El salto del ángel

Ensimismados

Por: | 28 de septiembre de 2012

Mary Beth McKenzie, (4)

Los tiempos difíciles y complejos producen mayores dosis de ensimismamiento. Supuestamente podrían propiciar la apertura a lo otro de sí, pero una cierta necesidad de sobrevivir o de sobreponerse produce no pocas veces una suerte de repliegue en uno mismo que si nos descuidamos puede acabar siendo un interés exclusivo por los asuntos propios. “Bastante tengo con lo mío” resuena tan contundente que justificaría todo desinterés por lo que nos distraiga de ello.

En tal ensimismamiento el problema consistiría en que, puestos a tratar de entendernos, se comenzaría por señalar el terreno, diferenciándonos, mediante una primera demarcación. Los otros serían los demás. Y en esa medida, lo de menos. Se caracterizarían como un resto, como un excedente, como una añadidura, nada en principio central ni decisivo. Así no tendrían ni rostro ni palabra y quedarían encuadrados en una cohorte indiscriminada y silenciosa.

Y puestos a hablar de clausura y de encierro, no es menor enclaustrarse en sí mismo. Ello puede conducir a plegarse a las propias indicaciones, considerando prioridad lo que nos incumbe o nos afecta. Entonces podríamos acabar llamando meditación al puro ensimismamiento. Sería una manera más de ser disoluto, con una forma de pérdida que no es el de ninguna perdición, sino el de un extravío por exceso de fijación.

Quizá la cuestión se resolviera abriéndonos, escuchando y, de ser posible, no reduciendo nuestra mirada a nuestro entorno. Pero no faltan casos que ni siquiera se liberan de la desmesurada entronización personal mediante algún tipo de desplazamiento. Todo su recorrido, en el mejor de los casos, va de sí a sí mismos y toda su travesía no les mueve del sitio. Su punto de partida no lo es tal, no era ni siquiera su meta, era su final.

En ocasiones, la tarea personal, social y política más inmediata es salir de sí. Y toda peripecia confirma lo ya vivido y sabido, sin que haya propiamente ni itinerario, ni experiencia. Aguardar una y otra vez a que sean los demás quienes nos liberen de ese ensimismamiento es tan extremadamente inútil como considerar que nos bastamos a nosotros mismos, que somos autosuficientes y que con decidirlo ocurre.

  Mary

Dejarse ayudar no es menos difícil que ser capaces de hacerlo. Y no faltan resistencias. Bien nos recuerda Thomas Mann en La muerte en Venecia que “lejos de querer dar el paso en serio, un paso que lo haría retroceder, que lo devolvería a sí mismo”, “quien está fuera de sí nada aborrece tanto como volver a sí mismo”. Y tal es la paradoja. En ocasiones ensimismarse es una forma de no tener que vérselas consigo mismo, una forma de huida, más que de encuentro. No es cuestión tampoco de salir de sí para quedar dislocado, ni se trata de permanecer aferrado a sí mismo y siempre cautivo, enredado en las propias ensoñaciones.

El verdadero sí mismo es más que un simple yo individualista, es más que un sujeto sujetado a sus exclusivas cavilaciones, es más que un sumiso de las propias ocurrencias. En apariencia refugiado y a buen recaudo, sin embargo también se encuentra más a la intemperie que nunca. No nos atendemos en verdad a nosotros mismos sin considerar lo otro en nosotros, a los otros en nosotros.

Es preciso despertarse del sueño de una autoposesión, del autosuficiente dominio de todas las situaciones y condiciones en que se desenvuelve nuestra existencia, considerando que simplemente con quedarnos supuestamente al margen ya nos liberamos de los avatares de lo que ocurre. Cabe comprender que no siempre hay muchos otros caminos o posibilidades y que tal vez lo que parece ensimismamiento no es sino realista desaliento o impotencia.

Mary Beth McKenzie EnsimismadoPero, aún en ese caso, ensimismados, todo cobra otra dimensión y otro alcance. El ensimismamiento es una desmesura, una injusticia, una desconsideración para con la efectiva situación de tantos que no pueden ni siquiera permitirse esas exquisiteces, ni las fruslerías de la autocontemplación. No es soledad, es aislamiento. Ni siquiera la reflexión, el análisis y la meditación, cuando tienen alcance y sentido, son ejercicios de toma de posesión de sí mismo.

