podrá respirar hoy más tranquilo porque Susana Díaz bastante tendrá con gestionar en minoría el Gobierno andaluz, aunque el líder socialista puede ver con esperanza que el PSOE aguanta en Andalucía en generales, ya que esta comunidad es la que más peso en escaños tiene en el Congreso.
La insólita irrupción de estos dos partidos hace que por primera vez en unas elecciones en España todas las fuerzas con representación en un Parlamento pierdan voto.Nunca dos partidos nuevos se habían convertido a la vez en decisivos en un Parlamento y lo peor para ellos es que ninguno tienen el monopolio del pacto con el primer partido.
Podemos aseguraba estos días que se abstendrá para que Díaz pueda ser elegida con mayoría simple, sin mancharse en pacto alguno, y para que pueda gobernar en minoría a la espera del final de la yinkana electoral de este año, cuando tenga que aprobar los Presupuestos. Para entonces podrán asumir ya el riesgo de los pactos.
Íñigo Errejón situaba estos días en 20 escaños la línea que marcaba el gran éxito y se ha quedado en un buen resultado, lejos de la posibilidad remota de gobernar, aunque apunte futuros ascensos.Sustituye a IU, pero no al PSOE que era su objetivo.
Los 15 escaños en su primera cita electoral como partido no los había logrado nunca nadie en su estreno, aunque no llegue a su expectativa.Errejón explicaba que era difícil porque era como estrenarse con un examen parcial de matemáticas y por sorpresa, pero su error ha sido crear una expectativa muy exagerada que no se cumple.
Ciudadanos demuestra sin apenas estructura que está en condiciones de ser determinante cuando haya que castigar al PP. Sus 9 escaños son un magnífico resultado y con algo que decir en el nuevo Parlamento.
La parte del bipartidismo que se ha hundido es la del PP.
A los populares el resultado le debería llevar a admitir que no han entendido lo que pasaba en la sociedad en los últimos tres años y a ser conscientes de que se desangran, que perderán poder municipal y autonómico y que corren el riesgo de pasar por segunda vez en su corta historia directamente de la mayoría absoluta a la oposición.
Desde hoy, Rajoy dirá en público que no se pueden extrapolar los datos, pero tendrá que recomponer su estrategia. Por supuesto, el PP puede olvidarse de gobernar en Andalucía, tras el espejismo de haber sido el más votado en 2012. Aquello fue solo un sueño.
IU pasa de ser determinante a ser irrelevante y UPyD confirma su negro panorama para el futuro.

El País

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