La fiesta de los autómatas

Por: | 12 de octubre de 2013

Bocariverap

Hay escenas que en el fútbol argentino son ridículas y
pintorescas al mismo tiempo. Se han normalizado ciertos comportamientos, no sé
si por resignación o porque la escala de valores está alterada. El último
clásico acabó con un 0-1 a favor de Boca en el Monumental. Después del partido un
grupo de unos 20 jugadores de Boca se concentraron en medio de la cancha de
River, sin ningún hincha local, ante un estadio que rendía tributo a los
jugadores propios por una cuestión de identificación, porque el hincha es cada
vez más hincha de su hinchada y no permite que se deje ver la frustración de
perder contra el máximo rival. La negación de la multitud contrastó con la soledad
de ese grupo de jugadores de Boca porque en Argentina ya no se permite el
público visitante. El triunfo de Boca en medio de todos los hinchas de River
fue el momento más solitario que puede tener un festejo. Los jugadores debieron
rendir tributo al seguidor virtual, al hincha imaginario que los miraba a través
de una pantalla en algún lugar alejado. Cuando lo vi pensé: va a costar
reconciliar a este fútbol argentino con el pasado, con la presencia de las dos
hinchadas en los partidos, con esa convivencia, con el aliento de cada una a su
equipo, y esa comunión después de las victorias como visitantes, donde el
equipo que ganaba levantaba los brazos a su parcialidad y la parcialidad lo
agradecía con euforia cuando jugabas bien. Esto no sucedió en el último clásico.
Nadie levantó los brazos. El festejo fue íntimo en medio de un silencio extraño,
en el clima más adverso posible porque no había nadie para compartir la alegría.
Porque, ¿qué es el gran fútbol sin ese instante de vinculación entre hinchas y
jugadores? El fútbol argentino nos privó de un espectáculo esencial en la fiesta
del fútbol.

El clásico dejó más señales de miseria en la sala de prensa.
Los entrenadores a veces apelan a los merecimientos para justificarse ante una
derrota y esconden esos mismos merecimientos si el equipo gana accidentalmente.
Se va manipulando el argumento de acuerdo al resultado en ambos lados. Carlos Bianchi,
el técnico de Boca, dijo que ganaron porque jugaron como se juegan los partidos
de Copa. Lo dijo a pesar de que Boca había atacado dos o tres veces y le habían
creado diez situaciones claras de gol. Bianchi abrió el pecho como si pudiese
planificar las atajadas de su arquero y los palos en contra. Y Ramón Díaz, el
entrenador de River, asumió la derrota diciendo que el equipo había jugado su
mejor partido y había sido superior a Boca, cuando hace un par de semanas le
ganaron a San Lorenzo de manera fortuita y él desestimó lo que había pasado en
el partido dando importancia exclusivamente al resultado final. Esa clase de
subestimación de la gente en las explicaciones de los partidos no me parece
digna de los entrenadores. Estas manipulaciones no son un acto de grandeza.
¿Por qué un entrenador en las conferencias de prensa no dice: ‘mi equipo jugó
mal pero ganamos’? Quizás esas declaraciones sean hacia los hinchas, y quizás los
hinchas las merezcan porque también hayan perdido el rastro de la grandeza. El
hincha más exigente, al que le importaban las formas, el que se interesaba por
el juego del equipo, parece en vías de extinción. Todo va en sintonía con esa
forma de razonar el fútbol. Estamos perdiendo un capital muy valioso porque
lentamente el fútbol se está redireccionando hacia lo irracional, de forma que
la victoria casual se valora de la misma forma que cualquier otra, sin importar
cómo se logró. Lentamente, el desprestigio del juego aumenta. No sé si tiene
retorno. Hay una generación de jóvenes que se identifican con el resultado y no
les importa cómo se obtiene. Se está profundizando en la idea de que en los
partidos los entrenadores tienen el control remoto para ganar como sea. Y eso
es peligroso. Ese destino me preocupa. Me preocupa que los entrenadores no me
digan la verdad, me preocupa que los hinchas reaccionen así, me preocupa que
hasta las líneas editoriales de los medios de comunicación vayan hacia eso,
hacia la búsqueda de una inteligencia artificial que explica que el equipo que
sufrió diez situaciones claras de gol estaba destinado a ganar 1-0 en virtud de
un plan ininteligible que solo es capaz de descifrar la mente preclara de su
entrenador. Este azar se muestra como la consecuencia de una inteligencia
programada y se presume de esta inteligencia, que no es tal.

