“Son sólo palabras”. De este modo parecemos despachar el asunto anunciando (por cierto con palabras) que ellas son secundarias. Pero no estará de más detenernos ante tanta contundencia y desatención para con su importancia.
“Sólo el ser humano, entre los animales, posee la palabra. La voz es una indicación del dolor y del placer; por eso la tienen también otros animales. En cambio, la palabra existe para manifestar lo conveniente y lo dañino, así como lo justo y lo injusto.” Aristóteles sitúa de este modo el asunto con todo su alcance. Somos seres de palabra, que necesitamos vivir en sociedad. Quien “no necesita nada por su propia suficiencia, no es miembro de la ciudad, sino como una bestia o un dios”.
La palabra no es un adorno, ni un ingrediente o complemento, ni un sustitutivo de lo que existe. Ella es real y crea realidad. Produce efectos. Las palabras hacen Las palabras dicen. Y decir es más que hablar.
Baste esta indicación para subrayar hasta qué punto es decisivo que cuidemos nuestras palabras. No hay cuidado de uno mismo sin cuidado del lenguaje. Es sintomático y delator que no falten quienes estiman que eso no es determinante. No sólo se descuidan a sí mismos, descuidan a los otros. Su insensibilidad para el detalle de lo que dicen y cómo lo dicen suele ir acompañada en ocasiones de una gran atención por lo que se les dice o por lo que se dice de ellos.
En definitiva, si bien una buena educación no se agota en el modo de utilizar el lenguaje, ha de excluir ciertos modos de hablar. Resulta desconcertante a primera vista que Sócrates, al referirse a Teeteto, tras dudar de su aspecto y sin embargo gozar con lo que dice y cómo, afirme que “quien habla bien es una bella y excelente persona”. Ello confirma que tal hablar no se reduce a la forma de expresarse, importante en todo caso, sino que requiere capacidad de argumentar y de componer el discurso. Y la manera de vivirlo. Porque, efectivamente, decimos con nuestro modo de vivir. “El verdadero ser del hombre es su obrar”, señala Hegel. Éste es nuestro auténtico decir.
La verdadera mentira, lo que encierra una paradoja, no es que digamos lo contrario de lo que pensamos, es que vivamos lo contrario de lo que decimos. El buen decir, la verdadera palabra, es nuestra forma de vida. Por eso se insiste en que lo difícil es ser bello por la forma de vivir. Y por eso admiramos a quienes dicen lo que piensan, piensan lo que dicen y hacen y viven lo que piensan y dicen.
Y en esto también una palabra desajustada introduce una suerte de injusticia en el mundo, ya que el descuido desconsidera la virtud de la justicia que “consiste en la apreciación de lo justo”. De nuevo, Aristóteles.
Todo ello no evita la sospecha de que la palabra es poder y puede ejercerse asimismo con poder, como poder y como dominio, como arma arrojadiza, como fuerza de silenciamiento, como arrogancia de superioridad, como una forma de expansión del saber imperante. Un adjetivo puede hacer un daño sustantivo y comportarse como una acción. Y producir efectos. De ahí la necesaria responsabilidad. Pero, en todo caso, estas consideraciones no impiden reconocer que precisamente el conocimiento y cuidado de la palabra es también un arma de libertad.
Amar las palabras, sentir su fuerza y su pasión, reconocer su capacidad de relación, lo que nos ofrecen, entregan y transmiten, es clave para una buena educación, que siempre incluye hablar, leer y escribir adecuadamente, con justeza, con justicia. El descuido y la desconsideración con las palabras, emboscados de supuesta franqueza, denotan insensibilidad e impaciencia, y destilan falsa eficacia y abrupta “sinceridad”. Ello afecta de modo radical al pensamiento minucioso y detallista, sencillo, que no es una forma simple de pensamiento, sino que es un modo sutil, un modo de pensar efectivamente.
La gramática, que incluye la sintaxis, o el diccionario, que incorpora el léxico, no son normas vacías para eruditos, sino posibilidades de pensamiento, de experiencias, cauces de comunicación y de libertad, espacios para el encuentro y la creación. Y, sobre todo, nuestras declaraciones, conversaciones y manifestaciones. Constituidos como seres humanos, somos seres de palabra.
