Hoy no es tanto cuestión de hablar de nosotros, cuanto de él. El libro siempre merece nuestra consideración, pero nunca está de más que nos fijemos en qué le pasa. No pretendemos ahora detenernos en sus avatares sociales y editoriales, ni en su futuro. Son asuntos de importancia, pero no estará de más que pensemos en lo que le ocurre cuando estamos de verdad a su lado, con él, cuando nos relacionamos no sólo con el objeto que es, sino con ese sujeto, es decir, cuando lo leemos. Circula entre nosotros, nos vincula y nos ofrece tantas veces las palabras de las que carecemos, las que precisamos, las que nos acompañan y nos alientan. Le pasa al libro y nos pasa con él.
El libro no es indiferente a sus lectores. Podríamos decir con Ricoeur que tiene apertura, objetividad, y materialidad, que es tanto como reconocer que nunca se deja apropiar del todo, que se resiste, pero es receptivo a las interpretaciones, que no son lo mismo que las ocurrencias. O podríamos revivir con Derrida que es reiterable, porque es reitinerable y es, por tanto, citable. O con Gadamer, que es legible, o con tantos y tantos otros lo que como texto le ocurre. Pero lo que nos importa subrayar es que no es indiferente. No sólo porque en rigor no dice nada si no se lee, sino porque a veces consideramos que no nos dice nada, ni siquiera lo suficiente como para abrir sus páginas. Tampoco es insensible a nuestra intervención con él. Sin lector, sin lectura, sin entrega, el libro calla y habita una suerte de inexistencia.
No somos ajenos al aspecto del libro, ni a su formato, ni al entorno o el contexto en el que se nos ofrece. Nos importa que sean cuidados, amables, próximos. Nos sentimos en cierto modo elegidos por quienes velan por cada uno de sus detalles, por quienes forman parte en cierta medida de cuanto es y corren su suerte. El contenido también se dice como forma. Y agradecemos a quienes nos presentan y nos acercan a un encuentro fecundo. Al producirse la relación en la que consiste la lectura, tal vez recuperemos alguna suerte de salud o de vida. Y quizá al leerlo releemos y reescribimos también con nosotros mismos el mundo en el que vivimos, que en todo caso no es insensible ni a lo que somos ni a lo que hacemos.
Un texto es asimismo sus lectores y sus lecturas que, a su modo, forman parte de él, y que con su espontaneidad lo reescriben. En cierto sentido, por ejemplo en El Quijote, nos encontramos con un lector que forma parte del texto y lo reescribe con sus lecturas, iniciando un texto que prosigue y proseguirá leyéndose y escribiéndose, sin necesidad de dejar de ser quien es. Es el lector implícito e implicado en el texto, que es ya libro mismo. No es difícil entonces reconocerse y reactivar las peripecias como propias, tanto que finalmente son experiencias de uno mismo, las del lector y sus aventuras y sus sueños, las de nuestros deseos. No necesita explícitamente otras palabras para decir otras cosas, pero las dice. Se rememora lo dicho hasta paradójicamente decir de nuevo lo nunca dicho.
Quizá deberíamos pensar a fondo qué puede significar que los libros hablan, dialogan entre sí, pero es evidente que se ven afectados, incluso en su contenido, por lecturas que se incorporan a lo que dicen y significan. Ello permite que nos escuchemos de una cierta manera, social y personalmente. La acción de leer ejecuta efectivamente el texto como una partitura musical. Y hay algo de reiterable en eso, pero algo también de irrepetible. Al leer, no sólo nosotros venimos a ser otros, el libro también si efectivamente se produce una lectura, tanto que incluso leer podría llegar a ser ya algo distinto. Un buen autor inaugura con su libro un nuevo modo de leer, otro estilo de lectura y de lector. No es lo que habitualmente nos ocurre, por eso admiramos a los lectores capaces de recrear una lectura pertinente, en justa correspondencia al don recibido.
Quizá ser autor sea leer un libro no escrito, que es tanto como alumbrarlo, pero desde luego el buen lector lo reescribe. Así Cervantes forma parte de El Quijote. No es un espectador de su texto. Es suyo porque lo ofrece a todos. Su verdadera apropiación es dárnoslo. El Quijote no es sólo un personaje. Somos en cierto modo nosotros si de alguna manera compartimos con el genial escritor la tarea de escribir, esto es, si lo leemos.