El ensimismamiento impide ver. Intensifica de tal modo el campo de visión y lo estrecha de tal manera que, en rigor, no permite hacernos cargo de los contornos que conforman la mirada. En tal caso, ni siquiera cabe la introspección, ni hay ámbito para lo interior, ni es posible la intimidad. Todo se iguala y se aplana y el yo viene a ser idéntico a sí mismo, sin recorrido, sin distancia, sin verdadera historia, sin lenguaje.

Una sociedad ensimismada quedaría paralizada dando vueltas a su situación. Fijada en su inmediatez carecería de perspectiva, de mirada, de alcance, de porvenir. Todo sería quietud y la apariencia de afrontar algo no haría sino confirmar que no nos movemos del sitio.

A veces, el ensimismamiento es olvido y desconsideración para con lo ocurrido, ignorancia, incultura, que adopta la forma de la desvinculación respecto de cuanto nos ha sucedido y sucede. Ensimismados, los otros son decorado, ocasión, oportunidad, instrumentos, peaje, medios o incomodidades para lograr los fines propuestos. Entonces, los demás están de más. Y ni siquiera son ya los otros. Son obstáculos. Bastante tenemos con nosotros mismos. Bastante, en efecto, pero bastante poco.

(Imágenes: Pinturas de Mary Beth McKenzie, Coffee Shop; Christian an Ivy; y Andrew)





 

Hay 13 Comentarios

Ensimismamiento es también el del que lucha exclusivamente por sí mismo (“Bastante tengo con lo mío”), mientras el caos se instala a su alrededor. Es el “sálvese quien pueda” que propone el liberalismo. Y se da, especialmente, allí donde ya se ha conseguido el Estado fallido.


Supongo que empieza el ensimismamiento sin darte cuenta: cada mañana tienes que vestir a los niños, meterlos en el coche, llevaros al cole, correr a tu trabajo, consumir tu jornada laboral intentando la máxima eficacia para eludir el paro (como si esto dependiese de ti), hacer la compra, ir al médico, comprobar que tus padres siguen bien o cuidarles si están mal, llevar el coche al taller, ir al banco, hacer papeleos, y no digamos cuando llegan nuevas complicaciones como cambiar de domicilio, buscar un nuevo empleo, ir a una entrevista con el director del cole, un atasco, una enfermedad, comprar los regalos de reyes, etc.


En estas circunstancias, es difícil militar en una causa, comprometerse, lo fácil es ensimismarse y tirar sólo. Pero nuestro régimen liberal no es inocente, el Sistema sabe bien cómo mantenernos desunidos, ensimismados, desanimados, resignados, y buscando el exclusivo consuelo de competir mucho para ganar lo más posible y solucionarlo todo a base de pasta.


No, el liberalismo siente horror de que los individuos salgan del ensimismamiento, se unan y se organicen. No hay que darles oportunidad, ni tiempo, ni espacio.

Plantea el ensimismamiento como una huída centrífuga. Pero también puede ser mirarse reflejado en un estanque, en un charco, en un espejo -como la madrastra de Blancanieves-, o en la carrocería del Porsche del vecino. Estoy de acuerdo con un comentario anterior: los tiempos revueltos no son dados al ensimismamiento. Tal vez estamos en shock, el shock del que sale del ensimismamiento y debe empezar a mirar alrededor.

Por experiencia debo decir exactamente lo contrario a lo que el autor postula.Los tiempos difíciles y complejos nos han impulsado siempre a buscar vias de solución.Imposible quedarnos ensimismados o de brazos cruzados, inertes, sin hacer lo imposible por encontrar el modo de resolver la crisis.Pienso que no hay otro modo. Además no ve uno otra cosa mas que "ese problema, esa circunstancia" y el Mundo parece haber desaparecido tras los millones de fachadas que enmascaran edificios. La Vida es lucha. Y lo es desde la primera oportunidad que nos es dada, mediante ese encuentro sublime entre un ovocito y un espermatozoide.

