Convivencia difícil en River

Por: | 26 de enero de 2014

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Francescoli celebra un título con el River Plate en 1996. / REUTERS.

La nueva dirigencia de River quiere dar un poco más de seriedad empresarial al club. Intenta pacificar y procura repatriar viejas glorias. Beto Alonso, Fillol, o Francescoli, se han integrado a la administración deportiva futbolizándola en sintonía con la historia de la institución. En ese marco se ubican los personajes centrales del relato: Enzo Francescoli y Ramón Díaz. Uno era el capitán, el ídolo, el emblema, y el otro el entrenador del River que conquistó todos los títulos imaginables entre 1994 y 1997. Ahora vuelven a coincidir: Díaz como entrenador y Francescoli como director deportivo, es decir, como el que debe mandar al entrenador. Por ahora conviven en armonía. Se toleran. Se reúnen para hablar de refuerzos.

Ramón Díaz dio sus primeros pasos como técnico cuando trabajó con Francescoli la primera vez. Tuvo a cargo un plantel repleto de grandes jugadores y en una época de esplendor del fútbol argentino armó equipos memorables porque había con qué. Siempre flotarán las mismas preguntas en el aire. ¿Cuánto puede mejorar un entrenador a una plantilla sin figuras? ¿Cuánto puede empeorar un entrenador a una plantilla llena de cracks? Entonces en River jugaban Gallardo, Ortega, Francescoli, Salas, Berti… Todos hombres con trayectoria. Díaz le dio brillo a ese equipo que siempre tuvo un punto de audacia y que ofreció soluciones con todos sus futbolistas.

 

El entrenador era Díaz, pero sobre aquel River histórico pesó el mito del liderazgo absoluto de Francescoli. La idea de que el uruguayo manejaba todo, de que era quien tenía el timón, se extendía con carta de naturaleza. Hubo un episodio revelador cuando River se estaba jugando el Apertura en 1996, en el Monumental frente a Racing. En el segundo tiempo Ramón Díaz se dispuso a quitar a Ortega pero Francescoli lo interrumpió desde la cancha y sugirió que saliera Monserrat. El partido acabó 4-3, Ortega marcó el 2-0, y River fue campeón. Pero el cambio inesperado de Monserrat reflejó mucho más. Fue un acto casi simbólico. Un chispazo de luz, ante miles de hinchas, sobre el verdadero funcionamiento del equipo.

El Ramón Díaz que vemos en este 2014 es un hombre totalmente distinto. Siempre tuvo un discurso provocador, con un punto de demagogia, que prometía una grandeza que River no tuvo en esta época. Un discurso con una penetración muy fácil pero sin consistencia ni argumentos sólidos. Difícilmente defendible desde la expresión del equipo en la cancha, bastante pobre en el último año.

 

A estos entrenadores legendarios siempre les queda un crédito más. Pero Ramón Díaz hoy arranca bajo la lupa. Los hinchas pierden la paciencia porque en el fútbol argentino todo se mueve con hilos muy delgados. Todos recuerdan que Díaz ha gozado de prerrogativas únicas, le han contratado a los jugadores que pidió, a Fabbro, a Teo Gutiérrez, a Menzeguez, a Osmar Ferreyra, pero los resultados han sido exiguos.

El técnico riojano, que cumple su tercer ciclo en River, es el paradigma del argentino astuto. Representa un tipo de personaje al que se suele consagrar socialmente. Pretende trasladar una imagen de sabiduría infinita, de infalibilidad, de conocimiento de la fórmula del éxito con un punto de transgresión. Pero a lo largo del último campeonato su posición se ha vuelto frágil. Esa fragilidad se acentúa con el cambio en el consejo directivo y él es consciente de ello. Sabedor de su nueva condición está impostando una personalidad, como quien tuvo que retroceder tres casilleros en el juego de la oca. Ya no ironiza tanto, ya en las conferencias de prensa es otro. Se muestra más serio. Parece adaptado a las circunstancias y mira de reojo al fondo de la escena. Desde allí lo supervisa Francescoli. El viejo ídolo que le corregía los cambios tácticos hace casi 20 años.

Hay 2 Comentarios

Gran artículo. En mi opinión, Ramón Díaz esta sobrevalorado . Lo que creo es que se aprovecha de su éxito pasado, fruto más del equipazo que tenía que de él mismo, para justificar su fama y posición. Pienso que ahora se le está poniendo en su justa medida, y más con el buen criterio que puede aplicar Francescoli en su nuevo puesto.

Como buen amante del fútbol y en especial del fútbol argentino, uno de mis sueños deportivos es vivir en directo un clásico entre Boca y River en la Bombonera. Por cierto ¿Saben cual es el equipo más tramposo y mafioso de la historia del fútbol?: http://xurl.es/9ik46

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Aventuras de fútbol

Sobre el autor

Diego Latorre

Diego Latorre. Nací en La Paternal, en la ciudad de Buenos Aires, en 1969. Jugué en Tenerife, Fiorentina, Boca Juniors y Cruz Azul. Gané la Copa América en Chile con la selección Argentina en 1991.

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