La desprotección del joven Simeone

Por: | 27 de agosto de 2013

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Giovanni Simeone, en su debut frente a Gimnasia (Foto: Emiliano Oppezzo/Prensa River)


Crecí con el Cholo Simeone y tuve la oportunidad de conocer a su hijo, Giovanni. A Giovanni siempre le gustó mucho el fútbol. Hace unos meses jugaba en la Tercera de River. Tenía 18 años cuando lo convocaron para participar en la pretemporada con el equipo de Primera. Hizo un gol en un partido amistoso y, de pronto, sin estar completamente preparado para el salto de categoría, lo convirtieron en una pieza importante.

River se había quedado sin delanteros porque hizo un vaciamiento de los goleadores que utilizó la temporada pasada. Iturbe volvió a Oporto, Trezeguet no era del agrado del entrenador, Luna se fue a Rosario Central, Mora renegoció su contrato, y Teófilo Gutiérrez permaneció a la espera de que River pagara al Cruz Azul. Por diferentes circunstancias tuvo que debutar Simeone. Fue un debut inesperado. Ocurrió antes de tiempo, pero estas son cuestiones con las que tenemos que lidiar todos en el fútbol argentino, en donde fecha tras fecha se produce el ingreso sorpresivo de futbolistas desconocidos para ocupar un lugar vacío.

Simeone jugó tres partidos de titular. No pudo convertir ningún gol. Le sacaron un cabezazo abajo y en otra situación definió mal un gol que parecía sencillo.

Hoy los chicos están muy expuestos. Sin estar del todo formados los tiran a la cancha. En los clubes no hay paciencia ni margen para el error. Una experiencia fallida de estas puede ser traumática porque la atención del público y la cobertura mediática que se le da a un pibe no hacen distinciones. El juicio de valor les cabe a todos. En el caso del joven Simeone, la erosión se agravó por el descuido del entrenador, Ramón Díaz, que salió a declarar que el equipo tenía un déficit ofensivo. Dijo que le faltaba gol.

La total deshumanización del fútbol, en el que todos somos partes de un mecanismo perverso en el que uno tapa al otro, produce una despersonalización en cuestiones vinculadas con el espíritu del deporte. Proteger a un chico, no aturdirlo, no marcarlo, son principios de deportividad. El entrenador también es víctima de este canibalismo futbolístico y, para salvar su buen nombre y su reputación, se muestra proclive a emitir un discurso sin atender a la protección de sus jugadores más débiles. Resulta llamativo que fuera Ramón Díaz quien se comportara así. Precisamente él, que es una gloria inimputable en River y todo lo que hace parece que está divinizado por la gente. Pudo decir que Simeone es un chico, que le perdona todo, y que ya tendrá tiempo de meter goles. Pero salió señalando que el equipo tiene un déficit ofensivo.

No importa quién caiga en el medio. Los chicos no solamente no gozan de las mejores condiciones sino que también terminan siendo el factor desencadenante, y Giovanni Simeone es señalado como el jugador que no le brindó al equipo ese gol. Como si uno en un par de partidos pudiera acomodar su cabeza y su cuerpo a una Primera División con todas las exigencias que eso conlleva. Me parece bastante cruel que no haya un camino. Un camino gradual. Que te tiren a la cancha, te cocinen y te saquen. ¿Cuándo lo convocará la rueda otra vez a Giovanni Simeone en River? Tardará un tiempo porque ya no será esa solución desesperada. ¿Cómo lo va a asimilar el chico?

Pienso que mi hijo puede correr el mismo riesgo dentro de unos años. Es curioso cómo uno puede ser una gran promesa de estrella el día de mañana y a su vez material descartable para el fútbol argentino.

 

 

Error del lateral, centro lento, gol a un toque

Por: | 23 de agosto de 2013

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Neymar cabecea un centro ante la oposición de Juanfran Torres. / JAVIER SORIANO (AFP)

¡Qué mal cerró el lateral derecho del Atlético! Juanfran cometió dos errores. Primero, se pegó demasiado al central, y después se quedó mirando la pelota y no se perfiló. Lo que se aconseja en esos casos es que el lateral derecho le dé la espalda al arco para tener un panorama no parcial sino total de lo que pasa. Es uno de los fundamentos: perfilarse y girar mucho el cuello para solucionar cualquier desajuste. Pero Juanfran dio la espalda a Neymar. Un Neymar que le aparecía muy lejano en el radar. Neymar apareció muy tirado sobre la izquierda, pero como la pelota flotó, porque fue un centro que se mantuvo en el aire, le dio tiempo, acelerando, a llegar al gol.