(Imágenes: Esculturas de Jaume Plensa. Figuras humanas formadas por letras y palabras)
Hay 12 Comentarios
"Somos palabra, lengua matriz" "Pensemos en las palabras". Emilio Lledó http://www.rtve.es/alacarta/videos/pienso-luego-existo/pienso-luego-existo-emilio-lledo/1212743/
"De lo que no se puede hablar, hay que callar"
Ludwig Wittgenstein, Tractatus logico-philosophicus.
"Cuando piensas que lo único que te falta son palabras, lo que realmente te faltan son ideas. Las ideas surgen bajo la forma de marcos. Cuando los marcos están ahí, las ideas surgen inmediatamente[...] Los marcos son estructuras mentales que conforman nuestro modelo de ver el mundo [...]Todas las palabras se definen en relación a marcos conceptuales [...]Puesto que el lenguaje activa los marcos, los nuevos marcos requieren un nuevo lenguaje [...].El cambio de marco es el cambio social" George Lakoff.
Publicado por: Pablo Hermoso de Mendoza | 01/03/2012 23:08:46
Para mí es importante este tema. Porque detecto una contradicción frecuente en mi forma de trabajar. Vivo la democracia (en su versión participativa, la democracia reglamentaria no me interesa gran cosa). Y tiene valor para mí. Pero en mi labor docente es frecuente que, mediante la palabra, cree situaciones que no son en absoluto así, democráticas, participativas.
Motivado, fundamentalmente, por cuestiones de eficacia y de reglamento.
Aunque estoy en ello aún no he sabido resolver el problema. Y es que la educación se parece más al ejército que a la educación... todavía... Es un territorio en el que no se han dado apenas pasos hacia la transición democrática necesaria 35 años después. Con la eficacia transmisiva como coartada...
Y yo participo de ese entramado y lo mantengo con algunas de mis palabras. En fin...
¡Gracias por el post y por compartir! :)
Publicado por: José Luis Castillo | 29/02/2012 13:42:39
Quien tiene dominio de la palabra, puede llegar a tener poder en las masas para bien o para mal
Publicado por: Elizabeth | 26/02/2012 17:54:06
En el cerebro, sin caer en simplismos deterministas, existen áreas que regulan las capacidades de comprensión y expresión del lenguaje. Un discurso puede estar desordenado sintácticamente o no respetar la ortografía y sin embargo ser revelador, sustancial y emocionante. Otros discursos son fluidos, escrupulosamente construidos, pero no dicen nada. Lo perfecto puede ser vacío entonces porque no anima a la participación. No hay nada que responder. La comunicación es más amplia que el lenguaje perfecto y académico. Lo imperfecto es además importante porque es lo que produce la evolución del lenguaje, lo amplía, lo remueve en sus cimientos hasta que lo ajusta a la significación buscada.
Me gustan las personas que hablan bien, me gusta que se esfuercen en comunicarse según las reglas formales, porque eso significa que quieren mostrar respeto al interlocutor. Pero quien se esfuerza en someter el lenguaje a sus necesidades expresivas, intentando derribar el obstáculo que le impide llegar a ser comprendido, me emociona.
Publicado por: Visi | 26/02/2012 15:33:50
Hoy en día palabras como progreso y desarrollo se han vuelto intercambiables con “reformas” económicas, desregulación y privatización. Libertad viene ahora a significar “oportunidad” y tiene menos que ver con el espíritu humano que con las diferentes marcas de desodorante. Mercado ya no significa el lugar donde la gente va a comprar los víveres. Ahora el mercado es un espacio desterritorializado donde corporaciones sin cara hacen sus negocios, incluyendo la compraventa de “futuros”. Justicia viene ahora a significar “derechos humanos” (y de ellos, como se dice, “unos pocos bastan”). Este despojo del lenguaje, esta técnica de usurpar palabras y emplearlas como armas, de usarlas para enmascarar intenciones y decir exactamente lo contrario de lo que ellas significaban tradicionalmente, es una de las victorias estratégicas más brillantes de la nueva administración, que le ha permitido marginalizar a sus detractores, privarlos de un lenguaje para articular su crítica y desdeñarlos como “antiprogresistas”, “antidesarrollo”, “antirreformas” y, por supuesto, como “antinacionales”, o sea, de negativistas de la peor calaña. Hablas de salvar un río o de proteger un bosque y te dirán: ¿acaso no crees en el progreso? A la gente cuyas tierras yacen sumergidas bajo embalses y cuyas casas son barridas por bulldózers, le dicen: ¿tienes un modelo alternativo de desarrollo? A aquellos que creen que el gobierno está en el deber de darle educación básica, salud y seguridad social al pueblo, les dicen: tú estás en contra del mercado. ¿Y quién si no un cretino podría estar en contra del mercado?
