Sobre el blog

El salto del ángel es un espacio de reflexión, de pensamiento sobre la dimensión social y política de los asuntos públicos, sobre la educación, la Universidad, la formación y la empleabilidad. Busca analizar los procesos de democratización, de internacionalización y de modernización como tarea permanente, con una actitud de convicción y de compromiso.

Sobre el autor

Angel Gabilondo

Ángel Gabilondo Pujol es Catedrático de Metafísica de la Universidad Autónoma de Madrid, de la que fue Rector. Tras ser Presidente de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas, ha sido Ministro de Educación.

El salto del ángel

Necesidades

Por: | 06 de febrero de 2012

EvelynInsistimos en que vivimos tiempos singularmente complejos y difíciles. Y digo singularmente, porque no son precisamente fáciles para muchos, pero tampoco lo fueron para quienes nos precedieron. Quizás ello explique tanto el desconcierto general como cierta sabia o resabiada serenidad.

¿Qué necesitamos en esta situación? No nos preguntamos ahora por lo que nos apetece, ni siquiera por lo que queremos o deseamos. Estamos hablando de necesidad, de necesidades. Y en esto, también, las situaciones y los planteamientos son muy dispares. Entre las múltiples definiciones de economía que se nos ofrecen, Schumpeter viene a decir que es la ciencia que trata de casar los recursos escasos con las necesidades ilimitadas. Aunque se la ha caracterizado como ciencia sombría, me fijo en esta ocasión en la referencia a “las necesidades ilimitadas”.

Bien aprendimos que muchas necesidades se pueden generar y desde luego no habrá modo alguno de afrontarlas si acabamos considerando que son imprescindibles tantas y tantas demandas que hacemos y nos hacemos. Pero no faltan quienes tienen necesidades decisivas. Y no es una redundancia. Las tienen de verdad y ello ha de ser nuestra prioridad.

Hablamos de austeridad y sin duda es necesaria en todo caso, no sólo en situaciones difíciles. En tiempos de carencia en los que ya no haya apenas nada no vendría muy al caso reivindicarla. No ha de utilizarse, sin embargo, como arma arrojadiza para reclamar de otros lo que no somos capaces de exigirnos ni de ofrecer. Y hay necesidades acuciantes, irrenunciables, decisivas.

No hemos de olvidar, a su vez, otras singulares necesidades, no menos determinantes, las del afecto y la palabra próximos, la de una mano cercana y afable, mano amiga que, se denomine de uno u otro modo, es solidaridad, la de la implicación personal y social. Y la complejidad de la situación no ha de ser una coartada para nuestra insensibilidad.

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Pragmatismo mal entendido

Por: | 03 de febrero de 2012

Gallinas


Hemos de valorar ser eficientes y eficaces, ser realistas y concretos, atender a la situación y a las circunstancias, valorar la acción, entender que la aplicación y los efectos de lo que hacemos es decisiva, pero no estará mal que no demos demasiado por supuesto en qué consiste todo eso.

Para empezar, conviene que no propugnemos que para serlo hay que dejar de lado el pensamiento, la reflexión, el análisis, las ideas, a decir de algunos una pérdida de tiempo, para ir directamente a lo que importa. “Al grano”, dicen. No necesariamente se utiliza esa expresión. Más bien, otras del tipo “seamos concretos”, “descendamos a la realidad”, “dejémonos de palabras”… Y, desde luego, no hemos de ignorar estos avisos.
 
Algunos consideran que tal proceder sería garantía de fiabilidad, de no perderse en devaneos, de no refugiarse en las palabras, en definitiva, de autenticidad y de decisión. Y si a ello se añade contundencia y alguna pretendida “naturalidad” en las formas y en las expresiones, todo resulta “más verdadero”.

Pues, puestos a sospechar, también sospecho de quienes dicen ir “al grano”, no sea que su criterio sea siempre la rentabilidad, y no precisamente la rentabilidad social. En ocasiones, lo disfrazan de “sano sentido común” y lo demás lo consideran “sofisterías” y “ensoñaciones”, según palabras de Hegel, quien estima que esos tan “naturales” van contra la razón ilustrada.

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Un pensamiento afirmativo

Por: | 01 de febrero de 2012

Positivo

Considero atractivos a quienes se implican, se involucran, se comprometen. Y en este tiempo complejo y difícil son singularmente necesarios. Me gustan menos si consideran que hay un único modo de hacerlo y que, por tanto, ellos y sólo ellos se entregan de verdad. Expiden certificados de compromiso. Y los demás, todos nosotros supongo, somos cuitados, convencionales o, en el peor de los casos, claros colaboradores de la desastrosa situación.

Merecen nuestro reconocimiento quienes sostienen un pensamiento afirmativo. Porque, como hay “conseguidores”, tampoco faltan los “impedidores”: todo está mal, no hay nada que hacer, no merece la pena, es igual, nadie vale, cualquier acción es insuficiente o, dicho de otra forma, sí hay un modo estupendo de ser, el suyo. En mi suerte, en todo caso, más bien me he encontrado con personas activas y constructivas.

Afirmativo no quiere decir resignado, ni sumiso. Afirmativo no significa carente de espíritu crítico, de valor para la impugnación. Y ni siquiera supone que siempre tengamos propuestas mejores o alternativas. Sí exige que las busquemos, que tratemos de proponerlas, incluso para replantear toda la situación. Aunque por supuesto con otro alcance, nuestro profesor Kant dice que hay cuestiones que la razón no puede apartar pero a las que tampoco puede contestar.

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El País

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