RiquelmeafpTodo es una gran farsa y todos participan de esa gran farsa.
Son piezas que se van acomodando y se van haciendo cada vez más flexibles para
introducirse en el sistema. Es un círculo vicioso y me pregunto en qué momento
se va a desactivar. Si es la degradación futbolística hace que al jugador no le
interese su oficio, o si la degradación existe porque al jugador no le interesa
el juego. Me pregunto si el deterioro se acelera porque la prensa contribuye
con mensajes en su afán de propaganda, y si esta figura degradante sirve para
vender jugadores en un fútbol que sólo sirve para vender jugadores, porque,
salvo en dos o tres equipos, no hay modelos sostenibles. El fútbol argentino
tocó fondo. Más allá del nivel de juego. Llega un momento en el que las
palabras no son suficientes porque no tienen eco. Es imposible admitir que no
haya público visitante porque el fútbol es la gran fiesta popular. ¡Qué gran
contradicción! Que el Estado haya comprado los derechos del fútbol, que los
venda como un bien público bajo el lema ‘fútbol para todos’, y que a su vez del
espectáculo no participen todos.

No se puede estirar más la soga. Se rompió y siguen tirando
de ella. Y no sé si siguen tirando porque la gente lo aguanta todo, o porque el
fútbol argentino es una pasión despojada de pasión. Porque la pasión es la
fiesta de todos pero si no están todos… El argumento de la pasión tiene que ser
algo más completo y en el fútbol argentino no es así. Me preocupa que las
barras se enfrenten y que los clubes se muestren impotentes, que 50 tipos
desbaraten un espectáculo, que algunos tengan privilegios y otros estén
excesivamente controlados. Porque los hinchas honrados que van al campo están
controlados por todas partes y el barrabrava entra y sale sin responder ante
nadie. Esto se llama esquizofrenia. Pero el fútbol sigue caminando y el Estado
sigue transmitiendo los partidos. Como si el sistema pretendiera anular el
pensamiento de todos los que formamos parte de esta industria para que actuemos
como autómatas y nos enrolemos bajo unas normas incomprensibles.  

Me preocupa que los jugadores solo piensen en irse y tengan
la cabeza en otro lado, y que los clubes los vendan para paliar deudas de
dirigentes anteriores que ya no pueden volver a entrar en una cancha. Muchos de
los antiguos presidentes de los clubes más importantes crearon un desastre de
consecuencias atómicas y es alarmante que no haya un control más estricto desde
la AFA. No sé cómo todos nosotros no nos plantamos ante todo esto y buscamos
perfeccionarlo. Porque todos estamos del lado de la complicidad. Digo todos. Y
me incluyo.

Hay 7 Comentarios

Extraordinario artículo, Diego. De lo mejor que has escrito hasta hoy.

Excelente análisis de una verdad incontrastable.El fútbol resultado mató al fútbol arte. Creo que el dinero mató la pasión.Todos somos culpables de haber creado este circo lleno de payasos, bufones y marionetas.Pero me pregunto, quien le pone el cascabel al gato, cómo y donde?.Porque seguir hablando y gastando tinta ya no sirve. O se para todo y se empieza de nuevo o todo sigue como está para beneficio de algunos, manteniendo la agonía de un enfermo terminal.