Neymar tiene atrevimiento, gol, y espíritu ganador. No tiene miedo escénico. Entró a un partido bravo con una desinhibición llamativa. Sin pedir permiso. El Barça tenía un déficit creativo porque no generaba situaciones de gol. Le faltaba eso que da Cesc, las rupturas al área, el juego al espacio. Y Neymar hizo un gol decisivo, cabeceando bien, abajo, firme. Un gol de jugador con instinto para el gol. Éste no es solamente un futbolista que provoca goles con su genialidad. Es goleador a un toque. Cuando un tipo hace un gol a un toque revela que tiene olfato. El gol a un toque, como los que hacía Trezeguet en River, o como los que hacía Hugo Sánchez llegando al lado contrario de la jugada, a los vacíos, al segundo palo, denotan algo que el jugador no aprende en la academia. No es la primera vez que Neymar hace goles a un toque, pero es significativo que haya hecho de esta manera su primer gol oficial con el Barça.

Neymar deberá pedir menos el balón al pie

Por: | 14 de agosto de 2013

Por Diego Latorre

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Neymar, durante su presentación. / GUSTAU NACARINO (REUTERS).

Neymar es un futbolista natural. Tiene una habilidad, un cambio de pasos, una agilidad terrible para salir de la gambeta para los dos lados. Es instintivo y desequilibrante, y se planta ante el gol con facilidad. Si bien suele solicitar la pelota al pie ha hecho goles rompiendo con buenos pasadores. Sabe
desmarcarse al vacío y tendrá que afianzar estos movimientos un poco más, porque en el Barcelona pedir la pelota al pie genera un vicio peligroso.

Pasarse la pelota de pie a pie te ayuda a mantener la posesión pero si no hay ruptura, si no hay demarque, al Barcelona le cuesta encontrar al jugador en el espacio. Eso hay que inculcárselo a Neymar. El Barcelona exige otras cosas: exige comprensión del juego. Pero el Barçelona ha tenido una dependencia exagerada de Messi en las maniobras que buscan el desequilibrio. Cuando se comprimen los espacios, cuando el rival te toma bien, cuando se agrupa, Neymar te da esa solución. Además ha hecho goles en combinación: utilizando la gambeta pero buscando esa pared con un ‘nueve’, o con alguien que aparezca en esa zona.

En el Barça lo veo como extremo izquierdo, y en determinados momentos libre. Con Messi deben tratar de evitar la superposición. Seguramente el entrenador le exigirá tener la cancha bien abierta en el tramo final y hacer esos movimientos del juego de posición. Neymar le dará soluciones que son necesarias para este Barcelona. Él naturalmente se acomoda como ‘wing’ izquierdo porque tiene el
perfil para adentro: como hacen Villa o Tello.

Si el Barça puede domesticarlo, será muy valioso. Porque en el Santos le permiten todo y tiene vicios adquiridos: quiere pasar por cualquier lado, pierde la pelota y vuelve caminando. Lo que en el Santos parece una virtud, en el Barcelona no lo es. Pero claro: ¡siempre hace cuatro jugadas de gol por partido! Con sus condiciones debería ser fácil rectificar, pero dependerá de su disposición y de su compromiso. Deberá hacerse a la idea de que será un subordinado de Messi cuando hasta ahora todos han jugado como subordinados de Neymar. Es una cuestión de carácter. Me parece que es un buen chico. El rótulo de gran estrella se lo ganó jugando. No creo que vaya a cambiar el mundo del Barcelona. Una cosa es lo que parece y otra lo que es. Parece que no le importa nada, que es indolente, pero siempre veo que sus compañeros lo abrazan, lo quieren. Sabe hacerse querer y esto es buena señal.

Bale, más de lo mismo

Por: | 14 de agosto de 2013

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Gareth Bale, en un partido con el Tottenham esta temporada. / PAUL ELLIS (AFP)

Bale en un equipo como el Tottenham es amo y señor. Los últimos 15 o 20 partidos que ganó su equipo se pueden atribuir a Bale. En su origen fue lateral izquierdo pero vio que era demasiado jugador para un puesto que, de alguna manera, es complementario. Se quedaba corto. Se le veía que podía tener mejores usos. Lo pasaron a situar como volante, y de volante pasó a ser enganche, a jugar por todo el frente de ataque con toda libertad. Siempre hay que encajar a un jugador dentro de una idea, dentro de un estilo. El fútbol es la conjunción de futbolistas. En un equipo como el Tottenham, diseñado para Bale, para darle todos los poderes para que corra con la pelota, para que se mueva por todos lados y para que termine, sí. En el Tottenham es determinante. En el Madrid no lo sé.