Los escritores nos pasamos la vida tratando de minimizar la distancia entre el pensamiento y la expresión, tratando de darles forma a nuestros desorganizados pensamientos íntimos. El nuevo lenguaje del “desarrollo” hace exactamente lo contrario; está concebido para engañar, para enmascarar las intenciones.
Este robo del lenguaje podría resultar la clave de nuestra ruina.
Arundathi Roy
Publicado por: bmh | 25/02/2012 20:30:30
Cuanto más pobre es nuestro léxico lo es también nuestro pensamiento.
Publicado por: Juan Ignacio | 25/02/2012 15:06:01
Pero no todas las palabras son iguales, ni todas las interpretaciones están al mismo nivel. Las palabras se deben emitir con sentido, y todas manifiestan, además, la intención del hablante. lolamontesamuriza.blogspot.com
Publicado por: Lola Montes Amuriza | 25/02/2012 9:18:25
Hay que cuidar las palabras y también tener cuidado con las palabras aunque a veces se les tenga miedo y se llegue al absurdo de la claudicación semántica.
Estoy absolutamente de acuerdo con lo que dice y con la manera en que lo dice.
¡Ánimo, Sr. Gabilondo; le seguimos!
Publicado por: Azucena | 24/02/2012 18:45:03
"Terroristas suicidas con tres capas de calzocillos". Sólo palabras...
Publicado por: G.Bermúdez | 24/02/2012 18:16:00
Hay nuevo libro en la calle de Ángel Gabilondo: Darse a la lectura, todo un compendio de lo que es darse a la palabra, a la noche, a los clásicos, al ritmo de la vida que es el leer, darse al divertimiento, sí, leyendo se divierte uno, darse a la vida y a la acción, a los maestros ( sin pedir más de lo que ya suelen dar, que no es poco), darse a ese "pensamiento minucioso y detallista, sencillo, que no es una forma simple de pensamiento, sino que es un modo sutil, un modo de pensar efectivamente", un modo de traer la palabra justa, la que toca y nos toca, el único pensamiento ( sin extremosidad) diría yo que me merece la pena vivir,oír, el más fructífero y el menos vociferante, el más cuidado de sí y el más alejado del fanático o del sordo pensamiento, del ruido o del que hace ruido porque oye y no quiere oír ni darse en definitiva a ese "sapere", rumia, que es el distinguir el eco de las voces, por traer otro día más a Machado.Hay que afinar el diapasón.Y una de las maneras de hacerlo es leer a Gabilondo.
http://www.estandarte.com/noticias/libros/ensayo/ngel-gabilondo-darse-a-la-lectura_1032.html
Publicado por: Rantamplán Malaspina | 24/02/2012 13:01:59
"-¿Qué leís Señor?. -Palabras, palabras,palabras..?"
http://www.youtube.com/watch?v=WWW8IaWz7LE
¿Son más apreciables las mentiras bien dichas que las verdades expresadas de forma imperfecta?. La valoración de la forma y el aprecio por la sintaxis correcta, la propiedad de la semántica, la ortografía sin falta... caben dentro de una cáscara de nuez cuando se trata de emitir un mensaje con sentido y sinceridad. La lucidez no depende de una comunicación detallista sino de una escrupulosa concepción del sentido. Cuando Hamlet enhebra una retahíla de disparates, maravillosamente compuesta, deja en el vacío cuanto sus palabras podrían significar: no miente ni dice la verdad; habla con lógica verbal y corrección imaginativa pero comunica una manipulación flagrante, una intención de oscuridad cuyo efecto excederá sus deseos y causará una tragedia.
Un tono impostado, unas frases ampulosas, una redacción precisa y he aquí que aparece la admiración por el lenguaje y la obnubilación ante cuanto puedan suponer. En cierta manera, la imperfección es más saludable: induce a la desconfianza frente a la palabras...palabras...palaaabras...
Publicado por: Witness | 24/02/2012 11:36:35
Gracias siempre, Sr. Gabilondo. "Una de las mayores excelencias de la mente es ocurrírsele con rapidez lo que importa" (Af. 68, de El arte de la prudencia, de Baltasar Gracián). Nada más bello que responder prontamente a la realidad permanente del ahora con la palabra justa, persuasiva y seductora: un embelesamiento como pocos.
Publicado por: Rosa | 24/02/2012 10:09:55