Diego, no se preocupe, y tire de esa sentencia que dice: "mal de muchos consuelo de tontos" porque no sólo pasa en el fútbol profesional argentino, sino en cualquier competición futbolística, incluídas las competiciones escolares. Nadie te pregunta qué tal han jugado tus chicos, sino cómo habéis quedado, aunque haya sido un partido amistoso
Saludos

interesante el artículo, pero yo separaría dos cosas, por un lado no aceptamos que el otro puede ser mejor y no aprendemos que reconocerlo nos mejora como personas y profesionales, por eso es que seguimos viendo declaraciones de futbolistas y entrenadores absolutamente vergonzosas. Por otro, la degradación como sociedad que hoy mostramos hace que el fútbol esté inmerso en todo eso, dirigencia oportunista, delincuentes en la tribuna, policía corrupta, estado peligroso, en fin, todos los astros alineados para que se cronifique el problema. Los afectados, los de siempre, aquellos que queremos el fútbol como deporte y pasión bien llevada. La necesidad de sinceramiento de todos los sectores es tan necesaria como grande son los intereses de todos los que nos llevaron a tener el fútbol que hoy tenemos

Señor LaTorre: creo que hay dos sentimientos en un aficionado del fútbol: el amor por el deporte, y la pasión por el equipo que uno ha elegido.
Cuando esos dos sentimientos están casi en equilibrio, las cosas van bien; uno puede ser del equipo A pero admitir que la victoria del equipo B no fue del todo inmerecida.

Pero cuando la pasión por el equipo se vuelve algo mucho más importante que el amor por el deporte, pasa lo que pasa en Argentina.
La sola cosa que importa es ganar, porque perder es inaceptable; y ganar como sea, aunque con un contragolpe afortunado después de haberse salvado por milagro varias veces; y eso puede pasar pero afirmar después, como usted dice, que no fue por suerte, sino que habilidad es la locura.
Esta degeneración es la responsable de lo que usted describe.

Me acuerdo de un pequeñisimo episodio; era un niño en Buenos Aires, 13 años, hincha de River (mis héroes eran Ermindo Onega, Delem, Oscar Más, Matosas...), y en un clásico contra Boca vi un toque muy bello de un boquense (Marzolini? Rattin? no me acuerdo) y se me escapó un "que lindo como la tocó!".

Un tipo adulto se dió vuelta y me dijo "ese fue un toque de mi***da, despertáte, pendejo!".
Fue una cosa pequeña, no hubo amenaza, pero me acuerdo todavía después de medio siglo la sensación de frío que sentí en los huesos.

Cuando se odia el equipo adversario porque es un precepto casi religioso, entonces empieza a morir el fútbol. Y es lo que vemos en Argentina. El odio de todos contra todos que ha ganado.

Creo que lo estamos viendo también en Italia, y no a caso el fútbol italiano está derrumbándose; hinchas cada vez mas desencadenados, árbitros "influenciados", violencia verbal (y no solo verbal).

Así es cuando no sabemos mas amar el deporte, y sólo importa la "secta" a la cual apartenemos. Sì, adiós muchachos... adiós a ese fútbol de odio.

Pues debería usted analizar el circo del fútbol español donde hay un equipo que ha estado toda la vida engañando a la gente y manipulándolo todo. ¿Saben ustedes cual es el equipo más tramposo de la historia del fútbol mundial?: http://xurl.es/zc50b

Coincido plenamente, con Ud., Diego. Felicito su exposición y su manera de pensar y sentir, de algo tan profundo como es el juego del fútbol, para nosotros los argentinos.

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Sobre el blog

Aventuras de fútbol

Sobre el autor

Diego Latorre

Diego Latorre. Nací en La Paternal, en la ciudad de Buenos Aires, en 1969. Jugué en Tenerife, Fiorentina, Boca Juniors y Cruz Azul. Gané la Copa América en Chile con la selección Argentina en 1991.

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