Si el Madrid busca más de lo mismo, Bale es ideal. Si busca un jugador que se maneje en espacios reducidos y de continuidad a la jugada, quizás no. Pero contra defensas cerradas tiene un punto a favor: necesita muy poco espacio para crear un remate de gol. En partidos trabados, en espacios reducidos, le he visto desaparecer media hora. No tiene continuidad en el juego. A veces le cuesta interpretar el funcionamiento del equipo y va por su cuenta. Pero de pronto agarra la pelota, la saca hacia un costado, y en un metro se las arregla para soltar la pierna y poner la pelota donde quiere, con un efecto y una aceleración en la trayectoria que es increíble. Ese es su poder. Y es algo que también tiene Cristiano. Hacen goles de la nada. De la nada misma. Le dan la pelota rodeado de contrarios, la saca a un costado, y en tres segundos la pelota está dentro del arco. En la elaboración no creo que aporte más que otros. Pero es muy punzante en el contraataque, en la conducción, y además tiene una gran potencia. Con Bale uno no compra el estandarte de un nuevo estilo. Está comprando más de lo mismo.

 

Los remates de Bale difícilmente van fuera de los tres palos. Le pega a la pelota increíblemente bien. Hace goles calcados. De espalda le cuesta recibir, no tiene gran imaginación para el último pase, y no continúa las jugadas sino que trata de terminarlas él. No es un cabeceador, a pesar de su gran potencia de piernas. No tiene la colocación en el área de los grandes nueves. No anticipa. No va al segundo palo. Normalmente sus goles son por autogestión, porque recibe fuera del área y marca.

La versatilidad de Martino

Por: | 06 de junio de 2013

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Gerardo Martino, entrenador de Newell's Old Boys. Daniel Jayo / AP

El Tata Martino es el entrenador más notable del presente curso del fútbol argentino. No es sorprendente que la Real Sociedad se haya interesado por él. Ha sabido elevar el nivel de sus jugadores y mejorar el funcionamiento de sus equipos en ámbitos y en las culturas dispares.

En Newell’s, Martino defiende ciertos valores del juego: salir jugando, cuidar la pelota, jugar con extremos, usar un falso ‘nueve’. Sin embargo, en la selección de Paraguay jugaba con un sistema muy rígido, con dos centrocampistas de manejo discutible, sin extremos y con dos ‘nueves’ de área. Jugaba mucho al pelotazo, mucho a pasar las líneas por arriba, sin conexiones, y en muchos momentos perdiendo protagonismo. Él se adaptó a la cultura y a la idiosincrasia del jugador paraguayo y relegó creencias que hoy se afirman como muy suyas. Martino es discípulo de Bielsa. Pero no concibo a Bielsa jugando como Martino en Paraguay. Bielsa traslada su idea de juego, quizá porque Bielsa elige los planteles.

Es desconcertante porque Newell’s, gracias al trabajo de Martino, transformó su identidad: pasó de jugar de cualquier cosa, a pararla y a gambetear. Los jugadores han cambiado radicalmente su forma de pensar. Tiene un central, Vergini, que agarra la pelota y se anima a gambetear. Lo veo y no lo conozco. El Newell’s de Martino no se parece absolutamente en nada a su Paraguay. Quizá en Paraguay él percibió que no podía cambiarle la naturaleza al fútbol paraguayo y resignó sus principios. Debió negociar consigo mismo. Me parece que, en su caso, fue una virtud.

Seguramente Martino tuvo que cambiar hasta la forma de los entrenamientos. Y eso es lo duro porque debió entrenar a su equipo para hacer algo en lo que no creía. Newell’s es lo opuesto: tiene muchísimas variantes para salir jugando. Siete o diez posibilidades. Recuerda a Guardiola, o a Lavolpe. Sale el ‘dos’, abre los centrales y pone el ‘cinco’ atrás, hace superioridades numéricas en el centro de la cancha, adelanta a los laterales, cambia de frente… Ahí se nota el magnífico trabajo de Martino.

Neymar y Messi

Por: | 06 de junio de 2013

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Messi y Neymar se saludan en el Mundial de Clubes en 2011. / REUTERS

Neymar es un futbolista natural. Tiene una habilidad, un cambio de pasos, una agilidad terrible para salir de la gambeta para los dos lados. Es instintivo y desequilibrante, y se planta ante el gol con facilidad. Si bien suele solicitar la pelota al pie ha hecho goles rompiendo con buenos pasadores. Sabe desmarcarse al vacío y tendrá que afianzar estos movimientos un poco más, porque en el Barcelona pedir la pelota al pie genera un vicio peligroso.

Pasarse la pelota de pie a pie te ayuda a mantener la posesión pero si no hay ruptura, si no hay desmarque, al Barcelona le cuesta encontrar al jugador en el espacio. Eso hay que inculcárselo a Neymar. El Barcelona exige otras cosas: exige comprensión del juego. Pero el Barcelona ha tenido una dependencia exagerada de Messi en las maniobras que buscan el desequilibrio. Cuando se comprimen los espacios, cuando el rival te toma bien, cuando se agrupa, Neymar te da esa solución. Además ha hecho goles en combinación: utilizando la gambeta pero buscando esa pared con un ‘nueve’, o con alguien que aparezca en esa zona.

