El Potrero

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Aventuras de fútbol

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Diego Latorre

Diego Latorre. Nací en La Paternal, en la ciudad de Buenos Aires, en 1969. Jugué en Tenerife, Fiorentina, Boca Juniors y Cruz Azul. Gané la Copa América en Chile con la selección Argentina en 1991.

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Incertidumbre bienvenida

Por: | 29 de noviembre de 2013

La incertidumbre es uno de los grandes componentes del deporte. No saber lo que va a pasar es estimulante.

El grado de incertidumbre también determina el interés de un campeonato. La Liga española se fragmentó en dos partes, los tres del grupo selecto y los demás, y esto supone una limitación. En Argentina se mantiene el elemento de lo misterioso. A pesar de todas las carencias y los hechos de violencia, el campeonato argentino de fútbol conserva la emoción de lo que permanece oculto. Boca está jugando bastante mal. No hay relación entre su juego y su posición en la tabla, pero está a cuatro puntos del liderato de San Lorenzo. Newell’s, el segundo clasificado, a un punto, está sufriendo la carga de las competiciones internacionales, y lleva seis partidos sin ganar.

A falta de dos jornadas para el desenlace hay siete equipos con posibilidades de ganar el título: Estudiantes (26 puntos), Boca (27), Vélez (27), Arsenal (29), Lanús (29), Newell’s (30) y San Lorenzo (31).

El San Lorenzo de Pizzi, que podría ser campeón este fin de semana, es el equipo con mejor actualidad. Es el que mejor fútbol está jugando en la recta final, el más valiente, el que demuestra más energía, y el más desequilibrante. Tiene un talón de Aquiles en la defensa, pero viene de una buena racha.

La existencia de múltiples aspirantes es un rasgo que sobrevive en un campeonato empobrecido, y es un buen consuelo. Falta la calidad, falta el fútbol con las dimensiones de las Ligas europeas más importantes, pero la incertidumbre da vida al hincha.

En España hay cierta monotonía. En Alemania también. En Italia se ha producido la aparición saludable de la Roma y el Nápoles. En la Premier hay una competición abierta. Y en Argentina también. En Argentina el hincha va a la cancha resignado a no entretenerse, sabe que verá un partido modesto, pero va con la incertidumbre de quien no puede prever de antemano cuál será el resultado. Y yo lo celebro.

Cuidado con esperar la comida en la cama

Por: | 12 de noviembre de 2013

Antes Messi tenía otra participación. Ahora le tienen que llevar la comida a la cama. Antes estaba más involucrado. Recuperaba más pelotas, tenía otra energía, otro compromiso con el juego. No sé qué fue lo que le hizo perder esa implicación o si la fue perdiendo solo al ver las cosas que pasaban a su alrededor, que son incontrolables. Pudo afectarle la llegada de Neymar, el cambio de entrenador, de entrenamientos, o de antojos. Va a seguir haciendo goles porque seguirá siendo el mejor. Nunca vi a un jugador con una facilidad para el gol como la suya. Pero en otros aspectos del juego, en los aspectos defensivos, antes perdía la pelota, o la perdía el equipo, e inmediatamente hacía un sprint. Era muy llamativo porque tenía la capacidad defensiva de un defensor. Iba ferozmente y robaba.

Son reveladoras sus estadísticas de balones recuperados desde que lo dirigía Guardiola y cómo se fue diluyendo. En los cuatro años de Guardiola, entre 2008 y 2012, el promedio de recuperaciones de Messi fue, sucesivamente, de un balón robado cada 56, 55, 48 y 60 minutos. Algo cambió en la temporada 2011-12. Una tendencia a la inactividad que se acentuó de forma dramática en la temporada de Vilanova, la 2012-13, cuando Messi recuperó una media de un balón cada 97 minutos, lo que significa que se pasó algunos partidos desapercibidos en el plano defensivo. Con Martino mejoró el quite de forma espectacular: un balón cada 36 minutos. Pero el cuerpo, después del bache de 2012-13, no parece responderle del mismo modo.

Messi
Messi cae al suelo durante el partido ante el Betis./ AS


A Messi lo puede afectar cierta obsesión por estar bien. El objetivo del Mundial debe rondar su cabeza. El proceso no es lineal. No hay una fórmula: “Voy a dejar de entrenar”, o “voy a dejar de jugar”, o “voy a entrenarme más”, o “voy a tomarme un descanso y lo resuelvo”. El componente psíquico está siempre presente, pero se tiende a ignorar porque no es tangible, y los propios futbolistas se sienten incapaces de transmitirlo al mundo exterior porque saben que no los entenderían o porque a nadie le interesa entender según qué cosas. La industria del fútbol está concebida para que el futbolista ofrezca un determinado rendimiento sin contemplar consideraciones humanas. El mundo del fútbol está rodeado de muchos curiosos a los que lo esencial realmente no les interesa.

El Barcelona en los últimos años ha tenido una sobredosis de partidos y Messi ha estado en todos los minutos de todos los partidos. No descansó nunca. Por amor propio, por amor al juego, por pasión, por lo que sea. Pienso que porque era su forma de estar permanentemente entrenado. Porque lo único que verdaderamente te entrena es el partido. Por algo los jugadores repiten: “me falta ritmo”, o “no tengo continuidad…”. Quieren decir que están saturados de entrenamientos y carentes de partidos. Cada jugador profesional sabe que el entrenamiento es siempre insuficiente. No alcanza para ponerte en plenitud. El mejor entrenamiento es la competencia y, por eso mismo, la dosificación durante la competición puede restar preparación exponiendo el cuerpo a la lesión.

A veces el jugador reconoce que tiene que reservarse para determinados momentos. Sabe que no hay fondo, que quizá no le sobre energía, y puede entender que está para apariciones, para jugadas. Alguien como Messi puede reservarse para siete u ocho apariciones por partido. Esto le lleva a ser cauteloso y a sondear los partidos, más que a jugarlos. Estas son decisiones comunes entre los jugadores. Si es una estrategia futbolística, si se hace puntualmente para sorprender al rival, es una cosa, pero si forma parte de vicios adquiridos o de una necesidad de preservar el físico para determinadas acciones, estamos ante un problema.

Cuando un futbolista se reserva para jugadas puntuales puede sentirse superficialmente mejor, más descansado. Puede servir cuando llegas averiado a una cita o circunstancialmente reconoces que estás en una condición más frágil, porque vienes de una lesión. Pero no se puede vivir en ese estadio. A la larga, estar permanentemente reservándote pasa factura.

El País

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