En alguna medida siempre, incluso cuando estamos solos, leemos con alguien, compartimos con el autor sus búsquedas y escuchamos juntos lo que el libro nos dice. Su implicación es tal que se esfuma y desaparece sin necesidad de hacerse más presente. Pero no sólo con él. Bien se sabe que el sentido de un texto no se agota ni reside en la intención del autor. Nos vinculamos con tantos otros lectores con quienes constituimos una comunidad silenciosa. Por eso en cierto modo leer a alguien es una forma de escritura, una devolución, un retorno generoso, un modo singular de afecto.
Tal vez por ello pueda llegar a decirse con sentido que amamos ciertos libros, tanto que aprendemos a valorarlos dándolos a conocer. Nuestra apropiación no es una posesión, aunque forman parte de nosotros, de nuestra intimidad, de nuestras relaciones. También los libros ocurren en nuestras vidas y nuestras vidas en ellos.
(Imágenes: Will Barnet, Mujer leyendo; ; Álvaro Reja, Don Quijote; y Albert Anker, Leyendo al abuelo)
Hay 13 Comentarios
No hay nada como la esencia de pasar unas buenas paginas, de disfrutar de una buena lectura, de todo lo que trae con sigo la maravilla de un libro.
Publicado por: Televisores | 29/05/2012 18:07:04
Llegará un día en que, con sólo un chip, podamos tener en nuestro cerebro todos los libros publicados desde la creación de la imprenta y que puedan ser escaneados.
Ese conocimiento nos acercará a Dios, pero nos habremos perdido el placer de pasar el rato leyendo cada palabra y cada texto escogido.
Publicado por: Ktaplines | 27/04/2012 14:44:59
Juan Villoro parla di Roberto Bolaño
http://www.youtube.com/watch?v=xH3W134SZ8A&feature=related
LOS PERROS ROMÁNTICOS
En aquel tiempo yo tenía veinte años
y estaba loco.
Había perdido un país
pero había ganado un sueño.
Y si tenía ese sueño
lo demás no importaba.
Ni trabajar ni rezar
ni estudiar en la madrugada
junto a los perros románticos.
Y el sueño vivía en el espacio de mi espíritu.
Una habitación de madera,
en penumbras,
en uno de los pulmones del trópico.
Y a veces me volvía dentro de mí
y visitaba el sueño: estatua eternizada
en pensamientos líquidos,
un gusano blanco retorciéndose
en el amor.
Un amor desbocado.
Un sueño dentro de otro sueño.
Y la pesadilla me decía: crecerás.
Dejarás atrás las imágenes del dolor y del laberinto
y olvidarás.
Pero en aquel tiempo crecer hubiera sido un crimen.
Estoy aquí, dije, con los perros románticos
Y aquí me voy a quedar
Roberto Bolaño
Publicado por: descubriendo a los poetas | 25/04/2012 3:44:55
Nicanor Parra (El hombre imaginario)
http://www.youtube.com/watch?v=10NobVKg7fo&feature=related
El hombre imaginario
El hombre imaginario
vive en una mansión imaginaria
rodeada de árboles imaginarios
a la orilla de un río imaginario
De los muros que son imaginarios
penden antiguos cuadros imaginarios
irreparables grietas imaginarias
que representan hechos imaginarios
ocurridos en mundos imaginarios
en lugares y tiempos imaginarios
Todas las tardes tardes imaginarias
sube las escaleras imaginarias
y se asoma al balcón imaginario
a mirar el paisaje imaginario
que consiste en un valle imaginario
circundado de cerros imaginarios
Sombras imaginarias
vienen por el camino imaginario
entonando canciones imaginarias
a la muerte del sol imaginario
Y en las noches de luna imaginaria
sueña con la mujer imaginaria
que le brindó su amor imaginario
vuelve a sentir ese mismo dolor
ese mismo placer imaginario
y vuelve a palpitar
el corazón del hombre imaginario
Publicado por: ...a la muerte del sol imaginario...vuelve a palpitar el corazón... | 25/04/2012 0:45:49
Nicanor Parra: Sus Poemas en Su Voz - Soliloquio del Individuo
http://www.youtube.com/watch?v=Hn-PnJThtao
Publicado por: empecé a grabar de nuevo | 25/04/2012 0:24:16
¿ Acaso no es Sancho el más cercano o primer ( vale el último) lector del Quijote?