Entonces la apertura del ensimismado adquiriría una constancia de entregar y disciplinar, que ejercería como función social para contratar nuevos acontecimientos. Así los cambios en su interior acuciarían un nuevo resplandor. Saber que se puede ser otro. Albergaría un itinerario elocuente en el que descubrir elocuencia, seria revelador y condición indispensable para conciliar una nueva estación, parada, sopor.

Es peligroso asomarse al interior... Porque podemos caer en el ensimismamiento, totalmente de acuerdo. Pedir ayuda nos resulta difícil pero no por ello dejamos de pedirla, damos vueltas, adornamos nuestras peticiones, hacemos un poco la pelota y lanzamos el SOS.
El si mismo me parece que tiene mas que ver con el ser que con estar ensimismado y el Ser nos obliga a desplegar nuestras energías físicas, afectivas y mentales en un acto que surge del interior, del si mismo y va hacia lo externo, hacia los demas. Cuando estas energías no están equilibradas, no están bien expresadas y actualizadas sufrimos y para amortiguar ese sufrimiento la herramienta mas útil que tenemos es la meditación, que calma la mente y es capaz de aportar sosiego en medio del trajín.
Me encanta este espacio.

Vaya, gracias por el espejo. Pienso que el ensimismamiento de las personas muchas veces se da por una necesidad de descansar. Descansar del miedo que nos produce el juicio de los demás sobre nuestra persona. La inseguridad, el permanente autoanálisis, el compararnos con los demás, que siempre resultan ser mucho mejores, es agotador. De pronto refugiarnos en nosotros mismos, en esa mediocridad ya conocida y casi aceptada, nos tranquiliza como tirarnos en el sofá a ver la televisión. Así no levantaremos país, desde luego.

A mi me da miedo el ensimismado egoista, aquel que sólo se mira a sí mismo porque se considera mejor que los demás y se arroga el derecho a ignorar e incluso despreciar a quienes le rodean.
Mil gracias, Sr. Gabilondo. Le seguimos con entusiasmo.

Una trivia para divertirse y ejercitar la mente: Identifica las cosas con H http://www.dwaroo.com/Play_ImageQuiz.aspx?Gid=1575

Estupendo artículo y un buen manojo de verdades. Gracias

Brillante, como siempre

Bravo.
Estamos como sociedad fuera de sí -la actual guerra institucional contra la población tiende a perpetuar esta autoexcentricidad- y por eso mismo resulta tan difícil recuperarnos a nosotros mismos...

Soñar y refugiarse es lo más grosero que he oído del ensimismamiento. Quizás seria cuestión de atribuir cualidades desinteresadas para advertir que no admitimos observaciones. Pensar con contundencia en sociedad es despertar del letargo aventajado. Aunque para soñar no se necesitara tanta sino algo más bien distinto. Averiguar qué sucede si miramos al ensimismado durante su empanada mental. Y descubrimos que adquiere el personaje oficial de imbécil arto de mirar donde no debe y pensar lo que no interesa.
Valiente relato seria salirse de si, sumido en la reflexión y entrenado para variar su estado de ánimo.

Lo que sucede con los nacionalismos es que son ensimismamientos colectivos con la particular cualidad de que permanentemente se autorefuerzan por una especie de presión ambiental o social de la que resulta difícil sustraerse, pues uno encuentra compañía en tal ensimismamiento, aunque sea una compañía que nada nuevo aporta salvo la intensificación del ensimismamiento, de fortalecimiento de las mismas ideas sin más recorrido que ellas mismas, en una especie de bucle sordo y ciego para todo lo demás, pero del que se tiene miedo a salirse por la supuesta soledad que se encontrará fuera de ese colectivo ensimismado.

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Sobre el blog

El salto del ángel es un espacio de reflexión, de pensamiento sobre la dimensión social y política de los asuntos públicos, sobre la educación, la Universidad, la formación y la empleabilidad. Busca analizar los procesos de democratización, de internacionalización y de modernización como tarea permanente, con una actitud de convicción y de compromiso.

Sobre el autor

Angel Gabilondo

Ángel Gabilondo Pujol es Catedrático de Metafísica de la Universidad Autónoma de Madrid, de la que fue Rector. Tras ser Presidente de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas, ha sido Ministro de Educación.

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