En el Barça lo veo como extremo izquierdo, y en determinados momentos, libre. Con Messi deben tratar de evitar la superposición. Seguramente el entrenador le exigirá tener la cancha bien abierta en el tramo final y hacer esos movimientos del juego de posición. Neymar le dará soluciones que son necesarias para este Barcelona. Él naturalmente se acomoda como ‘wing’ izquierdo porque tiene el perfil para adentro: como hacen Villa o Tello. Si el Barça puede domesticarlo, será muy valioso. Porque en el Santos le permiten todo y tiene vicios adquiridos: quiere pasar por cualquier lado, pierde la pelota y vuelve caminando. Lo que en el Santos parece una virtud, en el Barcelona no lo es. Pero claro: ¡siempre hace cuatro jugadas de gol por partido! Con sus condiciones debería ser fácil rectificar, pero dependerá de su disposición y de su compromiso. Deberá hacerse a la idea de que será un subordinado de Messi cuando hasta ahora todos han jugado como subordinados de Neymar. Es una cuestión de carácter. Me parece que es un buen chico. El rótulo de gran estrella se lo ganó jugando. No creo que vaya a cambiar el mundo del Barcelona. Una cosa es lo que parece y otra lo que es. Parece que no le importa nada, que es indolente, pero siempre veo que sus compañeros lo abrazan, lo quieren. Sabe hacerse querer y esto es buena señal.

La valentía de Robben

Por: | 01 de junio de 2013

Lahm, Gundogan, y Robben son los jugadores que más me gustaron de la final de Wembley. Robben sabía que tenía un historial de fallos en situaciones graves y a pesar de eso se puso delante del portero. Eso no se valora. Pero a veces el jugador que ha fallado mucho no reacciona atreviéndose. Es fácil esconderse, no ponerse en la situación del mano a mano, no picar al vacío, no tirar esas diagonales entre los centrales. Robben entraba de afuera hacia adentro para terminar de nueve. Lo hizo con una tozudez, con una confianza, con una seguridad difícil de ver. Que un nueve insista en ir a la zona de definición es normal, pero que lo haga un wing es un acto de jugador grande. Tal vez en un rincón de la cabeza le pasó la secuencia de jugadas fallidas anteriores: la parada de Casillas, el penal errado contra el Chelsea… Su gol, el 2-1 de Wembley, fue obra de una definición magistral porque supo olvidar. Se olvidó de toda la película de su vida. Manejó el suspenso, la calma, hizo un toquecito para adentro, desacomodó al portero, y la sacó para el otro lado. Genial.

Final sin víctimas

Por: | 31 de mayo de 2013

Lo que más me impresionó de la final de la ‘Champions’ fueron las ganas de jugar que tenían los jugadores. El fútbol argentino no me transmite eso. En Argentina los jugadores no disfrutan. Les ves la cara y viven el partido con otra disposición, con una expresión más seria. El hecho de que el resultado los pueda convertir en héroes o en villanos se les ha metido bajo la piel. El jugador lo sufre. Lo manifiesta en cada jugada, en cada expresión. Es indisimulable.

El Bayern y el Dortmund jugaron con un dejo de despreocupación. Ribéry y Robben, por ejemplo, se mostraron muy solidarios. Se comportaron como laterales alternativos. Cumplieron con sus obligaciones pero jugaron con un desenfado difícil de mostrar en una final. No estaban inhibidos. Como si no fueran conscientes de lo que estaba en juego. Lo transmiten muchos equipos alemanes: ‘Soy yo independientemente de lo que esté en juego’. Después del 1-1 parecía que juagaban a todo o nada.

Quizás sea reduccionista pero el fútbol alemán tiende a erradicar la posición ventajosa de la víctima. El victimismo a veces es un escudo fácil. La víctima nunca decepciona. Ponerse en la posición del que nunca decepciona hace que algunos entrenadores busquen esa coartada. Tienes menos material que el rival, y esa inferioridad objetiva te avala. Y la labor del entrenador es la contraria: es desarrollar al jugador, potenciarlo, despertarle facultades. Juntar 11 tipos, esperar un contraataque y defender todo el tiempo supone un lineamiento demasiado básico. Hay determinados equipos, determinados jugadores, para los que eso es muy insuficiente. Pero es muy fácil ponerse en la situación del mártir, y es muy fácil cautivar a los demás desde el martirio.

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Sobre el autor

Diego Latorre

Diego Latorre. Nací en La Paternal, en la ciudad de Buenos Aires, en 1969. Jugué en Tenerife, Fiorentina, Boca Juniors y Cruz Azul. Gané la Copa América en Chile con la selección Argentina en 1991.

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