Publicado por: Rantamplán Malaspina | 23/04/2012 22:55:10
De verdad, aparte de por el texto, mil gracias por las imágenes que coloca en todos sus post, son estupendas y muy bien elegidas. La del otro día de Leo Matiz y esta de hoy de Ankert han sido un autentico descubrimiento. Una atenta observadora.
Publicado por: Maria | 23/04/2012 21:30:29
Leer supone desprenderse también. Al hacer una lectura enriquecedora desaprendemos y aprendemos nuevas lecciones que pueden suponer cambios en nuestro modo de pensar. Adquiriendo así experiencia de un nuevo proceder.
El libro "Darse a la lectura" es un ejemplo de lo que supone leer.
Publicado por: Lidia Martin | 23/04/2012 20:26:53
A este paso al comprar el último libro de Dan Brown te regalarán el Quijote y entonces, la gente horrorizada, dejará de comprar incluso el primero ¿Se editarían los clásicos si no fueran obligatorios en la enseñanza? Como para encontrar en una librería una edición actual a la venta de "La Divina Comedia" bilingüe, ¡ni Indiana Jones!
Publicado por: Juan Ignacio | 23/04/2012 14:48:21
Hoy recomiendo un libro "Darse a la lectura" de Ángel Gabilondo, es una especie de ensayo del que el texto que nos trae hoy es sólo una pincelada....
Publicado por: Leichegu | 23/04/2012 13:44:08
Algo se ha removido en mí ante el artículo de Á. Gabilondo a las puertas de mi jubilación como profesor de Instituto. Se trata del recuerdo de mis tiempos de estudiante en el internado en que nos educaron. En general, a todos nos entusiasmaban los libros, de los que se nos daba cuenta en clase de literatura, pero no nos dejaban leer muchos de ellos porque éramos entonces muy jóvenes y el contenido fuerte de algunos podía perjudicar nuestras almas inocentes. Pues bien, nos las arreglábamos para leerlos por la noche, ocultos entre las sábanas y las mantas con una microscópica linterna de pilas, ya que también la luz eléctrica se cortaba durante el periodo de sueño. ¡Qué tiempos aquellos! Qué habremos hecho tan mal para que actualmente los estudiantes de bachillerato lean tan poco, incluso obligados por los programas.
Publicado por: Julián | 23/04/2012 13:04:24
LEER: Se dice y es un misterio que el éxito en la formación y tal vez en la vida no depende totalmente de la riqueza ni la posición social; si no de la lectura y los libros de los progenitores. Tal vez, los niños necesitan convivir con la lectura y los libros. O quizás todo comience cuando el niño descubre que hay unos objetos llamados libros que cuentan historias como aquella que relataba el abuelo con voz tan graciosa del gallo Perico. El caso es que la lectura es un habito puede que al principio costoso pero que muy pronto se convierte en un deleite y a lo mejor en un pecadillo, una transgresión como dice Pettit
“hay niños que leen bajo las sábanas, con la linterna en la mano, en contra del mundo entero. Hay una dimensión de transgresión en la lectura. Si hay tantos lectores que lean por la noche, si leer es con frecuencia un acto de oscuridad, no es solamente porque hay en ello un sentimiento de culpa: de esta manera se crea un espacio para la intimidad, un jardín protegido de las miradas. Se lee sobre los márgenes, las riberas de la vida, en los linderos del mundo. Tal vez no hay que desear que se haga la luz en ese jardín. Dejemos a la lectura, como el amor, conservar su parte de oscuridad".Michèle Petit
Publicado por: Manuel J | 23/04/2012 11:54:15
La uva está hecha de vino y quizás nosotros somos las palabras a través de las que nos narramos, decía Galeano en el Libro de los abrazos.
Un abrazo fuerte de libros.
Publicado por: zenon de pelea | 23/04/2012 8:44:48